En Geología también tenemos nuestros bufones particulares. Y no me estoy refiriendo a que haya profesionales de las Ciencias de la Tierra que se dediquen con ahínco a hacer bromas para echarnos unas risas de vez en cuando, aunque generalmente tenemos buen humor y acabamos buscando la cara divertida y sarcástica de los fósiles, rocas o estructuras con las que estemos trabajando. Me estoy refiriendo a otra acepción de la palabra bufón, a una muy geológica.
Si durante este verano habéis pasado unos días de relax en alguna zona litoral, principalmente en el norte de la Península Ibérica, y os habéis lanzado a dar un buen paseo por encima de los acantilados rocosos de estas costas, es posible que os hayáis llevado algún pequeño susto cuando un chorro de aire y agua marina brotando con furia del suelo os haya cortado el camino. Pues eso es un bufón.
Como definición rápida, un bufón es una estructura geológica que se genera en acantilados costeros formados por rocas que son susceptibles de sufrir disolución por la acción del agua, tales como las rocas carbonatadas. Pero no es un proceso sencillo, ya que es necesario que la disolución producida por el agua actúe a dos niveles diferentes: tanto en la parte superficial del terreno como en el interior de las propias rocas del acantilado.
En superficie, el agua de lluvia disuelve las rocas carbonatadas formando unos conductos que se adentran hacia el interior del terreno de forma más o menos vertical, dando lugar a unas estructuras que reciben diversas denominaciones de acuerdo a su tamaño y morfología, como son las simas o las dolinas. Ya en el interior, esta agua subterránea va a circular en dirección al mar, provocando la disolución de las rocas con una orientación próxima a la horizontal, dando lugar así a unas estructuras que conocemos como galerías.
Pero el agua del mar no se va a quedar como una simple espectadora silenciosa en todo este proceso, también va a tomar parte de la magia geológica. Y esto es debido a que la acción continua del oleaje provoca la erosión del acantilado rocoso y el retroceso del litoral, pudiendo llegar a conectar alguna de esas galerías subterráneas directamente con el mar.
Ahora es cuando todas las piezas del puzle encajan, ya que tenemos una sima vertical que está conectada con una galería subterránea que, a su vez, está conectada directamente con el mar. La geología ya ha hecho su trabajo, a partir de aquí entra en juego la física de fluidos.
Cuando se dan ciertas condiciones de oleaje, muchas veces favorecidas por la marea alta, el agua del mar puede penetrar en el interior de los acantilados a través de las galerías subterráneas. Ahí es canalizada y circula a presión por las simas verticales, llegando a salir a superficie como un chorro de espuma, aire y agua vaporizada.
Esta salida a la superficie del agua a presión genera, a su vez, un efecto sonoro muy particular, ya que parece que se produjese un tremendo resoplido o bramido. Es decir, un bufido. Y es precisamente de esta palabra de donde procede el nombre de este proceso geológico.
Aunque podemos encontrarnos con bufones aislados en ciertas áreas costeras, lo más habitual es que se produzcan varias estructuras más o menos agrupadas en una misma zona, dando lugar a lo que conocemos como campos de bufones. Además, los podemos encontrar de todos los tamaños que podamos imaginarnos, ya que, dependiendo de la longitud vertical y el diámetro de la sima o conducto por el que asciende el agua marina y de la presión de la misma, el chorro expulsado puede alcanzar varios metros de altura.
Esto convierte a los bufones en unas maravillas naturales con una belleza hipnótica, llegando a ser un auténtico espectáculo en momentos de temporal y mar muy picada, pero también se pueden transformar en unas estructuras peligrosas. No es recomendable acercarse mucho al litoral cuando el mar está embravecido, porque la fuerza del oleaje puede provocar que el agua expulsada por los bufones tenga la fuerza suficiente para hacer mucho daño a una persona adulta. Es mejor disfrutar del espectáculo a cierta distancia, por si acaso.
En el vídeo, Peine del Viento, en San Sebastián / Donostia. En primer término se ven y oyen 7 bufones artificiales en acción.
Para saber más:
La geodiversidad que nos rodea
El Peine del Viento de Chillida: materia, forma y lugar
Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU