Vamos a tratar uno de los temas que se han calificado como tema emergente en sociología ambiental. Así lo ha llamado Stewart Locke, de la Universidad James Cook de Townsville, en Australia, y editor de la revista Environmental Sociology. Escribe que
“es sorprendente cuantos artículos han abordado experiencias personales de interacción con nuestro ambiente más cercano y, en concreto, con el entorno urbano, el clima cambiante y caprichoso, los insectos y las mascotas.”
Pero añade, para terminar su exposición, que
“¿Podríamos estar viendo una mayor atención de los sociólogos ambientales a las interacciones a una escala mínima y a su dimensión afectiva, profundamente sentida y emocional, de la experiencia humana? Tal vez. Por supuesto, es demasiado pronto para decirlo.”
Ahora vamos al estudio que cita Lockey, y espero que al final de este texto, lo tengan en cuenta como uno de los “temas emergentes” en sociología ambiental.
El autor se llama Matthias Gross, trabaja en el Centro Helmholtz de Investigación Ambiental de Leipzig y en la Universidad de Jena, en Alemania, y lleva 10 años, desde 2003, observando por parques y jardines lo que los dueños hacen con la caca de sus perros. Para Gross, la humanidad se divide entre quienes tienen perro y quienes no lo tienen. Y los que tienen perro entre los que recogen sus cacas y los que no lo hacen. Acaba de publicar un artículo con el resumen de sus observaciones. Veamos de qué va; cuidado, solo ver, ni oler, ni pisar.
Hace unos siglos, defecar no era un acto estrictamente privado como ahora lo conocemos. Ni siquiera había un lugar especial para hacerlo; la necesidad se aliviaba allí mismo donde aparecía. Pero ahora, y sobre todo en urbanitas, lo hacemos en privado, por cultura y por higiene, y nos retiramos todo lo que podemos de la vista de los otros y de sus olores. Para nosotros, los productos de la defecación casi ni existen para los otros; es un acto muy privado. Excepto para los perros y, en parte, para las aves. Así, los perros son los únicos defecadores públicos de nuestras ciudades. Casi se puede afirmar que las heces de los perros, junto a las de algunas aves, son las únicas visibles en nuestras muy limpias y “sanitarias” ciudades. Es más, para hacerlo, los perros, son mucho más libres que nosotros que, estrictamente hablando, lo tenemos prohibido a pesar de que somos sus dueños.
Y es un problema de peso, olor y suciedad pues, veamos algunas cifras. Por ejemplo, en Berlín los perros producen unas 55 toneladas de caca al día, o, en Estados Unidos, 10 millones de toneladas al año. En París y en el año 2000, limpiar la caca de perro suponía cerca de 6 millones de dólares al presupuesto municipal de mantenimiento de parques y jardines. En Estados Unidos hay un perro por cada tres habitantes, en Alemania uno por cada diez hogares, en Francia casi uno en cada dos hogares, y en Holanda hay millón y medio de perros. Los países del mundo con más perros son Estados Unidos, Brasil y China. En España y en 2015, había unos cinco millones de perros y casi cuatro millones de hogares con perro. Y así podría seguir, cifra tras cifra, pues, para nuestra especie, los perros son importantes y, en consecuencia, muy numerosos.
Hasta hace unos años ni se recogía su caca de allí donde la dejaba el can. Y no era raro ver a alguien jurando y frotando la suela de su zapato en la acera por haber pisado caca de perro. Ahora se recoge en bolsitas de plástico ad hoc y se tira a la papelera. Esta cívica conducta es la que ha estudiado con detalle Matthias Gross durante 10 años.
Ya he contado que sus observaciones comenzaron en 2003 cuando, al atardecer, paseaba a sus tres hijos, por el parque cercano a su casa, antes de cenar e ir a la cama. También, durante seis meses salía de casa 15 minutos antes de lo necesario para coger el tren e ir al trabajo. Aprovechaba ese cuarto de hora para pasear por el parque tomando notas de la conducta de amos y perros. Y repetía a la tarde, a la vuelta del trabajo. Además, reunía la escasa bibliografía publicada sobre este asunto.
Así se enteró de que había zonas de la antigua Alemania Oriental y de Polonia en las que daban a los niños banderitas del país para que las plantaran en las cacas de los perros y evitar que los paseantes las pisaran. Junto a sus propias observaciones, detectó que la invención de las bolsitas para la caca del perro había cambiado la conducta de sus amos, aunque no la de los perros que siguen haciendo sus cosas donde se les ocurre, con total libertad, mientras no sea en la casa del dueño. Y que hay dueños que, hartos de buscar una papelera que no encuentran para tirar la bolsita, acaban pinchándola en lo alto de la verja del parque por el que pasean.
