La potencia sin control no sirve de nada

Fronteras

«La potencia sin control no sirve de nada». Este es el eslogan de la que, con toda probabilidad, ha sido la campaña publicitaria de neumáticos más exitosa de la historia. Fue realizada en 1995 por la agencia de publicidad Young & Rubicam para Pirelli.

Uno de los cometidos pretendidos en el diseño de automóviles es que se mantengan pegados a la carretera. Esto se logra sobre todo gracias a la aerodinámica, de manera que, al aumentar la potencia el automóvil no se separe del suelo. Podríamos decir que la aerodinámica de un automóvil sería la contraria a la de un avión.

La aerodinámica es fundamental, sobre todo en los coches deportivos y de competición, pero, no hay que olvidar la importancia de los neumáticos. Mi padre, que se dedicó durante años a la industria del neumático, siempre dice que «los neumáticos son la única parte del coche que está en contacto directo con la carretera», por eso son tan importantes. No le falta razón.

Utilizamos ruedas desde hace miles de años, pero la idea de ponerle caucho en el borde exterior es relativamente nueva. Fue a principios del siglo XIX cuando por primera vez se utilizó este polímero natural para recubrir las ruedas de madera. Antiguamente se enfundaban en cuero o metal.

El caucho se obtiene de varios tipos de plantas, pero principalmente se extrae del látex que surge de los cortes hechos del tronco de Hevea brasiliensis. En la década de 1920 los laboratorios de Bayer inventarían el caucho sintético.

El caucho natural se somete a varios procesos sucesivos como la coagulación, el lavado y el refinado. El caucho natural resulta poco elástico y se reblandece fácilmente con el calor. Se desgasta con rapidez, así que su futuro no parecía muy prometedor.

El químico Charles Goodyear dedicó varios años de su vida a investigar el caucho. En 1839 descubrió el vulcanizado, que es un procedimiento que consiste en calentar el caucho en presencia de azufre en polvo. En resultado final es que las moléculas elásticas de caucho se quedan unidas entre sí mediante puentes de azufre. De esta manera se consigue un caucho más duro y resistente sin perder elasticidad. El vulcanizado es el proceso químico que dio origen a los neumáticos que utilizamos hoy en día.

Desgraciadamente Charles Goodyear no patentó su invento. El ingeniero Thomas Hancock, habiendo llegado más tarde a la misma conclusión se hizo con la patente en 1843. Fue entonces cuando se hicieron populares las ruedas de goma maciza.

Charles Goodyear sigue estando asociado al mundo del neumático debido a que una empresa de éxito de la industria de la automoción tomó su nombre. Sin embargo, esta compañía no tiene ninguna relación con él.

Hasta entonces los neumáticos eran de color claro, por lo que se ensuciaban con facilidad y comprometían la estética. En 1885 la empresa Goodrich decidió fabricar ruedas de color negro. Al tintar el caucho se hizo un descubrimiento sorprendente, los neumáticos negros duraban más. Esto es debido a que el tinte negro absorbe los rayos ultravioletas que son, en parte, los causantes del agrietamiento del caucho.

La primera rueda neumática —llena de aire— fue patentada en 1845 por el ingeniero Robert W. Thomson. Sin embargo, no fue hasta 1888 que el ingeniero John Boyd Dunlop, desarrolló el primer neumático con cámara de aire. Lo inventó para envolver las ruedas del triciclo que su hijo de nueve años usaba para ir a la escuela por las calles bacheadas de Belfast. Esas precarias cámaras de aire consistían en unos tubos de goma hinchados. Envolvió los tubos con una lona y los pegó sobre las llantas de las ruedas del triciclo. Patentó el neumático con cámara de aire en 1889. Había ganado en comodidad, aun así, al neumático le faltaban algunos obstáculos por vencer. Era muy trabajoso repararlos, ya que estaban adheridos a la llanta.

En 1891, Édouard Michelin, quien era conocido por su trabajo con el caucho vulcanizado, decidió desarrollar un neumático que pudiera separarse de la llanta y así facilitar el trabajo. Los neumáticos de Michelin resultaron tan prácticos que al año siguiente ya eran los que utilizaban la mayoría de ciclistas. Poco después también los llevarían los carruajes. En 1946, la compañía Michelin desarrolló el método de construcción de neumáticos radiales que supusieron un antes y un después en la conducción deportiva.

En los años 40 se incluyeron nuevos materiales en la composición del neumático, como el rayón, el nailon y el poliéster. Cuando terminó la segunda guerra mundial, se empezó a trabajar en la fabricación de un neumático que sellara herméticamente sobre la rueda, lo que al fin eliminó la necesidad de acompañarlos de cámara de aire. La evolución fue vertiginosa, propiciada en gran medida por la Fórmula 1. En los neumáticos modernos se utilizan más de doscientos materiales distintos, entre ellos el acero, la fibra de carbono o el kevlar. En la actualidad el caucho vulcanizado lo encontramos, sobre todo, en la superficie del neumático.

En automoción —y en otros aspectos de la vida— sigue siendo muy certero eso de que «la potencia sin control no sirve de nada». En las vallas publicitarias y en prensa, bajo este eslogan de Pirelli salía una magnífica imagen del deportista Carl Lewis con zapatos de tacón. En la versión televisiva del anuncio, la planta de sus pies estaba cubierta de caucho.

Y es que, entre otros aspectos ingenieriles, los neumáticos y en consecuencia la ciencia del caucho es fundamental para el control de la conducción. Al fin y al cabo, como dice mi padre, es la única parte del coche que está en contacto directo con el asfalto. Cuando vamos en coche los neumáticos son nuestros pies en el suelo.

Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica

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