Los seres humanos nos hemos relacionado intensa y cordialmente con los perros a lo largo de gran parte de nuestra historia. Convivimos desde hace miles de años. La prueba más sólida de asociación entre ambas especies –restos caninos enterrados junto a restos humanos- data de hace 15.000 años, pero es muy probable que nuestra relación “amistosa” comenzase bastante antes. Seguramente los perros se empezaron a asociar con nuestros antepasados cuando estos todavía eran cazadores-recolectores. Y sin embargo, es mucho lo que desconocemos de los canes.
Como cuentan Raymond Coppinger y Lorna Coppinger (2016) en What is a dog? (¿Qué es un perro?), en Norteamérica, Europa y otros países desarrollados viven alrededor de ciento cincuenta millones de perros. Son sobre todo mascotas, animales de compañía. De ellos depende un importante sector de actividad económica, que incluye cría, venta y entrenamiento, así como cuidados sanitarios, alimentación, libros y revistas; son, indudablemente, un claro producto del mundo desarrollado. Casi todas las mascotas son perros de raza: dogo, pastor alemán, galgo, pointer, chihuahua, pequinés o cualquier otra; sus rasgos han sido seleccionados de forma artificial por el sencillo y eficaz procedimiento de controlar su reproducción. Sin embargo, en el mundo hay muchísimos más perros: son del orden de mil millones. En otras palabras, los de raza sólo representan un 15% de todos los canes. Quienes esto lean se preguntarán, perplejos, por el 85% que falta. Pues bien, los que faltan, la gran mayoría, son esos a los que llamamos chuchos, perros callejeros o, como se denominan en algunos países por sus hábitos alimenticios, perros de basurero.
La mayoría de la gente piensa que los chuchos son la variedad de perro que surge cuando los de raza se cruzan entre sí, cuando, por las razones que fuere, se reproducen al margen del control de sus dueños. Pero eso no es así. En los países occidentales no es habitual encontrarse con un chucho por la calle. Es fácil adivinar el porqué. Pero abundan en los barrios y basureros de las grandes ciudades de muchos países. No pertenecen a nadie. Se encuentran cerca de la gente porque es así como se alimentan. Y no han surgido de ningún cruce entre perros de raza. Se parecen mucho unos a otros, tanto como una persona se parece a otra, aunque vivan en las antípodas. Pero si no son el resultado de cruces de perros de raza, ¿de dónde han salido? ¿cómo han surgido? Y la respuesta es muy sencilla: los perros callejeros proceden de los cánidos que empezaron a asociarse con los seres humanos hace decenas de miles de años. Durante milenios la selección natural ha propiciado la aparición de rasgos que les permiten vivir como lo hacen, alimentándose de los recursos que desechamos y que, de forma directa –dándoselos- o indirecta – en vertederos- ponemos a su disposición. Son los herederos de los cánidos que acompañaban a los seres humanos que empezaron a desechar alimento, probablemente a partir del desarrollo de la agricultura y la ganadería, en el Neolítico.
Los chuchos se han adaptado perfectamente al medio en el que viven. Y en esa adaptación hay un elemento especialmente significativo. Aunque lobos, coyotes, chacales y dingos también frecuentan basureros en busca de comida, sólo lo hacen cuando no hay gente cerca. Ese es quizás el rasgo más valioso de los perros: su capacidad para convivir con nosotros, para vivir en nuestro mismo entorno y, lo que es más importante, para ser de nuestro agrado. Gran parte de su éxito obedece a que los perros nos caen bien. Y es que, en cierto modo, somos nosotros los domesticados.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario Deia el 20 de noviembre de 2016.
