La ciencia y las mentiras

Fronteras


Pseudoterapias, rechazo injustificado a tecnologías como los OGMs o las comunicaciones móviles, negativas a la vacunación, incluso el retorno de ideas tan periclitadas como la Tierra Plana; definitivamente la anticiencia está de moda. Todos los días los medios publican noticias que ignoran o directamente contradicen los conocimientos científicos en múltiples áreas. En las redes sociales estas historias se jalean y viralizan, y se defienden con ferocidad dialéctica cuando desde el conocimiento se intenta corregirlas o puntualizarlas, no pocas veces con insultos y descalificaciones. Se extiende por la sociedad un ánimo antiintelectual, un rechazo y una desconfianza hacia el saber que está ya causando desastres como el retorno de determinadas enfermedades acorraladas por las vacunas o dramas como muertes evitables por el rechazo de terapias que funcionan o el uso de falsas curas que no lo hacen. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Por qué un creciente porcentaje de población desconfía de la ciencia y rechaza a los científicos?

En parte se debe a la ignorancia: el conocimiento real es complejo y difícil de entender, por lo que exige esfuerzos que muchas explicaciones simples no precisan. En el caso de la medicina son precisamente sus avances los que, al eliminar la experiencia cercana de la enfermedad, hacen que la gente olvide. Muy poca gente hoy ha visto morir de infecciones a personas de su alrededor, lo que confunde sus expectativas respecto a vacunas o antibióticos. La mejora general de la salud deja hueco a terapias falsas que no tienen que enfrentarse a padecimientos reales. Y el atractivo eterno de las teorías conspiranoicas sirve para cubrir cualquier duda que pueda surgir: el problema son ‘ellos’, que nos quieren mal. Es una potente panoplia al servicio de la desinformación y el antirracionalismo.

Pero todo esto no se sostendría sin un factor clave que es la desconfianza; hubo un tiempo en el que las opiniones de médicos, científicos o ingenieros eran escuchadas, respetadas y tenidas en consideración. Hoy la tendencia es la contraria: para muchos anticiencia cualquier cosa que defienda un experto es, en sí misma, sospechosa. La voz de quienes saben se ha convertido para muchos en prueba evidente de la falsedad de lo que dicen. Y es que los científicos y especialistas en general han pasado a ser considerados parte de ese ‘ellos’ que gobierna la sociedad, y que nos miente.

Sabemos, y ya consideramos casi normal, que nos mientan: los políticos en sus campañas, los medios en sus noticias, la publicidad en sus anuncios. Vivimos rodeados de mentiras y en las últimas décadas la ciencia no ha quedado al margen: reclutada, debido a su prestigio, por las partes interesadas el conocimiento es usado y abusado con fines espurios. Los anuncios están llenos de presuntos estudios científicos, batas blancas y microscopios para convencernos de que esta crema facial de verdad quita las arrugas. Los políticos manipulan resultados, cifras y estadísticas para apoyar sus acciones. Los medios están llenos de grandes titulares que no se compadecen con la realidad, sobre todo en verano. La ciencia se ha convertido en una herramienta más para que nos mientan.

Como consecuencia ha crecido la desconfianza hacia sus resultados, sus métodos e incluso sus practicantes. Para muchos hoy la ciencia es poco más que una rama de la propaganda y sus resultados no son muy diferentes de la publicidad. El respeto ganado durante siglos de mejorar el bienestar físico y mental de la Humanidad casi se ha perdido. En este caldo de cultivo fértil se han añadido unas pizcas de conocimiento insuficiente ampliamente extendido por las redes digitales, y el resultado está a la vista: un aterrador antirracionalismo que crece y crece. Porque las mentiras tienen consecuencias, también en ciencia.

Sobre el autor: José Cervera (@Retiario) es periodista especializado en ciencia y tecnología y da clases de periodismo digital.

1 comentario

  • Avatar de Belén Castelló

    Muy interesante esta entrada. Me ha descubierto una causa nueva para el éxito actual de las pseudoterapias que yo no tenía identificada: el olvido de las enfermedades vencidas: «eliminar la experiencia cercana de la enfermedad, hacen que la gente olvide.» Yo añadiría a las causas de éxito, otra que sin duda el autor tiene presente, pero creo que no la ha enumerado y es la vulnerabilidad de la persona enferma (y su entrono). Sabemos que son las víctimas ideales de los vendedores de panaceas. Además, creo que puedo señalar otra causa más, entre otras que podrían señalarse y es el apego a nuestra cosmovisión, a lo aprendido e interiorizado que se resiste al cambio por mucha evidencia que se presente. Enfrentarnos a nuestras opiniones más arraigadas nos produce una disonancia cognitiva y eso siempre es un obstáculo para ejercer la crítica e incorporar conocimiento científico. Cuántas veces tenemos que oír eso de «pues en mi casa siempre se dijo que eso era bueno/malo para XX»…
    Un saludo

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