Las aves tienen capacidades asombrosas. Los pájaros cantores, por ejemplo, tienen excelentes habilidades vocálicas, algunos extraordinarias. El caso más espectacular es el de una especie cuyos machos, para cortejar a la hembra, aprenden un canto nuevo cada año. Los pergoleros macho fabrican pérgolas muy complejas y de gran cromatismo; también lo hacen para conquistar a su pareja. Otras aves fabrican instrumentos, como ganchos para extraer lo que les interesa de lugares de difícil acceso. Hay cuervos que reconocen personas y son capaces de recordarlas durante largo tiempo, sobre todo si, por lo que fuese, las temen. También hay aves que juegan. Como es bien sabido, muchas migran, y algunas de sus migraciones son verdaderas heroicidades, tanto desde el punto de vista físico como cognitivo. Y de algunos pájaros sabemos que son capaces de posponer las gratificaciones a una tarea bien completada a la espera de una recompensa mejor.
Desde hace tiempo los indígenas de las sabanas del norte de Australia sostienen que hay aves que ayudan a propagar fuegos. Algunos bomberos también afirman haber visto a ciertas aves de presa reavivar incendios ya controlados. Algunas de esas observaciones datan de los ochenta del pasado siglo. Pero casi nadie las creía. Hace dos años el ornitólogo Robert Gosford sugirió que esos testimonios podían ser correctos, pero la mayoría de sus colegas manifestaron serias dudas al respecto. Como mucho pensaban que podía tratarse de hechos fortuitos. Sin embargo, las dudas parecen estar disipándose. Un grupo formado por ornitólogos y bomberos han recogido veinte testimonios -considerados fidedignos- de observaciones de aves de presa que propagaban incendios de manera intencionada, y han dado a conocer su investigación en la revista científica Journal of Ethnobiology.
Las observaciones se refieren a las especies Milvus migrans (milano negro), Haliastur sphenurus (milano silbador) y Falco berigora (halcón berigora) y se han realizado en las sabanas septentrionales australianas, aunque los autores del trabajo afirman haber recibido informaciones en el mismo sentido de otras zonas del país. El comportamiento observado consiste en el traslado de pequeñas ramas encendidas de zonas ya quemadas a zonas a las que no ha llegado el fuego. Llevan las ramas de un sitio a otro en el pico o las patas. A veces son actos individuales y en ocasiones son varios los individuos que actúan de forma cooperativa. Aunque no siempre lo consiguen, con frecuencia logran extender el fuego hacia zonas que no habían ardido. Al parecer, solo se comportan así cuando un fuego se ha detenido al llegar a una barrera o por haber sido apagado por los servicios contra incendios. Y solo unos pocos individuos aprenden a hacerlo.
Que hay aves que se valen de los incendios para atrapar presas que huyen de zonas en llamas era algo ya sabido. La novedad que aportan los testimonios recogidos consiste en la participación activa de milanos y halcones en la extensión del fuego. Se trata de un comportamiento de importantes requerimientos cognitivos.
Solemos pensar que los pájaros son animales estúpidos, de escasa inteligencia, entre otras cosas porque nos parece que tienen la cabeza pequeña. Pero eso no es cierto; en la evolución su encéfalo se redujo mucho menos que el resto del cuerpo en relación con el de sus antecesores, los dinosaurios. Además, sabemos muy poco del funcionamientos de ese encéfalo. Y quizás seamos incapaces de valorar de forma adecuada la capacidad cognitiva de las aves, simplemente porque utilizamos la nuestra como referencia y modelo. Prometeo robó el fuego a los dioses y se lo entregó a los mortales. Pero es posible que entre los mortales también incluyera aves de presa.
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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
Una versión anterior de este artículo fue publicada en el diario Deia el 28 de enero de 2018.
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