Los meteoritos son una de las fuentes fundamentales en nuestro conocimiento sobre el Sistema Solar, que nos permiten reconstruir distintos aspectos de la historia de nuestro sistema planetario, desde los más dinámicos hasta los geoquímicos, pasando incluso por los ambientales en algunos casos, ya que nos traen muestras de otros cuerpos sin necesidad de ir a recogerlos con una compleja misión de retorno de muestras.
Obviamente esto tiene su parte negativa, porque nosotros no escogemos en ningún caso lo que queremos muestrear. Además, quien sabe si en estos meteoritos que recogemos de la superficie de nuestro planeta podrían existir algunos sesgos de preservación o incluso temporales, habiendo familias composicionales que ya serían difíciles de encontrar porque hace mucho que cayeron y desaparecieron de nuestro entorno cercano. Y es que cuanto más tiempo pasa un meteorito en la superficie de nuestro planeta, más sufre de procesos de alteración que pueden cambiar su composición y provocar la aparición de nuevos minerales. Incluso puede experimentar una fragmentación que acelere estos procesos de alteración.
Recientemente se ha estimado que sobre la superficie de la Tierra caen unos 6000 meteoritos al año, de los cuales en torno a unos 2000 caerían sobre tierra firme, sin embargo, un número muy pequeño de estos es recuperado para su estudio y en ocasiones pasa mucho tiempo entre la caída y el descubrimiento, especialmente en el caso de fragmentos muy pequeños. Cada instante que pasa en la superficie sin proteger, la alteración avanza.
Y es que un análisis recién publicado sobre el meteorito de Winchcombe, que cayó en febrero de 2021 en el Reino Unido y el primero en ser recuperado en este país en casi 30 años, ha puesto de manifiesto la gran velocidad a la que los procesos de alteración tienen lugar, independientemente de lo rápido que se recuperen los fragmentos.
De hecho, los primeros fragmentos fueron recuperados tan solo unas horas después de la caída gracias a que lo hicieron sobre una carretera, y otra gran parte de estos en los primeros seis días después sobre un pasto de ovejas. Hasta al menos septiembre de 2021 se estuvieron encontrando fragmentos de este meteorito en distintos lugares.
Un nuevo estudio pone de manifiesto que, a pesar de la rápida recuperación de los meteoritos, sobre estos habían aparecido ya minerales fruto de la interacción entre el meteorito y la humedad del ambiente. Gracias al uso de técnicas como la microscopía electrónica y la espectroscopía de tipo Raman, los investigadores han podido estudiar con un gran nivel de detalle la superficie de algunos de los meteoritos y caracterizar su mineralogía. Concretamente estudiaron dos fragmentos: uno recogido de la carretera y otro del pasto de ovejas.
Durante la reentrada, los meteoritos suelen desarrollar lo que denominamos costra de fusión: debido a las altas temperaturas que sufre el meteorito en su contacto con la atmósfera debido a la gran velocidad que lleva con respecto a nuestro planeta, su superficie empieza a fundirse. Cuando el meteorito ha frenado, empieza a enfriarse y este fundido que queda se transforma en una capa vitrificada y que muchas veces ayuda a los científicos a distinguir en el campo lo que es un meteorito de lo que no.
En el meteorito recogido del pasto de las ovejas, los análisis descubrieron minerales como el sulfato de calcio y calcita, pero estos aparecían fuera de la costra de fusión, por lo que lo más posible es que se formaran después de su caída por la exposición a las condiciones de humedad del pasto.
Sin embargo, el fragmento recuperado de la carretera se cortó en secciones que se pulieron en el laboratorio, y en estas secciones se dieron cuenta de que aparecía halita -el mineral que forma la sal común- de tal manera que este mineral tendría que haber aparecido después del corte y el pulido por la interacción con el propio aire del laboratorio.
¿Qué nos quiere decir este estudio? Pues hay varias cosas a tener en cuenta: Lo primero es que por muy rápido que recuperemos el meteorito, lo normal es esperar que haya algo de alteración, incluso si solo han pasado unas horas.
Lo segundo, pone de manifiesto que es importante que preservemos los meteoritos en unas condiciones lo más inertes posibles, es decir, con la mejor presencia posible de gases como el oxígeno o el dióxido de carbono, que pueden reaccionar muy rápidamente con los meteoritos, así como las muestras que traigamos de asteroides, satélites y planetas.
Y por último, la importancia de discriminar en los meteoritos cuáles de los minerales son de origen terrestre y cuáles originales del propio meteorito, especialmente en aquellos que hayan pasado prolongados tiempos expuestos a las condiciones ambientales de nuestro planeta, porque no podemos olvidar que los meteoritos pueden también haber sufrido previamente procesos de alteración por colisiones o por su historia en el cuerpo progenitor.
Este estudio podría sentar las bases para nuevas directrices que nos permiten preservar mejor las colecciones de meteoritos y muestras de otros cuerpos de cara al futuro, para que las siguientes generaciones de científicas puedan estudiarlos tal y como si estuviesen recién caídos.
Bibliografía:
Jenkins, L. E., Lee, M. R., Daly, L., King, A. J., Floyd, C. J., Martin, P. E., Almeida, N. V., & Genge, M. J. (2023). Winchcombe: An example of rapid terrestrial alteration of a chondrite. Meteoritics & Planetary Science. doi: 10.1111/maps.13949
Sobre el autor: Nahúm Méndez Chazarra es geólogo planetario y divulgador científico.