A muchos les sonará el nombre del astrofísico británico Fred Hoyle y, si no, al menos habrán oído hablar de su nucleosíntesis estelar —teoría que explica cómo se forman los diferentes elementos químicos en las estrellas a partir de reacciones nucleares— o de la teoría del big bang. A Hoyle no le gustaba especialmente la idea de que el universo se hubiera originado en una explosión a partir de un estado extremadamente denso y caliente, era más partidario de la teoría del estado estacionario, pero fue él quien la bautizó de forma accidental cuando intentó mofarse de ella durante una retransmisión de radio en 1949.
Un dato menos conocido de Hoyle es que también fue escritor de ciencia ficción, y relativamente prolífico. Publicó alrededor de una docena de novelas, relatos, artículos y ensayos de divulgación, y, junto con el productor John Elliot escribió el guion de la serie para la BBC A for Andromeda en 1961,[1] que se adaptaría a novela al año siguiente.

A for Andromeda, una historia de primer contacto alienígena, parte de una premisa que hoy resultaría bastante familiar: un nuevo radiotelescopio detecta una señal extraterrestre procedente de la galaxia de Andrómeda con instrucciones para construir un ordenador avanzado, así como un programa para ejecutar en él, además de otro tipo de información. ¿No hemos escuchado esta historia muchas veces? ¿Qué está pasando aquí? Nada sorprendente a estas alturas. Tres años antes, en 1959, Giuseppe Cocconi y Philip Morrison publicaban un artículo sobre la posibilidad de detectar señales de radio procedentes de estrellas cercanas. Posteriormente, 1960, Frank Drake había empezado a utilizar el radiotelescopio de Observatorio Nacional de Radioastronomía en Green Bank (Virgina Occidental) para escanear el cielo en busca de posibles señales extraterrestres —el famoso proyecto Ozma—. Como astrofísico, es normal que Fred Hoyle conociera estas investigaciones; como escritor de ciencia ficción, seguramente no pudo resistir la tentación de tratar de buscar sus propias respuestas antes de que la ciencia pudiera dárselas.
El artículo de Cocconi y Morrison, y posteriormente las investigaciones de Drake, constituyeron el punto de partida para el SETI, o la búsqueda de inteligencia extraterrestre; una búsqueda que aún no ha dado sus frutos —aunque seguimos en ello con proyectos cada vez más ambiciosos como la construcción del ExoLife Finder (ELF) del LIOM (Laboratorio de innovación en Optomecánica) del Instituto de Astrofísica de Canarias—, pero sí que nos ha enseñado algunas cosas sobre cómo y dónde buscar… o tratar de hacer que nos encuentren.

Cuando Fred Hoyle imaginó aquel mensaje de radio que llegaba de una galaxia lejana, lo que estaba plasmando en realidad era un reflejo: el nuestro. Podemos tratar de imaginar de infinitas maneras cómo podría ser un mensaje de origen alienígena, pero al final a lo que llegaremos, queramos o no, es a qué tipo de mensaje enviaríamos nosotros teniendo en cuenta las variables que nos definen tanto humanas como del universo que conocemos. Nuestra propia emoción ante la posibilidad de recibir señales de otros mundos hizo que, durante la década de los setenta fuéramos nosotros los que tomáramos la iniciativa de enviar todo tipo de misivas al espacio, como la placa de las Pioneer (1972 y 1973), el disco dorado de las Voyager (1977) o el mensaje de Arecibo (1974). Aunque nunca estuvieron destinados a que los interceptara nadie; en realidad eran para nosotros mismos, para la humanidad, para recordarnos nuestro lugar en el cosmos.
Los esfuerzos del proyecto Ozma de Frank Drake culminaron en la conferencia de Green Bank en noviembre de 1961, una reunión de varios científicos en la que se discutió la posibilidad de encontrar vida más allá de la Tierra y de donde salió la famosa ecuación de Drake para estimar el número de civilizaciones en la galaxia que lleva su nombre. Seis meses después, les llegó el siguiente mensaje a los participantes:

Descifrarlo es sencillo si uno cae en que 551 es el producto de dos números primos, 29 y 19, y que, si ordenamos la secuencia en 19 filas y 29 columnas aparece el siguiente dibujo —las zonas en negro son los unos y las blancas los ceros—:

¿A alguien le suena de algo? Salvo porque es algo más rudimentario, la idea es la misma que se utilizó en el mensaje de radio que se envió en 1974 desde el radiotelescopio de Arecibo. Pero ¿fue una idea original de Drake y del grupo de Green Bank? Es complicado saberlo porque estaba sucediendo casi todo al mismo tiempo, pero, curiosamente, Fred Hoyle y John Elliot —el primero no formaba parte del grupo de Green Bank ni el SETI— ya mencionan en A for Andromeda que el mensaje que nos llega del espacio está en código binario. Es como si todas las posibilidades de aquel momento llevaran al mismo lugar, de forma casual o no.
Pero eso no es todo, porque, si recibiéramos un mensaje de una civilización extraterrestre, ¿que nos gustaría encontrar en él al descifrarlo? Probablemente, el lugar de origen de dicha civilización, algo de información biológica que dé pistas sobre su naturaleza y tal vez algún aporte tecnológico o cultural que nos ayude a hacernos a la idea de su estado de desarrollo y costumbres. Bien… eso es exactamente lo que hemos enviado nosotros al espacio en nuestros diversos intentos.
Aunque Hoyle y Elliot iban bien encaminados, lo cierto es que su mensaje no entraba en tantos detalles, era bastante más críptico. En cualquier caso, todavía faltaba una década para que hiciéramos nuestro primer intento de contacto interestelar, lo suficiente como para madurar una idea que, una vez más se encontraba flotando en el ambiente entre la ciencia y la ficción, y para crear un mensaje mucho más elaborado que enviaríamos a hacia M13 con A… de Arecibo.

Bibliografía
Hoyle, F. y Elliot, J. (1961). A for Andromeda [Serie de TV]. BBC.
Poundstone, W. (1999). Carl Sagan. A life in the cosmos. Henry Holt.
Sagan, C., Drake, F. D., Druyan, A., Ferris, T., Lomberg, J. Y Salzman Sagan, L. (1986). Murmullos de la Tierra. Planeta.
Nota:
[1] Existe una nueva adaptación, de 2006.
Sobre la autora: Gisela Baños es divulgadora de ciencia, tecnología y ciencia ficción.