En la especie humana, como en el resto de animales, la cantidad de alimento de que disponen los individuos –en el caso de nuestra especie, sobre todo las mujeres– influye de forma decisiva en la fecundidad. Esto, que parece obvio, no ha sido tan fácil de documentar, sobre todo porque en las sociedades desarrolladas contemporáneas la reproducción está sujeta a un control bastante efectivo por parte de las parejas y las decisiones reproductivas obedecen a razones de muy diversa índole.
Afortunadamente, se ha podido utilizar información histórica relativa a sociedades preindustriales para indagar acerca de estos asuntos. Un equipo de investigación ha recurrido a registros parroquiales para evaluar si existe alguna relación entre la fecundidad, por un lado, y el estatus socioeconómico, la disponibilidad de alimento y otros factores, por el otro. Para ello, han trabajado con registros parroquiales de zonas agrícolas de Finlandia que van de 1649 a 1900, y también han contado con datos relativos a las cosechas de centeno, el principal cereal y fuente de alimento del área en que se encontraban las parroquias estudiadas. Los investigadores estaban interesados en saber si el tiempo transcurrido desde el matrimonio hasta el primer alumbramiento puede considerarse un indicador adecuado de las condiciones nutricionales bajo las que vivían las parejas.
En promedio, el tiempo que transcurría entre el matrimonio y el nacimiento del primer hijo era de 25,9 meses, pero había diferencias significativas entre las tres clases socioeconómicas definidas por los investigadores, alta, media y baja. La mujeres pobres daban a luz a su primer hijo 2,6 meses después que las más acomodadas y 3,0 meses después que las de nivel intermedio. Las diferencias entre las mujeres de estos dos niveles, medio y alto, no eran significativas.
Las condiciones nutricionales –tal y como quedan reflejadas en la cosecha de grano de cada año– incidían en el tiempo transcurrido entre el casamiento y el primer nacimiento, pero solo en el caso de las mujeres de nivel económico bajo. Por lo tanto, las mujeres pobres eran las que sufrían las consecuencias de una menor disponibilidad de alimento sobre su capacidad para concebir. Las mujeres de nivel medio o alto, sin embargo, habrían gozado de recursos adicionales que les habrían permitido evadir o neutralizar los efectos de las malas cosechas.
Este estudio permitió al equipo de investigación llegar algo más lejos de donde se habían propuesto, ya que vieron que la duración del intervalo entre el casamiento y el primer alumbramiento estaba relacionada con otras variables reproductivas. Así, cuanto más corto era ese intervalo, la vida reproductiva era más prolongada, los intervalos entre nacimientos, más breves y, por lo tanto, el éxito reproductor global era mayor. Así pues, las mujeres con menos recursos no solo daban a luz más tarde, sino que tenían hijos durante un periodo de años más corto y los intervalos de tiempo transcurridos entre cada nacimiento eran más largos.
La función reproductiva es muy dependiente de la cantidad de alimento de que se dispone o se puede obtener. Incluso cuando las condiciones nutricionales no son tan severas como para influir en el ciclo menstrual, los niveles de las hormonas esteroideas se ven afectados por esas condiciones. Debido a ello, la probabilidad de concebir disminuye cuando las condiciones alimenticias empeoran. En poblaciones africanas de agricultores que no disponen de medios de control de natalidad, los niveles de esteroides de la mujeres en edad fértil antes de la cosecha son inferiores a los niveles que se registran tras la misma. Y esas variaciones explican el patrón estacional de nacimientos en esas poblaciones. Este fenómeno tiene un claro valor adaptativo, pues favorece la concepción en las épocas del año –tras la cosecha– en que el balance energético es positivo y hay recursos suficientes para satisfacer las elevadas demandas energéticas de un feto en desarrollo.
Normalmente no suele estudiarse el efecto que ejercen sobre la fecundidad las variaciones de la cantidad de alimento no demasiado pronunciadas. Se conocen mucho mejor los efectos de grandes hambrunas, que se saldan con caídas importantes de la tasa de nacimientos en el conjunto de la población. Son particularmente bien conocidos los efectos de las hambrunas de Finlandia del periodo 1866-1868, y las de la holandesa de 1944-1945, que consistieron en fuertes descensos de la fecundidad en mujeres de todos los niveles sociales, aunque de mayor magnitud en los más bajos.
Estudios como este ilustran esas relaciones entre variables demográficas y factores nutricionales. Y lo hacen, además, mostrando que la relación entre unas variables y otras no solo se manifiesta cuando se dan condiciones extremas –las hambrunas antes citadas–, sino también cuando son de menor magnitud. Conviene recordar que la selección natural opera mediante las variaciones y diferencias en el éxito reproductivo, por lo que este tipo de estudios sirve para arrojar luz sobre los mecanismos que han actuado y actúan en la evolución de nuestra especie. Sí, también de la nuestra.
Fuente:
Nenko I, Hayward A D, Lummaa V (2014): The effect of socio-economic status and food availability on first birth interval in a pre-industrial human population. Proc. R. Soc. B 281.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU