Cuevas, misterios subterráneos

Fronteras

El pasado 6 de junio se ha celebrado el Día Internacional de las Cuevas y del Mundo Subterráneo. Así, se rinde tributo a esas cavidades que se abren camino a las profundidades de la tierra y que nos han fascinado desde los albores de la humanidad. Pasadizos oscuros que siempre se han asimilado a poderes, fuerzas extrañas, magia, deidades y seres sobrenaturales que se ocultan entre las sombras y nos arrastran hacia un interior misterioso e inexplorado. Directamente, conductos que nos encaminan a cualquiera de los infiernos imaginados por las diversas civilizaciones humanas que se han desarrollado desde tiempos pretéritos. ¿O acaso no os habíais dado cuenta de que los mundos de los muertos atormentados por toda la eternidad siempre se han dispuesto en el interior del planeta, a donde se accede a través de pasadizos oscuros e intrincados?

Vale, dejo ya la tétrica introducción para centrarme en el tema que nos ocupa. Las cuevas son unas estructuras geomorfológicas que consisten en cavidades o aberturas en el interior de la tierra. Pueden tener diferentes orígenes, pero el más común, al menos el de la mayoría de las cuevas que nos podemos encontrar en la Península Ibérica, es debido a la acción del agua de lluvia, que es ligeramente ácida porque lleva disuelto CO2 atmosférico, al reaccionar químicamente con rocas carbonatadas, como las calizas (CaCO3) o las dolomías (MgCa(CO3)2), disolviéndolas en profundidad hasta excavar enormes cavidades en su interior. Aunque el recorrido del agua que da lugar a las cuevas puede ser, exactamente, el opuesto. Me estoy refiriendo a aguas que circulan a mucha profundidad por el interior de la tierra, por lo que tienen una elevada temperatura, de ahí que se las denomine fluidos hidrotermales, que, una vez encuentran alguna zona de fractura en las rocas que tienen por encima, van a ascender hacia la superficie, disolviendo los materiales que atraviesan en su camino, llegando a producir grandes aberturas subterráneas.

Reacciones químicas de disolución de rocas carbonatadas por la acción del agua de lluvia que dan lugar a cavidades subterráneas. Imagen tomada de elblogdemifamiliayotrosanimales.blogspot.com.

Además, nos podemos encontrar con cuevas submarinas en zonas próximas al litoral. En este caso, las cavidades se producen por la acción mecánica directa del agua marina sobre los acantilados por efecto del oleaje y las corrientes marinas, que acaban erosionando zonas de debilidad en los materiales rocosos, tales como fracturas o capas de diferente composición química. A este machaque continuado se le suma la capacidad corrosiva del agua salada, que disuelve poco a poco las rocas en su avance hacia el interior de tierra firme. Y, por si fuera poco, en muchas ocasiones también se suma la disolución producida por el agua de lluvia que se infiltra en el terreno, que va excavando galerías subterráneas hasta encontrar una salida al mar. En la zona en la que se mezclan el agua marina que penetra hacia el interior continental y el agua dulce que circula en sentido contrario, el efecto corrosivo sobre las rocas se multiplica.

Formación de cuevas y galerías submarinas por el efecto de la mezcla de agua dulce y marina en el litoral. Imagen modificada de EMR, 2015.

También existen cuevas de hielo. En estos casos tenemos que tener presente que, cuando vemos un enorme glaciar, no se trata de una masa compacta de agua congelada, como los cubitos que hacemos en el congelador. En la naturaleza, estas estructuras se forman por la acumulación de agua que precipitó en forma de nieve y granizo y que, debido a las bajas temperaturas ambientales, se congeló sobre el terreno dando lugar a capas de hielo superpuestas unas encima de otras. Pero estas capas de hielo no son todas iguales, pueden tener ligeras diferencias en su composición química o englobar diversos tipos de materiales sólidos en su interior. Estos cambios composicionales hacen que su punto de fusión sea también ligeramente diferente. Al estar sometidas a la fricción y el peso de otras capas de hielo por encima, algunos niveles pueden fundirse mientras el resto permanecen en estado sólido, dando lugar a una circulación interior de agua de fusión que, al abrirse camino hacia el exterior, excavará galerías y cavernas dentro de los glaciares.

