Un mensaje para el futuro: las cápsulas del tiempo de la Westinghouse Electric

Fronteras

Hubo un tiempo, hasta alrededor de mediados del siglo XX, en el que la humanidad tuvo un brillante futuro por delante. Nuestro entusiasmo tecnooptimista duró, más o menos, hasta que la ciencia y la tecnología avanzaron lo suficiente como para empezar a suponer una amenaza para nuestra especie: un poder de creación cada vez mayor trajo asociado, inevitablemente, un poder de destrucción también cada vez mayor. El desarrollo de la energía atómica, por un lado, y los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, como la otra cara de la moneda, por otro, es uno de los mejores ejemplos.

La materialización de una realidad que no terminaba de convertirse en la tecnoutopía que nos habían prometido hizo el resto. En la actualidad parece que perdimos la ingenuidad o la capacidad de soñar o de simplemente pensar que hay un mañana, parece que, en una sociedad que se mueve tan rápido, no nos da siquiera tiempo a asimilar el «hoy». Pero esto no siempre fue así.

En 1938, pensar en dentro de cinco mil años podía incluso entrar dentro de lo razonable. O eso pensaron en la Westinghouse Electric & Manufacturing Company cuando, de cara a la celebración de la Feria Mundial de Nueva York de 1939, cuyo tema era «El mundo del mañana», decidieron construir una cápsula del tiempo para las generaciones de ese mañana más que lejano con un claro objetivo:

Dentro de cinco mil años, las personas del futuro nos mirarán como nosotros miramos a los sumerios y a los primeros egipcios y babilonios. El plan de los ingenieros de la Westinghouse es proporcionarles más conocimiento sobre nosotros del que que nosotros tenemos sobre cualquiera de los pueblos antiguos que vivieron antes.

Para llevar a cabo el proyecto, la empresa creó el Comité de la Cápsula de Tiempo.

Dejando a un lado la cuestión de dónde estaría la humanidad dentro de cinco mil años ―algo que, a día de hoy, no sé si querríamos saber―, el primer problema que se encontraron los ingenieros de la Westinghouse era construir algo capaz de perdurar durante todo ese tiempo, empezando por el propio recipiente que conformaría la cápsula. Como mínimo, tenía que estar hecho de un material duro y ser resistente a la corrosión. La solución vino de la mano de uno de los primeros metales que utilizó el ser humano para fabricar utensilios y herramientas: el cobre.

Para construir la cápsula se utilizó cupaloy, una aleación compuesta por un 99,4 % de cobre, un 0,5 % de cromo y un 0,1 % de plata, dura como el acero y resistente a la corrosión incluso en agua salada. Tenía forma de torpedo y un tamaño de 16, 5 cm de diámetro, 205,7 cm de longitud, con paredes de un grosor de 2,54 cm. En su interior había un recipiente sellado de Pyrex, en el que se introdujeron los objetos.

Esquema de la cápsula que aparece en The story of the Westinghouse time capsule. Fuente: Westinghouse Electric & Manufacturing Company

Pero ¿qué objetos? Elegir qué dejar para la posteridad supuso un trabajo aún más arduo que el de ingeniería. ¿Qué era lo más representativo de la sociedad de 1939 o aquello que más podría interesar a los habitantes del futuro? El Comité de la Cápsula del Tiempo consultó con arqueólogos, historiadores, autoridades científicas y expertos del mundo del arte. Y, aunque en aquel momento el sesgo en la elección del contenido fue más que evidente, finalmente se introdujeron treinta y cinco objetos de uso común ―un despertador, una pluma, una cámara de fotos en miniatura, un cepillo de dientes, una cinta métrica, un sombrero de mujer…―, setenta y cinco muestras de diversos materiales ―metales, aleaciones, plásticos, algún mineral…―, algunas semillas selladas en recipientes especiales, y de una gran cantidad de información y documentación en forma de microfilm ―libros, periódicos, revistas, fotografías…―. Se tuvo especial cuidado en no introducir compuestos volátiles u objetos que pudieran descomponerse y se evitaron los líquidos.

Existe una réplica de la cápsula del tiempo de 1939 en el Heinz Story Center de Pittsburg, ciudad en la que George Westinghouse estableció su compañía

Todo ello se introdujo en la cápsula en presencia de tres notarios, con los objetos más pesados en el fondo sobre un lecho aislante de lana de vidrio ―material fabricado con fibra de vidrio, que también se utilizó para rellenar los huecos que quedaron―, ya que la cápsula se enterró de forma vertical. Encima, en la zona central, iban los microfilms y arriba del todo los objetos ligeros. El cilindro interior de Pyrex se selló, se le extrajo el aire, se rellenó con nitrógeno y se introdujo en la carcasa de cupaloy. Se puso todo el cuidado posible en que, cualquier que desenterrara la cápsula, si algún día lo hacía, encontrara todo lo que había en su interior intacto.

