El rostro

Ciencia infusa

Rostro. 1. Cara. 2. Semblante.

Cara. 1. Parte anterior de la cabeza humana desde el principio de la frente hasta la punta de la barbilla.

Semblante. 2. Representación de algún estado de ánimo en el rostro

Diccionario RAE.

En la cara reconocemos fácilmente el sexo, la pertenencia familiar y racial, y la edad aproximada del sujeto. Se trata de una habilidad que se desarrolla muy pronto en los niños. La capacidad para descifrar de inmediato las emociones que comunican las expresiones faciales es igualmente temprana, al menos las que se consideran emociones básicas (alegría, miedo, sorpresa, ira, tristeza, disgusto y desprecio). Las ventajas evolutivas del desarrollo de estas habilidades están claras, así como de las que nos llevan a reconocer … el estado físico, psicológico e intelectual de la persona que tenemos enfrente … Las enfermedades graves son claramente visibles en la facies, y también lo son muchos problemas menores de salud….

Belén Altuna en «Una historia moral del rostro», Pre-Textos, Valencia, 2010, 297 pp., p. 30.

Foto: Alessandro Bellone / Unsplash

Como revisa Belén Altuna, de la UPV/EHU, en su libro de 2010 titulado Una historia moral del rostro, las investigaciones sobre la comunicación no verbal en nuestra especie se basan sobre todo en el estudio de la expresión facial y corporal de las emociones. Los rostros tienen una importancia esencial en las interacciones sociales humanas. No solo brindan información visual que permite determinar el sexo, la edad, el conocimiento y la identidad de un individuo, sino que también se usan rostros para recopilar información sobre lo que otros individuos podrían estar pensando o sintiendo.

Añade Belén Altuna que el experto en comunicación no verbal que más nos interesa es Paul Ekman, de la Universidad de California en San Francisco. Al comienzo de sus estudios, en la década de los sesenta del siglo pasado, aunque aceptaba, según los expertos de aquellos años, que la expresión de las emociones se aprendía por contacto social y, por tanto, variaba según la cultura de cada grupo, encontró que la expresión era universal. Es curioso que esta había sido la propuesta de Charles Darwin en La expresión de las emociones en los animales y en el hombre, publicado hace siglo y medio, en 1872.

Como destaca Tomás Fernández, de la Universidad de Oviedo, en la presentación del texto, Darwin buscó el estudio de la expresión más que de la emoción como estado interno, más difícil de estudiar y de cuantificar. En concreto, con el estudio de la expresión de las emociones encontró un método útil y descriptivo más sencillo de detectarlas y de presentarlo en su libro.

Ekman, en sus primeras investigaciones, mostró unas fotografías a personas de diferentes culturas, en concreto de Chile, Argentina, Brasil, Japón y Estados Unidos, y les pidió que identificaran la emoción que expresaban sus caras. Y la mayoría coincidían. Para confirmar sus conclusiones y evitar los posibles contactos de estas personas por la actual globalización, repitió la encuesta en tribus de Papua Nueva Guinea, con escasos contactos con el exterior, y los resultados se repitieron según explica en la revisión publicada en 1970.

Para Ekman, son siete las expresiones universales del rostro: enojo o ira, asco, miedo, sorpresa, felicidad, tristeza y desprecio. A veces cita solo seis, descartando el desprecio, aunque otros autores citan hasta ocho o más. Como indica Belén Altuna, es interesante el debate sobre el número de expresiones de las emociones que publicó David Le Breton, de la Universidad de Estrasburgo, en 1999.

Ekman subraya que la expresión de la emociones aparecen en la infancia y siguen un proceso predeterminado. La felicidad, con la sonrisa, y la sorpresa surgen al nacer, el asco y la tristeza entre el primer día y los tres meses, la sonrisa hacia los otros entre el mes y medio y los tres meses, y el miedo entre los cinco y los nueve meses.

