Cita con Omuamua y 3I/ATLAS

Fronteras

Hay muchas historias, algunas reales y algunas ficticias y algunas que se quedan el limbo entre ambos mundos, que comienzan con el descubrimiento de un exótico objeto interestelar que visita nuestro sistema solar. A los que pertenecen al mundo real los hemos bautizado como 1I/2017 U1 u Omuamua, C/2 019 Q4 o 2I/Borisov y C/2025 N1 o 3I/ATLAS. Al más conocido de todos los ficticios como 31/439 o Rama. Y en el limbo queda nuestro deseo inevitable de que alguno de los primeros sea, en realidad, de la misma naturaleza que el último.

Dijo Arthur C. Clarke que «La ausencia total de ruido no es una condición natural; todos los sentidos humanos requieren de algún impulso, y si se los priva de él la mente fabrica sus propios sustitutos». Tal vez por eso resulta casi inevitable tratar de rellenar los vacíos de lo que no conocemos o nos resulta insólito con aquello que nos gustaría vivir, descubrir o, al menos, presenciar. Para algunos, el hecho de poder observar de cerca un cuerpo celeste que viene de algún lugar a decenas, cientos, miles o tal vez millones de años luz no es algo lo suficientemente increíble por sí mismo. Así que se empeñan en buscar intencionalidad donde solo hay casualidad, aunque las casualidades en el universo no deberían resultarnos tan raras. Al fin y al cabo, ¿cuánto hemos observado de él? Seguramente no lo suficiente para saber, muchas veces, qué es lo habitual y qué no lo es. Nuestro camino, en ese sentido, apenas ha comenzado.

El cometa 2I/Borisov no nos dio demasiados quebraderos de cabeza: se comportó como esperábamos que se comportara. Omuamua y 3I/ATLAS nos han sorprendido algo más, y eso ha dado pie a todo tipo de especulaciones. Los medios se llenaron de titulares anunciando, por fin, nuestro encuentro con Rama.

Arthur C. Clarke y edición ilustrada de Cita con Rama, una historia de primer contacto entre la humanidad y un artefacto alienígena de origen interestelar. Fuente: CC BY 2.0/ITU Pictures y Nova.

Para quien no haya leído la novela, narra básicamente el encuentro de la humanidad con un artefacto de origen extraterrestre proveniente del espacio interestelar —una maravilla de libro, por cierto—. La diferencia entre Rama y Omuamua o 3I/ATLAS es que, en primer caso, desde prácticamente el comienzo de la novela se sabe que es algún tipo de artefacto o construcción de naturaleza alienígena. Clarke no deja espacio para la duda, no hay apenas especulación. En cuanto el objeto se acerca lo suficiente queda claro lo que es, aunque al principio se haya confundido con un asteroide: se trata de un cilindro perfecto de 50 km de longitud y 20 de diámetro. Algo imposible de explicar a través de fenómenos naturales.

En estos casos —la llegada de exóticos objetos del espacio hasta nosotros— viene bien aplicar el principio de la navaja de Ockham, que dice que, en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la verdadera. ¿Y qué es más probable en el caso de nuestros dos visitantes interestelares rebeldes? ¿Que las anomalías se deban a lo mucho que desconocemos todavía acerca de este tipo de objetos —y de muchos otros, en realidad—, sobre todo cuando provienen desde fuera de nuestro sistema solar? ¿O que sean sondas, naves o artefactos alienígenas? Es indudable que esta última opción es la más interesante, pero eso no significa que tenga siquiera sentido.

Omuamua

El astrofísico Robert Weryk detectó Omuamua en nuestros cielos el 19 de octubre de 2017 desde el Observatorio de Haleakala en Hawai. Su órbita hiperbólica —esto es, abierta, que no lo mantenía orbitando alrededor del Sol— evidenció su origen: venía de más allá de nuestro sistema solar. Formaba un ángulo de aproximadamente 123º con el plano de la eclíptica, y procedía de las inmediaciones de la estrella Vega, en la constelación de Lira. Fue el primer objeto de este tipo que tuvimos la oportunidad de observar, aunque no durante demasiado tiempo antes de que se volviera a perder en la inmensidad del espacio interestelar.

El hecho de recibir a un visitante de las estrellas en nuestro vecindario ya era una noticia lo suficientemente relevante, pero había más: Omuamua presentaba algunas peculiaridades que nos pillaron desprevenidos. En primer lugar, el análisis de la luz que reflejaba daba a entender que tenía una forma muy alargada, tal vez plana, como un disco o un esferoide aplastado —no se ha llegado a observar directamente—, cuando los cuerpos estelares de este tipo que conocemos suelen presentar una esfericidad mucho mayor. En segundo lugar, su aceleración no podía explicarse únicamente por la acción de la gravedad. Esto no hubiera tenido mayor importancia si Omuamua contara con una cola que expulsara materia, como los cometas, pero no se detectó ninguna, lo que avivaba el misterio. Con estos datos, a priori, es inevitable que a cualquier lector habitual de Arthur C. Clarke le dé un vuelco el estómago, ¿no? Hay quien, en aquel momento, ya casi estaba preparando las maletas para subirse a la Endeavour.

