Los cosméticos son seguros. El aluminio de los desodorantes no causa cáncer ni ninguna otra enfermedad. De no ser así, de encontrar alguna evidencia que ponga en duda su seguridad, las autoridades sanitarias actuarían de inmediato prohibiendo su uso y retirándolos del mercado. Así es cómo se zanja cualquier debate sobre la seguridad de los cosméticos. Sin embargo, los rumores persisten a pesar del sentido común. Hay quien prefiere creer en endemoniadas conspiraciones de la industria y en la corrupción sistemática de las autoridades.
Para salir de toda duda, en este artículo abordaremos el origen del mito, la evidencia científica que existe al respecto y para qué llevan aluminio los desodorantes. Desde luego, estos cosméticos no llevan aluminio para enfermar a la población, sino para lo obvio: ser eficaces contra el sudor.
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El origen del mito
En el artículo publicado en el Journal of the National Cancer Institute titulado «¿Los rumores pueden causar cáncer?» se explica que el rumor de que el aluminio de los desodorantes producía cáncer de mama se extendió hace más de 18 años vía email. Es difícil saber dónde y a quién se le ocurrió relacionar el cáncer de mama con el uso de desodorantes. No había ningún indicio ni sospecha sobre aquello, por lo que se elaboró una explicación que, aunque estaba fuera de toda lógica, parecía creíble. En esos correos se explicaba que «las sales de aluminio presentes en los antitranspirantes, al taponar los conductos de las glándulas sudoríparas, impedían la expulsión de las toxinas y provocaban su concentración en los ganglios linfáticos de las axilas, donde causaban cambios celulares que conducían al cáncer. (…) Los “compuestos químicos” de los desodorantes se absorbían a través de la piel e interferían con las hormonas y propiciaban el crecimiento celular de los cánceres de mama». Las proclamas se apoyaban en el hecho de que la mayoría de los tumores mamarios brotan en la región más próxima a la axila.
La explicación suena factible. Tanto es así que el rumor sigue persistiendo 18 años después. Es una de las consultas que recibo con más asiduidad.
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La evidencia científica
La investigación científica tampoco se quedó al margen del rumor y, desde entonces, ya se han publicado varios estudios en los que se ha tratado de relacionar sin éxito el aluminio con el cáncer de mama. Ninguno de ellos ha sido concluyente, es decir, no existen evidencias científicas que relacionen el uso de desodorantes con aluminio y el cáncer de mama.
Los más relevantes quizá sean este estudio de 2002 y este otro de 2006. En 2014 se publicó esta amplia revisión sistemática, cuya conclusión fue que no hay pruebas que relacionen un aumento del cáncer de mama con el uso de cosméticos antitranspirantes.
Ni siquiera el aluminio que contienen los antitranspirantes tiene una gran capacidad de ser absorbido por la piel. Según este estudio, tan solo el 0,012% del aluminio cosmético atraviesa la dermis. Con lo cual el aluminio que llega a nuestro organismo habrá tenido que acceder por otra vía, principalmente a través de la alimentación. El estudio concluye que el aluminio cosmético «no contribuye significativamente a la carga corporal de aluminio».
Rebuscar entre engorrosas publicaciones científicas es muy trabajoso. Por eso es aconsejable acudir a la información divulgativa que comparten organismos oficiales como la Asociación Española Contra el Cáncer, la FDA, la OMS o el Instituto Nacional del Cáncer de EEUU. Todos estos organismos están de acuerdo en lo mismo: no hay relación entre el aluminio y un mayor riesgo de padecer cáncer de mama.
Hay estudios que culminan diciendo que, aunque no se haya encontrado relación, es un asunto que debe seguir investigándose. Esto es una obviedad, sin embargo se ha convertido en uno de los argumentos que esgrimen los rumorosos. Réplicas del tipo «Ningún estudio ha demostrado que los desodorantes no causen cáncer» son absurdas y confusas. Es igual de absurdo que decir «Ningún estudio ha demostrado que bailar no cause cáncer». No se puede demostrar que algo no causa cáncer. Solo podemos probar si algo sí lo causa.
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¿Por qué huele el sudor?
El sudor procedente de las glándulas ecrinas, que abundan especialmente en la cara, el pecho y las palmas de las manos, casi no produce ningún olor porque su composición es básicamente agua y sales minerales. Su función es termorreguladora. En cambio, las glándulas apocrinas localizadas mayoritariamente en axilas, ingles y pubis emanan un sudor más viscoso, compuesto por agua, lípidos, ésteres y polisacáridos.