Foto: Alexander Krivitskiy / Unsplash

El grupo de Kate Lawrence, de la Universidad St. Mary’s de Londres, ensayó en 478 niños y jóvenes de 6 a 16 años, el desarrollo del reconocimiento de emociones en el rostro. Las emociones analizadas fueron felicidad, sorpresa, miedo, disgusto, tristeza y enfado. Encontraron aumentos en las cuatro primeras emociones mientras que en la tristeza y el enfado hay pocos o ningún cambio con la edad. En todos los tramos, las niñas superaron a los niños.

Según el experimento de Katharina Dobs y su grupo, del MIT en Cambridge, Massachusetts, con 16 voluntarios, de ellos ocho son mujeres, y edad media de 25.9 años, se les muestran 16 fotografías de diferentes personas y se les pide que reconozcan su género, edad e identidad. El tiempo que tardan en conseguirlo se mide por magneto encefalografía cerebral. Lo consiguen con rapidez, en algo menos de medio segundo. El género y la edad se consigue en menos tiempo que la identidad. Cuando se repite el experimento, el género y la identidad ganan en rapidez para los rostros ya conocidos.

Foto: Thea Hoyer / Unsplash

Y, por supuesto, en la observación del rostro influye el considerarlo atractivo aunque, todavía, no es fácil establecer el atractivo que se detecta en cada persona. Julie White y David Puts, de la Universidad Estatal de Pennsylvania, lo estudiaron en un grupo de 12 estudiantes graduados en institutos de Wisconsin en 1957. Se recogieron sus datos genéticos en 2006 y 2007 y hasta 80 observadores midieron su atractivo entre 2004 y 2008 en las fotografías que se habían publicado en el anuario del instituto en 1957.

Relacionaron varias regiones del genoma con el atractivo atribuido a cada persona: dos zonas tuvieron una relación fuerte y otras diez bastante fuerte. Varias de estas regiones estaban ligadas al sexo. Esas regiones del genoma estaban relacionadas con el color de la piel, el índice de masa corporal, la altura, la proporción cintura-cadera y la morfología del rostro. Por ejemplo, influye el ancho de la boca respecto al centro del rostro o el ancho de la frente.

Además, era de esperar la incógnita, si el rostro puede ser o no más atractivo si lo ocultamos más o menos cuando, por ejemplo, llevamos mascarilla, algo que conocemos bien por la pandemia del COVID-19. Según el estudio publicado en 2022 por Oliver Hies y Michael Lewis, de la Universidad de Cardiff, la mascarilla aumenta la atracción del rostro más que otras cubiertas de la cara.

Participaron 42 universitarias de los cursos de Psicología, con edad de 18 a 24 años, que observaron y puntuaron el atractivo de 40 hombres, con edad de 18 a 30 años. Su rostro llevaba mascarilla quirúrgica, mascarilla de tela, un libro sobre el rostro o ninguna cubierta. Los resultados muestran que los rostros se consideraron más atractivos cuando están cubiertos por mascarilla quirúrgica y algo más atractivos cuando están tapados con mascarillas de tela que cuando no están tapados. Quizá el cerebro del observador reconstruye la parte del rostro que no ve y siempre lo hace de manera positiva.

Incluso la barba, que también tapa parte del rostro en los machos de nuestra especie, también se puede asociar a un mayor atractivo en la competencia para la búsqueda de pareja. E.A. Beseris y sus colegas, de la Universidad de Utah en Salt Lake City, lo resumen en que así se consigue que el rostro se perciba como más masculino, socialmente dominante y con una conducta más agresiva en comparación con los hombres con el rostro desnudo.

Por ello y por esta posible reconstrucción del rostro atractivo es por lo que se admite que la belleza está más bien en la mente del observador. Por ejemplo, el estudio de Ravi Thiruchselvam y su equipo, del Colegio Hamilton de Clinton, en Nueva York, con estudiantes de 18 a 21 años, una edad media de 19.6 años y 11 mujeres. Las participantes encuentran que, en imágenes, los rostros más atractivos son aquellos que, previamente, se les ha dicho que son atractivos. Si los esperan atractivos pues son atractivos.