Masgüel
Supongo que los Coppinger tendrán datos genéticos para hacer tal afirmación. Porque también desde el neolítico venimos seleccionando rasgos concretos para perros de trabajo. Durante milenios de caza, los perros fueron básicamente spitz de diverso tamaño y pelaje, dependiendo del clima, similares a los actuales perros nórdicos (y cabe esperar de la domesticación inicial del lobo). Pero los lebreles conejeros, los pequeños pastores y los grandes molosos de guarda son tan antiguos como el trigo tetraploide o la oveja doméstica. Y aunque al perro suelto, que se alimenta de desperdicios, le conviene ser pequeño, lo normal es encontrar entre estos un mestizaje constante con perros de trabajo o asilvestrados. Claro está, el chucho occidental es aún más imprevisible desde que hace dos siglos nos dió por seleccionar fenotipos extremos en animales tan disfuncionales que solo sirven para hacer compañia. Por eso, aunque los perros sueltos tengan en casi todas partes un aire de familia, no son tan parecidos como serían (y son, por ejemplo, los gatos) si los humanos no interviniésemos indirectamente y tan a menudo en la selección de sus rasgos. También me parece exagerado identificar el porcentaje de perros que no pertenecen a las razas de mascotas europeas modernas, que no discuto, con perros sueltos, sin dueño.
Julen
Hola,
Tengo dos perros, criados desde muy cachorros. Desde que conviven con mi familia he podido observar que además de ser una especie animal social, son también una especie familiar. El término canis familiaris no me parece gratuito.
Su comportamiento social y cercano hace que los humanos los adoptemos no ya como parte de nuestro grupo social, sino familiar. Y creo que de eso no tenemos sólo culpa los humanos, sino los propios perros que han conseguido seducirnos para que les tratemos así. Es decir, han sabido domarnos para su propósito: cobijo y alimento a cambio de mover el rabo y lamernos la cara.
En este enlace de la UNICEN argentina (http://www.vet.unicen.edu.ar/ActividadesCurriculares/AlimentosAlimentacion/images/CLASE_6-Origen_y_domesticaci%25C3%25B3n_del_perro.pdf) dicen que «expertos creen hoy que los lobos en realidad sacaron provecho de los humanos, refugiándose del frío acercándose a las fogatas». Es decir que, efectivamente, ellos nos domesticaron.
Masgüel
No confundamos la relación causal. El homo sapiens es una especie autodomesticada (probablemente, como afirma Richard Wrangham, mediante la pena de muerte). El perro es el resultado de la domesticación del lobo por seres humanos. No somos la única especie autodomesticada, pero todos los animales y plantas domesticados que viven bajo el cuidado del hombre, son fruto de actividades y decisiones humanas en contextos culturales concretos.
Néstor Toledo
Interesante artículo, aunque la afirmación de que los perros de basurero o chuchos no son perros domésticos sino descendientes directos de cánidos ancestrales asociados al hombre es totalmente taxativa. No se presenta o discute prueba o evidencia alguna, por lo que el valor científico de la nota es casi nulo.
La evolución de los perros — Cuaderno de Cultura Científica
[…] original: Domesticados. Juan Ignacio Pérez Iglesias, Cuaderno de Cultura Científica, 16 de abril de […]
Pablo Cappa
«…los perros callejeros proceden de los cánidos que empezaron a asociarse con los seres humanos hace decenas de miles de años. » Los de raza también! Dan porcentajes de manera arbitraria y sin sustento. Además el articulista confunde «stray dogs» con «feral dogs». Con todo respeto: la nota confunde y desinforma al lector. Podrá ser de cultura, de opinión, pero de científica nada de nada.
César Tomé
Veamos. En el texto se da la referencia al texto en el que se sustentan los datos. En el texto no se dice que los perros de raza no tengan el mismo origen que los perros callejeros, sino que se afirma que el origen de los perros callejeros no son los cruces de los de raza. Además, no sé de donde infiere que se confunden perros callejeros con perros asalvajados, porque de estos últimos no se habla. La nota no confunde ni desinforma; solo confunde, si acaso, al que lee desde el prejuicio y superficialmente.