Retrospectiva de un cuadro: El festín de los dioses

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Hay algunas obras de arte que son capaces de describir escenas ficticias o reales con precisión fotográfica. Por ejemplo, un maestro en el arte de captar instantes era el archiconocido Velázquez, que nos puede transportar tanto a una habitación en la corte real (Las Meninas) como a un paisaje de los Países Bajos que ni siquiera había visitado (La rendición de Breda). Sucede que, en ciertas ocasiones, la propia historia que ha vivido una pintura es tan interesante o más que la que nos intenta relatar, como pasa con El festín de los Dioses, célebre obra del Renacimiento italiano y protagonista de esta entrada. Este cuadro lleno de secretos ha podido ser deconstruido cinco siglos después de su creación gracias a la aplicación de técnicas científicas como la radiografía y la reflectografía infrarroja sobre las que ya hemos hablado ampliamente en otras ocasiones. Una vez más la ciencia se ha puesto al servicio del arte para revelar asombrosos detalles que descubriremos a continuación y que están accesibles para todo el público en el portal Webexhibits (*).

El Festín de los Dioses (170x188 cm). Fuente: WebExhibits
Imagen 1: El Festín de los Dioses (170×188 cm). Giovanni Bellini / Tiziano. Fuente: WebExhibits

La historia que cuenta el cuadro

Antes de empezar a hablar de los estudios científicos, dediquemos un momento a explicar la escena que describe la obra. Los dioses Olímpicos se están dando un festín en lo que algunos expertos ven una alegoría de la celebración del matrimonio de Alfonso de Este (mecenas de la obra) y la denostada Lucrezia Borgia. Ahí vemos a un Dioniso (Baco) niño con túnica azul, que desde joven apuntaba maneras llenando la jarra de vino con el que se embriagarán los ilustres invitados. También podemos reconocer a muchos otros dioses gracias a sus atributos. Por ejemplo al relajado Hermes (Mercurio) con sus sandalias aladas y su caduceo y al todopoderoso Zeus (Júpiter) que, como buen patriarca, no espera para levantar el codo mientras el águila le vigila. Con prendas verdes y rojas vemos al que quizás sea Alfonso de Este como el dios marino Poseidón (Neptuno), identificable por su tridente, que yace en el suelo puesto que su propietario tiene la mano ocupada en más impúdicas actividades. La que recibe sus caricias podría ser Lucrezia, personificación de la diosa Perséfone (Proserpina) o Cibeles, que sujeta un membrillo, símbolo del matrimonio (y de otro tipo de uniones). También está Deméter (Ceres) con su corona de espigas dándole cariño a un absorto Apolo (Febo) laureado que sujeta una lira de brazo. Pero, como este dios se está dando a la bebida, el que pone la música es un desnudo Pan (Fauno) a cuyo son ninfas y sátiros se encargan de que ninguna copa quede vacía. Como veis, la flor y nata del panteón grecorromano se encuentra en este cuadro pero, curiosamente, la figura más importante para explicar el relato es el burro de Sileno, ese señor calvo con túnica naranja. Y es que la escena, tomada de un relato de Ovidio, nos describe justo el instante previo a que el animal rebuzne impidiendo el asalto sexual que se está perpetrando en la esquina derecha de la imagen. Allí, una semidesnuda ninfa llamada Lotis duerme inocente mientras el dios de la fertilidad Príapo, condenado de nacimiento a una eterna y sobredimensionada erección, la acecha con mezquinas intenciones. El rebuzno hace que la ninfa se despierte y huya (según ciertas versiones acabó convertida en árbol de Loto) mientras el resto de dioses se burlan y ridiculizan al divino depravado.

Esta obra, que como veis está llena de mensajes, era una de las joyas del camerino de alabastro del duque Alfonso I de Este. Este gran mecenas proyectó, con la ayuda de Mario Equicola, una sala que recogería obras mitológicas realizadas por los mejores artistas de la época y que hoy en día cuelgan de las paredes de los más importantes museos del mundo: la bacanal de los andrios, Ofrenda a Venus, Baco y Ariadna, etc.

La historia del propio cuadro

¿Pero, por qué resulta tan interesante este cuadro más allá de por su valor estético? La razón es simple: no fue pintado por uno, ni por dos, sino por tres artistas del renacimiento en sucesivas etapas. La primera versión del cuadro la realizó poco antes de morir el gran Giovanni Bellini en 1514 destinada a ser la primera joya del estudio del duque de Ferrara. Pocos años después el pintor de la corte Dosso Dossi modernizó la pintura y finalmente, en 1529, el más avanzado alumno de Bellini, Tiziano, le dio su aspecto actual con el fin de que estuviese en armonía con las otras obras que el mismo había realizado para la mencionada sala. Obviamente en dicho proceso las dos obras anteriores han quedado cubiertas por la última versión pero la tecnología nos permite traspasar estas capas y ver, o al menos hipotetizar, como fueron las obras anteriores y su proceso de creación. Estos estudios fueron realizados en la National Gallery of Art de Washington donde el cuadro descansa definitivamente después de haber viajado durante estos siglos desde Ferrara a Roma, de Roma a Reino Unido y de Reino Unido a Estados Unidos.