En fin, y como resumen de sus observaciones, Gross propone tres estrategias de los dueños en relación con la defecación de sus perros. Son, las llama así, la tradicional, la responsable y la furtiva. La tradicional implica conocer el camino hasta el parque, llevar al perro y que este lo haga donde quiera y allí se queda. La responsable es lo mismo pero, además, el dueño recoge la caca con la bolsita y la deposita en una papelera. Y la furtiva es igual que la responsable, mientras haya testigos, y, cuando no los hay, el dueño busca la protección de un árbol, vacía la bolsa y se la guarda, quizá para reutilizarla. A estos árboles donde se vacían las bolsitas Gross los llama “árboles de mierda”.
Para Gross casi todos los dueños eran tradicionales hasta que apareció la bolsita y, entonces, casi todos son responsables y nos queda un raro 10% para los furtivos con su extraña conducta. Además, Gross añade que los dueños utilizan más la bolsa en los paseos por la tarde, cuando hay más testigos, que por la mañana, con menos gente paseado al perro. Así, hay dueños que limpian por la tarde pero no lo hacen por la mañana.
Para terminar con el “tema emergente”, hemos visto el problema para nuestras ciudades que supone la caca de perro, y hemos visto las cifras del número de perros y de la cantidad ingente de caca que producen. Es un factor a tener en cuenta para la planificación y uso futuro de los espacios públicos de nuestras ciudades.
Referencias:
Gross, M. 2015. Natural waste: canine companions and the lure of inattentively pooping in public. Environmental Sociology 1: 38-47.
Locke, S. 2015. Emergent themes? A year in the life of Environmental Sociology. Environmental Sociology 1: 237-240.
Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
Laura Pérez González
Interesante artículo, lo que yo quisiera saber es qué tan dañina es para la salud de las personas esa conducta de recoger caca de perro.
En mi opinión mis perros deben hacer sus necesidades en casa, de manera que pueda yo recoger sus cacas con una pala y no con una bolsa de por medio con mis manos, con las cuales puedo -aunque sea por error o descuido- contaminarme a mì a mi familia o los objetos con los cuales tengo contacto.
Si estoy en mi casa puedo inmediatamente después de realizar la labor lavarme muy bien las manos y no tener que esperar 15, 30 minutos o más para evitar cualquier contagio. Y no es que yo sea de esas personas que no tocan perros, para nada, yo hasta los abrazo y los beso, pero esa nueva costumbre de juntar cacas tibias me parece demasiado desagradable.
Serìa interesante medir los niveles de contaminación y enfermedades causadas por las heces de los animales en el pasado vrs la actualidad para que la gente esté más enterada de las consecuencias que tiene esta nueva tendencia que ahora es hasta una ley.
Me pregunto si las autoridades analizaron y profundizaron estudios en este aspecto antes de emitir cualquier normativa al respecto.
Muchas gracias por el espacio.
Saludos.
Eduardo Angulo
Deberías consultar este link y ver como Hugh Jackman recoge la caca de su perro.https://blogs.20minutos.es/animalesenadopcion/2016/09/09/los-que-mas-nos-indignamos-con-los-guarros-que-no-recogen-las-cacas-de-sus-perros-somos-los-que-si-las-recogemos/
Manuel López Rosas
Muy interesante la nota y el inicio del diálogo (incluida sobre todo la nota periodística y las anotaciones subidas por los lectores al final).
¿Estaremos presenciando un renacimiento de la observación sociológica a partir del comportamiento de las mascotas y sus dueños? Los comentarios me han llevado a reír de buena gana, quizás igualmente podamos pensar el tema, su problematización y posibles desenlaces a corto y mediano plazo, también, de buena gana.
Eduardo Angulo
Totalmente de acuerdo. Las mascotas mandan en nuestras ciudades y quizá debemos reflexionar sobre ello…
Txema M.
Según leía, pensaba que el tercer tipo de conducta es el de recoger los excrementos cuando hay gente mirando y mirar hacia otro lado y no enterarse de nada cuando no hay nadie cerca. No puedo entender la conducta de quienes vacían la bolsa. ¿Qué ganan con ello? Es más cómodo echarla cerrada a una papelera y no vuelves a oler la caca. ¿Qué puñetas hacen con la bolsa usada? Reutilizarla es de locos; no me imagino a nadie guardándola en casa para la siguiente vez. ¿Puede ser que la reciclen en un contenedor de plásticos y consideren que el contenido es abono para los árboles?
Eduardo Angulo
Una incógnita total. Vacían la bolsa cerca de donde la han llenado aunque en un sitio discreto, casi siempre detrás de un árbol. Y la bolsa vacía al bolsillo. Quizá me atreva a preguntárselo a quien lo haga la próxima vez que lo vea…