La historia de Rin Tin Tin comenzó por una de esas casualidades que, luego se descubre, vienen cargadas de futuro. Era el 15 de septiembre de 1918 cuando el soldado norteamericano de las fuerzas aéreas Leland “Lee” Duncan, mientras exploraba un campo bombardeado y abandonado por los alemanes durante la Primera Guerra Mundial, encontró a una perra, de la raza pastor alemán, con sus cinco cachorros recién nacidos. Los recogió y repartió entre sus compañeros y se quedo con dos, un macho y una hembra, a los que llamó Rinty y Nannette. Los crió y adiestró y, al acabar la guerra y volver a Estados Unidos, se los llevó a casa.
Pronto encontró trabajo para Rinty en Hollywood, en el cine mudo, con un éxito inmediato, 33 películas rodadas y fama mundial. Fue tan popular en su tiempo que hizo famosa su raza, el pastor alemán, e incrementó sus ventas y su presencia en muchos hogares de Estados Unidos. En los años cuarenta, su popularidad llevó a la compra de 57000 ejemplares en un año, según el estudio de Stefano Ghirlanda y su grupo.
El mismo Sergei Eisenstein, el famoso director de cine soviético, en un viaje a Estados Unidos pidió posar con Rin Tin Tin para guardar una fotografía suya. Actrices tan famosas como Greta Garbo o Jean Harlow tenían en sus mansiones descendientes del famoso pastor alemán.
Murió Rinty el 10 de agosto de 1932 y heredó el estrellato su hijo Rin Tin Tin Jr., pero pronto vio Lee Duncan que no tenía el mismo talento que su padre. El nieto, Rin Tin Tin III, tampoco tuvo mucho éxito aunque ayudó a promover el uso militar de perros en la Segunda Guerra Mundial.
Era tan popular el personaje que llegó a tener varias series en la radio entre 1930 y 1955, con guiones a veces tan increíbles como aquel en que salvó a unos astronautas del ataque de marcianos gigantes. Así es la radio, llena de imaginación.
Fue Rin Tin Tin IV quien inició los episodios de la serie “Las aventuras de Rin Tin Tin” para televisión, pero no lo hacía bien y Duncan lo sustituyó por Flame Jr., un perro de otro entrenador, Frank Barnes.
Rin Tin Tin ha sido el perro más famoso del último siglo y nos recuerda que los perros, a su vez, han sido y son las mascotas preferidas para la especie humana. Nuestros antepasados se unieron a los perros seleccionado algunas de las cualidades de los lobos, su especie de origen. Fueron los primeros animales domesticados por la especie humana y los únicos antes del desarrollo de la agricultura. Es, por tanto, nuestra mascota más antigua. En un principio, interesaba su ayuda en la caza y su función como guardia y defensa. Como define Melinda Zeder, de la Institución Smithsonian de Washington DC, el inicio de la domesticación de una especie supone un mutualismo entre domesticador y domesticado, un beneficio para ambas especies. Después vendrían los diferentes tipos de gestión que suponen la agricultura y la ganadería o, en este caso, el tener una mascota en casa.
El grupo de Laurent Frantz, de la Universidad de Oxford, secuenció el ADN de un perro cuyos restos, datados hace 4800 años, aparecieron en un yacimiento en Irlanda. Además, analizaron el ADN de otros 59 perros que vivieron entre hace 3000 y 14000 años. Y compararon estos ADNs de perros de yacimientos con el genoma de 2500 perros y lobos actuales de Eurasia.
Encontraron que hay dos poblaciones de perros, según su ADN, que viven en Asia Oriental y en Europa. Ambas poblaciones aparecieron hace entre 6400 y 14000 años. Esta separación en dos grupos tuvo lugar después de la domesticación del perro y, por ello, las dos poblaciones sustituyeron a una población ancestral anterior. Todavía hay un debate sobre el tiempo exacto en que ocurrió la domesticación del perro, con fechas que van desde los 9000 hasta los 36000 años. Se ha propuesto que su centro Vavilov sería Asia Central, en China entre el Nepal, al sur, y Mongolia, al norte, según el trabajo de Laura Shannon y su equipo.
