Juanma Gallego
Los comienzos del siglo XX fueron tiempos épicos. En nuestro planeta existían lugares y entornos aún inexplorados y la expediciones para descubrir aquellos sitios únicos se sucedían. En aquella época habían comenzado a darse los primeros pasos de la aviación y las comunicaciones inalámbricas se encontraban en una situación similar. En los momentos en los que todos estos hitos convergían, ocurrían historias muy curiosas. Una de esas historias fue la de la expedición del dirigible Italia al Polo Norte.
El 25 de mayo de 1928 Italia regresaba a su base después de sobrevolar el Polo Norte cuando naufragó a unos 400 km al noreste de las Islas Svalbard (oceáno Ártico). Los supervivientes intentaron sin éxito enviar mensajes de socorro a través de un transmisor de radio portátil de alta frecuencia (HF), para establecer un enlace de radio con el barco de la marina italiana Città di Milano, anclado en archipiélago Svalbard.
Un equipo formado por miembros del Istituto Nazionale di Geofisica e Vulcanologia de Italia (INGV) y del Rutherford Appleton Laboratory del Reino Unido (RAL), ha analizado desde la perspectiva de la meteorología espacial lo ocurrido en la emisión de dichas señales de SOS. Los resultados indican que las condiciones meteorológicas espaciales de la época influyeron significativamente en el envío del SOS. Los investigadores han señalado que se puede aprender mucho de este tipo de sucesos y esperan que pueda servir de ayuda para que no ocurra algo parecido en la exploración espacial.
El 15 de abril de 1928, el dirigible Italia despegó de Milán con la esperanza de ser la segunda aeronave en llegar al Polo Norte (dos años antes lo había conseguido el dirigible Norge). El 24 de mayo la expedición consiguió su objetivo. Exultantes de alegría, estuvieron a punto de bajar de la nave para pisar la nieve, pero no lo hicieron porque tenían encima una tormenta polar de aspecto preocupante. El regreso, sin embargo, se convirtió en una pesadilla. El Italia se desplomó y los fuertes vientos se llevaron el dirigible. 17 miembros de la expedición perdieron la vida de forma dramática.
Los nueve miembros de la tripulación que iban en la cesta principal tuvieron mejor suerte y, aunque muchos de ellos estaban heridos, lograron sobrevivir sobre una placa de hielo, a unos 400 kilómetros de las islas Svalbard. Algunos instrumentos no sufrieron daños en el accidente, podían utilizarse, y entre ellos había un radiotelégrafo. Tenían forma de salvarse, o eso parecía.
Sin embargo, a veces el destino resulta muy caprichoso. Emitirieron mensajes pidiendo ayuda. A pesar de intentarlo una y otra vez en diferentes frecuencias, sus mensajes no recibían respuesta. Aquello no tenía sentido. Ellos escuchaban la radio: eran capaces de escuchar una emisora de radio de Roma, a 4.000 kilómetros de distancia, y también los mensajes enviados por el barco Città di Milano. Este barco era una nave de apoyo a la expedición, pero en él no recibían los mensajes de petición de ayuda de los expedicionarios. Ante ese supuesto silencio, el mundo dio por desaparecidos a todos los exploradores.
Diez días después, cuando todo parecía perdido, un radioaficionado ruso recibió una señal SOS de los supervivientes. Las labores de rescate no fueron nada fáciles y tuvieron que permanecer semanas sobre una placa de hielo a la deriva. Pero esa es otra historia.
Un artículo publicado en la revista Space Weather ha intentado aclarar lo que sucedió en aquella expedición. Y, sí, tal y como se puede deducir del nombre de la revista, el tiempo espacial tuvo mucho que ver en el asunto. Los expertos que han analizado la cuestión aseguran que los náufragos estuvieron expuestos a un vacío radiofónico o zona silenciosa, una región donde no se puede recibir una transmisión por radio. En esta región, no se puede captar ninguna señal porque, debido a las condiciones de la ionosfera local, las ondas de radio no se reflejan sino que penetran en la ionosfera. La ubicación exacta de este vacío puede variar según las condiciones de la ionosfera y los investigadores creen que fue eso lo que ocurrió en 1928.
Debemos tener en cuenta que las comunicaciones por radio utilizan la ionosfera ‑situada a una altitud de entre 50 y 1.000 kilómetros‑ para propagarse a grandes distancias. Básicamente, las ondas de radio se reflejan en esa capa y, de rebote, vuelven a reflejarse en el suelo, lo que hace posible la transmisión. Pero cerca de los polos, esa capa, que normalmente es bastante estable, se vuelve más inestable.
Los autores del estudio creen que en aquellas fechas confluyeron varios fenómenos asociados a las tormentas solares. Aunque hoy sabemos que ocurren este tipo de fenómenos, en la época del Italia desconocían que las tormentas solares afectaban a las emisiones de radio. Sabían que el clima en las inmediaciones del Polo Norte era extremo, pero no podían ni imaginar que en esa zona hubiera que tener en cuenta algo llamado meteorología espacial.
La radio portátil de la que disponían los náufragos emitía en frecuencias de 9,1 a 9,4 megahercios, pero en las Svalbard se daba el fenómeno del vacío radiofónico mencionado anteriormente para ese tramo de frecuencias, y era en esa zona donde se encontraba el barco de apoyo. Por otro lado, una tormenta solar empeoró la situación, aumentando la absorción de las ondas de radio. Por eso, los autores creen que al menos en los primeros días disminuyó mucho el rango de frecuencias utilizables.
Para reconstruir la situación de la ionosfera en esos días se han utilizado datos históricos recogidos en varios observatorios: el observatorio Abinger del Reino Unido (hoy en día conocido como Hartland), el de Lerwick, y el Observatorio Real de Bélgica.
En declaraciones a la revista OSE de la Unión Geofísica Americana, Ljiljana Cander, física y coautora del estudio, ha destacado que «esta es una lección de historia que podría reproducirse durante otras exploraciones como viajes lunares o interplanetarios, por lo que se deben tener en cuenta aún más los posibles problemas de comunicación debido a las adversas condiciones climáticas espaciales».
Los investigadores han destacado que el estudio de sucesos del pasado puede ser una fuente de información útil y muy valiosa en el campo de la meteorología espacial, una disciplina todavía relativamente joven. En este sentido, hay que recordar, por ejemplo, lo importante que resulta analizar el evento Carrington, la mayor tormenta solar conocida desde que existen registros históricos fiables.
Referencias bibliográficas:
Zolesi, B., Pezzopane, M., Bianchi, C., Meloni, A., Cander, L. R., & Tozzi, R. (2020). The shipwreck of the airship “Dirigibile Italia” in the 1928 polar venture: A retrospective analysis of the ionospheric and geomagnetic conditions. Space Weather, 18 (7), e2020SW002459. DOI: https://doi.org/ 10.1029/2020SW002459
Sobre el autor: Juanma Gallego (@juanmagallego) es periodista científico.
Este artículo se publicó originalmente en euskara el 17 de julio de 2020 en el blog Zientzia Kaiera. Artículo original.