Derek Barton, ya setentón, solía levantarse a las 3 de la madrugada pero no para lo que hacen la mayoría de los varones de esa edad. Barton se levantaba a leer. Llevaba al día la lectura de al menos quince revistas científicas, de su especialidad la mayoría, pero también generales. Y las leía de cabo a rabo.
Sin embargo, si alguien le preguntaba, Barton solía decir que su jornada laboral empezaba a las 7 de la mañana (y se extendía hasta las siete de la tarde). Aunque hay rumores de que en ocasiones la interrumpía 20 minutos para almorzar, lo normal para él era comer mientras trabajaba.
Su único hijo, William, viendo la vida que llevaba su padre renunció a estudiar más de lo necesario y terminó montando un pequeño taller mecánico donde fabricaba piezas a medida para vehículos. William anduvo el camino inverso a su padre. Durante dos años tras acabar el instituto Derek trabajó en la carpintería familiar que para él fueron más que suficientes: necesitaba dedicarse a algo que saciara su afán de conocimientos y supusiese un reto.
Debido a esos dos años de carpintero, Derek Barton tenía 20 cuando fue admitido en el Imperial College de Londres para estudiar química en 1938. Su enorme capacidad de trabajo y dedicación le llevaron a graduarse en 2 años, en 1940, en plena Segunda Guerra Mundial y a doctorarse en 1942 en un Londres bombardeado diariamente por la aviación alemana. Nada más terminar pasó a ser investigador del gobierno de su majestad británica. Y lo que hiciese fue secreto. Sí sabemos que en 1945, con el fin de la guerra, reaparece como profesor ayudante en el Imperial College.
En 1949 surgió la oportunidad de sustituir a un profesor de Harvard que se iba a tomar un año sabático y Derek la aprovechó. Allí asistió a una conferencia de Louis Fieser (primero en sintetizar la vitamina k, la cortisona e inventor del napalm durante la guerra). Uno de los ocho libros que Fieser escribiría con su mujer, Mary Peters, trataba sobre la química de los esteroides y sobre ese tema trataba la conferencia. Uno de los temas que trató Fieser en la conferencia fue la lista de problemas sin resolver en lo que respecta a la reactividad de los esteroides.
Los esteroides son una clase de compuestos químicos muy importantes en la actividad biológica: el colesterol es un esteroide y las hormonas sexuales son esteroides también. Desde mediados del siglo XX existe un enorme interés en la síntesis de esteroides para uso médico; un hito importante, por ejemplo, consecuencia de esta búsqueda de rutas de síntesis de esteroides, lo constituyó el desarrollo de la píldora anticonceptiva. Sin embargo, en el momento de la conferencia de Fieser los químicos estaban confundidos por unos comportamientos químicos inexplicados de los esteroides. Esa enciclopedia química ambulante que era Barton, en cuanto oyó la descripción del problema por parte de Fieser lo relacionó con el trabajo de un oscuro profesor noruego de la Universidad de Oslo llamado Odd Hassel, que en los años treinta había estudiado las conformaciones de los anillos de seis átomos de carbono usando cristalografía de rayos X (Hassel publicó solo en alemán y noruego, ojo con Barton). Y Barton se encontró con que podía explicar fácilmente la extraña reactividad de los esteroides.
Los esteroides están constituidos por anillos (hexágonos realmente) de carbono que se unen por las aristas. Se daba por sentado que los anillos eran planos por lo que todas las posiciones, todos los carbonos, del anillo eran iguales y ninguno se diferenciaba en cuanto a reactividad. Pero si los anillos no eran planos, sino que podían adoptar dos conformaciones distintas, silla y bote (véase imagen), las posiciones dejan de ser equivalentes ya que unas son más accesibles que otras algunos ángulos de ataque son mejores que otros.
Barton demostró que si los esteroides tenían una conformación tipo silla, como Hassel había demostrado que ocurría con el ciclohexano, podía explicarse perfectamente la reactividad observada experimentalmente. Escribió sus conclusiones en un artículo muy breve, cuatro páginas, incluidas imágenes y referencias, que apareció en agosto de 1950 en Experientia. En 1969 este artículo le valió el premio Nobel de química a él y a Hassel.
Cuando terminó en Harvard, Barton buscó y encontró un puesto de profesor en el Birbeck College de la Universidad de Londres, por diferentes razones de las que tuvo Rosalind Franklin*. Birbeck era en la época el único centro universitario que impartía química en clases nocturnas. En palabras de Barton: “Uno puede investigar todo el día y enseñar de 6 de la tarde a 9 de la noche. Este sistema era excelente para la investigación, pero no era muy apreciado por las esposas”. Barton se casó tres veces y solo tuvo un hijo, con su primera mujer.
* “El Birbeck College solo tiene alumnos nocturnos a tiempo parcial y, por tanto, tienen realmente ganas de aprender y trabajar. Y parece que acogen [los administradores de Birbeck] un alto porcentaje de extranjeros en la plantilla lo que es una buena señal. El King’s [se refiere al college donde ella trabaja hasta entonces] no tiene ni extranjeros ni judíos”. Rosalind Franklin era judía.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Cuatro páginas para un nobel | Experient…
[…] Derek Barton, ya setentón, solía levantarse a las 3 de la madrugada pero no para lo que hacen la mayoría de los varones de esa edad. Barton se levantaba a leer. […]
Cuatro páginas para un nobel | Experient…
[…] Derek Barton, ya setentón, solía levantarse a las 3 de la madrugada pero no para lo que hacen la mayoría de los varones de esa edad. Barton se levantaba a leer. Llevaba al día la lectura de al menos quince revistas científicas, de su […]
Una página para un premio nobel | Ciencia | La Ciencia de la Mula Francis
[…] lo ha recordado César Tomé, “Cuatro páginas para un nobel,” Cuaderno de Cultura Científica, 11 Oct 2016. Te recomiendo en este blog “Descanse en paz el genial matemático John F. Nash, […]