El estudio de Atsunobu Suzuki y sus colegas, de la Universidad de Tokio, parte de la hipótesis de que las personas no deducen de igual manera la personalidad y las habilidades de los demás a partir de sus rostros. Pero, como hemos mencionado, esa deducción tiene un fuerte impacto, a menudo no justificado, sobre la toma de decisiones sobre la conducta de otras personas en el mundo real. Encuentran que las decisiones sobre siete rasgos psicológicos, cuando coinciden en el encuestado, llevan a conclusiones reforzadas que se mantienen en el tiempo y sirven para juzgar a otras personas. Es lo que denominan deducción a partir de rasgos basados en el rostro. Las siete características que buscan en los rostros observados son competencia, moralidad, inteligencia, dominancia, agresividad, emociones y veracidad.

Los resultados indican que hay individuos que tienen una disposición estable en el tiempo para sacar conclusiones sobre varios rasgos de los demás a partir de la apariencia facial.

Foto: Renè Müller / Unsplash

Para terminar, repasemos con Belén Altuna el rostro de los muertos o, como titula el apartado, “ni tienen rostro los muertos”. Son los cadáveres los que no tienen rostro pues los seres humanos conservan en la memoria de los que les conocieron el rostro de cuando estaban vivos. Ya no están vivos, solo queda el cuerpo y, por ello, se les tapa el rostro con una tela: ya no mira y, por tanto, no debe ser mirado.

Lo primero es cerrar sus ojos. Ellos no pueden ver, pero los vivos no soportan la mirada muerta de un muerto. Allí ya no hay nadie. Pero nos tranquilizan los ojos cerrados, quizá no ha muerto y solo duerme.

En el velatorio interviene quien viste y maquilla al muerto. Se busca una expresión neutra y apacible, aunque a menudo no se consigue y llega la frustración para quienes le conocieron en vida. El rostro del muerto es una máscara, fría, blanca, rígida, inmóvil.

Referencias:

Altuna, B. 2010. Una historia moral del rostro. Pre-Textos. Valencia. 297 pp.

Beseris, E.A. et al. 2020. Impact protection potential of mammalian hair: testing the pugilism hypothesis for the evolution of human facial hair. Integrative Organismal Biology doi: 10.1093/iob/obaa005.

Darwin, C. 1872 (1998). La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Alianza Ed. Madrid. 390 pp.

Dobs, K. et al. 2019. How face perception unfolds over time. Nature Communications 10: 1258.

Ekman, P. 1970. Universal facial expressions of emotion. California Mental Health Research Digest 8: 151-158.

Fernández, T.R. 1998. Consideraciones preliminares del traductor. En Charles Darwin, “La expresión de las emociones en los animales y en el hombre”, p. 7-34. Alianza Ed. Madrid.

García Etxebarria, K. 2020. Los componentes genéticos del atractivo. Cuaderno de Cultura Científica 12 octubre.

Hies, O. & M.B. Lewis. 2022. Beyond the beauty of occlusion: medical masks increase facial attractiveness more than other face coverings. Cognitive Research: Principles and Implications doi: 10.1186/s41235-021-00351-9.

Hu, B. et al. 2019. Genome-wide association study reveals sex-specific genetic architecture of facial attractiveness. PLOS Genetics doi: 10.1371/journal.pgen.1007973.

Lawrence, K. et al. 2015. Age, gender, and puberty influence the development of facial emotion recognition. Frontiers in Psychology 6: 761.

Le Breton, D. 1999. Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires. 254 pp.

Pérez, J.I. 2020. La barba humana. Cuaderno de Cultura Científica 2 agosto.

Suzuki, A. et al. 2022. Generalized tendency to make extreme trait judgements from faces. Royal Society Open Science 9: 220172.

Thiruchselvam, R. et al. 2016. Beauty is in the belief of the beholder: cognitive influences on the neural response to facial attractiveness. Social Cognitive and Affective Neuroscience 11: 1999-2008.

White, J.D. & D.A. Puts. 2019. Genes influence facial attractiveness through intricate biological relationships. PLOS Genetics doi: 10.1371/journal.pgen.1008030.

Para saber más:
El sesgo a la izquierda al reconocer un rostro
Sombra aquí, sombra allá: reconocimiento facial discriminatorio
Los componentes genéticos del atractivo

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

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