Tampones, ciencia y género

Fronteras

Imagen: Tampones. (Fotografía: LOIC VENANCE/AFP/Getty Images)

La pasada semana la actualidad mediática del país estuvo presidida por titulares sobre la menstruación, los tampones, las compresas y las copas menstruales. Hubo mucho comentario supuestamente ocurrente, mucho desconocimiento y un debate absurdo sobre si la menstruación es un tema únicamente femenino o no.

Lamentablemente sobre ciencia y menstruación no se escuchó ni una sola palabra.

Esta es una historia sobre mujeres, científicas, menstruación y avances científicos.

Ridhi Tariyal
Imagen: Ridhi Tariyal, ingeniera.

En el año 2014, Ridhi Tariyal, ingeniera en el MIT, tuvo un momento de esos que llamamos de «Eureka» y se le ocurrió que una manera fácil y sencilla de conseguir sangre con la que hacer muestras médicas para estudiar todo tipo de datos era aprovechar la sangre de la menstruación de las mujeres. ¿Cómo? A través de un tampón del que, una vez utilizado, pudiera extraerse la sangre absorbida.

Es una idea tan sencilla y tan obvia que cuando uno se pone a pensarlo lo primero que se le ocurre es ¿cómo nadie lo pensó antes?

Pues porque Ridhi es mujer. A ningún hombre se le había ocurrido aprovechar la regla para ningún estudio científico porque sencillamente es un problema que no conocen, que no entienden y al que no se enfrentan.

«La gente que sufre un problema es la que está mejor preparada para resolverlo». Esta frase, que parece tan obvia, es la conclusión a la que ha llegado Eric von Hippel, investigador sobre innovación en el MIT. Y, por supuesto, se aplica a la invención, desarrollo y perfeccionamiento de los distintos sistemas que las mujeres hemos utilizado a lo largo de la historia para enfrentarnos a la menstruación y sus inconvenientes.

A pesar de este hecho y de que obviamente un hombre no puede saber qué se siente al tener un tampón dentro del cuerpo o cómo son las sensaciones asociadas a sangrar cada 28 días durante más de 40 años, los hombres llevan actualmente la voz cantante en este tema desde el punto de vista de la tecnología.

Pagan Kennedy autora del artículo en el New York Times del que traigo esta historia, analizó 200 patentes asociadas a los tampones desde el año 1976 y descubrió que 3 de cada 4 personas detrás de ellas eran hombres. ¿Por qué? No lo sé, no consigo entenderlo.

«Las investigadoras tienen muchos problemas para patentar. De acuerdo con un estudio de 2012, más del 92 por ciento de los titulares de patentes son hombres. Un estudio del año 2006 descubrió que las científicas – como Tariyal- presentaban alrededor de un 60 % menos de patentes que sus colegas hombres».

Imagen: Infografía de The Nextgen Jane Team, proyecto de la ingeniera Ridhi Tariyal y el virólogo Stephen Gire.

Ridhi Tariyal no tuvo este problema, en Harvard todo fueron facilidades y pronto ella y su compañero de investigación Stephen Gire pudieron patentar su método para recoger el flujo menstrual y transformarlo en muestras médicas. El problema vino cuando quisieron darle un aprovechamiento económico a su patente, transformarlo en un negocio vendiendo algo que, lógicamente, iba a mejorar la vida de las mujeres.

Los dos investigadores se pasaron un año presentando su prototipo a posibles inversores. ¿La idea que vendían? Un método que al extraer sangre del tampón sirviera a las mujeres para saber por ejemplo si tenían una infección.

De manera poco sorprendente pero no por esperada menos indignante se dieron cuenta pronto de que lo primero que tenían que hacer era sustituir la sangre por líquido azul para conseguir algo más de interés por parte de los inversores, todos hombres. En segundo lugar se enfrentaron a un machismo tan increíble que casi se dieron por vencidos.

