Hace unos días apareció una noticia en los medios de comunicación y redes sociales que nos recordó a la trama de la película El Día de Mañana. Un artículo científico recientemente publicado predice un colapso de la AMOC en las próximas décadas, puede que años, que podría conducirnos a una nueva glaciación. Dicho así suena como algo muy serio, pero ¿qué es eso de la AMOC? ¿Y realmente podríamos congelarnos en un par de años?
Para poder entender todo este lío, vamos a bucear un poco en el océano Atlántico. Según vamos profundizando en la columna de agua, descubriremos que las propiedades físico-químicas de esa agua van cambiando, sobre todo la temperatura y la salinidad, es decir, la densidad, formando una especie de capas superpuestas a las que llamamos masas de agua. Además, esas diferencias de densidad entre las masas de agua provocan que el agua fluya de un lado a otro formando las corrientes oceánicas. Así se genera una circulación convectiva global por densidad denominada Circulación Termohalina Oceánica (Oceanic Thermohaline Circulation, THC), nombre que procede de termo=temperatura y halina=salinidad. Esta THC, a grandes rasgos, consiste en corrientes superficiales cálidas que transportan calor desde zonas tropicales hacia los polos, donde se enfrían, se hunden y rehacen su camino como corrientes de fondo.
Si hacemos un zoom de la THC sobre el Océano Atlántico, nos encontramos con la Circulación de Vuelco Meridional Atlántica (Atlantic Meridional Overturning Circulation, AMOC). Es decir, la AMOC es parte de la THC y se encarga de transportar calor por el Atlántico. Y si hacemos un nuevo zoom sobre la rama del Atlántico Norte de la AMOC, aparece la Corriente del Golfo (Gulf Stream) como parte de las corrientes cálidas superficiales que fluyen hacia el norte, en este caso desde el Golfo de México hasta el sur de Groenlandia, donde se enfrían y circulan hacia el sur como corrientes de fondo. Entre estas últimas destacan el Agua Profunda del Atlántico Norte (North Atlantic Deep Water, NADW), que fluye hacia el sur por debajo de 1.500m de profundidad, y el Agua de Fondo Antártica (Antarctic Bottom Water, AABW), que se llega a colar hacia el norte a más de 3.000m de profundidad.
Si la AMOC es la “culpable” de transportar calor a latitudes altas del Atlántico Norte, es factible pensar que su colapso nos llevaría de cabeza a una glaciación sin precedentes, de manera análoga a lo presentado en la citada película. Pero veamos qué nos dice la geología a esta suposición.
El Cuaternario, el último periodo de la historia de la Tierra, se caracteriza por la alternancia cíclica de momentos más fríos, llamados glaciales, y momentos más cálidos, o interglaciales. Y las causas de estos cambios climáticos abruptos están relacionadas con el giro del planeta sobre sí mismo y alrededor el sol, provocando variaciones en la radiación solar que actúan en periodicidades de 22.000, 40.000, 99.000 y 400.000 años. Vamos, que un cambio en la circulación oceánica no va a llevarnos a una glaciación en el sentido estricto de la palabra.
Pero vamos a hacer un último zoom, en esta ocasión en el clima terrestre de las últimas decenas de miles de años. En las reconstrucciones paleoclimáticas realizadas a partir de los sondeos de hielo extraídos en Groenlandia se observan variaciones climáticas en “dientes de sierra” dentro de los periodos glaciales e interglaciales, consistentes en transiciones abruptas desde condiciones frías o estadiales (Greenland Stadials, GS) a condiciones cálidas o interstadiales (Greenland Interstadials, GI), seguidas por un retorno a condiciones frías estadiales, denominadas ciclos de Dansgaard-Oeschger (D-O), con una periodicidad entre dos estadiales, o dos interestadiales, de unos 1.500 años. Además, se agrupan en secuencias de varios D-O cada vez más fríos que culminan con un evento frío extremo, conocido como evento Heinrich (HE), denominadas ciclos de Bond y que tienen una duración de unos 5.000 años.
