La comida en la basura

Ciencia infusa

Más de 40 kg de alimentos perfectamente consumibles encontrados en la basura de hogares neozelandeses en un muestreo realizado en 2014 por Love Food Hate Waste NZ. El hogar promedio neozelandés tira el doble al año. Fuente

Hace un año, más o menos, Cristina Romero, de Girona y madre de un alumno de Primaria, inició una campaña para evitar que cada día se tiren a la basura toneladas de alimentos que sobran en los comedores escolares. Para conseguirlo hay que cambiar o regular de otra manera la Ley 17/2011 de Seguridad Alimentaria y Nutrición que prohíbe la utilización de la comida que sobra por razones higiénicas y sanitarias y, además, no puede ser manipulada o transformada.

También en septiembre de 2016, el día 26, se celebró en Madrid una reunión con el título de “Punto de Encuentro AECOC (Asociación de fabricantes y distribuidores) contra el Desperdicio Alimentario”. Asistieron empresas de la industria alimentaria y de la distribución de alimentos, miembros del gobierno y expertos en la materia. La industria presentó ideas, proyectos y campañas para evitar que la comida acabe en la basura. Por ejemplo, Eroski llevó los buenos resultados obtenidos en su campaña “Desperdicio Cero” que ha conseguido que, en sus tiendas, no se tiren alimentos aptos para el consumo.

Si se tiene en cuenta todo el proceso de tratamiento de los alimentos, desde la cría de ganado y la siembra y cosecha de cultivos hasta la distribución al consumidor, entre el 40% y el 55% de la comida termina en la basura en todo el planeta. En 2010 eran una 510 kilocalorías, de media, por persona y día. Algo así como tirar, cada día, diez manzanas a la basura. Son unos 1300 millones de toneladas al año los que se desperdician. Tanto es lo que se tira que se calculó, de nuevo para 2010, que sería el 20% de lo cosechado en el mundo y supone una cantidad que llegaría para alimentar a todos los seres humanos.

Además, Ceren Hiç y sus colegas, del Instituto Postdam de Investigación sobre el Cambio Climático, encuentran que, cuanto más desarrollado es un país, más alimentos desperdicia. En lo más alto del ranking están Bélgica, Francia, Estados Unidos y Alemania. En lo más bajo, o sea, los que menos alimentos tiran a la basura, aparecen Bolivia y Tayikistán. España, en la mitad superior de la tabla, desperdicia casi un 30% de la comida.

Más datos: pasan hambre en el planeta, según estadísticas de Davy Vanham y su grupo, del Centro de Investigación de la Unión Europea de Ispra, en Italia, 842 millones de personas para 2014, mientras que 1500 millones tienen sobrepeso y, de ellos, 502 millones son obesos. En la Unión Europea, 227 millones de adultos tienen sobrepeso, incluyendo a 91 millones de obesos. Según la FAO, aproximadamente un tercio del alimento que producimos acaba en la basura y, como decía antes, son unos 1300 millones de toneladas al año. Y, también como decía, se tiran alimentos en toda la cadena de producción, distribución y consumo. La FAO ha calculado que, en Europa y Estados Unidos, los consumidores tiran de 95 a 115 kilogramos por persona y año, de un total de 280-300 kilogramos que se pierden en toda la cadena. Sin embargo, afirman Vanham y su grupo, faltan datos concretos y estadísticas ajustadas para la UE.

Plantean un estudio en la UE para cuantificar la comida que tiramos a la basura. Consiguen datos del consumo de alimentos en la UE según las estadísticas de la propia Unión, de los países que la forman y de la FAO. Estudian los 28 países que pertenecen a la Unión y, con más detalle, a seis de ellos: Reino Unido, Holanda, Dinamarca, Finlandia, Alemania y Rumania.

Calculan la comida en la basura total y por habitante. Los datos son de 1996 a 2005, con una población estimada de 487 millones de personas en toda la Unión. A cada europeo le llegan, al año, 789 kilogramos de comida. La comida que tira a la basura es de 123 kilogramos por año, es decir, el 16% de la comida que le llega. La comida en la basura para la que se podía evitar su desperdicio es, según los autores, de 97 kilogramos por persona y año, el 12% del total. Unos 47 millones de toneladas al año. Y 842 millones de personas pasan hambre en el mundo.

Quien más alimentos tira a la basura es el Reino Unido y quien menos Rumania. Los autores calculan que, con los alimentos que tira el Reino Unido al año, cada habitante podría recibir una lata de alubias cada día.

Otro ejemplo más concreto es el desperdicio de alimentos marinos en Estados Unidos que han estudiado Dave Love y su grupo de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. Lo hacen con datos de 2009 a 2013 y encuentran que entre el 40% y el 47% de estos alimentos se pierde. La mayor parte, entre el 51% y el 63%, en los hogares de los consumidores; del 16% al 32% es descartado por los propios pescadores; y entre el 13% y el 16% se pierde en la distribución y venta.

