La semana pasada la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) hizo llegar a diferentes medios de comunicación una nota de prensa titulada «OCU recuerda que se pueden utilizar las cremas solares del año pasado». La nota fue publicada en su web y en importantes diarios nacionales.
En resumen, la nota de prensa nos cuenta que la OCU analizó* seis productos de protección solar a los que sometió al típico trajín veraniego (mantuvieron los envases 15 días al sol, alta temperatura, humedad, etc.) simulando el uso real de los productos. Tras doce meses los analizaron y comprobaron que conservaban sus cualidades originales. De este análisis dedujeron que «los consumidores pueden sentirse tranquilos si utilizan estas cremas de protección solar pasados los 12 meses desde su fecha de apertura, incluso tras haberlas utilizado ya el año anterior».
Que la prueba se haya realizado pasados 12 meses no es un asunto trivial, sino que responde a las recomendaciones habituales de los fabricantes de estos productos cosméticos.
Hay tres informaciones importantes que figuran en la etiqueta de cualquier producto cosmético y que como consumidores deberíamos conocer:
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Instrucciones de uso. Todos los cosméticos tienen instrucciones, o bien en el envase, o bien en una etiqueta desplegable, o bien remiten a una web, o bien en un prospecto adjunto. El símbolo que hace referencia a que existe información adjunta es el siguiente:
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Fecha de duración mínima. Es la fecha a partir de la cual el fabricante no puede garantizar que el producto sea efectivo y seguro, incluso sin haber sido utilizado y conservando el embalaje original. Es similar a la fecha de caducidad de los alimentos. Los cosméticos que tienen una caducidad superior a los 30 meses no tienen obligación de poner una fecha de caducidad, pero sí un consumo recomendado una vez abierto (PAO). Suele aparecer acompañada del siguiente símbolo:
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Periodo después de la apertura (PAO). Es un símbolo de un tarro abierto en el que figura un número seguido de una M. Ese número indica la cantidad de meses que el producto puede utilizarse con seguridad una vez abierto. Más allá de ese plazo el fabricante no puede garantizar la seguridad y efectividad del producto. El símbolo utilizado es como los siguientes:
Gran parte de los productos de protección solar son 12M, es decir que, transcurridos 12 meses tras el primer uso, no podemos tener la garantía de que sean eficaces ni seguros, por lo que la recomendación es utilizar uno nuevo. Por este motivo la OCU decidió hacer la prueba tras 12 meses.
Hay que tener en cuenta que estos productos cosméticos contienen agua y una gran cantidad de nutrientes, además de estar sometidos a bruscos cambios de temperatura, humedad, y que entran en contacto con el aire: son un caldo de cultivo idóneo para la proliferación de microorganismos, con lo que la seguridad y la eficacia del producto puede verse comprometida. El PAO se calcula teniendo esto en cuenta, por eso es tan importante no consumir ningún cosmético más allá de ese tiempo, aunque aparentemente esté en buen estado.
En la nota de prensa de la OCU añaden la recomendación «Si al abrir el bote de crema su color, olor o textura se ha modificado no debería utilizarse». Si el producto es oleoso, su mal estado se detecta con facilidad, porque, con la rotura de emulsiones, se separan las fases y aparece un sobrenadante, que se traduce en líquido sobre el producto. Pero la mayoría de las veces no es así de sencillo y la contaminación de un cosmético no se percibe a simple vista. Utilizar un cosmético en mal estado puede causarnos reacción en la piel, desde una irritación hasta una infección bacteriana. Por eso es una temeridad aconsejar que se use un cosmético más allá de su PAO, aunque «parezca» que está en buen estado.
En la actualidad se ha dado un paso adelante muy acusado con respecto a la concienciación de lo importante que es la protección solar. Según la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) alrededor del 80% de la población española utiliza protección solar cuando va la playa, el 50% cuando practica deporte a la intemperie durante el verano, y el 42% de la población utiliza productos de uso diario para protegerse, como por ejemplo cremas hidratantes o maquillajes con protección solar media o alta. También ha mejorado la profesionalización del mercado: actualmente el 35% de la población adquiere su protección solar en las farmacias y parafarmacias, donde un experto pueda asesorarles.
Durante muchos años hemos vivido ingenuamente despreocupados por la radiación solar, creyendo que los fotoprotectores o bien no servían para nada, o bien dificultaban el bronceado. Incluso en los años 90 había quien tomaba el sol sin protección, embadurnado en potingues grasos y zumos de zanahoria que supuestamente ayudaban a potenciar el moreno. Estas ideas y estas prácticas, aunque todavía no se han erradicado completamente, hoy nos parecen escandalosas. Estamos concienciados y es por ello por lo que confiamos en la eficacia de los productos de protección solar, incluso por encima de cualquier otro producto cosmético.
La radiación ultravioleta (tanto la UV-A como la UV-B) es suficientemente energética como para romper enlaces de moléculas y generar fragmentos muy reactivos llamados radicales libres. Estos radicales son tan reactivos que consiguen alterar las moléculas de ADN. Esto se traduce en que la radiación UV es mutagénica, modifica el ADN, y por tanto es potencialmente cancerígena.
Otros problemas cutáneos como la rosácea, algunos tipos de dermatitis y el acné, se agravan a causa de la exposición a la radiación ultravioleta. Por este motivo es importantísimo protegerse de la radiación ultravioleta.
Para protegernos de la radiación ultravioleta, los productos de protección solar contienen, entre otros importantes ingredientes, dos tipos de filtros: filtros químicos y/o filtros físicos. Ambos filtros solares funcionan absorbiendo la radiación ultravioleta y reemitiéndola como radiación visible o térmica, inocua para la piel. Los filtros químicos son compuestos orgánicos cromóforos y los filtros físicos son compuestos minerales fluorescentes.
Los filtros químicos resultan ventajosos frente a los filtros físicos porque son más cosméticos, ya que no dejan rastro blanco en la piel, y permiten formulaciones hidratantes, ya que los filtros físicos son de por sí deshidratantes. En cambio, los filtros físicos presentan la ventaja de ser más estables a lo largo del tiempo que los filtros químicos. Los productos de gama media-alta presentan una combinación de los dos tipos.
La estabilidad de los filtros solares es crucial a la hora de determinar la PAO de estos productos. El uso de un producto cosmético más allá de su PAO no sólo afecta a la seguridad del producto y, por tanto, a nuestra salud, sino también a su eficacia.
La eficacia de un producto de protección solar se mide por su SPF (factor de protección solar: número de veces que el fotoprotector aumenta el tiempo de defensa natural de la piel frente al eritema o enrojecimiento). Los ensayos que permiten verificar el SPF de un cosmético son muy laboriosos. Es más costoso para el laboratorio cosmético verificar un SPF 50 que un SPF 15.
También hay que tener en cuenta que, sobre todo en el caso de los filtros físicos nanoparticulados y en el de los filtros químicos, su estabilidad va mermando, con lo que el SPF sólo puede garantizarse por un periodo de tiempo reducido. De ahí que muchos de ellos sean 12M.
Si un cosmético es 12M es porque no es posible garantizar que la degradación sufrida tras 12 meses tras su primer uso no afecte a la seguridad y a la eficacia del producto original. La PAO no es una medida al azar ni una estrategia de mercadotecnia, tal y como se ha insinuado desde la prensa, sino el resultado del estudio de la degradación del producto cosmético.
Obviamente hay cierto margen: tras «doce meses y un día» el producto no va a sufrir un deterioro repentino notable. Y tampoco sufrirá lo mismo un producto que se haya utilizado una vez, o veinte veces, o cuyo aplicador lo mantenga aislado del aire, o sea un tarro en el que metemos la mano, o le hayan entrado arenas, o agua de mar, o haya estado al sol, o nos lo hayamos dejado mal cerrado en la bolsa de la playa, o tirado en un cajón del armario del baño. Hay múltiples factores que pueden hacer oscilar esta medida y es por ello por lo que debemos ser cautos y siempre tener en cuenta las indicaciones del fabricante.
Aunque el ensayo de la OCU sobre seis productos haya dado como resultado que seguían siendo eficaces, ¿por cuánto tiempo?, ¿son esas condiciones comparables a las de mis productos?, ¿son seis productos reflejo de toda la gama de solares que existen en el mercado? Hay demasiadas cuestiones que quedan en interrogante, demasiada incertidumbre y riesgo que asumir. No vale la pena.
Otro asunto a tener en cuenta, aunque quizá sea menos importante, es que llueve sobre mojado. Esa nota de prensa de la OCU vuelve a arremeter sin pudor contra la industria cosmética, sirviéndose de todos los prejuicios que hay sobre ella, con la excusa de la “defensa del consumidor”. El titular busca el retuit sin sonrojo ni búsqueda de datos ni reflexión. La protección solar no es un asunto baladí que deba usarse para buscar clics fáciles y cuotas de socios. El uso de cosméticos más allá de su PAO pone en peligro nuestra salud. Es como para tomárselo en serio.
Si la OCU pretende defender al consumidor, ofrézcannos buenos consejos sobre el buen uso de los cosméticos. Claro que, es más fácil obtener parabienes arremetiendo contra un enemigo impostado sobre el que ya hay suficientes prejuicios, que ofrecer información útil.
Conclusión
Si un producto cosmético es 12M, no lo uses más allá de 12 meses tras el primer uso. No pongas en riesgo tu salud con algo tan serio como la exposición a la radiación ultravioleta por ahorrarte unos euros rebañando los restos de crema del verano pasado.
Está en juego tu salud, no seas tacaño con eso.
Nota:
*El acceso al estudio está limitado a los socios de la OCU.
Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica
Arantza Blanco
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Deborah
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Carlos
La realidad es que los estudios epidemiológicos dicen que nuestra población civilizada (exluyo al tercer mundo) cada vez toma menos sol y si lo hace es con miedo al cáncer de piel y aplicando protectores solares sobre la piel. En cambio la incidencia de cáncer de piel crece exponencialmente. No hay que ser muy listo para deducir que EL SOL NO ES EL PRINCIPAL CULPABLE DEL CÁNCER DE PIEL, porque cuanto menos sol se toma y más productos de protección solar, más cáncer de piel.
Así lo confesaba Bernard A. Ackerman, reconocido cirujano-dermatólogo especialista en melanomas. Recomiendo uno de sus libros: Sun and the Epidemic of Melanoma: Myth on Myth 2nd Edition by Bernard A. Ackerman (Author)
Carlos
Si alguien tiene interés en este tema, que investigue cuál es la incidencia de cáncer de piel en los países del tercer mundo y sobre todo en regiones pobres donde la gente trabaja bajo el sol y no tiene acceso a los productos «civilizados» de protección solar
Carlos
Evidentemente las radiaciones ultravioletas dañan el ADN, pero parece ser que estas poblaciones pobres y rurales llevan un estilo de vida que refuerza su sistema inmunológico para combatir la aparición de células cancerígenas.
Por eso los países ricos, no solo padecen una epidemia de cáncer, sino de enfermedades cardiovasculares, diabetes, enfermedades autoinmunes.
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