Pero me queda hablaros de otro tipo de cuevas, para el que voy a dejar de lado el efecto del agua. Se trata de las cavidades formadas en ambientes volcánicos. Y aquí, quien tiene mucho que decir, es la temperatura. Cuando una colada de lava avanza por el terreno, la parte más externa del fundido se enfría relativamente rápido, al estar en contacto con el aire atmosférico y las precipitaciones, llegando a formar una costra solidificada. Pero, por el interior, la lava sigue siendo un fundido a varios cientos de grados que circula pendiente abajo. Cuando se acaba la erupción y deja de circular lava por su interior, nos encontramos con la preservación de muchos de los tubos volcánicos solidificados y el interior hueco. Incluso, algunas partes superiores de estos tubos pueden colapsar, generando unas aberturas a su interior a modo de ventanas volcánicas.

Tubo lávico, que pasa a canal lávico por el colapso de la parte superior tras su enfriamiento, formado en la última erupción volcánica ocurrida en la isla de La Palma. Imagen del Instituto Geológico y Minero de España.

Aunque las cuevas nos produzcan fascinación y sorpresa por presentarse como pasadizos hacia las profundidades oscuras e indómitas, lo más interesante que tienen es que son auténticos laboratorios naturales, en muchos casos casi inexplorados. No voy a entrar mucho en detalle para no hacer este texto muy largo, sólo daros algunas pinceladas de su importancia, pero prometo que, en algún momento, me extenderá más con estos aspectos. Y es que se calcula que las cuevas y cavidades subterráneas contienen hasta el 30% del agua dulce del planeta, guardan un registro continuo de los cambios en el clima de los últimos milenios, presentan yacimientos paleontológicos y arqueológicos en condiciones de conservación excepcionales, son el hábitat de seres vivos adaptados a condiciones ambientales en las que no creíamos que pudiese desarrollarse la vida, son zonas en las que se crean minerales todavía desconocidos para la ciencia y, por si fuera poco, albergan bacterias extremófilas quimiosintéticas, es decir, que realizan reacciones químicas para producir su alimento, pero que también generan unas sustancias químicas que impiden que otras bacterias ocupen su nicho ecológico, lo que podría tener aplicaciones médicas directas para la producción de futuros antibióticos.

Y eso solo en el ámbito científico, porque también tienen un importante componente económico y turístico. No he citado ejemplos mientras describía los diferentes mecanismos de formación de las cuevas, pero igual os han ido viniendo a la mente cuevas como la de Altamira al hablar de la disolución del agua de lluvia en rocas carbonatadas, la Geoda de Pulpí en el caso del efecto de fluidos hidrotermales, el sistema de Sac Actun, en México, como modelo de cuevas submarinas, las Cuevas de Cristal del glaciar Vatnajokull, de Islandia, como cavidades de hielo o los Jameos del Agua en el caso de galerías volcánicas. Por cierto, la palabra jameo procede del guanche y sirve para designar las ventanas volcánicas formadas por los colapsos de la parte superior de los tubos volcánicos.

Vamos, que las cuevas son unos ecosistemas increíblemente complejos y todavía muy desconocidos, pero que de seguro nos servirán para desarrollar muchísimos avances científicos para mejorar la vida de los seres humanos. Así que, sin duda, tenemos que protegerlos y alterarlos lo menos posible. Recordad, cuando visitéis una cueva, procurad no romper ninguna estructura mineral, no dejar ninguna basura y no molestar a ningún organismo. Simplemente, disfrutad de lo que estáis viendo como si hubieseis entrado en un universo paralelo maravilloso.

Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU

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