¿Dónde está mi coche volador?

Fronteras

Existe toda una generación que crecimos creyendo que, cuando fuéramos mayores, tendríamos coches voladores. Es posible que el culpable de todo esto fuera el doctor Emmett Brown, cuando, en 1989, nos enseñó un 2015 con videollamadas, pantallas gigantes, drones, sistemas de reconocimiento biométrico… pero también ropa y calzado autoajustable, comida deshidratada, aeropatines y esos increíbles coches voladores que, una década más tarde, todavía no pueblan nuestros cielos. Y no porque no hayamos intentado fabricarlos a pesar de que existen algunos problemillas que tal vez habría que tener en cuenta, como la seguridad «vial», la regulación del tráfico aéreo o las posibles averías en vuelo, entre otros. Y es que los seres humanos somos así, primero inventamos y ya pensamos más tarde en las consecuencias.

En cualquier caso, no habría que esperar a los años ochenta y a Regreso al futuro para que alguien sembrara la idea de los coches voladores en nuestra imaginación, ya lo hicieron visionarios como Albert Robida o Julio Verne a finales del siglo XIX. Poco después, con la llegada del primer aeroplano de los hermanos Wright en 1903 y la popularización del automóvil, sobre todo a partir de la salida al mercado del Ford T en 1908, solo faltaba que alguien intentara unir los puntos.

Parece ser que uno de los primeros fue Glenn Curtiss, un inventor y empresario estadounidense que había pasado de las bicicletas a las motos a la construcción de motores para aviones. El Curtiss Autoplane se presentó en la Exposición Aeronáutica Panamericana celebrada en Nueva York en febrero de 1917, y era lo que cualquiera podría imaginarse para la época: algo parecido a un Ford T con alas. Pero ¿volaba? No se sabe con seguridad, aunque sí parece que era capaz de dar pequeños saltitos. Lo que sí tenía era un asiento para el chófer, delante, y dos para los pasajeros, detrás; si vamos a viajar en coche volador, mejor que sea con toda comodidad.

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Recorte de prensa del 14 de marzo de 1917 del periódico Kansan, de Kansas, hablando del Curtiss Autoplane. Fuente: Dominio público.

Este fue tan solo el punto de partida y, sobre todo, tras la Primera Guerra Mundial, llegarían nuevos modelos de nuestro medio de transporte favorito del futuro. Y algunos parecerían directamente sacados de un episodio de Los autos locos, como el cachivache anfibio aire-tierra-agua —o eso pretendía— que construyó en 1935 un inventor griego afincado en Estados Unidos llamado Constantinos Vlachos. Su invención llegó a aparecer en varios medios de la época, como Popular Science, pero no por haber salido volando, sino por haber salido ardiendo durante una prueba, momento que incluso quedó inmortalizado en las noticias:

Afortunadamente, Vlachos, que iba al volante, pudo salvar la vida.

Waldo Waterman diseñó en 1937 su Arrowbile y su Aerobile —este último, expuesto en el National Air and Space Museum de Virginia—, que funcionaban bastante bien, pero no tuvieron demasiado éxito comercial y parecían pequeños planeadores más que coches. De un corte más clásico eran los Convair Model 116 (1946) y Model 118 (1947), aunque el primer prototipo del Model 118 sufrió un pequeño percance que lo dejó hecho chatarra tras quedarse sin combustible en pleno vuelo —el conductor-piloto, milagrosamente, se salvó también en esta ocasión—.

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Primer prototipo del Convair Model 118 sobrevolando San Diego (California) y tras el accidente.
Fuente: San Diego Air & Space Museum

Y así, podríamos continuar indefinidamente sacando del baúl del tiempo toda una colección de coches con alas de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, si queremos un vehículo más parecido a los de Regreso al futuro, tendremos que irnos a finales de los años cincuenta, cuando Ford imaginó —es lo único que hizo, ya que nunca construyó ningún prototipo, solo una maqueta— su modelo Volante —prácticamente a la par que el Ford Nucleon—, sin alas, y con una gran hélice paralela al suelo en la parte delantera y dos en la parte trasera.

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Maqueta del Ford Volante (1956), un vehículo volador conceptual de Ford. Fuente: Ford Motor Company

Tratándose de aquella época, que ningún vehículo volador tuviera forma de platillo volante era impensable. Para muestra, el Avrocar de Avro Aircraft Limited (Canada), aunque se trataba de un proyecto militar, y desde luego no estaba pensado para convertirse en un utilitario para ir al trabajo o llevar a los niños al cole.

Con estos precedentes, está claro: el hecho que los coches voladores no se hayan popularizado no significa que no exista todo un abanico de opciones ahí fuera, también en el siglo XXI. Es posible que no sean como del Delorean de Doc, pero lo cierto es que algunos son bastante curiosos, como el Moller Skycar, pensado para llevar hasta a cuatro pasajeros y despegar y aterrizar en vertical; el I-TEC Maverick, de corte mucho más clásico, pero con certificado de aeronavegavilidad de la FAA; el PAL-V ONE, que ya se va pareciendo algo más a un spinner de Blade Runner, o el Terrafugia Transition con sus alas plegables.

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De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Moller Skycars M200 y M400, I-TEC Maverick, PAL-V ONE y Terrafugia Transition.
Fuentes: Wikimedia Commons / CC BY-SA 2.0/Moller Skycars; CC BY-SA 3.0/Flugkerl2; CC BY-SA NL 3.0/PAL-V Europe NV; CC BY-SA 3.0/MarkWarren

Podríamos escribir un monográfico sobre el tema, pero, lo que queda claro es que allá donde siempre ha ido nuestra imaginación —e incluso nuestro espíritu emprendedor— jamás han hecho falta carreteras.

Bibliografía

Carper, S. (s. f.). Glenn Curtiss —A first flying car? Flying Cars and Food Pills.

Finlay, M. (21 de octubre de 2023). What was the Convair Model 118 ConVairCar? Simple Flying.

Gil García, J. M. y Polanco Masa, A. (2017). Aviones Bizarros. Los aparatos más asombrosos de la historia de la aviación. Glyphos.

Popular Science (enero de 1936). News cameras film thrilling rescue. Popular Science.

Smithsonian National Air and Space Museum (s. f.). Waterman Aerobile. Smithsonian National Air and Space Museum.

Sobre la autora: Gisela Baños es divulgadora de ciencia, tecnología y ciencia ficción.

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