Ruth Gates es bióloga marina y dirige el Instituto de Biología Marina de Hawai. En el año 2014, ganó el concurso «Ocean Challenge», organizado por la fundación benéfica de Paul Allen (fundador de Microsoft) para encontrar ideas para tratar de contrarrestar o frenar los efectos del calentamiento en los océanos.
Gates, que llevaba tiempo observando los corales del Caribe, presentó un proyecto para investigar porqué determinadas colonias de corales parecían ser más resistentes a los efectos de las subidas de temperatura del agua. Desde 1998, y debido a ese calentamiento, el 15 % de los corales del planeta ha desaparecido.
Gates y su equipo habían comprobado cómo colonias vecinas sufrían distintos efectos con las subidas de temperatura, unas se blanqueaban completamente y morían, otras, a pesar del blanqueamiento, conseguían restablecerse y algunas no parecían sufrir ningún daño. La idea de Gates y el proyecto para el que ha conseguido 4 millones de dólares es investigar a nivel genético las características especiales de los corales que parecen más fuertes, para tratar de crear especies resistentes al calentamiento de las aguas provocado por el cambio climático.
El proyecto es increíblemente ambicioso y plantea muchas dudas entre otros especialistas en corales. Terry Hughes dirige en Australia el máximo organismo de protección de los corales y ha realizado un estudio que analiza proyectos de recuperación de corales de manera convencional; esto es, cultivando colonias en tanques y colocándolas después en arrecifes que habían sido dañados o destruidos. Revisó doscientos cincuenta proyectos en los que se habían invertido doscientos cincuenta millones de dólares y que han conseguido repoblar 10.117 m2. Una extensión ridícula y en la que ni siquiera está claro que los corales resistan a largo plazo.
¿Merece o no la pena investigar este tipo de proyectos? La pregunta está mal formulada, el valor de cualquier investigación científica no debe ser cuantificado en función del dinero que se gasta en ella y el supuesto beneficio que se obtiene pero ¿realmente hay alguna posibilidad de que con una solución científico/tecnológica seamos capaces de revertir un proceso natural, aunque probablemente provocado por el hombre, que la naturaleza no es capaz de solucionar?
Gates y otros como ella opinan que hay que intentarlo, que hay que empezar a pensar en proyectos a larguísimo plazo, proyectos de los que es imposible saber si tendrán éxito o no, pero están convencidos de que es mejor hacer algo que quedarnos imperturbables.
Otros científicos, algunos tan conocidos como E.O. Wilson, abogan por dejar que la naturaleza resuelva los problemas, interfiriendo lo mínimo posible en sus procesos. Su argumento defiende la idea de que si creemos que podemos solucionarlo todo, quizás creamos también que podemos intervenir en todo porque ya lo arreglará la ciencia. Insisten en hay que aceptar los límites de la ciencia y considerar que incluso las ideas mejor intencionadas pueden tener efectos dañinos que no somos capaces de prever. Para ellos lo mejor, como explicaba el propio Wilson hace poco en un controvertido artículo, es dejar ciertas partes del planeta a salvo de la intervención del hombre, para preservarlo.
Y mientras los científicos debaten estas ideas, ¿qué podemos hacer en el día a día? En mi opinión, es evidente que la actitud más arraigada en la sociedad es la no acción. No por mala fe o mala intención sino porque vivimos creyendo que las soluciones a los grandes problemas deben ser también grandes y venir dadas desde ámbitos superiores que tomen decisiones globales que luego nosotros debamos obedecer.
La mayoría de nosotros estamos sumidos en una actitud que resume muy bien Jean Goodall…
“Solo eres una persona en un mundo de 7000 millones. ¿Cómo pueden tus acciones marcar la diferencia? Lo mejor, te dices, es dejárselas a los que tienen el poder de tomar decisiones y, así, no hacer nada.»
Pero ¿podemos hacer algo? Si, claro. Todos los días.
Jennie Raner es abogada y ahora mismo está empeñada en una cruzada para conseguir que la ciudad de Nueva York reduzca el uso de bolsas de plástico. Cobrar por el uso de esas bolsas las tiendas está pendiente de una votación que se celebrará en los próximos meses. En el año 2007 la ciudad de San Francisco prohibió el uso de bolsas de plástico y en 2012 fue Los Ángeles la que aprobó una ley parecida.
