José Ramón Alonso
La divulgación científica es un ámbito abierto, variado y, a menudo, divertido. La oferta en español es cada vez más amplia y el número de divulgadores así como la calidad media van en claro aumento. Los perfiles de quienes escriben de ciencia son igualmente heterogéneos, de catedráticos de universidad jubilados a jóvenes doctorandas, y lo mismo sucede con los temas, de Astrofísica a Geología, de Psicología a Nutrición. Hay, seguro, alguien que divulga ciencia pensando en un lector como tú. A su vez, cada día más lectores descubren que este mundo, el de la ciencia tratada de un modo accesible, es un ámbito enormemente interesante, una parte esencial de la cultura y también, no vamos a quedarnos cortos, un espacio en el que se trabaja día a día por construir un mundo mejor.
Dentro de las industrias culturales, el libro conjuga potencia económica –un tercio del PIB de ese importante sector industrial–, una creación mayoritariamente en español –algo que no sucede en la cinematografía o los videojuegos–, y ser un elemento clave de formación y educación, además de ocio. Con permiso de los perros, el verdadero mejor amigo del hombre es un libro.
A pesar de los estragos de esta última crisis, el sector del libro es un ámbito pujante. Cada día se publican en España 250 nuevos títulos, se venden 421.000 libros y se facturan 6 millones de euros tan solo en el mercado interior. Hay 3.109 editoriales en activo, de las cuales un 10% se crearon en el último año. Sin embargo, hay pocas ballenas y bastantes sardinas en ese mar ya que dos tercios de las editoriales publicaron menos de diez títulos al año. Por último, somos la tercera potencia exportadora de libros del mundo, por detrás tan solo de Estados Unidos y Reino Unido, un puesto interesante que no tenemos en muchos otros sectores.
Los divulgadores de ciencia exploran y aprovechan todas las plataformas: la televisión, ahí tenemos las dos temporadas de Órbita Laika en TVE2, las cadenas tradicionales de radio o el formato «podcast», más flexible e independiente. Y un sector clave es el del libro. Pese a que en ocasiones resulte poco visible, las grandes editoriales han prestado atención a la divulgación científica. Alianza, Destino, Crítica, RBA, Tusquets, Ariel, Almuzara/Guadalmazán y Planeta, entre otros, tienen magníficas obras de ciencia para todos. Algunas de ellas han apostado por la traducción de obras foráneas, otras por personas con tirón televisivo como Eduardo Punset y otras por autores noveles. Evidentemente, los autores nacionales tenemos más aprecio a esta última estrategia, que permite trabajar la cantera y que en muchas ocasiones devuelve con creces lo invertido. Este es el caso de José Miguel Mulet, el bioquímico alicantino que se ha convertido, con razón, en un superventas.
En las últimos meses estamos presenciando movimientos significativos en el ámbito de la edición científica. En todos tengo empeños personales y a todos deseo que resulten exitosos, así que vaya por delante la declaración de intereses.
Editorial Cálamo, una editorial independiente que hasta ahora tenía colecciones fundamentalmente de humanidades ha puesto en marcha El Arca de Darwin, una colección de divulgación científica que busca combinar nombres nuevos y autores conocidos, nacionales y extranjeros y que apuesta, sobre todo, porque haya una historia emocionante que contar. Sería el primer modelo, una editorial consolidada y de negocio «tradicional» (distribución en librerías) que se abre, con una nueva colección, a la ciencia.
El segundo de esos proyectos que me gustan es Next Door Publishers. El alma es Oihan Iturbide y se ha buscado un grupo de colaboradores entre los divulgadores más activos en nuestro panorama, y una escudera de lujo como es Laura Morrón. La apuesta aquí es el encuentro entre ciencia y arte, así como la calidad formal generando, por lo que hemos visto hasta ahora, libros exquisitos.
El tercer ejemplo es Psylicom ediciones, que ha creado una colección de Pequeñas Guías de Salud. Aquí el objetivo es proporcionar información básica, actual y basada en evidencias científicas. El modelo de negocio se basa en libros muy baratos (que intentan mantenerse por debajo de los 10 euros) y una distribución directa en congresos, reuniones, asociaciones, etc. Es posible que esas guías sean algún día material excelente para su distribución en el kiosco junto con el periódico.
El cuarto proyecto editorial es Principia, revista de divulgación científica en papel para mayores y para niños (Principia Kids). El éxito en el crowdfunding de Enrique Royuela y su equipo ha permitido que ambos proyectos vean la luz en pocos meses y que podamos disfrutar de una combinación de textos amenos e ilustración limpia y sugerente que es un deleite para los sentidos.
El último jugador al que hay que dar la bienvenida es el sello editorial Naukas. Naukas es probablemente el portaaviones de la divulgación científica en español. Con una largo recorrido y más de doscientos «pilotos» a bordo, una web con unos números impactantes de visitantes y un bombazo anual como es la reunión de Naukas Bilbao, combina con éxito una dirección estratégica y la creación de un marco en el que los divulgadores, anárquicos y diversos, nos sentimos cómodos. Naukas, que inicialmente también encontró un buen respaldo en la vía del crowdfunding, se alía para este nuevo proyecto con la editorial Glyphos. apuesta por la venta en web y propone unas condiciones especiales para el autor quien, en vez de recibir un porcentaje de las ventas como se hace habitualmente, se convierte en socio de los beneficios. En sus palabras, cuidar al autor y al lector. Esta propuesta viene respaldada por la garantía de recibir una información detallada sobre las ventas, así como un abono riguroso de los pagos, lo que no deja ser aire fresco en un sector donde quedan algunos seudoeditores que engañan en las liquidaciones, no cumplen los plazos establecidos en el contrato o directamente no pagan a los autores.
Los divulgadores tenemos un cariño especial a Carl Sagan. Sus jerséis de cuello alto, su flequillo y sus «billones y billones» eran el atrezzo más reconocible de un verdadero científico que contaba la ciencia con pasión y rigor. Una de sus frases más famosas resulta un tanto sombría «Vivimos en una sociedad dependiente de la ciencia y la tecnología en la que nadie sabe nada de estos temas. Esto constituye una fórmula segura para el desastre». Pero la frase sigue siendo cierta si le damos la vuelta. Si conseguimos que la gente sepa sobre ciencia y tecnología, tendremos una sociedad más sabia, más justa, más eficaz, mejor preparada para los retos del futuro. Y en eso están los nuevos proyectos editoriales.
Sobre el autor: José Ramón Alonso es catedrático de biología celular y director del Laboratorio de plasticidad neuronal y neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León, además de prolífico autor de textos de divulgación científica.