Revistas predadoras y la Ley de Goodhart

Fronteras

Ilustración de Dusan Petricic

Cuando una medida se convierte en un objetivo deja de ser una buena medida, dice la Ley de Goodhart, bien conocida en el campo de la sociología. Y si lo pensamos un poco es lógico:Los humanos somos, bueno, humanos, de manera que consciente o inconscientemente tendemos a tomar el camino del mínimo esfuerzo hacia el cumplimiento de nuestros objetivos. Si el objetivo es una medida concreta buscaremos la manera de alcanzarla con el menor coste para nosotros, tenga o no tenga sentido desde el punto de vista de la intención original; como en el viejo chiste soviético, si el objetivo de la factoría es hacer 1.000 toneladas de tornillos podemos cumplirlo fabricando un único tornillo de 1.000 toneladas, aunque sea perfectamente inútil y absurdo en el contexto de la planificación global. Y si en algo somos buenos los humanos es en buscar atajos, simplificaciones, recortes y reinterpretaciones para justificar casi cualquier manipulación de esta clase.

Por eso cualquier medida que se designa como objetivo es susceptible de ser retorcida del modo más torticero posible, y por eso deja de ser una buena medida de lo que ocurre en el sistema: porque automáticamente deja de tener valor como indicación objetiva de su estado. Esta es la razón de que el número de publicaciones se haya convertido en una pésima medida del estado de un sistema de investigación, y de la existencia de un nuevo fenómeno como son las famosas ‘revistas predadoras’. Un resultado previsible según la ley de Goodhart.

Si el modo de avanzar en lo profesional y de recibir mejor financiación para la investigación científica es aumentar el número de publicaciones (maximizar esta medida en particular) los científicos se encuentran con un poderoso incentivo para manipular esta variable. Si pueden estirar los resultados de un experimento a tres publicaciones en lugar de a una, lo harán; si pueden maximizar los resultados de su tesis en términos de número de artículos publicados tienen que hacerlo. Si lo que cuenta a la hora de obtener un puesto de trabajo o de conseguir una beca es el número de artículos publicados quien no lleve a cabo este tipo de estrategias resultará perjudicado en la carrera y se quedará atrás. Las plazas, y los proyectos, serán para quien sí lo haga.

Aquí es donde surgen las ‘revistas predadoras’, que simplemente aprovechan esta necesidad de millones de investigadores de todo el mundo para sacar dinero. Lo que ofrecen es simple: publicar artículos de baja o nula calidad de modo rápido y sin muchas preguntas a cambio de dinero. Muchos investigadores cuentan con presupuestos para publicar, ya que algunas revistas (incluso de la máxima calidad) cobran por la publicación. Estas ‘revistas predadoras’ tan sólo obvian la parte cara del asunto: la revisión por pares, el análisis de calidad previo, y proporcionan una vía para a cambio de dinero añadir de modo sencillo una línea al currículo. Dotadas de nombres rimbombantes que suenan legítimos, con frecuencia radicadas en países como China o la India y a veces complementadas por congresos y seminarios de nombre impresionante y calidad nula estas revistas cubren un nicho de mercado: el de los investigadores desesperados por cumplir con el requisito de número de publicaciones que se les impone.

El resultado, por supuesto, es que el sistema completo deja de funcionar. Los criterios de calidad casi han desaparecido reemplazados por criterios basados en la pura cantidad; el dar mayor puntuación a las revistas de alto impacto no basta, porque ahora es el impacto de las revistas lo que se ha pervertido (siguiendo la Ley de Goodhart). Los currículos se alargan y en el fárrago de publicaciones resulta muy difícil separar el grano (las revistas serias que son leídas por otros científicos) de la paja (las predadoras que nadie lee). Los requisitos de mínimos se hacen astronómicos, como los recientes de la ANECA española que de media exigen 130 artículos para cualificarse para la categoría de catedrático. Y la medida, que se supone que sirve para garantizar una producción científica razonable, se hace completamente irrelevante e incluso contraproducente. Hasta tal punto que ahora es necesario luchar contra la proliferación de ‘revistas predadoras’ que, como malas hierbas, amenazan con ahogar el sistema científico convencional.

Sobre el autor: José Cervera (@Retiario) es periodista especializado en ciencia y tecnología y da clases de periodismo digital.

1 comentario

  • Avatar de Ildefonso de Jesús Hernández Cervantes

    Muy interesante, y sobre todo acertado, este artículo. Detecto en él una profundidad de comprensión perfecta para expresar que el objetivo es publicar, y en muchísimos casos divulgar lo nuevo, útil y valioso, de toda cuestión tecnológica innovadora. Dejando entonces atrás la palabrería obsoleta que únicamente satisfaga los requisitos, muchas veces inadecuados, que los editores de algunas «revistas científicas importantes» exigen. Felicito a quien hizo este excelente artículo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos obligatorios están marcados con *