…me pusieron en funcionamiento en la fábrica H A L de Urbana, Ilinois, el 12 de enero de 1992. Mi instructor fue el señor Langley; me enseñó una canción, si usted quisiera, podría cantársela. Se llama Daisy.
Así es la sobrecogedora despedida de HAL 9000 en 2001: Una odisea del espacio; seguramente, una de las inteligencias artificiales más… ¿queridas? del mundo del cine —HAL tiene sus cositas de psicópata, pero creo que, en el fondo, todos le tenemos cariño—. A medida que Dave Bowman va desconectándole módulos de memoria, el computador, ya en esta escena más humano que los propios humanos de la película, va perdiendo facultades, su voz se ralentiza, se vuelve más grave y se va apagando al son de una canción que, en principio, parece no tener ningún sentido:1
Daisy, Daisy, give me, give me your answer do
I’m half crazy all for the love of you
It won’t be a stylish marriage
I can’t afford a carriage
But you’ll look sweet upon the seat
Of a bicycle built for two.
Pero lo tiene, y mucho. Años antes de la grabación de 2001, en 1961, Daisy Bell le había puesto banda sonora a uno de los grandes hitos de la historia de la computación.
Esta canción tan naíf, en la que un joven le declara el amor a su dama, se remonta a 1892 y también tiene su propia historia. En un viaje a Estados Unidos, a Harry Dacre, el autor, se le ocurrió llevar consigo una bicicleta y, al tratar de pasarla por la aduana, se encontró con la sorpresa de que le cobraron aranceles. Cuando se lo comentó a otro compositor y amigo suyo, William Jerome, este le comentó que menos mal que no era «una bicicleta hecha para dos» (a bicycle built for two) o le habrían cobrado el doble. Parece que la frase llamó la atención de Dacre, que se propuso utilizarla en una canción: esa canción fue Daisy Bell.
Fue precisamente lo sencillo de la letra y de la melodía, además de que, en aquel momento, ya no estuviera protegida por derechos de autor, lo que llevó al ingeniero eléctrico —y violinista— Max Mathews y a los programadores John L. Kelly y Carol Lochbaum a elegirla para el proyecto que estaban llevando a cabo en los Laboratorios Bell en Murray Hill (Nueva Jersey): querían que un ordenador cantara o, en otras palabras, querían digitalizar el sonido.
En los Bell Labs se llevaba trabajando en el análisis y codificación de la voz desde los años treinta; el objetivo que el ingeniero Homer Dudney tenía en mente cuando creó el vocoder en 1938 era desarrollar un dispositivo capaz de analizar y modificar señales habladas, con el fin de mejorar las transmisiones de voz. Lo hizo prácticamente a la par que otro dispositivo, el voder, uno de los primeros sintetizadores del habla —el resultado, a decir verdad, fue un tanto siniestro—. Ambos inventos serían fundamentales para el desarrollo de la codificación de música por ordenador.
Demostración del voder de Homer Dudney en la Feria Universal de Nueva York de 1939. Fuente: Dominio público
Kelly conocía bien los entresijos del vocoder, con el que había trabajado durante mucho tiempo. Por su parte, Mathews había creado en 1957 el primer programa para generar música por ordenador: MUSIC. En el proyecto de conseguir hacer cantar a una máquina, Kelly y Lochbaum se encargaron de la parte de la voz, mientras Mathews se encargaría de sintetizar el acompañamiento musical con su software. El intérprete fue un flamante IBM 704 de válvulas de vacío que funcionaba con tarjetas perforadas, y sonaba así:
Max Mathews, John L Kelly y Carol Lochbaum programaron un IBM 704 para que cantara Daisy Bell.
¡Y ahora es cuando llega el crossover! El interés de Max Mathews por la música por ordenador no surgió por generación espontánea, sino que fue idea de su jefe, con el que mantenía una magnífica relación y con el que solía ir a conciertos de vez en cuando. En 1957, en uno de esos conciertos, este le sugirió a Mathews que siguiera esa línea de trabajo. Este jefe, como él mismo se definió a sí mismo una vez, era «un oscuro personaje» llamado John R. Pierce que, casualmente, también era escritor de ciencia ficción y un habitual de revistas como Astounding Science Fiction, donde solía aparecer bajo el pseudónimo de J. J. Coupling —guiño, guiño a los físicos —. Como escritor de ciencia ficción era, por supuesto, amigo de otros escritores de ciencia ficción, entre ellos, Arthur C. Clarke.
En uno de los viajes que Clarke hizo a Estados Unidos a principios de los sesenta, Pierce lo invitó a visitar los Bell Labs. Una de las atracciones estrella de aquellos tours que se les hacía a los visitantes era, por supuesto, escuchar al IBM 704 cantando Daisy Bell… Y el resto es historia del cine.
Impresionado por lo que había presenciado, Clarke incluyó la canción en el guion de 2001. De esta manera, en la escena en que el ordenador pierde facultades mientras Dave lo desconecta, HAL no solo vuelve a su infancia, sino a la infancia de la historia de la computación y la inteligencia artificial.
Bibliografía
Clarke, A. C. (1980). The lost worlds of 2001. New American Library.
Hass, J. (s. f.) Introduction to computer music. Universidad de Indiana.
O’Dell, C. (2009). «Daisy Bell (Bicycle Built for Two)»—Max Mathews, John L. Kelly, Jr., and Carol Lochbaum (1961). Library of Congress.
Nota:
1 La traducción un poco libre al español fue: «Daisy, Daisy, tú eres mi ilusión. / Dulce sueño, por ti yo loco estoy. / Por un beso tuyo diera feliz la vida entera»… y se volvía a repetir desde el principio.
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Sobre la autora: Gisela Baños es divulgadora de ciencia, tecnología y ciencia ficción.
Masgüel
«But you’ll look sweet upon the seat
Of a bicycle built for two.»
https://i.ibb.co/SJDWsFZ/Daisy-Bell.jpg