Prosopagnosia, la incapacidad de reconocer los rostros

Naukas

Prosopagnosia o ceguera al rostro (Imagen vía pexels)

Diariamente, por norma general, nos cruzamos y tenemos trato con un gran número de personas. Algunos son individuos a los que tan solo hemos visto en una ocasión pero que reconocemos gracias a que nuestro cerebro almacenó información sobre ellos (normalmente reteniendo alguna peculiaridad o un rasgo físico característico).

El área específica del reconocimiento facial en nuestro cerebro se encuentra en el giro fusiforme desde donde se empieza a procesar toda la información que entra por nuestros ojos, por lo que cualquier persona (que no padezca de un trastorno visual, evidentemente) cuando se cruza con otro individuo es capaz de reconocerlo si ya lo había visto con anterioridad e incluso, si es la primera vez, retiene información sobre los rasgos del mismo que en un futuro servirá para recordar de quién se trata (nuestra memoria es capaz de identificarlo en aproximadamente cien milisegundos).

Pero al igual que la inmensa mayoría de nosotros logra reconocer a alguien (obviamente, algunas veces con ciertas dificultades para terminar de ubicar y recordar su nombre, de qué o dónde lo conocimos) en el planeta se estima que hay un dos por ciento de la población que padece un curioso trastorno de agnosia visual llamado ‘Prosopagnosia’ y por el cual es incapaz de reconocer cualquier rostro.

La prosopagnosia o ceguera al rostro consiste en ver a alguien y no saber quién es, a pesar de que ese ‘alguien’ se trate de un familiar muy allegado y que convive con quien padece este curioso trastorno.

Existen diversos grados dentro de esta patología y, dependiendo del nivel de afectación del mismo, el prosopagnósico puede incluso llegar a no reconocerse a si mismo cuando se ve en una fotografía en la que aparece e incluso, en casos extremos, cuando pasa frente a un espejo.

La mayoría de ellos pueden distinguir los ojos, nariz o boca dentro de una cara, son capaces de señalar a qué parte del rostro corresponden y ubicarlo en él, pero les es imposible que su cerebro los ordene visualmente para reconocerlos en su conjunto dentro del rostro de alguien.

También son capaces de distinguir entre los rostros de varias personas diferentes, saber que cada una de ellas no son el mismo individuo, pero se sienten totalmente incapaces de averiguar quién es quién e identificarlas.

Una simple sonrisa, la forma de guiñar un ojo o de ladear la cabeza puede ser clave para que el prosopagnósico pueda tener una referencia clara sobre a quién pertenece y poder así reconocer fácilmente cuando se encuentran de nuevo.

El retener y memorizar esos rasgos y peculiaridades faciales, como tics, una cicatriz, si lleva bigote, forma de la nariz e incluso el modo de reír, caminar, si lleva gafas o tiene el pelo ondulado o recogido con una coleta, se convierte en algo fundamental para las personas que padecen la ceguera al rostro, por lo que cualquier cambio físico, por sutil que este sea (afeitarse, teñirse el pelo, cambiar de montura de gafas o de peinado…), puede provocar que el prosopagnósico no reconozca a quien tiene frente a él.

Actualmente no existe tratamiento farmacológico para curar esta patología, por lo que los enfermos que sufren esta agnosia visual se apoyan en terapias en las que les enseñan a memorizar el mayor número de datos sobre los rasgos faciales de las personas que les rodean, lo cual les ayuda a salir airosos para reconocer a determinadas personas y así evitar cualquier situación social embarazosa.

Prosopagnosia, la incapacidad de reconocer los rostros (Imagen vía Hubert Figuière-Flickr)

Entre las pruebas y terapias a las que son sometidos se encuentran algunas pruebas basadas en el famoso ‘test de Reconocimiento Facial de Benton’ (creado en 1946 por el profesor en neuropsicología, de la Universidad de Iowa, Arthur Lester Benton) diseñado para evaluar la percepción y memoria visual y en el que en lugar de presentar una serie de figuras o dibujos abstractos (que posteriormente el paciente debe reproducir) se realiza con imágenes de personas en las que debe señalarse las características de la cara de estas y emparejar las fotografías con la que corresponde (rostros de frente, perfil, iluminados y vistos desde diferentes ángulos, que hacen que el cambio de perspectiva pueda hacer que varíen sustancialmente los rasgos).

