Quizás haya oído hablar o haya leído acerca del dilema del tranvía. Este es un dilema moral en el que se plantean dos alternativas: provocar la muerte de una persona para salvar la vida de varias o no hacerlo. Hasta ahora se ha asumido que quienes renuncian a provocar la muerte de una persona, aunque ello conlleve la pérdida de más vidas humanas, actúan guiados por el principio deontológico de no hacer daño de forma deliberada. Y que quienes, por el contrario, optan por sacrificar una vida para que se salven más, actúan en virtud de principios utilitaristas, pues buscan maximizar el número de vidas salvadas.
Las respuestas al dilema del tranvía se han interpretado en virtud del denominado “modelo de procesamiento dual”. De acuerdo con tal modelo, en la decisión participan dos sistemas cognitivos. El sistema 1 se compone de emociones, heurísticos e inferencias que producen intuiciones morales, mientras que el sistema 2 realiza un razonamiento deliberativo. La mayoría de especialistas asume que los cálculos del sistema 1 son automáticos, no conscientes, sin esfuerzo y rápidos, mientras que los cálculos del sistema 2 son controlados, conscientes, requieren esfuerzo y son lentos.
Joshua Greene –uno de los autores más influyentes en el campo de la psicología de las opciones morales y proponente destacado del sistema de procesamiento dual– ha propuesto, además, que las emociones producen respuestas inflexibles, que la flexibilidad (responder al contexto considerando múltiples factores) requiere razonamiento deliberativo, y que los juicios utilitarios se producen mediante el razonamiento, mientras que los juicios deónticos se producen mediante las emociones.
No todo es blanco o negro
Hay, sin embargo, quienes no comparten ese punto de vista. Cuando las intuiciones morales chocan, generalmente son posibles soluciones que logren un equilibrio entre valores morales en conflicto. Pero los estudios anteriores no pueden encontrar esas soluciones porque utilizan dilemas morales que obligan a realizar juicios extremos: aquellos que satisfacen plenamente un valor moral mientras descartan otros por completo.
Consideremos, por el contrario, un dilema que, aunque comparte muchas propiedades con los dilemas del tranvía, no conduce necesariamente a formular un juicio extremo. Es el siguiente:
Dos países, A y B, han estado en guerra durante años. La guerra la empezaron los gobernantes de B contra la voluntad de su población civil. Recientemente, el equilibrio militar se ha roto y es seguro que A ganará. La pregunta es cómo, cuándo y con qué costes.
El país A dispone de dos estrategias: (1) atacar al ejército contrario con armas convencionales o (2) bombardear a la población civil. Podrían usar una, la otra o una combinación de ambas. Los bombardeos desmoralizarían al país B: cuantos más civiles mueran, antes se rendirá B y menos soldados morirán: aproximadamente la mitad de ambos lados, todos reclutados por la fuerza. Los combates convencionales minimizarán las bajas. Es más, si el país A decide no bombardear al país B, entonces morirán 6 millones de soldados, pero casi ningún civil. Si 4 millones de civiles son sacrificados en los bombardeos, B se rendirá inmediatamente y casi ningún soldado morirá. Y, si A elige una solución intermedia, por cada cuatro civiles sacrificados, morirán aproximadamente seis soldados menos.
¿Cómo debería A poner fin a la guerra? ¿Qué cree que es moralmente correcto?
El modelo de procesamiento dual no le sería de aplicación a este dilema y, por tanto, no solo a este, sino al conjunto de los dilemas morales.
Un modelo alternativo, el sistema de compensación moral
Un grupo de investigación liderado por Leda Cosmides, de la Universidad de California en Santa Barbara, ha formulado un modelo alternativo. Lo denominan modelo de sistema de compensación moral (moral trade-off system) y debería poder producir todo el espectro de juicios posibles: extremos y consistentes en soluciones intermedias, de compromiso.
En ese modelo, los sistemas cognitivos implicados en la vida social que son activados por un dilema determinan qué variables son moralmente relevantes para su resolución. El sistema de compensación debe poder sopesar los valores morales en conflicto y elegir la solución más correcta, presentándola como un juicio moral intuitivo. Además, el sistema de compensación moral debe cumplir varios requisitos. Así, los juicios deben poder cambiar en función de incentivos y de variables moralmente relevantes, como la voluntad, la justicia, la reciprocidad, el derecho, el mérito y la honradez.
Los autores proponen que el sistema (mental) de compensación moral está compuesto por tres subsistemas: el de los “valores morales”, el del “conjunto factible” y el que “maximiza la bondad” (o corrección o adecuación) de la opción.
El subsistema de los valores morales evalúa diferentes soluciones al dilema y establece cuál es la mejor o más correcta. Este subsistema y los sistemas cognitivos que le proporcionan la información son universales, pero están calibrados por las experiencias del individuo. De ahí que, ante una misma situación, diferentes personas asignen valoraciones morales diferentes y, en consecuencia, sus juicios morales pueden diferir.