Las reconstrucciones de los cambios de temperatura en la transición entre dos ciclos de Bond en Groenlandia sugieren un rápido aumento de la temperatura superficial media anual de hasta 15ºC en unas pocas décadas. Ahora falta buscar la causa de estas oscilaciones tan bruscas. Y aquí viene lo complicado, porque la relación atmósfera-criosfera-océano es tan compleja, que ninguna de ellas sería una causa aislada de los ciclos climáticos.
El movimiento de las masas de aire es el principal proceso que provoca la circulación de las masas de agua superficiales. Incluso, el efecto del viento genera el movimiento de las capas oceánicas más profundas hacia superficie debido a la mezcla de aguas con diferentes propiedades en profundidad. Y estos movimientos atmosféricos están condicionados por la cantidad de insolación que llega a la superficie terrestre, la distribución diferencial de esa energía solar con la latitud y la rotación de la Tierra. La variabilidad en los ciclos de actividad solar a escala centenaria podría causar cambios en el clima y la circulación oceánica de escala multi-centenaria.
Por otro lado, la fusión de los icebergs y los mantos de hielo continentales en periodos climáticos cálidos provoca una descarga de agua dulce y, por tanto, menos densa en latitudes altas. Esta entrada de agua dulce frena el ascenso de la AMOC hacia el norte de Europa, disminuyendo el transporte de calor, detiene la formación de la NADW al sur de Groenlandia, favorece el ascenso de la AABW hacia el norte y provoca el descenso de las temperaturas que caracteriza los GS y HE registrados en los sondeos de hielo. La disminución del flujo de agua de deshielo, junto con una disipación de la cubierta de agua dulce, podría restablecer la circulación termohalina previa, causando el calentamiento abrupto que cierra los ciclos de Bond y los ciclos D-O.
Es decir, que el calor conduce al frío, y el frío conduce al calor. El aumento actual de las temperaturas podría producir un colapso de la AMOC que llevaría a un enfriamiento generalizado en el Atlántico Norte. Pero ¿qué tipo de enfriamiento? Pues una glaciación no. Y, probablemente, tampoco un GS ni un HE, porque todo tiene sus ciclos temporales y todavía no les toca. El propio Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ya ha confirmado que es muy improbable que este tipo de eventos se produzcan este siglo. Pero es que hemos visto que la AMOC depende de las condiciones atmosféricas, por lo que, a pequeña escala, su zona de hundimiento en el Atlántico Norte está variando continuamente. Hace una década sufrió un pequeño retroceso, que apenas duró un año y produjo un par de inviernos más duros de lo normal, y ni nos enteramos. Así que hablar de “ralentización de la AMOC” es muy relativo, lo que importa saber es cuánto debilitamiento se puede producir más que cuándo se producirá, antes de empezar a asustarnos.
El comportamiento de nuestro planeta es mucho más complejo de lo que imaginamos. Se trata de un sistema no lineal donde se interrelacionan numerosos factores que condicionan la variabilidad climática en periodicidades muy distintas. Creo que esto ha quedado evidenciado en este texto, repleto de nombres, ciclos y procesos a cuál más complicado. Y eso que lo he resumido, y simplificado, lo máximo que he podido. Pero quería dejar constancia de que una publicación modelizando el posible comportamiento de una de las variables, sin considerar el efecto, sumatorio o contrario, del resto, simplemente es eso, una modelización ideal de algo caótico y que todavía no entendemos en su totalidad. Así que, aunque los títulos de las publicaciones puedan ser muy llamativos, no hay que juzgar nunca un libro por su portada. Y tampoco alarmar sin motivos, la influencia humana en el cambio climático es innegable y debemos evitarla lo máximo posible, porque no podremos pronosticar el comportamiento de nuestro planeta al añadir una nueva variable que no teníamos anteriormente, pero sin exagerar las posibles consecuencias. Si algo nos enseñó una antigua fábula, gritar “que viene el lobo” sin necesidad es bastante contraproducente, porque podríamos conseguir el efecto contrario al que queríamos.
Referencia:
Ditlevsen, P. y Ditlevsen, S. (2023) Warning of a forthcoming collapse of the Atlantic meridional overturning circulation. Nat Commun doi: 10.1038/s41467-023-39810-w
Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU
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