El pasado día 12 se cumplieron 207 años del nacimiento de Charles Darwin, el padre de una de las ideas más luminosas que existen. Gracias a ella sabemos que todos los seres vivos procedemos de un antepasado común, que las especies varían a lo largo del tiempo y que tal variación, a la que llamamos evolución, se produce en virtud de un mecanismo denominado selección natural.
Simplificando mucho, la evolución se produce porque no todos los individuos de una población o especie son iguales. Hay diferencias genéticas entre ellos, diferencias que pueden tener su origen en cambios producidos al azar en la información genética de cada individuo (mutaciones), en el flujo genético entre poblaciones por cruzamientos entre los individuos de diferentes procedencias, así como en otro tipo de procesos. Como consecuencia de esas diferencias no todos los individuos tienen la misma aptitud biológica. Unos dejan más descendencia que otros, y las características de los que tienen un mayor “éxito reproductivo” (mayor descendencia) son las que, con el tiempo, acaban siendo más abundantes en la población o la especie, ya que quienes las poseen son más numerosos que los que carecen de tales atributos. Puede incluso llegar a ocurrir que todos los individuos acaben teniendo esos rasgos. Así es como cambian, a lo largo del tiempo, las poblaciones y las especies.
Ese proceso se parece a la selección que se realiza de forma artificial con determinadas variedades de plantas, ganado o animales de compañía; solo que en el caso de la selección natural no hay un agente consciente que conduce la evolución en la dirección deseada (vacas que producen más leche, por ejemplo), sino que son las características del entorno las que inciden sobre la selección de unas variedades u otras. En ese sentido, las condiciones ambientales “seleccionan” las variedades de mayor aptitud biológica. Nótese que en este contexto el concepto de aptitud biológica no es absoluto, sino que depende de las características del medio. En otras palabras: un rasgo beneficioso en Bogotá puede ser muy perjudicial en Bilbao, y un rasgo muy conveniente hoy puede ser letal dentro de cincuenta años. Además, ahora sabemos que en las especies culturales, como la nuestra, la interacción entre factores biológicos y elementos culturales tiene una incidencia decisiva en el proceso evolutivo.
La selección natural no es, como en demasiadas ocasiones se señala, un mecanismo basado en una lucha a vida o muerte entre unos individuos y otros o entre unas especies y otras. No consiste en la victoria del fuerte y la derrota del débil. Hay mucho menos dramatismo en la forma en la que opera. La clave radica en las diferencias en el éxito reproductivo. Y contra lo que muchos sostienen, tampoco actúa en beneficio de los rasgos que favorecen los comportamientos que consideramos egoístas, crueles o malvados. La cooperación, el altruismo, la generosidad o, incluso, el amor son actitudes, rasgos o emociones que también son, en última instancia, el resultado de la selección natural. Estamos aquí porque nuestros antepasados dejaron más descendencia que algunos de sus coetaneos, y eso pudo ocurrir por razones diversas, incluido el azar. En ocasiones fue porque obtuvieron mejores cosechas; en otras porque superaron una enfermedad grave en su niñez; quizás fueron crueles con sus semejantes y gracias a eso consiguieron un lugar para vivir; o quizás resultaron muy atractivos como pareja; también pudo ser porque fueron generosos con sus vecinos, o -¿por qué no?- apasionados amantes. La selección natural no peca, ni es virtuosa, no sabe de moral, ni de propósito, ni tampoco de sentido. De eso sabemos nosotros, los seres humanos. Por algo será.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
Este artículo fue publicado en la sección #con_ciencia del diario Deia el pasado 14 de febrero.
Rawandi
«La selección natural no sabe de moral, ni de propósito, ni tampoco de sentido. De eso sabemos nosotros, los seres humanos. Por algo será.»
Sí. Se debe a que nosotros tenemos un cerebro, mientras que la selección natural carece de él.
Somos listos porque el tonto proceso de la selección natural nos ha dado un cerebro autoconsciente.
jorge
» quizás fueron crueles con sus semejantes y gracias a eso consiguieron un lugar para vivir; »
Una «pequeñísima» contradicción
Javier
Artículo bien escrito pero muy incompleto y que en cierto modo lleva a confusión (no me gusta utilizar esta palabra y no pretendo ser ofensivo, pero resulta un poco simplón). La evolución por selección natural es una parte pequeña de la evolución, y es la parte que debemos a Darwin. Sin embargo, de la mejor aptitud de unos individuos en una población a explicar por qué estamos aquí o el enorme número de especies existentes actualmente y que han existido hasta ahora, hay un gran abismo. Es más, la evolución por selección natural del más apto no explica el surgimiento de las especies. Si fuese así, no habría varias especies, sino solamente una, la más apta. O las más aptas si se quiere (esta afirmación es, evidentemente, exagerada y debe tomarse anecdóticamente, claro está). Es verdad que, dentro de una especie, los individuos con mayor éxito de evolutivo (un concepto muy heterogéneo que incluye mayor tasa reproductiva, mejor capacidad de emparejamiento, mayor resistencia al entorno y enfermedades, etc.) se acaban imponiendo en la población y dan lugar a la configuración de la especie actual o, casi mejor, la variedad, subespecie, o tribu en concreto que se considere. Pero si solo se perpetúan los más aptos, los mejor adaptados ¿cómo existen tantas especies? El artículo no hace alusión a motores tan importantes de la evolución como el asilamiento poblacional o la deriva genética. Cuando en una población, un grupo de individuos se aíslan del resto, la evolución de ambas subpoblaciones se hace independiente y comienzan a separarse. Esto puede llevar a generar a la larga dos (o más, dependerá del número de grupos aislados) especies diferentes que, si se diera el caso de que se volviesen a reunir, ya no podrían cruzarse entre ellas y generar descendencia fértil. Cada nueva especie empezaría a evolucionar independientemente entre ellas. Puede haber competición entre especies por un mismo nicho ecológico, por supuesto, pero en muchos casos puede haber especificación (e incluso creación) de nuevos nichos lo que da lugar finalmente a la biodiversidad. Y cuando se habla de aislamiento poblacional, no hay que pensar solo en cataclismos geológicos o movimientos migratorios que separen físicamente un grupo de individuos de otros. Puede ocurrir sin “movimiento” aparente de los individuos. Existen muchos procesos que pueden conducir a este aislamiento. Por ejemplo, la aparición de mutaciones que lleven a incompatibilidades de cruzamiento entre determinados individuos de una misma población. Mutatis mutandi lo que pasa entre especies: cohabitan un mismo hábitat, pero no se puede cruzar ¿hay selección del más apto? no necesariamente. Porque para que exista selección del más apto tiene que existir una presión selectiva que dicte quién se perpetua y quién no. Y el aislamiento poblacional es solo un mecanismo de los varios posibles de generación y evolución de especies. Mecanismos como la plasticidad genética, la epigenética, entre otros, son procesos también muy importantes a tener en cuenta en los procesos evolutivos. No siempre las características fenotípicas que vemos en las especies son el producto de procesos de selección de lo más apto. Eso sí, las características que observamos en cada especie si deben ser compatibles con la vida, vamos, no deben de estorbar. Una vez pasado ese filtro primario, puede haber optimizaciones sucesivas por selección, o no.
Juan Ignacio Pérez
“La evolución por selección natural es una parte pequeña de la evolución, y es la parte que debemos a Darwin.”
En efecto. Se trataba, en 600 palabras, de homenajear al autor de la idea de la selección natural. Los tratados no tienen esas limitaciones.
Rawandi
“La evolución por selección natural es una parte pequeña de la evolución»
No estoy de acuerdo. Como bien señaló Darwin, la selección natural es con diferencia el principal mecanismo de la evolución, ya que es el mecanismo que explica la complejidad que nos caracteriza a los seres vivos. O sea, que sí explica que estemos aquí, y también explica la biodiversidad: hay millones de especies simplemente porque hay millones de nichos ecológicos a los cuales los organismos pueden adaptarse.
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Rosalia Sanchez Ciganda
recordamos y aprendemos !!!
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