El estudio de una variedad de plátanos que es rica en carotenoides podría ser clave para ayudar a afrontar el problema de deficiencia en vitamina A al que se enfrentan muchos países en vía de desarrollo.
Ceguera permanente y muerte. Ese es el principal problema al que se enfrentan los niños que no tienen acceso a suficiente vitamina A. Según UNICEF, esto genera más de 1 millón de muertes infantiles al año y 500.000 niños que anualmente sufren ceguera seca o xeroftalmia (el 50% de ellos muere ese mismo año). La cifra va en aumento y es un problema cada vez más grave en países del sudeste asiático, donde no se ingieren alimentos con suficientes carotenos. La dieta es básicamente arroz y frutas. El problema del arroz fue resuelto hace décadas (véase Arroz dorado. Biotecnología libre, a la espera.), aunque no se emplea por motivos puramente políticos y económicos (los presuntamente ecologistas no lo son; son políticos y económicos).
Pero la tecnología está para proporcionar herramientas, otra cosa es que se usen. Por eso investigadores de varios centros están intentando incrementar la cantidad de carotenos, los pigmentos rojos y anaranjados que son la principal fuente dietética de vitamina A, en las frutas que no los contienen y que son populares y asequibles en el sudeste de Asia, como los plátanos, como forma de contribuir de forma fácil a aumentar la ingesta de vitamina A en estas regiones.
En este sentido es muy interesante el resultado que un equipo de investigadores, encabezado por Stephen Buah, de la Universidad de Tecnología de Queensland (Australia) ha publicado en el Journal of Agricultural and Food Chemistry. En este estudio Buah y sus colaboradores compararon plátanos de la variedad Asupina (grupo Fe’i), que tienen de forma natural un alto contenido en carotenoides y un color dorado característico, con la mundialmente conocida variedad Cavendish (a la que pertenecen la mayoría de los plátanos de Canarias).
Los investigadores encontraron diferencias significativas en la bioquímica de ambas variedades, que podrían ser dianas en un futuro para la ingeniería genética. En concreto encontraron que la variedad alta en carotenoides expresaba mucho menos una enzima (CCD4, de la familia de las carotenoides oxigenasas) que se conoce que descompone los carotenoides. No solo eso, también almacenan los carotenoides en unas estructuras celulares especializadas.
Si se consiguieran frutas con un metabolismo similar se podría proporcionar de forma fácil y barata vitamina A a los niños de esas partes del mundo donde es difícil acceder a alimentos ricos en vitamina A. Si políticos, ecologistas e intereses económicos lo permiten, claro.
Referencia:
Stephen Buah et al (2016) The Quest for Golden Bananas: Investigating Carotenoid Regulation in a Fe’i Group Musa Cultivar J. Agric. Food Chem. DOI: 10.1021/acs.jafc.5b05740
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Este texto es una colaboración del Cuaderno de Cultura Científica con Next
Esta anotación participa en la LVII Edición del Carnaval de Química que se aloja en el blog La aventura de la ciencia