La barba humana

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Foto: Logan Troxell / Unsplash

¿Se ha preguntado alguna vez acerca de la razón de ser de la cola del pavo real? Es espectacular, mucho más grande y colorida que la de la hembra. ¿Qué presión selectiva ha propiciado algo tan grande, aparatoso y lleno de color? Cuesta mantener un adorno de esas dimensiones y el coste van en detrimento de la satisfacción de otras necesidades.

La cola del pavo real, como muchos otros atributos, principalmente masculinos, se ha desarrollado en el mundo animal porque ha sido seleccionado por las parejas reproductivas, principalmente las hembras. Son rasgos que, al imponer un hándicap para la supervivencia y el potencial reproductor del macho, exigen a su poseedor un excelente estado de salud y forma física. Informarían, por ello, de su “aptitud” (fitness en términos darwinianos), de manera que las hembras se emparejarían con los machos que exhiben ese tipo de rasgos en sus versiones más exageradas. Serían los machos con “los mejores genes”, por así decir, los que mejor bagaje biológico pueden legar a su descendencia. Nada de esto es consciente, por supuesto. Se trata de mecanismos que operan de forma automática. A este proceso se le denomina selección sexual.

¿Se ha preguntado alguna vez por qué somos tan diferentes hombres y mujeres en lo relativo a la densidad del vello facial? Cuando un rasgo es muy diferente en los machos y las hembras de una especie, decimos que presenta dimorfismo sexual. Pues bien, en nuestra especie hay dimorfismo en lo relativo al vello facial. Formulemos ahora la pregunta en otros términos: ¿Se ha preguntado por qué los hombres tenemos barba y las mujeres no?

Probablemente responda que, como la cola del pavo real, la barba humana es el resultado de la selección sexual. Pensará, quizás, que las mujeres heterosexuales prefieren a los hombres barbudos como parejas. También una barba tiene sus contrapartidas: tiende a acumular restos de comida, atrae parásitos y, en algunos casos, dificulta la comunicación. Sin embargo, los hombres con barba son percibidos como más masculinos, dominantes y agresivos que los que vamos afeitados. Darwin, de hecho, pensaba que la barba era un ejemplo de selección sexual.

Seguramente no debe descartarse que la barba haya surgido en virtud de ese mecanismo. Sin embargo, hay posibilidades alternativas. La violencia física es mucho más frecuente entre hombres que entre mujeres, y cuando se pelean dos hombres, lo normal es que la cara sea el objetivo de los golpes. Le sonará eso de “le voy a partir la cara”, ¿no? De hecho, a eso se atribuye la anatomía ósea de la cara masculina, más robusta que la femenina.

Por esa razón se ha considerado la posibilidad de que la barba ofrezca protección física. Y lo que se ha observado mediante experimentos es que, efectivamente, protege los huesos de la mandíbula, que son los que con más facilidad se fracturan en las peleas entre dos individuos y cuyas consecuencias, antes de la llegada de la cirugía moderna, podían costar la vida. La protección se produce al reducir la fuerza del impacto sobre los tejidos subyacentes, gracias a la absorción y dispersión de la energía del golpe. El vello facial puede absorber hasta un 30% de la energía transferida mediante un impacto, una diferencia que puede resultar determinante de que se produzca o no la fractura de la mandíbula.

Estas conclusiones, no obstante, han de tomarse con cautela. Porque no siempre es posible deslindar el efecto de diferentes factores. Y esto es especialmente cierto si nos referimos a diferentes posibles presiones selectivas, que pudieron haber actuado a la vez, o también haberse sucedido en el tiempo.

Fuente: E A Beseris, S E Naleway, D R Carrier (2020): Impact Protection Potential of Mammalian Hair: Testing the Pugilism Hypothesis for the Evolution of Human Facial Hair Integrative Organismal Biology 2 (1) obaa005, https://doi.org/10.1093/iob/obaa005


Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

1 comentario

  • Avatar de Andres Ruiz Segarra

    Muy interesante. La selección sexual junto a otro tipo de presiones produce sorprendentes condiciones.

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