Las cartas de Darwin: Casi me vuelvo a casa antes de las Galápagos

Naukas Las cartas de Darwin Artículo 5 de 7

Las cartas de Darwin, una serie para conocer aspectos sorprendentes de la vida del naturalista

La segunda expedición del HMS Beagle se extendió durante casi cinco años, es decir, más del doble de la duración que el joven Darwin pensó antes de embarcarse. Sus estimaciones iniciales, guiadas por la carta que Henslow le envió, eran de dos años.

Carta de John Stevens Henslow a Charles Darwin [24 de agosto de 1831]

“El viaje habrá de durar dos años y, si llevas contigo una buena cantidad de libros, puede lograrse todo lo que te plazca. Tendrás amplias oportunidades a tu disposición”

Todo pintaba bien antes de embarcar, sin embargo (y gracias al anterior artículo de esta serie) ya sabemos cómo fue la vida del joven naturalista a bordo de aquel barco. Constantes mareos en alta mar, incomodidades y estrecheces en el reducido espacio del Beagle… lo cierto es que nuestro protagonista estuvo a punto de abandonar la expedición en numerosas ocasiones.

De hecho, el propio Darwin a los pocos meses de zarpar ya intuyó que el viaje no iba a ser un camino de rosas y que tendría que evitar la tentación de abandonar si quería completar todo el viaje. Cuando llegó a Brasil, apenas cinco meses después de salir de Inglaterra, ya hacía patentes esas dudas en sus comunicaciones con Henslow.

Carta de Charles Darwin a John Stevens Henslow [mayo/junio de 1832]

“A veces temo que no podré resistir todo el viaje, pues creo que por lo menos durará cinco años. La mente requiere cerrarse a piedra y lodo antes de observar calmadamente tal intervalo de separación de todos los amigos”.

En esa etapa del viaje, y antes de llegar a Montevideo, Darwin reitera sus dudas sobre si podrá acabar el viaje en otra carta a John Maurice Herbert, uno de sus amigos estudiantes durante su época de Cambridge.

Carta de Charles Darwin a John Maurice Herbert [6 de junio de 1832]

“En un viaje de este tipo, si uno obtiene muchos placeres grandes y nuevos, por otra parte la pérdida de no deja de ser considerable. ¿Cómo habría de agradarte que súbitamente se te prohibiera durante cinco años ver a todas las personas y lugares que has conocido y amado desde siempre? Te aseguro que en ocasiones esta reflexión me desconcierta. Dales mis recuerdos sinceros a los excelentes amigos que quedan y a los que tuve el gusto de conocer en Cambridge”.

El HMS Beagle en Tierra de Fuego, cuadro realizado por Conrad Martens, uno de los pintores de la expedición.

Su nostalgia por su familia y amistades quedará reflejada en las cartas que durante todo el viaje escribió a su padre, a sus hermanas y a muchos de sus colegas y profesores. Sin embargo la gota que colmó el vaso ocurrió en Chile cuando, durante su prolongada estancia en Valparaiso, Charles Darwin decidió (al menos por unos momentos) abandonar el barco y volverse a Inglaterra.

Su relación con el capitán FitzRoy (que abordaremos en otro capítulo de esta serie) tuvo siempre altos y bajos, y en uno de aquellos momentos tensos el propio Darwin decidió que ya no quería seguir con la expedición.

Una serie de circunstancias llevaron a una disminución de las fuerzas de FitzRoy, a lo que se sumó una notable depresión, que desembocaron en su abandono momentáneo de su puesto de capitán. El segundo Comandante del barco, John Clements Wickham (que terminaría siendo el comandante de la tercera expedición del Beagle) tomó el mando y Darwin volvió a reconsiderar sus ideas.

Carta de Charles Darwin a su hermana Catherine Darwin [8 de noviembre de 1834]

“Tan pronto como el capitán se sintió inválido, determiné dejar el Beagle, aunque era absurdo que esta revolución de cinco minutos afectara todos mis sentimientos. Por mucho tiempo me afligía y apesadumbraba el tiempo interminable del viaje (aunque nunca lo habría abandonado), pero ese momento pasó y no pude determinarme a regresar. No podía abandonar todos los castillos geológicos en el aire que había estado construyendo durante estos dos años. Toda una noche la pasé pensando en el placer de volver a ver Shrewsbury, pero las llanuras desoladas del Perú alcanzaron la victoria”.

No sería la última vez que Darwin consideró apearse del barco y volver a Inglaterra por su cuenta. En esa misma carta el joven confiesa que había organizado su propio plan fuera del Beagle que le hubiera llevado de vuelta a casa en solo unos meses.

Me hice el siguiente plan (sé que me denostarán y quizá si lo hubiera puesto en ejecución mi padre me hubiera mandado un apercibimiento): examinar las Cordilleras de Chile durante el verano y en el invierno ir de puerto en puerto por la costa del Perú hasta Lima y regresar en un año a Valparaíso, cruzar las Cordilleras hasta Buenos Aires y tomar un barco a Inglaterra. ¿No habría sido ésta una buena excursión y en 16 meses hubiera estado de vuelta con ustedes? Haber aguantado Tierra del Fuego y no ver el Pacífico hubiera sido digno de lástima. Tal como están las cosas en la actualidad, todo es perfecto: la intención de completar las pequeñas partes de la investigación de la costa suroeste no habría tenido mayor interés y la costa es, de hecho, absolutamente peligrosa y el clima peor que el de las cercanías del cabo de Hornos. Cuando estemos mar adentro estoy seguro de que el capitán volverá a sentirse bien. En realidad, ya ha recuperado sus modos inflexibles y fríos que había perdido”.

