[Este artículo es la tercera entrega de una serie de entrevistas dedicada a ilustrar el paso de la investigación básica a la ciencia aplicada en España. Puedes encontrar los enlaces al resto de artículos al final del texto]
Una de las constantes y más injustas críticas que se realizan a algunos ámbitos de la investigación científica es el de su poca utilidad para resolver los problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad. Al parecer, en muchos ciudadanos se ha instalado con fuerza la errónea idea de que el objetivo primordial de la ciencia es el conseguir coches más rápidos, remedios eficaces para todas las enfermedades, nuevos móviles de última generación cada seis meses, energías baratas y sonido envolvente en todas las habitaciones de nuestra casa.
Paradójicamente suelen ser esos mismos ciudadanos los que, mientras se muestran escandalizados porque “los científicos” aún no han encontrado una cura para el cáncer o el hambre en el mundo, critican al mismo tiempo que se invierta dinero en explorar Marte o estudiar una estrella a millones de años luz de nosotros.
Debemos asumir de una vez por todas que las aplicaciones que tanto deseamos son totalmente imposibles sin conocimiento previo. La ciencia moderna es, sin lugar a dudas, la mejor herramienta que disponemos para conocer el mundo y ese es su primer y más importante objetivo, el resto de comodidades, inventos, terapias y avances son consecuencia directa y posterior de ese conocimiento.
“Newton o Einstein no estaban preocupados por viajar al espacio, pero gracias al conocimiento que nos brindaron, nosotros hoy sí podemos” contesta María Martinón, investigadora del proyecto Atapuerca durante dos décadas y profesora en el Departamento de Antropología del University College de Londres, que considera desmesurado ese afán por la utilidad inmediata que muchos exigen.
La ciencia es principalmente una forma de aprender cómo funciona el mundo y de encontrar respuestas… ¿Y quién mejor que la Paleoantropología para responder a las preguntas más fundamentales de la Humanidad?
Considera las tres célebres preguntas existenciales del ser humano a lo largo de la Historia: ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿a dónde vamos?… Bueno, pues por primera vez estamos en disposición de contestar a las dos primeras gracias al conocimiento que hemos adquirido de nuestra propia evolución.
Pero seguramente el conocimiento sea algo demasiado etéreo para algunos que siguen empeñados en buscar principalmente rendimiento económico y utilidad social a determinadas ramas de la ciencia. Para todos ellos María nos recuerda un aspecto que pocas veces se le reconoce a su campo…
Si alguna vez visitáis Londres es más que probable que terminéis paseando por Museum Lane, una impresionante avenida dedicada a albergar los más variados museos, entre los que se encuentran el Museo de la Ciencia o el Museo de Historia Natural. Ese diverso abanico de posibilidades culturales representa uno de los más importantes focos económicos de la capital inglesa con millones de visitantes al año.
Pues bien, en 2012 la empresa de consultoría Deloitte dio a conocer el impacto económico derivado del conjunto de proyectos que conforman Atapuerca, incluyendo el Museo de la Evolución Humana de Burgos. En total, y solo en cifras hasta ese año, se generaron 1.130 puestos de trabajo, un incremento de 190.000 pernoctaciones hoteleras más que en los periodos anteriores y un montante aproximado de 92 millones de euros para las arcas públicas.
El impacto económico y social para la provincia de Burgos es más que evidente y resulta un decisivo punto cultural, de ocio y turismo en toda España. Al igual que el Guggenheim en Bilbao o la Alhambra en Granada, Atapuerca se ha convertido, no solo en un centro de investigación puntero en todo el mundo, sino también en un atractivo social y económico.
Conocimiento de nuestra propia especie, rentabilidad cultural, social, turística y económica… Quizá deberíamos ampliar estos dos aspectos con un tercero algo más técnico.
Los dientes son los restos fósiles que más conocimiento nos aportan de todo el registro. Son los más abundantes y por supuesto son los más duraderos. En sus investigaciones María Martinón se ha especializado en extraer toda la información posible de ellos, utilizando algunas de las aplicaciones de imagen más avanzadas que existen. Y en esta tarea los paleontólogos han tenido que agudizar el ingenio. Por naturaleza el registro fósil que conocemos es escaso, está fragmentado y además es muy frágil, por ello se han tenido que desarrollar aplicaciones virtuales en 3D, no invasivas, para poder estudiarlo y analizarlo sin deteriorarlo.
La Antropología dental virtual mediante microtomografía computerizada nos permite hoy ver todos los tejidos y que es capaz de producir cortes virtuales del orden de micras sin destruir el fósil que estás estudiando. En su tarea de extraer información de piezas tan delicadas y pequeñas como esta clase de fósiles, los paleoantropólogos como María han conseguido adelantarse a otros campos científicos y en la actualidad son capaces de realizar mediciones increíblemente precisas y reconstrucciones virtuales de cualquier parte del diente sin deteriorarlo lo más mínimo.
Sobre el autor: Javier Peláez (@irreductible) es divulgador científico y cofundador de Naukas.com. Puedes encontrar todos los artículos de la serie Ciencia aplicada en este enlace.
Paleoantropología aplicada con María Martinon | colaboraciones con otros medios | La Aldea Irreductible
[…] serie Ciencia Aplicada en el Cuaderno de Cultura Científica de la UPV/EHU, titulada “¿Paleoantropología aplicada?, pero qué me cuentas…” Puedes leer el artículo completo en este […]