Francamente, debimos plantearnos adelantar el cambio de año cuando el 14 de enero fallecía Alan Rickman. 2016 no podía traer nada bueno. Tras ello llegó el brexit, la elección de Donald Trump, las muertes de David Bowie, Leonard Cohen, Umberto Eco, Darío Fo, Bud Spencer, Johan Cruyff, el huracán Mathew, el terremoto de Italia… Efectivamente, nada bueno.
¡Error! Aunque han pasado más desapercibidas, este año también ha traído buenas noticias, muchas de ellas por cortesía y gracia de los científicos e investigadores de todo el mundo. Si tener en cuenta lo bueno ya es una costumbre saludable de por sí, en un año que vamos a cerrar como un continuo borrón chubascoso se antoja una necesidad vital.
No están todas las que son, pero todas las que están, lo son: buenas noticias que nos ha dejado la ciencia.
Una vacuna para el ébola
En la misma semana de Navidad llegó la que probablemente es la mejor noticia de todas: la Organización Mundial de la Salud anunciaba que la vacuna experimental sometida a la fase de ensayos clínicos en Guinea durante 2015 demostraba una eficacia del 100% para proteger a los seres humanos de la enfermedad.
La noticia llegaba tarde para todos los que fallecieron en la epidemia de ébola en África Occidental del año pasado, pero suponía una esperanzadora diferencia para la próxima vez que algo así ocurra de nuevo.
El virus del ébola se identificó por primera vez en 1976 y desde entonces ha habido brotes esporádicos de la enfermedad. El que se vivió en África entre 2013 y este 2016 ha sido el más grave de todos con más de 11.000 muertes.
Un niño con tres padres
En el mes de septiembre conocíamos la noticia: cinco meses antes nacía el primer bebé con código genético de tres personas distintas. Ocurrió en Estados Unidos y el objetivo era evitar que el bebé naciese con el síndrome de Leigh, una patología genética que afecta al desarrollo del sistema nervioso.
La madre del bebé porta la carga genética responsable de este síndrome. Aunque ella no ha desarrollado la enfermedad, ésta causó la muerte de sus primeros dos hijos, así que ella y su marido buscaron la ayuda de John Zhang, especializado en la técnica de los ‘tres padres’ para evitar este tipo de enfermedades.
Hay varias formas de evitar esto. La más habitual es fertilizar el óvulo de una donante y de la madre con el esperma del padre, y antes de que ambos comiencen a dividirse se extrae el núcleo de ambos, se descarta el de la donante y se sustituye por el de la madre. En este caso, por motivos religiosos, la pareja se negó a destruir un embrión, así que el proceso fue diferente: Zhang extrajo el núcleo de un óvulo de la madre y lo introdujo en uno de la donante para ser fertilizado a posteriori.
Esto abre una nueva puerta a la manipulación de óvulos para evitar enfermedades sin afectar a embriones, un punto que causa serios dilemas éticos y morales en muchos casos.
Un corazón en un chip
En el mes de octubre, científicos de Harvard anunciaban que habían logrado por primera vez reproducir los elementos y funcionamiento del corazón humano en un pequeño chip fabricado con una impresora 3D de forma que se pueda utilizar para investigación médica sin necesidad de utilizar modelos animales.
Se trata de un paso más en la rama de la microfluídica, que trata de fabricar pequeños chips de plástico en los que se ensayen las reacciones químicas que ocurren en cada órgano humano al entrar en contacto con distintos medicamentos o sustancias y llevar así a cabo parte de la investigación sobre enfermedades y sus curas.
Además, utilizar una impresora 3D para fabricarlos tiene ventajas añadidas, ya que el diseño se puede modificar rápidamente para adaptarse a enfermedades o alteraciones concretas de un paciente y aplicar así una investigación y medicina personalizadas.
Un brazo robótico que siente
Una noche de 2004, Nathan Copeland, de 18 años, iba conduciendo bajo la lluvia cuando perdió el control de su coche y tuvo un accidente. Desde entonces, su cuerpo perdió toda sensibilidad del cuello para abajo. Hasta que este mes de octubre recuperó el sentido del tacto en un brazo.