Darwin ideó este plan de regreso a Inglaterra a finales de 1834, algo que de haberse producido le hubiera impedido visitar las Galápagos en septiembre de 1835.

Litografía recreando la llegada del HMS Beagle a las islas Galápagos

A las tensiones en el barco y sus continuos mareos con el “mal de mar” se unió una petición por parte de su padre que, al conocer que a finales de 1834, su hijo había estado enfermo durante varios días, quiso que se rindiera y regresara a casa.

Carta de sus hermanas Catherine y Caroline Darwin [28 de enero de 1835]

“Papa me pide que te dé un mensaje de su parte: desea que te urja a que abandones el Beagle y regreses a casa, y que veas esa grave enfermedad como una advertencia. Papá dice que si tu salud empieza a fallar una vez, habrás de sentir doblemente el efecto de cualquier clima insalubre, y que está muy inquieto por ti y muy temeroso de las fiebres que te pueden afectar en esos países.

Papá está muy, pero muy ansioso, y desea que te ruegue que recuerdes que pronto hará cuatro años desde que nos dejaste, lo que con toda seguridad es una larga parte de tu vida para dedicarla a la historia natural. Si esperaras a que el Beagle regrese, serán otros tantos años de nuevo; el tiempo de tu viaje se va alargando y alargando cada vez que tenemos noticias de él. Estamos desesperados al respecto. Piensa en lo que dice papá, mi querido Charles. Su consejo es siempre tan juicioso en el largo plazo, y sé prudente a tiempo y regresa antes de que tu salud se arruine; si la pierdes por una vez, nunca podrás recuperarla por entero”.

Por suerte, la salud de Darwin mejoró, las tensiones con el capitán FitzRoy volvieron a su cauce y las dudas sobre el rumbo del Beagle terminaron finalmente.

Carta de Charles Darwin a su hermana Caroline Darwin [10 de marzo de 1835]

Mi querida Caroline: Estamos ahora con calma unas leguas fuera de Valparaíso y en vez de gemir más por nuestra mala fortuna, empezaré esta carta para ti. La primera y mejor de las noticias que debo contarte es que nuestro viaje por fin tiene un fin definido y cierto ya fijado. Empezaba a sentirme bastante desdichado y me había determinado a dar el paso [de abandonar el Beagle] si el capitán no hubiera decidido su conclusión. Sé de cierto que estamos camino de Inglaterra aunque ese camino no sea el más corto.[…]

El 01 de junio el Beagle partirá de Valparaíso hacia Lima, y solo toca un puerto intermedio, y de allí iremos a Guayaquil, las islas Galápagos y a las Marquesas de modo de llegar a Otaheite a mediados de noviembre y a Sydney a fines de enero del año próximo. […] Esperamos llegar a Inglaterra en septiembre de 1836 […]

El capitán vuelve a ser él mismo y gracias al cielo tan ansioso por llegar a la vieja Inglaterra como el resto de nosotros”.

Meses más tarde, mientras se encontraba en Lima, Darwin recibió la carta de sus hermanas que le pedían de parte de su padre que regresara inmediatamente a Inglaterra. Como podéis imaginar, el correo en estas épocas tardaba mucho tiempo en llegar y más en las circunstancias de encontrarse viajando a bordo de un barco que iba cambiando de puerto con cierta frecuencia. Afortunadamente, cuando recibió la carta de su hermana, Darwin se había repuesto completamente de su enfermedad, la vida en el Beagle se había apaciguado y por fin conocían el rumbo exacto con el que terminarían su viaje.

En agosto de 1835, y a pocas semanas de partir para Galápagos, Darwin leyó la petición de regreso que su padre había enviado con la carta de sus hermanas y, por suerte, contestó que seguiría con el viaje.

Carta de Charles Darwin a su hermana Caroline Darwin [12 de agosto de 1835]

“Recibí tres cartas más que completan la cadena desde Inglaterra a febrero de 1835. El capitán FitzRoy llegó con buen ánimo y en poco tempo zarparemos hacia las Galápagos. Estoy a la vez complacido y apesadumbrado por todos los afectuosos mensajes de ustedes que desean que regrese a casa. Si piensan ustedes que no deseo verlos, están espoleando a un caballo deseoso, pero pueden incursionar en mis sentimientos de profunda mortificación, pues si no por otra causa, la mala salud me habría compelido a dejar el Beagle. Digo que debería, ya que estarán de acuerdo conmigo en que en estos momentos carecería de valor pensar en un paso así”.

Fue una suerte que recibiera con retraso aquella carta de sus hermanas ya que si la hubiera recibido antes, y hubiera sabido que su padre insistía tanto en que regresara, lo más probable es que Darwin se hubiera embarcado en uno de los barcos que regresaba a Inglaterra y que tenía a mano en el puerto.

Carta de Charles Darwin a su primo William Darwin Fox [12 de agosto de 1835]

“Este viaje está siendo terriblemente largo. Deseo tan vehemente regresar, pero no me permito mirar hacia el futuro, ya que no sé qué será de mí. […] El otro día vi un barco que navegaba hacia Inglaterra y era un gran peligro saberlo por lo fácil que hubiera sido convertirme en desertor”.

A pesar de todos los contratiempos, de los cambios de opinión, de las idas y venidas en el ánimo y la salud de Darwin… finalmente, el Beagle retomó el rumbo y el 15 de septiembre de 1835, atracó en las Islas Galápagos.

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