Por cierto, solo la especie humana tiene mascotas. Es la única que convierte a otra especie animal en parte de su grupo. Y los expertos se preguntan por qué lo hace. Para el perro, como decía antes, quizá fue por su ayuda en la caza cuando el Homo estaba en la fase de cazador recolector.
Escribe Harold Herzog que, en Estados Unidos, dos tercios de los hogares tienen mascota y, en la mayoría de los casos, esa mascota es tratada como un miembro más de la familia. Es obvio que las mascotas suponen un gasto importante en comida, cuidados y refugio. En 2010, un gato suponía, también en Estados Unidos, unos 10000 dólares en toda su vida, y para un perro llegaba a los 8000 dólares. Dedicar estos recursos a un animal que no lleva nuestros genes y que no parece capaz, en principio y desde un enfoque evolutivo, de devolver lo invertido, plantea que tener una mascota es una conducta con poco sentido.
Pero, nos dan compañía y, además, según la especie de la mascota, proporcionan caza, transporte, control de plagas, vigilancia… Y ayudan al cuidado de los niños. Su asistencia contribuye, indirectamente, a conservar nuestros genes en nuestra descendencia. Suponen, por tanto, una ventaja evolutiva a seleccionar, sobre todo si el debate se centra en lo que suponen a nivel del grupo típico de nuestra especie.
Durante un tiempo se consideró que otra ventaja era que las mascotas dan salud y bienestar a sus dueños pero, en estudios recientes, aparecen datos contradictorios. Parece ser que la salud y bienestar de quienes tienen mascota no se diferencia esencialmente de los que no la tienen. Por ejemplo y en general, no viven más años.
Los datos a favor de las mascotas indican que ayudan en las enfermedades cardiovasculares, el estrés, la sensación de salud, la actividad física, menos consultas médicas, y aumentan la concentración de hormonas como la oxitocina y las endorfinas y disminuyen el cortisol. También mejoran los casos de depresión, aumentan la empatía y disminuyen la sensación de soledad. Consiguen que sus dueños sean más activos en ejercicio físico y en la relación con el entrono social.
Hay, además de salud y bienestar, muchas propuestas sobre las ventajas evolutivas de tener una mascota. Por ejemplo, quien tiene una mascota demuestra que sabe cuidarla y que hay intención y recursos para ello. Quizá, más adelante, podrá dedicar esa conducta a las crías propias, a sus hijos. También quien demuestra empatía hacia su mascota puede extenderla al grupo al que pertenece y así conseguir apoyo social de su entorno.
Pero también una mascota supone, a veces, un peligro. Otra vez en Estados Unidos, se ha publicado que una persona cualquiera tiene 100 veces más probabilidades de ser atacada por un perro que mordida por una serpiente venenosa. O que 85000 estadounidenses acaban cada año en urgencias por caídas provocadas por sus mascotas. O que nos transmiten enfermedades como brucelosis, nematodos, chinches, pulgas y garrapatas, salmonella, toxoplasmosis, giardia y varias más. Además, son la segunda causa de conflictos entre vecinos, sobre todo por el ruido nocturno que producen.
Herzog afirma que los beneficios o los perjuicios que causan las mascotas no están suficientemente estudiados. Lo que no supone en absoluto, asegura, que esté en contra de las mascotas. Es más, reconoce que tiene una mascota que forma parte de su vida y que conoce perfectamente la alegría que provoca convivir con un individuo de otra especie.
No todas las culturas actuales consideran a las mascotas como lo hace la sociedad occidental. De 60 países estudiados, 52 tienen perros y solo 22 los consideran mascotas tal como nosotros lo entendemos. Hay culturas en que se los comen o que solo los tienen según su función, como guardianes, pastores o cualquier otra labor. Por tanto, tener mascota y cómo tratarla es un asunto cultural y tiene que ver con lo que hacen y han aprendido los miembros del grupo. Es más, hay quien ha propuesto que en nuestra sociedad, tener mascota tiene mucho de imitación de lo que hacen otros y se busca, quizá, la integración social en el grupo.
