Historia grabada en hielo

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Anverso y reverso de un penique acuñado en Melle alrededor del 660 e.c. Fuente: Loveluck et al (2018)

El hielo que se ha acumulado durante centenares y miles de años guarda en su seno información valiosa sobre la historia natural y las condiciones ambientales del momento en que se depositó. Cualquiera de las grandes masas heladas del planeta es, de hecho, un fenomenal repositorio histórico. El problema estriba, claro está, en asignar esa información a cada periodo.

Pero hay técnicas que permiten hacer ese análisis con gran precisión. En un estudio realizado en el glaciar suizo Colle Gnifetti los investigadores han establecido la cronología de las capas de hielo que se habían ido depositando año tras año mediante conteo de muy alta resolución (utilizando láser). La estimación es muy precisa pues se pudo calibrar con referencias de fecha conocida, como el rastro químico que dejaron en el hielo ciertas erupciones volcánicas, por ejemplo.

Midieron también la concentración de plomo en las capas de hielo del siglo VII de nuestra era, para lo que utilizaron una técnica espectrométrica muy sofisticada. Los investigadores estaban interesados en las actividades de extracción y fundición de plata, y utilizaron como indicador el plomo que, procedente de la atmósfera, había quedado atrapado en el hielo. La plata se obtenía de galena (sulfuro de plomo), mineral en el que puede alcanzar una concentración en torno al 1%, y su minería y fundición provocaban la liberación a la atmósfera de importantes cantidades de plomo, parte del cual acababa en las sucesivas capas de hielo.

Además, modelaron matemáticamente la circulación atmosférica al objeto de aproximar la localización de las minas de las que procedía el plomo. Lo más probable es que fuesen las de Melle, en Francia, algo al norte del río Charente, al oeste del glaciar. Los datos obtenidos los combinaron con registros ambientales recogidos de la cata de hielo, además de información numismática, arqueológica y de fuentes escritas.

A lo largo del siglo VII se transformó el sistema monetario en el centro y noroeste de Europa. En la segunda mitad del siglo las monedas pasaron de ser de oro a ser de plata, y gracias a los datos extraídos del glaciar suizo esa transición está ahora mucho más clara. El cambio se produjo en dos fases. La primera, ya conocida, ocurrió hacia el año 640; en esa época el contenido en oro de las monedas se redujo en los reinos merovingios de un 92-94% a valores de entre el 30 y el 60%. La producción de la plata necesaria para la transformación dejó rastro en forma de plomo en el glaciar de Colle Gnifetti.

De acuerdo con los datos procedentes del hielo, la segunda fase se produjo alrededor de 660, cuando las monedas pasaron a estar acuñadas solo en plata. Antes se pensaba que ese cambio se había producido en 675-680, ya que la primera referencia escrita de las monedas de plata data de 682. Sin embargo, el plomo en el registro helado del glaciar indica que ocurrió unos veinte años antes.

Después de dos siglos de declive tras la caída del Imperio Romano, hacia 680 ya se habían consolidado importantes puertos marítimos en las dos orillas del Canal de la Mancha. Pues bien, la nueva cronología de la transformación del sistema monetario sugiere que el aumento del tráfico marítimo en el Canal y Mar del Norte, y la pujanza de los puertos de Lundenwic (Londres) y Quentovic pudieron haber sido impulsados, precisamente, por la mayor cantidad de monedas que empezó a circular veinte años antes. Una vez más, las fronteras entre las disciplinas se difuminan y permiten ahora iluminar uno de los periodos más oscuros de la historia de Occidente.

Fuente: Christopher P. Loveluck et al (2018): Alpine ice-core evidence for the transformation of the European monetary system, AD 640–670. Antiquity 92 (366): 1571-1585.


Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

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