Aunque en un principio se asoció esta patología únicamente a una lesión en el hemisferio derecho del cerebro, posteriormente se estableció que era necesaria una lesión bilateral y simétrica en ambos hemisferios para padecer tal desorden. Durante largo tiempo se tuvo el convencimiento que la prosopagnosia era una de las consecuencias tras haber sufrido algún accidente cerebrovascular, tumor cerebral e incluso, aunque con menor frecuencia, un traumatismo craneoencefálico o infecciones del Sistema Nervioso Central, siendo denominada ‘prosopagnosia adquirida’, pero, gracias a los avances e investigaciones que se han desarrollando en el campo de la neurología, se ha logrado identificar que también existe un vínculo genético y que esta agnosia puede tener un origen congénito (‘prosopagnosia evolutivas o de desarrollo’) desarrollándose desde la infancia sin que tenga asociada una lesión específica.

Varios son los grados de incidencia de la ceguera al rostro y cada individuo puede padecerla en mayor o menor medida pero si tuviéramos que diferenciarla en dos bloques estos serían la ‘prosopagnosia asociativa’, en la que el paciente puede llegar a reconocer algún rostro gracias a aquellos rasgos faciales que ha memorizado y la ‘prosopagnosia aperceptiva’, por la cual se es incapaz de analizar la estructura facial, distinguir y memorizar las peculiaridades de cualquier individuo e incluso no tener la capacidad de percibir la sensación de familiaridad que se tiene al reconocer un rostro.

Para encontrar la etimología del término debemos buscar en la composición de los vocablos griegos prosopon (cara) y agnosia (ausencia de conocimiento). Fue el neurólogo alemán Joachim Bodamer quien, en 1947, acuñó dicho término el cual incluyó en un ensayo que escribió sobre la prosopagnosia, diferenciándola de la agnosia general y de la alexia y describiéndola como […]la interrupción selectiva de la percepción de rostros, tanto del propio como del de los demás, los que pueden ser vistos pero no reconocidos como los que son propios de determinada persona[…].

A pesar de ser una patología englobada dentro de las catalogadas como ‘enfermedades raras’ y que afecta a una de cada cincuenta personas, varios son los personajes populares a los que se les ha diagnosticado, entre ellos el famoso neurólogo Oliver Sacks, quien escribió sobre la prosopagnosia en 1985, en el libro ‘El hombre que confundió a su mujer con un sombrero’, incluso antes de saber que la padecía; la primatóloga Jane Goodall; la princesa Victoria de Suecia; la periodista de The Times Mary Ann Sieghart (su hija Evie también la padece) o el conocidísimo actor hollywoodiense Brad Pitt (según declaró en una entrevista realizada en 2013, aunque reconoció no estar diagnosticado por un especialista).

Este post ha sido realizado por Alfred López (@Yelqtls) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

Fuentes de consulta y más info:

http://www.jpsychores.com/article/S0022-3999(08)00157-8/abstract

http://www.visionlab.harvard.edu/Members/Ken/Papers/130NeurologyDuchaine04.pdf

https://pdfs.semanticscholar.org/3c99/7a718e53a5d5363b631a7d9116498fcd3069.pdf

http://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/17470218.2016.1173076

http://dx.doi.org/10.1080/02643299008253437

http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/0022510X72900044

http://biorxiv.org/content/early/2017/01/15/100479

http://dx.doi.org/10.1016/j.tics.2005.02.011

http://www.uninet.edu/neurocon/congreso-1/conferencias/neuropsicologia-2-2.html

https://www.wired.com/2006/11/blind/

Fuentes de las imágenes:

https://www.pexels.com/photo/apples-blurryface-dress-moonlight-80864/

https://www.flickr.com/photos/hfiguiere/10199319943

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