En nuestro país, en muchos establecimientos las bolsas de plástico se cobran y ese coste ha reducido mucho su uso. Todos acarreamos ahora bolsas para evitar pagar.
La Unión Europea puso el año pasado en marcha una nueva normativa para reducir el uso de bolsas de plástico, especialmente las de espesor menor de 50 micras (esas bolsas que se rompen nada más tocarlas y que por tanto no reutilizamos jamás). La normativa prevé que para 2018 las bolsas de plástico se cobren en todos los establecimientos. Se pretende conseguir que en 2019 cada europeo utilice «solo» 90 bolsas al año y que este número se reduzca a 40 para el 2025.
Todo esto está muy bien pero, ¿de verdad necesitamos que una instancia superior legisle y establezca unas normas para ser conscientes y responsables del uso que hacemos de las bolsas de plástico?
Yo creo que no. No sé sí las grandes inversiones y los grandes proyectos científicos conseguirán restablecer los corales de nuestro planeta. No sé si es mejor dejar que la naturaleza se enfrente a sus retos sin intervenir o es preferible hacerlo, pero lo que sí sé es que es evidente que en nuestro día a día debemos ser conscientes y responsables de mantener nuestro entorno aunque sólo sea por puro egoísmo personal.
Recuperando otra vez a Jane Goodall:
«El mayor peligro de nuestro futuro es la apatía. No podemos esperar que los que viven en la pobreza y la ignorancia se preocupen por salvar el mundo. Pero, para los que somos capaces de leer esto, la cosa cambia. Podemos hacer algo para preservar nuestro planeta. Sin embargo, puedes verte superado… por sentimientos de impotencia.”
Usar menos bolsas de plástico está al alcance de todos y puede, y de hecho lo hace, mejorar el entorno; puede que incluso ayude a nuestros corales.
Para saber más:
Unnatural selection. New Yorker. Abril 2016
The bag bill. New Yorker Mayo 2016
Sobre la autora: Ana Ribera (Molinos) es historiadora y cuenta con más de 15 años de experiencia en el mundo de la televisión. Es autora del blog Cosas que (me) pasan y responsable de comunicación de Pint of Science España.
Miguel
Dejar a la naturaleza que siga su curso, sí. Pero antes, limpiar la mierda que hemos tirado por ahí durante siglos. Y si se puede echar una manita (p. ej. repoblación forestal) hasta que se recupere un poco, mejor.
Y sí, una bolsa de plástico o un periódico que se reciclan no son gran cosa. Pero 1000 millones sí son gran cosa. Tacita a tacita . . .
Estos días he leído, en otro foro, comentarios de gente que estaba harta de reciclar para nada, o para que se enriquezcan las empresas de reciclaje. Es cierto que cuando compro un neumático ya pago una tasa por su reciclaje, y que luego acaba ardiendo en Seseña, pero, aun así, seguiré pagando esa tasa (en realidad no puedo evitarlo) y seguiré reciclando todo lo que pueda. Y reutilizando y reduciendo, que es más de lo mismo.
Ana Ribera
Gracias Miguel por tu comentario. Incluso aunque el reciclaje no sirviera para nada, el simple hecho de ser consciente de lo que gastas y usas ya es mucho. Y yo, sinceramente, creo que sí que sirve reciclar…. aunque podría hacerse mejor.
Corales, ciencia y plástico. | Procedimi…
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Manuel López Rosas
Al plantear el tema y problematizarlo establecemos, además del ejercicio de reflexión intelectual, la posibilidad de encontrar también otras perspectivas que en otro momento acierten en el tratamiento del tema.
Efectivamente en otras ciudadades no sólo no se trata el tema como tema de interés público, queda como irrelevante, y nuestra atención (de la población, el pueblo o la ciudadanía), simplemente lo ignoramos.
Muy importante el tema, muy importante conocer los intentos de solución ( o de atención) incluso los fallidos, procuraré compartir la nota con compañeros, colegas, conocidos y familiares, por ejemplo a través de Facebook . 🙂