Una lupa para ver a través de la pintura

Al igual que una radiografía médica nos permite ver los huesos traspasando la piel y los músculos, los rayos X hacen posible ver ciertos pigmentos que han quedado tapados por capas posteriores de pintura. Así, si se radiografía un cuadro y se cumplen ciertas condiciones, podremos observar capas de pintura que lleven ocultas cientos de años. En este particular caso, la radiografía ha permitido realizar descubrimientos vitales sobre la composición anterior del cuadro. En la página de Webexhibits podemos usar una especie de lupa que nos permite ver la imagen de rayos X superpuesta a la fotografía del cuadro en cualquier punto, como os enseño en la Imagen 2.

En el círculo en blanco y negro se muestra la radiografía correspondiente a esa área superpuesta a la fotografía del cuadro. La presencia de un dibujo diferente evidencia un cambio en la composición.
Imagen 2: En el círculo en blanco y negro se muestra la radiografía correspondiente a esa área superpuesta a la fotografía del cuadro. La presencia de un dibujo diferente evidencia un cambio en la composición. Fuente: WebExhibits

Ya veis que el fondo montañoso con un castillo no es el original puesto que la radiografía descubre un paisaje boscoso oculto en las capas inferiores.Os animo a que juguéis un rato en busca de variaciones realizadas sobre la obra genuina. Además, esta herramienta también permite ver la imagen infrarroja, que nos ofrece información complementaria, especialmente sobre compuestos ricos en carbono que son de gran importancia ya que son habituales a la hora de realizar los dibujos preparatorios. La aplicación deja realizar todo tipo de combinaciones entre las tres imágenes (radiografía, reflectografía y visible) por lo que podemos encontrar un sinfín de alteraciones y cambios realizados a lo largo del proceso de creación.

Una clara muestra de que el cuadro fue modificado al menos dos veces se puede observar en la Imagen 3. Ahí están las imágenes obtenidas con las tres técnicas para una misma área de la pintura: el paisaje de fondo que se encuentra sobre el sátiro que lleva una jarra a la izquierda de la composición.

Imagen 3. De izquierda a derecha radiografia, fotografía y reflectograma de la parte superior izquierda de la pintura.
Imagen 3. De izquierda a derecha radiografia, fotografía y reflectograma de la parte superior izquierda de la pintura. Fuente: WebExhibits

Obviamente aunque la fotografía de rayos X e infrarroja no tienen calidad artística (¡pensad que estamos obteniendo imágenes de algo que está completamente cubierto por otra capa de pintura!) se pueden apreciar detalles muy significativos. Por un lado, en la parte inferior se aprecian troncos de árboles que no están en la fotografía y, por otro, se intuye una especie de construcción de piedra en la parte superior (sí, esto requiere un poco más de imaginación). El hecho de que los árboles y la construcción formen una composición incoherente da lugar a pensar que Bellini realizó un fondo boscoso, Dossi lo modificó y Tiziano le dio su aspecto final. Consultando toda esta información los expertos han llegado a la conclusión que las figuras y el suelo que aparece en primer plano han permanecido así desde que Bellini las pintase mientras que el fondo fue alterado por diversos motivos. Pero, ¡sorpresa! Algunos de los personajes también han sufrido algunos retoques.

Si le echáis otro vistazo al cuadro os daréis cuenta que todos los personajes femeninos van ligeros de ropa a excepción de, quién lo diría, la supuesta Lucrezia Borgia ¡Para que luego dijeran que la ligera de cascos era ella! Pues bien, la idea original de Bellini era que estas mujeres o ninfas fuesen un poco más recatadas pero, presumiblemente, Alfonso de Este le pidió un toque más clásico. Y con clásico se refería a los cánones de la Antigüedad Clásica en donde el desnudo y la belleza iban estrechamente ligados. Quizás hoy en día hubiésemos pensado que las quería con cuello vuelto… Esta anécdota, pero al contrario, recuerda a lo que le pasó a la pobre musa de Arriaga por atentar contra la moral de los bilbaínos de a pie. Un ejemplo más de cómo cambian a lo largo de la historia los cánones de belleza (o los de moralidad).

Volviendo al tema que nos ocupa, cualquiera que fuese el motivo de este cambio, parece que el propio Bellini hizo unos retoques que, por cierto, nos hubiesen pasado desapercibidos sin los estudios técnicos. En la Imagen 4 podéis ver el desnudo al que fue sometido la ninfa de traje azul, que en la radiografía tiene los pechos cubiertos, al contrario que en la composición final.