Claro que el brazo no es suyo. Es un brazo robótico conectado con una cirugía directamente a su cerebro, de forma que recibe las señales eléctricas de forma similar a como sentimos habitualmente que algo nos roza un dedo.
No es la primera prótesis robótica que se fabrica, pero aquí la clave está en el sistema de señales bidireccionales. A Copeland se le colocó un implante neuronal y durante seis meses entrenó para aprender a dominar el dispositivo: por un lado, los electrodos recogían las señales enviadas por la zona motora del cerebro para mover el brazo robótico, mientras que por otro estimulaban eléctricamente otra región relacionada con los sentidos. para crear la sensación del tacto. Según Copeland, la sensación es prácticamente la de tener la mano y el brazo de nuevo funcionales.
Un anticonceptivo masculino
Queda aún mucha investigación por delante, pero los primeros resultados son prometedores: en el estudio clínico de una inyección anticonceptiva masculina, los resultados demostraron una eficacia prácticamente igual a la de la píldora anticonceptiva femenina. Si bien el estudio tuvo que ser suspendido temporalmente por los efectos secundarios que sufrieron los voluntarios, se trata de un primer paso hacia un reparto equitativo del control del embarazo entre ambos miembros de una pareja.
En el estudio participaron 350 hombres con pareja estable que recibieron estas inyecciones hormonas. El efecto fue una bajada en el número de espermatozoides durante el tiempo que duró el tratamiento, recuperándose después los niveles habituales igual que ocurre con la píldora.
Sin embargo, las inyecciones presentaron efectos negativos, como acné, depresión y un incremento de la libido que causaron que el 20% de los participantes abandonase el tratamiento y por tanto el estudio se detuviese antes de lo previsto. Son aspectos que deben mejorar antes de que este anticonceptivo masculino pueda salir al mercado, pero se trata de un paso adelante en un camino que traerá una alternativa más para evitar embarazos no deseados.
Un ratón rejuvenecido
En el futuro, el envejecimiento no será una consecuencia inevitable del paso del tiempo, sino un factor que, como cualquier enfermedad, será posible tratar y curar. Eso asegura el equipo que a finales de este año anunció que, por primera vez, había aplicado en un ratón vivo la técnica de la reprogramación celular para revertir los efectos del envejecimiento.
La reprogramación consiste en manipular las células de cualquier tejido del cuerpo (del cerebro, de un músculo, del hígado…) para revertir su especialización y convertirlas en células madre pluripotentes, con la capacidad de convertirse en cualquier otra célula. Esto, que supondría una ventaja obvia ante la necesidad de un trasplante, es de momento una técnica demasiado compleja, cuyos resultados terminan a menudo desarrollando tumores.
En el caso del ratón, la clave fue dejar la reprogramación a medias: en vez de completar el proceso, los investigadores lo aplicaron de forma parcial y lo detuvieron antes de que terminase. De esa forma las células de los tejidos seguían especializadas, pero los efectos del paso del tiempo se habían corregido. Hará falta más investigación, pero pasar de los modelos in vitro, donde se había probado la reprogramación hasta ahora, a un animal vivo es un paso adelante en el dominio de una técnica que servirá para salvar vidas y ayudarnos a luchar contra las enfermedades causadas por la vejez.
Sobre la autora: Rocío Pérez Benavente (@galatea128) es periodista en El Confidencial
No todo ha sido malo este año: la cienci…
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Manuel López Rosas
A excepción de la imagen que deriva de afirmaciones que sugieren que «algo termina» y «algo nuevo comienza» como consecuencia del cambio de número del año, el recuento de avances tecnocientíficos tiene el mérito de proporcionar continuidad a consideraciones de todo tipo acerca de las nuestras actividades en tanto seres sociales y sus consecuencias.
¡¡Los mejores deseos para 2017!! 🙂