Vistas estas cifras, sería interesante conocer en detalle la conducta de os consumidores y las causas que provocan este desperdicio de alimentos. Dani Qi y Brian Roe, de la Universidad Estatal de Ohio, lo han investigado en los consumidores de Estados Unidos. La mayoría de los encuestados considera que tirar comida a la basura es una conducta en su beneficio. Cerca del 70% desecha comida porque se ha pasado la fecha de consumo y el comprador busca, de esta manera, evitar problemas de salud. O el 60% lo hace porque busca que su comida esté fresca, casi recién cosechada, para que mantenga todo su sabor. Sin embargo, hasta el 77% de los encuestados que tiran comida se sienten culpables por ello. Pero, también, solo el 14% piensa que tira más comida que otros hogares de parecido tamaño e ingresos; la mayoría declara que son los demás los que tiran mucha comida. Como dato concreto, el 53% reconoce que tiró comida por lo menos alguna vez en los últimos doce meses.

También interesa conocer el desperdicio de alimentos en un grupo de consumidores muy concreto, los que se consideran “verdes”. Según la investigación de Breda McCarthy y Hong Bon Liu, de la Universidad James Cook, en Australia, también tiran comida a la basura.

Encuestan a 346 voluntarios que se declaran preocupados por el entorno. Los resultados sorprenden a los autores del trabajo pues el consumo de alimentos orgánicos no está relacionado con una menor propensión a tirar alimentos. Las causas están en la caducidad de los alimentos frescos, el deterioro consiguiente y, en último término, en una gestión deficiente del contenido de la nevera.

Otro aspecto nuevo e interesante del desperdicio de alimentos es el cálculo, que ha hecho Ceren Hiç, de la emisión de gases con efecto invernadero por la producción y distribución de esos alimentos y, por tanto, la participación de la comida en la basura en el cambio climático. Se ha calculado que, en los últimos 50 años, la comida en la basura ha incrementado en un 300% la emisión de gases con efecto invernadero. El sector agrícola contribuye, directa o indirectamente, a un 22%-24% de la producción de gases con efecto invernadero.

También el grupo de Stephen Peters, de la Universidad de Edimburgo, ha estudiado la contribución de la comida en la basura en el cambio climático. Los alimentos desechados se han multiplicado por tres entre 1961 y 2011 e, igualmente, se ha multiplicado por tres la emisión de gases con efecto invernadero asociada a la producción de esos alimentos. A nivel global, estas emisiones han aumentado un 44% por persona durante esos años. El mayor aumento del desperdicio de alimentos se da en países desarrollados y, por tanto, en esos mismos países se encuentra el mayor aumento en la emisión de gases, además de las áreas emergentes como China o Latinoamérica. Sobre todo se tiran frutas y verduras.

Y queda plantear algunas líneas de investigación para el futuro con el objetivo de conocer y mitigar el problema del desperdicio de alimentos en un mundo con una gran población que tiene hambre. Gustavo Porpino, de la Corporación Brasileña de Investigación Agrícola, ha publicado un meta-análisis después de revisar 24 estudios publicados sobre la comida en la basura entre 1975 y 2015 y referidos a 16 países.

Solo incluyo a continuación algunas de las sugerencias de Porpino respecto al desperdicio de alimentos en el hogar: investigar el papel de la persona que cocina la mayoría de las comidas, relacionar el coste de los alimentos con el coste de la comida que se tira, explorar por qué los hogares con pocos ingresos a menudo son los que más comida desperdician, comprender por qué se tiran tantas chucherías o, mejor, la comida de mala calidad, establecer cuanta comida se tira por los textos que aparecen en los envases, averiguar por qué se desperdicia más comida cuanto más importante es la celebración que provoca la comida,… Y así podía seguir un buen rato más con las sugerencias de Porpino. Seguro que a los lectores se les ocurren unas cuantas más, según su experiencia personal en este asunto.

Y más de 800 millones de personas pasan hambre en el mundo.

Referencias:

Hiç, C. et al. 2016. Food surplus and its climate burdens. Environmental Science and Technology 50: 4269-4277.

Love, D.C. et al. 2015. Wasted seafood in the United States: Quantifying loss from production to consumption and moving toward solutions. Global Environmental Change 35: 116-124.

McCarthy, B. & H.B. Liu. 2017. Food waste and the “green” consumer. Australasian Marketing Journal 25: 126-132.

Patel, P. 2016. ¿Cuánta comida tiramos? Investigación y Ciencia. Agosto 2016.

Porpino, G. 2016. Household food waste behavior: Avenues for further research. JOurnal of Association for Consumer Research doi: 10.1086/684528

Porter, S.D. et al. 2016. A half-century of production-phase greenhouse gas emissions from food & waste in the global food supply chain. Science of the Total Environment DOI: 10.1016/j.scitotenv.2016.07.041

Qi, D. & B.E. Roe. 2016. Household food waste: Multivariate regression and principal components analyses of awareness and attitudes among U.S. consumers. PLOS ONE 11: e0159250

Vanham, D. et al. 2015. Low water and nitrogen resources due to UE consumer food waste. Environmental Research Letters doi: 10.1088/1748-9326/10/8/08-4008

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

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