Imagen 4. Radiografía y fotografía infrarroja de la ninfa que porta una jarra junto a la imagen actual y una reconstrucción propuesta.
Imagen 4. Radiografía y fotografía infrarroja de la ninfa que porta una jarra junto a la imagen actual y una reconstrucción propuesta. Fuente: WebExhibits

Estudiando las capas del cuadro

Las técnicas que hemos visto ahora se conocen como no invasivas ya que no dañan el cuadro en ningún momento. Pero sucede que, a veces, para poder contrastar los indicios hay que tomar una muestra transversal del cuadro, lo que se conoce como estratigrafía y que nos sirve para ver las diferentes capas de pintura depositadas sobre un punto. Por supuesto que hay que proceder con mucho cuidado ya que estamos quitando parte de la obra, por lo que el tamaño de la muestra ha de ser minúsculo (menos de 1 mm) y ha de realizarse en puntos donde ya haya un pequeño desperfecto. En el caso de El festín de los dioses se cogieron más de treinta de estas muestras que sirvieron para arrojar más luz sobre los descubrimientos realizados con las técnicas espectroscópicas. Podéis ver todas estas estratigrafías en la web donde indican el punto de muestreo y los pigmentos detectados. Yo me limito a enseñaros una muy característica que se encuentra en las hojas del árbol en el borde superior del cuadro (Imagen 5).

festín de los dioses 5
Imagen 5. Estratigrafía del cuadro correspondiente al punto rojo de la esquina superior derecha. Cada capa fue añadida por un pintor diferente. Fuente: WebExhibits

Al estudiar esta muestra, la primera capa es obviamente verde pero bajo ésta hay una capa azul, lo que apunta a que antes ahí se encontraba un trozo de cielo. Pero eso no es todo; si se sigue profundizando se observa de nuevo otra capa verde, ¿quizás del follaje original? Todo apunta a que Dossi cubrió vegetación que había pintado Bellini, pero disfrutó de la gloria por poco tiempo ya que en una poética y seguramente ignorada venganza Tizanio volvió a poner hojas donde antes lo había hecho su maestro. Gracias a estas muestras sabemos que los personajes están pintados con una capa de pintura, lo que confirma que su autor es Bellini y que fue el fondo, en el que se aprecian varias capas, lo que modificaron Dossi y Tiziano. Por otra parte la identificación de los pigmentos de cada capa nos ayuda a asociarlos a uno u otro pintor ya que en muchos casos la paleta de los pintores era muy característica.

Reconstruyendo las pinturas anteriores

Gracias a los análisis estratigráficos y espectroscópicos los expertos han podido crear reconstrucciones de las obras anteriores. Así, es posible que el cuadro original pintado por Bellini se asemejase al que os enseño en la imagen. Habrá a quien le guste más que el de Tiziano pero recordad que estas modificaciones buscaban la armonía con el resto de obras de la sala.

Imagen 6. Reconstrucción de la obra realizado por Bellini en 1514.
Imagen 6. Reconstrucción de la obra realizado por Bellini en 1514. Fuente: WebExhibits

Reconstruir el cuadro de Dossi es mucho más complicado ya que, sin desmerecer a este artista, su trabajo quedó atrapado entre las dos pinturas de los genios del Veneto. Su contribución en el resultado final de la obra se limita al árbol de la derecha y al faisán que en él reposa. El ave podría haber sido pintada por el propio duque y quizás por eso se conservó, por que la verdad es que no pega nada bien con el resto de la composición. En cualquier caso, las reconstrucciones realizadas sobre la obra de Dossi son meras especulaciones basadas en los datos científicos y en el estilo propio del pintor de la corte.

Acabamos, a modo de resumen, con la Imagen 7 en la que se puede ver la aportación de cada uno de los tres pintores al resultado final de la obra. Gracias a los estudios científicos hemos podido saber que Bellini es el que dibuja los personajes (y por tanto el que nos cuenta la historia), Tiziano el que los coloca en el marco adecuado y Dossi…bueno, Dossi es el que dibuja el faisán, o tal vez ni eso.

 Imagen 7. El festín de los dioses con un cuadro de color en función del autor: verde (Bellini), rojo (Dossi) y morado (Tiziano).
Imagen 7. El festín de los dioses con un cuadro de color en función del autor: verde (Bellini), rojo (Dossi) y morado (Tiziano). Fuente: WebExhibits

(*) Hay que agradecer a Michael Douma y su proyecto WebExhibits (una fuente de información inestimable para cualquiera que esté interesado en el particular binomio que forman las artes y la ciencia), el hecho de que la investigación realizada sobre este cuadro está disponible online para todos los públicos bajo licencia de Creative Commons.

Para saber más:

M Duoma (2008) Bellini’s Feast of the Gods

The feast of the gods, National Gallery of Art

Sobre el autor: Oskar González es profesor en la facultad de Ciencia y Tecnología y en la facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU.

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