Los fluidos que emanan ambas glándulas no huelen. Sin embargo, las bacterias que tenemos en la piel de forma natural se alimentan de los compuestos presentes en estos fluidos y los degradan produciendo ácidos grasos de cadena corta, compuestos sulfurados y nitrogenados que sí tienen olor. La concentración se sustancias susceptibles de ser degradadas por bacterias las encontramos en los fluidos de las glándulas apocrinas, por eso el mal olor del sudor se suele concentrar en las axilas y el pubis. Además estas zonas suelen estar poco aireadas y a veces envueltas en vello, lo que propicia el ambiente húmedo y oscuro que conviene a las bacterias.
El sudor apocrino se segrega a partir de la pubertad, por eso los niños tienen un olor diferente y leve en comparación con los adolescentes. A medida que envejecemos nuestras glándulas apocrinas se ralentizan, por lo que las personas mayores suelen tener menos olor corporal.
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¿Por qué ponemos aluminio en los desodorantes?
De forma general denominamos «desodorante» tanto a los cosméticos que contienen antitranspirantes como a los que solo contienen desodorantes. No obstante, son cosas distintas:
Los desodorantes son sustancias que enmascaran el olor (como perfumes o aceites esenciales) o son agentes antimicrobianos (como alcoholes, ésteres o citratos) que inhiben a las bacterias y les impiden degradar el sudor, con lo que el mal olor no termina de aparecer.
Los antitranspirantes son sustancias que bloquean las secreciones de las glándulas sudoríparas, es decir, atacan a la fuente primaria que origina el sudor. Los antitranspirantes más utilizados en cosmética son las sales de aluminio. Habitualmente las sales utilizadas son el clorhidrato de aluminio en los aerosoles y roll-on, y el tetraclorohidroxiglicinato de aluminio y zirconio o el sesquiclorhidrato de aluminio en las barras y geles.
Cuando la sal de aluminio se combina con el agua, el aluminio se separa como ión aluminio (Al3+), que es muy soluble y capaz de penetrar en la piel bloqueando las glándulas sudoríparas. Así se reduce la cantidad de sudor emitido durante horas e incluso días. El tamaño de partícula de estas sales también influye en su eficacia, así como el uso de otras sustancias que sirven de vehículo para garantizar la correcta absorción del producto, como los alcoholes cetílicos.
Otra sal de aluminio de uso frecuente es el comercialmente denominado mineral de alumbre. No se trata de un mineral que encontremos fácilmente en la naturaleza, sino que es otra sal sintética de aluminio: es un sulfato doble de aluminio y potasio. Hay otras fórmulas menos habituales con sales de titanio, sales de zinc e incluso copolímeros, pero los más empleados y más eficaces son las sales de aluminio.
Los «desodorantes» tienen formulaciones que combinan sustancias antitranspirantes, sustancias desodorantes, emulsionantes, emolientes y antioxidantes. Algunos también cuentan con sustancias adsorbentes y absorbentes como talco, perlita, zeolitas, arcillas, óxidos metálicos, etc que reducen la humedad.
Los desodorantes sin aluminio se basan en formulaciones cuyos principales principios activos son los agentes antibacterianos, perfumes, aceites esenciales e inhibidores enzimáticos. Algunos cuentan con sustancias parcialmente antitranspirantes, como el gluconato de zinc, fenolsulfonato de zinc, o el sulfato de 8-hidroxiquinoleína, cuya eficacia es muy limitada.
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Conclusión
Hace más de 18 años que se extendió el rumor de que los desodorantes con aluminio estaban relacionados con el cáncer de mama. La explicación que se daba, aunque no hubiese ninguna evidencia científica que la apoyase, tenía apariencia de verdad. Tanto es así que el miedo al aluminio empleado en estos cosméticos sigue ahí hoy en día.
Todos los estudios científicos publicados sobre si el aluminio es un potencial cancerígeno han llegado a la conclusión de que no existe tal relación o de que no son concluyentes, es decir, no se ha encontrado ninguna prueba que relacione el uso de desodorantes con una mayor incidencia de cáncer de mama. Todos los organismos oficiales están de acuerdo con esto, así que no hay nada que temer. Los desodorantes con aluminio son seguros. Y no solo eso, son los desodorantes más efectivos del mercado.
Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica
David Bravo
Leo muy frecuentemente por parte de divulgadores en temas de salud, nutrición o temas similares la afirmación categórica que abre y cierra este artículo: «no se han encontrado [aún] pruebas para que X [el aluminio sobre la piel] afecte a Y [el cáncer de mama] / los estudios sobre X en Y no son concluyentes, por lo tanto [está probado que] no hay nada que temer, la cosa Z [desodorantes con aluminio] es seguro/a».
Para mí esto es una falacia, y que conste que no defiendo que «la cosa Z» que nos ocupa (los desodorantes con aluminio) causen cáncer, gota o gonorrea, para nada.
Simplemente, creo que hay que tener un poco de perspectiva histórica, y preguntarse cómo surgieron las prohibiciones de productos que hoy consideramos dañinos, pero que eran usados masivamente en pasado. ¿Ya desde los primeros estudios sobre dosis no claramente excesivas de (p.ej.) tabaco/colesterol/radiación ionizante se vieron pruebas irrefutables sobre su peligrosidad? ¿O también costó décadas y millones de dineros de investigación y refutaciones establecer el grado de peligrosidad, que aún hoy colea?
Por acercarlo a mi campo, a ningún físico digno de su título se le ocurriría decir «existe un fenómeno Y [yo qué sé, la materia oscura], pero los estudios sobre X [los WIMPs] no son concluyentes / no se han encontrado aún pruebas de su existencia, por lo que no hay duda que Z [los detectores de argón líquido] son irrelevantes en el tema Y». Bueno, puede ser, pero hay que matizar mucho en qué rango concreto han buscado, las limitaciones técnicas de cada uno, si quedan «lagunas» inexploradas… antes de hacer una afirmación así. Es decir, debe seguir investigándose y se debe ejercitar un principio de precaución, basado en los parámetros que sí se han explorado.
Es decir, ¿hay estudios bien hechos, a corto plazo, que muestran que no hay relación? Bien, los desodorantes con aluminio son seguros *a corto plazo*. ¿Hay estudios robustos que muestran que, el aluminio cosmético no contribuye mucho a la carga corporal? Bien, no hay mucha sensibilidad por dosis mientras éstas sean razonables. Pero mientras no se conozcan en detalle las interacciones con otros componentes, o se haya demostrado sistemáticamente la inexistencia de pathways viables por los que el aluminio en la piel pueda desarrollar sus efectos perniciosos en el cuerpo, hay muchas lagunas que me impiden ver con buenos ojos la etiqueta de «esto es seguro mientras no se descubran pruebas de lo contrario».
Por ejemplo, en la review citada, se indican posibles pruebas de problemas de mineralización y desarrollo cognitivo en fetos y neonatos por exposición a aluminio.
Deborah García Bello
Hola David.
Si no hay nada que relacione de forma concluyente el aluminio con el cáncer de mama, ¿por qué vamos a sospechar lo contrario? ¿Por qué sospechar del aluminio, que, por otra parte no está presente en todos los desodorantes, y no sospechamos de los emolientes, los vehículos o los conservantes? Hay las mismas pruebas que relacionan el aluminio con el cáncer de mama que las que hay sobre cualquiera de sus ingredientes: ninguna. Estamos ante una cuestión que es epistemología pura: no podemos probar que algo no cause cáncer, no obstante, en vista de todos los estudios que se han publicado sin llegar a demostrarla, es coherente decir que nada apunta a ello.
Apelar al principio de precaución tiene truco, dado que la carga de la prueba se ha transferido a quien no corresponde. Te aconsejo leer este artículo al respecto: https://www.vozpopuli.com/altavoz/next/Ciencia-Principio_de_precaucion-xx-Transgenicos-Tecnologias_0_718128229.html
María
Me quedo sin Saber a dónde vas el sudor que no sale de la glándula por estar obstruida por el antitraspirante.
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Emi
Bravo, siguiente mito desmontado. De todos modos, me temo que la gente seguirá con sus prejuicios mientras que los cosméticos «naturales» sigan con la campaña negativa reforzando eso lo de que los parabenos, el aluminio, etc, sean malos… gracias!
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Pepa
No estoy de acuerdo de que sanidad prohibiría esos desodoranteson si fueran malos, porque no prohíben el tabaco.
Manuel Morales
Si fuera demostrado que el uso de desodorantes y antitranspirantes es un problema de salud pública, ya hubieran aplicado restricciones y advertencias en etiquetas como las que se aplican al tabaco y productos alimenticios ultraprocesados ¿No te parece?
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