«Alguien nos dijo que era un producto que solo ayudaba a las mujeres y que las mujeres son solo la mitad de la población así que ¿para qué?»

Otros les sugirieron que por qué no reinventaban su prototipo para que los hombres pudieran usarlo para medir su testosterona. Incluso les sugirieron que desarrollaran un método para que los hombres pudieran medir la salud sexual de sus compañeras porque «las mujeres son mentirosas y contagian enfermedades venéreas».

Cuando estaban a punto de desistir Tariyal y Gire tuvieron un nuevo momento de inspiración. El flujo menstrual no está compuesto solo de sangre, también está formado por células que provienen de los ovarios y el útero. Esas células tratadas con herramientas de análisis genético podrían servir para el diagnóstico de enfermedades como el cáncer o enfermedades reproductivas.

Con este nuevo enfoque y gracias al apoyo de una empresa al que esta idea sí le interesó, ambos investigadores están trabajando ahora para poder diagnosticar la endometriosis sin que sea necesario someterse a una cirugía laparoscópica. Investigan también otras aplicaciones de su idea destinada a mejorar la salud de las mujeres.

La conclusión de esta historia es que enfocar cualquier aspecto de la actividad humana, la historia, el arte, la literatura, la economía o la ciencia sólo desde el punto de vista del 50 % de la población, de los hombres, empobrece el presente, nos resta oportunidades e ideas para solucionar los problemas y nos hurta enfoques diferentes capaces de imaginar un futuro distinto.

¿Somos las mujeres las que mejor conocemos la menstruación? Sí.

¿Es la menstruación un tema exclusivamente femenino? No.

Conocer, sufrir y poner soluciones a un problema (por muy natural que sea, la menstruación es un problema) no lo limita a ser propiedad de los que lo conocen o lo sufren.

Desconocer, no padecer y, por tanto, ignorar un problema «porque a mi no me afecta» es una actitud reduccionista, absurda y que repercute en el conocimiento global de la sociedad y en los posibles avances de cualquier tipo que pueden estar esperándonos a la vuelta de la esquina.

En palabras de Tariyal:

«Si un pequeño y homogéneo grupo de personas está determinando como será nuestro futuro, entonces nuestro futuro será homogéneo»

Además de profundamente injusto.

Referencias:

Sobre la autora: Ana Ribera (Molinos) es historiadora y cuenta con más de 15 años de experiencia en el mundo de la televisión. Autora de los blogs: Cosas que (me) pasan y Pisando Charcos.

1 comentario

    • Avatar de I.

      No sé, a mí tampoco me convence el término problema para referirse a la regla. El problema en todo caso puede ser nuestra percepción de la misma a nivel individual o como sociedad, ¿no? Un hijo causará «inconvenientes prácticos» (de horarios, por ejemplo) a sus padres y no tengo nada claro que se sintieran cómodos usando la palabra problema para referirse a su hijo. Acepto que para algunas personas pueda ser un problema pero en absoluto me parece acertada la generalización «por muy natural que sea, la menstruación es un problema». Pueden derivar problemas de ella, algunos dependientes del contexto social, de eso no hay duda, pero la menstruación en sí misma no es ningún problema 🙂 Por lo demás, me ha gustado mucho el artículo y la historia de Ridhi Tariyal.

    • Avatar de Alejandro

      Hombre, pero se supone (se supone ;P) que los hijos llevan asociada una serie de cualidades buenas que, por lo general, supera con creces a las malas. ¿Qué tiene de bueno la regla? Nada. Únicamente es un estorbo y una fuente de situaciones incómodas.

    • Avatar de Isabel

      Pues depende de la mujer, porque para mi, con mis hemorragias que hacen que a los 20 minutos de salir de casa tenga los pantalones manchados, la consecuente anemia perpetua, mis ciclos irregulares, los dolores que me dejan doblada en la cama horas…. es un problema sobre el que me gustaría que se investigara más para poder convivir con ella un poco mejor

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