Personal de la Westinghouse Electric & Manufacturing Company preparando la cápsula del tiempo.

El enterramiento de la cápsula del tiempo tuvo lugar el 23 de septiembre de 1938, durante el equinoccio de otoño y unos meses antes de la inauguración de la Feria de Nueva York ―el 30 de abril de 1939―, en las inmediaciones del que sería el pabellón Westinghouse.

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Dibujo del pabellón Westinghouse en la Feria de Nueva York de 1939. La cápsula del tiempo se enterró justo delante, a algo más de 150 m de profundidad.

En este metraje de archivo de la época se puede observar un breve resumen de todo el proceso y el día del enterramiento.

Casi un siglo después, el pabellón Westinghouse que se construyó para quella feria no existe, pero la cápsula sigue allí, señalizada. No solo eso; como con todo lo demás, la compañía eléctrica procuró asegurarse de que algún día alguien la encontraría y para ello creó 3650 copias del Book of record of the time capsule, una guía impresa ―en dos tipos distintos de papel y con tintas especiales― que se distribuyó a bibliotecas, museos, monasterios… de todo el mundo. Un mensaje para el futuro con la localización exacta, el contenido de la cápsula e instrucciones tanto para encontrarla como para interpretar y entender su contenido. También incluyeron tres breves cartas de tres hombres relevantes de la época para las gentes del futuro: los físicos Albert Einstein y Robert Millikan, y el escritor Thomas Mann.

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Mensaje de Albert Einstein para los seres humanos del futuro tal y como aparece en el Book of record of the time capsule, en alemán y traducido al inglés.

La carcasa llevaba, además, la siguiente inscripción grabada en el exterior, en letras mayúsculas:1

CÁPSULA DEL TIEMPO DE CUPALOY, DEPOSITADA EN LA LOCALIZACIÓN DE LA FERIA MUNDIAL DE NUEVA YORK EL 23 DE SEPTIEMBRE DE 1938 POR LA COMPAÑÍA WESTINGHOUSE ELECTRIC & MANUFACTURING. SI ALGUIEN ENCONTRARA ESTA CÁPSULA ANTES DEL AÑO 6939 D. C., QUE NO LA ALTERE INNECESARIAMENTE, PUES HACERLO IMPLICARÍA PRIVAR A LA GENTE DE ESA ERA DEL LEGADO AQUÍ DEJADO. CONSÉRVENLA, POR LO TANTO, EN UN LUGAR SEGURO.

Una cápsula del tiempo del año 1938 es algo muy parecido al disco dorado de las Voyager enviado al espacio en 1977, poco más que un acto simbólico y un reflejo de los anhelos más optimistas de una época, que se vieron reflejados en el documental The Middelton Family al the New York World’s Fair, donde se mostraban las maravillas que podían encontrarse allí.

La feria universal volvió a Nueva York en 1964, y la Westinghouse Electric & Manufacturing Company volvió a hacerlo: creo una segunda cápsula del tiempo que enteró unos tres metros al norte de la primera. Construida de Kromarc ―una aleación de hierro, níquel, cromo, manganeso, molibdeno y trazas de otros elementos― y rellenada con argón, fue la demostración de que, a medida que pasa el tiempo, también evoluciona la tecnología… y cambia el legado que queremos dejar.

Contenido de la cápsula del tiempo de 1964. Fuente: Westinghouse Electric & Manufacturing Company

No puedo evitar, para terminar, dejar un par de crossovers: fue en la Feria de Nueva York de 1939 en la que Isaac Asimov tuvo su primera cita con una chica, mientras que Arthur C. Clarke y Carl Sagan estuvieron visitando juntos la de 1964. Así que tal vez estas cápsulas inspiraron, en algún momento, su imaginación.

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Un hito de piedra marca el lugar donde están enterradas las dos cápsulas del tiempo Westinghouse, en el parque de Flushing Meadows, al norte de Queen, en Nueva York. Por su localización, es probable que la zona acabe inundada con la subida del nivel del mar. Fuente: CC BY 2.0/Gary Dunaier

Bibliografía

Westinghouse Electric & Manufacturing Company (1938). The book of record of the time capsule of cupaloy, Westinghouse Electric & Manufacturing Company.

Westinghouse Electric & Manufacturing Company (1939). The story of the Westinghouse time capsule, Westinghouse Electric & Manufacturing Company.

Sobre la autora: Gisela Baños es divulgadora de ciencia, tecnología y ciencia ficción.

Nota:

1 Traducción de la autora.

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