Por ejemplo, se ha dicho que en la cultura occidental las mascotas atraen porque se parecen a nuestras crías. Cuando vemos un ser vivo con ojos grandes, cabeza grande, cuerpo rechoncho y gordito y tacto suave, se dispara nuestro sistema cerebral de reconocimiento de los niños. Actúa el sistema límbico y aparece la dopamina, la misma hormona del enamoramiento y cualquier situación en la que nos encontremos a gusto. Si es un animal el que tiene ese aspecto también se estimula la misma respuesta y aparece la conducta adecuada para cuidarlo. En las especies animales y sobre todo en ejemplares jóvenes, se cumplen estas condiciones. Así son los gatos y, en los perros, se han seleccionado razas que recuerdan esta descripción, acortando el hocico y redondeando la cabeza. Esta influencia del grupo se observa en nuestra consulta sobre la popularidad y venta de las razas de perros. Ya vimos lo que ocurrió con Rin Tin Tin y la venta de ejemplares de perro pastor alemán.
También hay que considerar que, aunque los perros sean las mascotas más populares, los humanos han tenido, y tienen, en su casa e integrados en el grupo, a muchas otras especies. En un meta-análisis que publicaron en 2015 Marcos Díaz Videla y sus colegas, de la Universidad de Flores, en Argentina, con la revisión de 54 estudios publicados encontraron que nuestra especie había convivido con perros y gatos, como las mascotas preferidas pero, también, con grillos, loros, tigres, cerdos, vacas, ratas, ratones, cobayas, conejos, cabras, caimanes, iguanas, halcones, jilgueros, águilas y muchas más especies.
En el análisis de 60 culturas que publicaron Peter Gray y Sharon Young, encontraron que, después de los perros, preferimos como mascotas a las aves y a los gatos y a otros animales como caballos, roedores y reptiles.
Estas son nuestras mascotas y así las aceptamos en nuestro grupo, aunque todavía queda por aclarar qué ventaja evolutiva los lleva a mantener su posición en nuestras familias y tribus.
Referencias:
Díaz Videla, M. et al. 2015. Perfiles BASICCOS del humano compañero del perro: Una revisión teórica en antrozoología guiada por el enfoque multimodal. Revista Argentina de Ciencias del Comportamiento 7: 79-89.
Frantz, L.A.F. et al. 2016. Genomic and archaeological evidence suggets a dual origin of domestic dogs. Science 352: 1228-1231.
Ghirlanda, S. et al. 2014. Dog movie stars and dog breed popularity: A case study in media influence on choice. PLOS ONE 9: e106565
Gray, P.B. & S.M. Young. 2011. Human-pet dynamics in cross-cultural perspective. Anthrozoos 24: 17-30.
Herzog, H. 2011. The impact of pets on human health and psychological well-being: Fact, fiction, or hypothesis? Current Directions in Psychological Science 20: 236-239.
Hogenboom, M. 2015. Only human keep pets, perhaps because supporting cuddly companions is a costly habit, So why do we do it? BBC News 29 May.
Orlean, S. 2011. The dog star. The New Yorker September 29.
Serpell, J. 1991. Beneficial effects of pet ownership on some aspects of human health and behaviour. Journal of the Royal Society of Medicine 84: 717-720.
Shannon, L.M. et al. 2015. Gentic structure in village dogs reveals a Central Asian domestication origin. Proceedings of the National Academy of Sciences USA doi: 10.1073/pnas 1516215112
Tyley, J. & V. Woolaston. 2015. The science of CUTE: From bobble heads to large eyes and chubby bodies, what make kittens and puppies adorable revealed. MailOnline 22 September.
Vallín, P. 2016. La ciencia avala la ternura. La Vanguardia 30 julio.
Zeder, M. 2015. Core questions in domestication research. Proceedings of the National Academy of Sciences USA doi: 10.1073/pnas.1501711112
Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
Manuel López Rosas
Los comentarios que apuntan a precisar, explicar y distinguir el papel de las mascotas en las personas, familias y otros grupos humanos, permiten vislumbrar un horizonte muy estimulante para la reflexión. He tomado el enlace para proponerlo desde una página de Facebook a otros posibles interesados. Gracias por la nota, Eduardo Angulo.