Hace unas semanas, en la ciudad donde habita esta autora ocurrió un acontecimiento que vino a mostrar varios aspectos de nuestra comunidad. Nos mostró como puede haber personas con poca empatía hacia la vida pero también nos mostró el sentido de la solidaridad y el amor por el prójimo, aunque ese prójimo sea un animalito.
El sábado 8 de marzo, apareció una perrita dentro de un tambo (contenedor metálico) que contenía chapopote, del náhuatl «chapopotli”, que se utiliza en México para realizar impermeabilización de techos. Alguien la había sujetado dentro para que no pudiera salir. Afortunadamente, su llanto fue escuchado por vecinos de la colonia donde fue abandonada. De inmediato el caso se hizo viral en redes y los rescatistas de animales se pusieron en acción y lograron llevarla a una veterinaria y sacarla del chapopote con mucho esfuerzo. Por supuesto que se encontraba en muy mal estado y toda cubierta por este derivado del petróleo. En la clínica donde la atendieron se encontraban desesperados por ayudarla y poder liberarla de esta sustancia negra, pegajosa y altamente viscosa.

Con la preocupación y el deseo de ayudar, en ese momento surgió una pregunta en mi cabeza ¿Cómo se disuelve esta sustancia, que ya estaba incluso solidificada sobre el cuerpo de la perrita, sin dañarla todavía más? Por fortuna, en mi centro de trabajo existen expertos en Materiales, en Química, quienes al ser enterados del caso, estuvieron dispuestos a encontrar la mejor solución. En el área de Química de Polímeros, la Dra. Hernández, la Dra. Piñón y el Dr. Zaragoza, se dieron a la tarea de buscar la solución más efectiva y fácil de conseguir en ese momento. Y esta solución surgió: Aceite mineral. Fácil de conseguir un sábado por la tarde: Aceite de bebé. No la iba a dañar e iba a realizar la tarea de disolver el chapopote, además de que los aceites minerales actúan como una barrera protectora en la superficie de la piel, evitando la pérdida de humedad natural y podía apoyar a la recuperación de la piel de la perrita. Esta información fue compartida con el médico veterinario y nos dimos a la tarea de llevar aceite de bebé a la clínica Vet Arias Wilches. El efecto sobre la piel y el pelo de la perrita fue inmediato.
Esto se debe a que la solubilidad de las grasas está asociada a su estructura química. Las grasas son muy solubles en disolventes orgánicos similares. Existe el principio de “Lo semejante disuelve a lo semejante” y esta es una regla que indica que las sustancias con características químicas similares se disuelven entre sí. El aceite de bebé es un aceite mineral altamente purificado, contiene parafina líquida y otros ingredientes como aceites naturales o vitaminas y el chapopote es, como se mencionó anteriormente, también un derivado del petróleo. Ambos son hidrocarburos, es decir, compuestos por carbono e hidrógeno formados en largas cadenas de naturaleza no polar. Esto que significa que las moléculas tienen la carga distribuida de manera uniforme, no tienen una parte positiva y una parte negativa. Esto no ocurre en otras moléculas, como por ejemplo, el agua. Esa es la razón por la cual las grasas no se mezclan con el agua.

Para separar un hidrocarburo con otro, se rompen los enlaces que los mantienen juntos, como si se separaran piezas de lego unidas. En la Figura 1 se explica este proceso. El aceite mineral se mete entre las moléculas del sólido no polar, en este caso el chapopote y lo afloja, hace que se rompan los enlaces y lo vuelve más líquido y fácil de separar o manejar. Es como si el aceite «despegara» el chapopote y lo volviera más fluido, en otras palabras, lo disuelve.
Así fue como con la ayuda de muchos voluntarios, poco a poco fueron despegando el chapopote del cuerpo de la perrita a quien llamaron Violeta, justo por haberla encontrado el 8 de marzo, día internacional de la Mujer (decretado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde 1977). Podemos observar una fotografía de Violeta, ya liberada del chapopote y otra al lado de su rescatista, la maestra Silvia Ibarra con quien vive actualmente (Figura 2).

Para cerrar esta historia de hidrocarburos y animalitos, solo me queda agregar que nunca estuve más feliz de compartir el conocimiento. Los científicos investigamos, observamos, experimentamos, analizamos datos, formulamos hipótesis, y compartimos nuestros hallazgos para expandir el conocimiento y resolver problemas y lo hacemos siempre procurando el beneficio de la humanidad. En esta ocasión pudimos ayudar, llevando aceite para Violeta.
Referencias
Iuchi M, et al. (2009) The comparative study of solvents to expedite removal of bitumen. Burns doi: 10.1016/j.burns.2008.05.014
Chang, (2002) Química. 7a ed. México. McGraw-Hill/Interamericana Editores.
Sobre la autora: Norma Rosario Flores-Holguín es investigadora en el Departamento de Medio Ambiente y Energía del CIMAV (CONAHCYT, México)