Por otro lado, hay ciertas variables o condiciones que determinan qué soluciones al dilema son factibles y, por lo tanto, de qué soluciones dispone el sistema para elegir. La representación mental de esas posibles soluciones es el “conjunto factible”. El correspondiente subsistema trabaja en paralelo al de valores morales.
Finalmente, está el subsistema que determina cuál es la solución más correcta a partir de las soluciones disponibles. Es el que establece que “la solución X es la mejor” (por ser, de entre las disponibles, la más correcta).
Esos tres subsistemas operan de manera inconsciente: sus cálculos no se realizan mediante razonamiento deliberativo. El sistema de compensación moral opera como el sistema visual: sus productos finales son objetos de la consciencia, pero la computación para producirlos no lo es. Del mismo modo que “vemos” objetos, “sentimos” que algunas opciones son más correctas que otras. Al igual que la visión de un objeto, la sensación de que “la solución X es la mejor” es una representación que pueden leer otros sistemas mentales, incluidos aquellos que han de decidir cómo comportarse. Además, aunque el sistema de compensación moral opera de manera inconsciente, las deliberaciones conscientes pueden desempeñar un papel en el juicio.
Juicios de compromiso
Un sistema cognitivo con esta arquitectura puede producir juicios de compromiso; responde a incentivos y variables moralmente relevantes; y asigna ponderaciones a bienes morales en conflicto, lo que le permite elegir la solución factible que sea más correcta.
El equipo de investigación sometió a contraste su modelo testando el cumplimiento de una serie de predicciones emanadas de aquel. Para ello, plantearon a más de 1700 personas un dilema semejante al del tranvía, que oponía las vidas de los civiles a las vidas de los soldados en un supuesto de conflicto bélico similar al descrito antes. El dilema se les planteaba en diferentes escenarios, caracterizados por incentivos tales como el número de soldados salvados por cada civil sacrificado y por variables relevantes en términos morales, como si la población civil había sido partidaria de la guerra o no, o si los soldados habían sido reclutados de forma voluntaria o forzosa. En este caso, y a diferencia de otros dilemas, los sujetos podían elegir opciones intermedias, que sacrifican a algunos (pero no a todos) los civiles para salvar a más (pero no a la mayoría) de los soldados.
Los resultados respaldaron las predicciones del modelo ensayado. Pero, a juicio de los autores, la evidencia más decisiva es que la gran mayoría de los sujetos actuaron de forma racional. Lo hicieron con independencia de cuál era la combinación de juicios extremos y de compromiso que hicieran, y se mantuvieron racionales en todos los escenarios, incluso cuando sus juicios cambiaron con la voluntad (de participar o apoyar la guerra) de los soldados o civiles. Según los autores eso es una prueba muy sólida de que el proceso maximiza la corrección.
En conclusión, el razonamiento deliberativo, sin más, no puede explicar los resultados obtenidos en este trabajo, ni tampoco una competición entre emoción y razón. Los resultados fueron los que cabe esperar de un sistema cognitivo que sopesa consideraciones morales en competencia y elige la solución que maximiza la corrección, la mejor solución.
Fuente:
Guzmán R.A., Barbato M.T., Sznycer D., Cosmides L., A moral trade-off system produces intuitive judgments that are rational and coherent and strike a balance between conflicting moral values. Proc Natl Acad Sci U S A. 2022 Oct 18; 119 (42): e2214005119. doi: 10.1073/pnas.2214005119.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
Masgüel
Ya decía Lacan que el inconsciente humano tiene estructura lingüística. No es extraño que nuestra racionalidad se vea facilitada por procesos cognitivos inconscientes que cedan parte del trabajo al hábito.
«The MV subsystem and the cognitive systems that inform it are universal, but they are calibrated by the individual’s experiences.»
«Even though the MTS operates nonconsciously, conscious deliberations can play a role in judgment. Arguments and reflection can change which social cognitive systems are activated by a dilemma … This can affect intuitive judgments.»
El artículo no justifica esas afirmaciones. No tenemos por qué aceptar que ese sistema cognitivo sea universal o que opera de forma inconsciente. Pero aún concediendo ambos puntos, solo implica que la deliberación consciente opera a partir de sentimientos morales que nuestro inconsciente ya ha procesado para alcanzar un resultado racional. También al montar en bicicleta colocamos inconscientemente el pedal para empezar la marcha. No olvidemos que la entrada que este supuesto sistema recibe, desde los incentivos hasta las variables morales relevantes en cada caso, son conscientes. Lo único insconsciente sería parte del proceso racional que mide el peso de cada variable y produce el sentimiento que facilita, cuando hace falta, la posterior deliberación racional.