En la preciosa película de Steven Spielberg “Encuentros en la Tercera fase”, los alienígenas eligen un lugar emblemático de Estados Unidos para establecer contacto con los seres humanos: la Torre del Diablo.

Localizada en el estado de Wyoming, la Torre del Diablo es una estrecha meseta elevada varios centenares de metros por encima de la planicie que la rodea, lo que hace que destaque de manera prominente sobre el paisaje. Pero, lo que más llama la atención de esta estructura es la morfología de sus paredes verticales, ya que aparecen cubiertas de surcos y hendiduras, como si la meseta se hubiese formato por la unión de numerosas columnas prismáticas al más puro estilo de un antiguo templo griego.
Esta curiosa morfología ha permitido que su origen haya estado asociado a la mitología desde tiempo pretéritos. De hecho, el pueblo lakota, que habitaba esta zona antes de la llegada de “los rostros pálidos”, cuenta una leyenda tan hermosa como la historia de la película de Spielberg para explicarlo. Al parecer, un día varias niñas de la tribu se adentraron en un bosque cercano mientras jugaban. Allí las vio un oso gigante, que empezó a perseguirlas. Las muchachas corrieron a refugiarse sobre una roca, pero el oso aún las tenía a mano. Entonces, las niñas imploraron al Gran Espíritu que las salvase, el cual, conmovido por su llanto, elevó la roca hacia el cielo para ponerlas a salvo. El oso, que no se rendía, intentó escalar la roca, arañando sus paredes con sus enormes garras, dejando marcas en formas de profundos surcos. Pero no pudo alcanzar a las muchachas, las cuales, una vez llegaron al cielo, el Gran Espíritu las convirtió en las Pléyades que forman parte de la constelación de Tauro.
Sin embargo, esta no es la única historia fantástica creada para explicar el origen de esta particular formación rocosa. En los últimos años, principalmente a través de las redes sociales, circula el rumor de que la Torre del Diablo son los restos fosilizados de un árbol gigantesco, evidencia de que el mundo estuvo poblado por criaturas de enorme tamaño, incluidos seres humanos monstruosos, antes del diluvio universal. Y todo esto basado en que la meseta “se parece a un tocón de árbol” como única evidencia científica.

Aquí es donde entra la Geología para dar la explicación real sobre la formación de esta particular meseta estadounidense. O, mejor dicho, las explicaciones, porque existe cierta discusión geológica sobre los detalles exactos de su generación. Pero, valga la redundancia, vamos a empezar por el principio, viajando a hace unos 50 millones de años, en pleno Período Eoceno. En ese momento, se produjo el ascenso de un magma, es decir, un material fundido, desde el interior de la tierra en esta zona, que fue atravesando todas las capas de roca que se encontraba a su paso. Y ahora es cuando no metemos en los detalles. Según una hipótesis, el magma no llego a salir a la superficie, quedando atrapado entre las rocas que atravesaba, adaptando o bien una morfología tubular o bien expandiéndose como un champiñón para enfriarse en el interior del terreno. En la otra hipótesis se defiende que el magma sí llego a salir al exterior, provocando varias erupciones volcánicas. En este segundo caso también tenemos dos versiones, porque, al enfriarse, las rocas ígneas formaron un tapón en una chimenea volcánica o, al contrario, cristalizaron en un mar de lava en el propio cráter.
En lo que sí coinciden ambas hipótesis es que, en los últimos 50 millones de años, el viento y la lluvia se han encargado de erosionar todas las rocas sedimentarias formadas antes del ascenso del magma y que recubrían las rocas ígneas. Así es como estas rocas ígneas, mucho más resistentes a las inclemencias del tiempo, han quedado expuestas en el paisaje, resaltando en superficie y dando forma a la Torre del Diablo, mientras que las sedimentarias, más blanditas, ahora apenas son escombros dispersos a sus pies.

El origen ígneo de estas rocas también explica la presencia de las hendiduras en las paredes de la meseta. Al enfriarse el magma y pasar de fundido a sólido, este material se contrae, tensionando y agrietando las rocas hasta formar unos prismas hexagonales (aunque también pueden tener 5 o 7 lados, pero eso es más extraño), como si fuesen un panal de abejas. Este proceso se denomina disyunción columnar, un nombre bastante obvio, ya que las rocas tienen formas de columnas pegadas unas con otras. Y sí, también es así como se formó la famosa Calzada de los Gigantes irlandesa.
La Torre del Diablo es un magnífico ejemplo geológico sobre formación y evolución de rocas ígneas, mostrando que las historias que nos cuenta la naturaleza siempre superan a las que somos capaces de inventarnos los seres humanos. De hecho, su belleza e importancia geológica es tan grande, que fue declarada como el primer Monumento Natural de Estados Unidos por el presidente Roosevelt a comienzos del siglo XX. Y eso que tenía miles de sitios en su país para elegir…
Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la EHU