Recreación artística de cómo podría ser Omuamua. Fuente: CC BY 4.0/ESO/M. Kornmesser

Lamentablemente —y digo lamentablemente porque, entre todas las opciones posibles a un fenómeno, la explicación extraterrestre siempre será mi favorita—, la ciencia cuenta con herramientas para desentrañar muchos tipos de fenómenos, y en realidad no hay nada en Omuamua que no se pueda explicar con los conocimientos que tenemos. ¿Hay alguna laguna todavía por cubrir? Por supuesto, pero hay que tener en cuenta que los datos de los que disponemos en el caso de este objeto son pocos —dada la brevedad de su visita y su pequeña magnitud—, y no de una gran calidad. El caso es que esa aceleración anómala se explicaría perfectamente si Omuamua estuviera liberando gases volátiles al espacio, aunque no lo estuviera haciendo de forma visible —por eso no los habríamos detectado—. Y su forma extraña podría deberse simplemente a que sea fruto de alguna colisión o algún remanente de la explosión de un cuerpo mayor. Lo que está claro, en cualquier caso, es que si era una sonda o una nave de una civilización alienígena, no parece que su intención fuera contactar con nosotros o habrían sido mucho más claros.

3I/ATLAS

Nuestro tercer visitante interestelar —y segundo candidato a un fascinante encuentro extraterrestre, porque, como dijimos, 2I/Borisov se comportó bien— apareció por aquí cerca el 1 de julio de 2025, este mismo verano. 3I/ATLAS —detectado por uno de los telescopios, situado en Chile, del Sistema de Alerta Temprana de Impacto de Asteroides— apareció entre las constelaciones de la Serpiente y Sagitario. También sigue una trayectoria hiperbólica, como era de esperar, en esta ocasión alineada con el plano de la eclíptica, y se mueve a una velocidad de 58 km/s. Tiene coma y cola, con lo cual está claro que se trata de un cometa, y se estima que es un cuerpo bastante simétrico que podría alcanzar hasta 5,6 km de diámetro. Pero no hay de qué preocuparse: aunque pasará relativamente cerca de la Tierra, sabemos que no lo suficiente como para suponer ninguna amenaza —a una distancia 1,8 UA o 270 millones de kilómetros—.

3I/ATLAS
3I/ATLAS captado por el Observatorio Gemini Sur, en Chile el 27 de agosto de 2025. Fuente: International Gemini Observatory/NOIRLab/NSF/AURA/Shadow the Scientist. Image Processing: J. Miller & M. Rodriguez (International Gemini Observatory/NSF NOIRLab), T.A. Rector (University of Alaska Anchorage/NSF NOIRLab), M. Zamani (NSF NOIRLab)

En este caso, y dado su reciente descubrimiento, el análisis de sus propiedades sigue en curso, y además podremos estudiarlas con mucho más detalle, por ejemplo, que Omuamua, ya que permanecerá más tiempo en nuestro sistema solar y se aproximará a varias de las sondas que pululan por él. En el momento de publicación de este artículo, 3I/ATLAS ya habrá pasado muy cerca de Marte —entre el 1 y el 7 de octubre—, y tanto los rovers de la superficie como las sondas en órbita nos proporcionarán pronto más datos de él. Después, tras su máxima aproximación a nuestro Sol a finales de octubre y pasar por detrás de él, será el turno de la sonda Juice, que aún se encuentra de camino a Júpiter —se espera que llegue en julio de 2031— pero que dirigirá sus instrumentos hacia el cometa en el mes de noviembre. Antes de abandonar nuestro sistema solar, 3I/ATLAS hará una última aproximación a Júpiter a mediados de marzo de 2026, donde se está llegando a plantear si la ya maltrecha sonda Juno podría sernos de ayuda para desvelar algo más sobre él.

¿Hay quien ya está lanzando teorías sobre su posible relación con una civilización extraterrestre? Por supuesto, somos humanos y no vamos a decepcionar en ese sentido. Pero en el caso de 3I/ATLAS pensar algo así tiene menos razón de ser incluso que con Omuamua. En primer lugar, porque sus anomalías no son tan… anómalas, y, en cualquier caso, contamos —y contaremos en los próximos meses— con datos mucho mejores y de mayor calidad que esclarezcan todo. Sería buena idea, por el momento, darle más tiempo a los científicos y menos a los especuladores.

En cualquier caso —salvo que en un giro espectacular de los acontecimientos 3I/ATLAS dé la sorpresa de la historia—, sí hay algo que, por el momento, están teniendo en común todos estos visitantes interestelares con Rama… y es que vienen y se van dejándonos con un montón de incógnitas.

3I/ATLAS
Dominio público/Monomorphic

Bibliografía

Clarke, A. C. (1975 [1973]). Cita con Rama. Ultramar Ediciones

ESA (s. f.). Juice. ESA Science & Exploration.

ESA (10 de julio de 2025). ESAS’s ExoMars and Mars Express observe comet 3I/ATLAS. ESA Science & Exploration.

Greicius, A. (26 de octubre de 2017). Small asteroid or comet ‘visits’ from beyond the solar system. NASA.

NASA (s. f.). ‘Omuamua. NASA Science.

NASA (s. f.). Comet 3I/ATLAS. NASA Science.

Sobre la autora: Gisela Baños es divulgadora de ciencia, tecnología y ciencia ficción.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos obligatorios están marcados con *