Cuando nadie te ve

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Que las personas somos seres sociales no es ningún descubrimiento pero de un tiempo a esta parte, ya desde hace unas décadas, la preocupación por el qué dirán va más allá de lo que piensen nuestros vecinos o los compañeros de trabajo.

La llegada de Internet y la aparición de las redes sociales nos exponen a un número mucho mayor de individuos y eso repercute de manera directa a esa preocupación por cómo nos ven los otros, con las debidas consecuencias.

No obstante, un estudio publicado en la revista Nature Communications apunta que la construcción de una imagen social de prestigio es un rasgo esencial de la psicología humana y promueve la cooperación entre las personas, tanto en una tribu de Oceanía como en una gran metrópoli.

Según los investigadores: «nuestra preocupación ante cómo nos ven los demás no está limitada a la interacción en las redes sociales, sino que surge previamente a las nuevas tecnologías porque es intrínseca a nuestra psicología».

Es interesante señalar que según las teorías evolutivas y económicas, se espera que los seres humanos, como otros animales, se comporten de forma egoísta, maximizando las ganancias materiales para sí mismos. Por lo que a priori era de esperar que los resultados del trabajo fuesen muy distintos a lo que después se demostró.

Si se atiende a que cooperar es sinónimo de sacrificar el propio interés por los intereses del grupo, cabría esperar que esta función hubiese sido eliminada por la selección natural.

Sin embargo, no se conoce una sociedad humana en la que la cooperación no siga presente y esto plantea la necesidad de encontrar una respuesta científica. De hecho, se han propuesto diversas teorías para explicar la evolución de la cooperación.

En el estudio que nos ocupa, los investigadores se centraron en dos de las más comunes: la preocupación por la imagen social y la propensión a castigar la conducta desviada.

La primera teoría describe el deseo del individuo de mantener su reputación como cooperador en el grupo social. La segunda teoría enfatiza la capacidad de los grupos humanos de autoimponer las normas de cooperación, con algunos individuos que actúan como justicieros que están dispuestos a sacrificar sus propios recursos para castigar a los que no cooperan.

La principal conclusión del estudio es que la preocupación por la imagen social pesa mucho más que el castigo como factor que promueve la eficiencia de la cooperación en la sociedad, es decir, que el deseo de los individuos de mantener una imagen social positiva dentro de la comunidad es más importante que el castigo como motor de la cooperación social.

¿Y tú cómo eres?

Ahora bien, hablar de grupos no es hablar de personas. No es lo mismo tener que compartir nuestras decisiones con los demás que guardarlas en secreto, ¿a que no?. O es que ahora resulta que nadie se ha saltado la dieta cuando nadie miraba, ¿verdad?.

Atendiendo al comportamiento individual en situaciones de dilema social, una investigación publicada en Science Advances ha determinado que el 90% de la población se puede clasificar dentro de cuatro grandes grupos en función de su comportamiento cuando tienen que tomar decisiones que solo les afectan a ellos sino también a otros.

En concreto el estudio plantea cuatro perfiles: envidiosos, optimistas, pesimistas y confiados. Lo curioso es que son los envidiosos, a los que no les importa la ganancia obtenida, siempre que sea superior a los demás, los que forman el grupo mayoritario con un 30%.

El resto se dividen en tramos del 20%: los optimistas, que son aquellos que deciden pensando que el otro va a escoger lo mejor para ambos; los pesimistas, que eligen la opción menos mala porque creen que el otro les fastidiar y por último, los confiados, que cooperan siempre, son colaboradores natos: les da igual ganar que perder.

Si suman los porcentajes se darán cuenta de que falta un 10% y es que los científicos han encontrado que existe un quinto grupo indefinido que el algoritmo no pudo clasificar porque no responden de manera determinante a ninguno de estos patrones.

Esta investigación se enmarca en la teoría de juegos, una rama matemática con aplicaciones en sociología y economía pero, sin duda, lo más interesante es que la clasificación la hizo un algoritmo de ordenador que podría haber obtenido un amplio número de grupos y, sin embargo, dio lugar a una clasificación óptima en cuatro tipos de caracteres.

En definitiva, atendiendo a estos estudios, podemos concluir que cuando se trata de tomar decisiones en beneficio de la mayoría, más vale hacerlo en grupo que solos. Parece que por mucho que evolucionemos y por más que se nos muestre que la unión hace la fuerza, el egoísmo sigue pesando en nuestras mentes.

Referencias:

Grimalda, G. et al. “Social image concerns rpomote cooperation more than altruistic punishment”. Nature Communications, 7:12288, doi:10.1038/ncomms12288 (2016).

Humans display a reduced set of consistent behavioral phenotypes in dyadic games. Julia Poncela-Casasnovas, Mario Gutiérrez-Roig, Carlos García-Lázaro, Julian Vicens, Jesús Gómez-Gardeñes, Josep Perelló, Yamir Moreno, Jordi Duch y Ángel Sánchez. Science Advances 05 Aug 2016. Vol. 2, no. 8, e1600451. doi: 10.1126/sciadv.1600451.

Sobre la autora: Maria José Moreno (@mariajo_moreno) es periodista

2 comentarios

  • Avatar de Manuel López Rosas

    Me gusta la incertidumbre agrupada en el 10%, es posible que en ocasiones algunas personas cambien de grupo, y en cierta forma la imprevisibilidad de lo que puede convertirse en mayoría es también una interesante idea, nada científica, pero no importa 🙂

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