En una época en la que los dispositivos digitales nos permiten saber la hora con una precisión sin precedentes o en que las aplicaciones móviles pueden darnos datos astronómicos exactos, quizás no seamos capaces de entender en toda su amplitud el sentido de maravilla que suscitaba entre nuestros antepasados un artilugio capaz de dar esta información de antemano.
Durante muchos siglos, los relojes astronómicos fueron lo más parecido a los ordenadores actuales. No sólo permitían conocer la hora y la fecha del año, muchos de ellos daban además las horas de salida y puesta del Sol, las fases de la Luna o las posiciones de los planetas y las estrellas. Mediante engranajes cuidadosamente calculados y vinculados con los ritmos de los astros, estos mecanismos permitían reproducir ciclos astronómicos y determinar con antelación fenómenos tan complejos como los eclipses de Sol o de Luna.
Aunque hay quien considera al Mecanismo de Anticitera un precursor de estas calculadoras mecánicas, la edad dorada de los relojes astronómicos tiene lugar entre los siglos XIV y XVI. En esta época, las ciudades más prósperas comienzan a instalar estas prodigiosas maquinas. Si bien existen algunas variaciones importantes entre los distintos modelos, los relojes astronómicos se pueden clasificar en tres tipos principales.
Los primeros dos tipos se denominan “de astrolabio”, incluyen un círculo eclíptico giratorio y manecillas para indicar los movimientos del Sol y de la Luna, además de la hora. Este tipo de mecanismos permitía ofrecer todas las indicaciones propias de un astrolabio (Sol, Luna, estrellas brillantes, planetas). El primero de estos tipos engloba los relojes de astrolabio realizados en Lund, Doberan, Estrasburgo (reloj antiguo), Frankfurt y Praga, todos ellos anteriores a 1500.
El segundo tipo de relojes de astrolabio engloba los realizados en Munster, Ulm, Lyon, Olomouc, Estrasburgo (reloj nuevo), posteriores al año 1500. La principal diferencia entre los dos tipos estriba en la proyección de la bóveda celeste utilizada, polo norte en el primer tipo y polo sur en el segundo.
El tercer tipo de reloj astronómico monumental tiene su origen en Italia, concretamente en el reloj construido en Padua por Jacopo Dondi. Este tipo de reloj consta de un cuadrante y varios círculos concéntricos que indican las horas, las 12 constelaciones zodiacales, la posición del Sol y de la Luna en el cielo y su fase correspondiente y, en el centro del reloj, el disco de la Tierra que porta las manecillas de las horas. En Italia se pueden ver relojes de este tipo en Venecia, Brescia y Cremona. También hay ejemplos en otros países, por ejemplo en Danzig (Polonia) y Rostock (Alemania) y en varias ciudades británicas: Hampton Court, Exeter, Ottery, Wells y Wimborne.
Los primeros relojes astronómicos representaban el sistema solar atendiendo al modelo geocéntrico. En el centro del dial se situaba un disco o esfera que representaba la Tierra, ubicada en el centro del Universo. El Sol, la luminaria mayor, solía aparecer representado por una esfera dorada que giraba alrededor de la Tierra. En este esquema la experiencia cotidiana iba de la mano de la visión cosmológica imperante en la Europa precopernicana.
Sobre la fachada sur del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja de Praga se encuentra el más conocido de los relojes astronómicos. Está formado por tres componentes principales: un calendario perpetuo que indica el santo del día y la fecha; una esfera astronómica, que indica las posiciones del Sol y de la Luna en el cielo y, en la parte superior, el desfile de los apóstoles, una cabalgata mecánica que atrae a multitud de turistas cada hora.
La parte más antigua del reloj, el mecanismo y la esfera astronómica, datan de 1410 y son obra del relojero Mikuláš de Kadaň y del profesor Jan Šindel. Alrededor de 1490 se agregó el calendario perpetuo y se añadieron las esculturas góticas que decoran la fachada del reloj. En 1552 fue reparado por Jan Taborský y a partir de esta fecha funcionó intermitentemente.
El reloj astronómico reproduce la forma de un astrolabio mecánico. También se puede interpretar como un planetario primitivo que muestra el aspecto actual del universo.
Las catedrales y grandes templos son otro lugar habitual de estos ingeniosos mecanismos. Durante buena parte de la historia, las horas de la liturgia se determinaron mediante relojes de sol, clepsidras y relojes de arena, pero a finales del siglo XIII empiezan a aparecer relojes mecánicos en monasterios e iglesias que permiten calcular con exactitud la fecha de las fiestas religiosas móviles, en particular, la fecha de la Pascua. En ocasiones, como ocurre en Beauvais (Francia), el reloj encierra un mensaje espiritual de gran simbolismo religioso.
La ciudad alsaciana de Estrasburgo fue una de las primeras en disponer de un gran reloj monumental. La construcción del primer reloj de la catedral tuvo lugar entre 1352 y 1354. Algunas piezas del reloj original se pueden ver actualmente en un museo de la ciudad, pero la catedral cuenta con un nuevo reloj astronómico, el tercero que ha tenido. Una maravilla creada por el autodidacta Jean-Baptiste Schwilgué (1776-1856), quien dedicó su vida a la tarea de volver a poner en marcha el ingenio astronómico de la catedral.
Este reloj ha servido de inspiración a multitud de relojeros de todo el mundo. Por ejemplo, al danés Jens Olsen, uno de los fundadores de la Sociedad Astronómica Danesa, que en 1955 pudo cumplir su sueño de poner en marcha su reloj astronómico compuesto por 15.448 piezas individuales, aunque él no vivió para verlo. El reloj de Olsen se puede visitar en el Ayuntamiento de Copenhague y está considerado uno de los más precisos del mundo. La rueda dentada que se mueve más despacio da una vuelta cada 25.753 años.
Algunos relojes astronómicos ofrecen una cantidad de información realmente asombrosa. La Torre Zimmer de Lier (Bélgica), por ejemplo, no solo indica con precisión la posición de los principales planetas, en su interior se encuentra el departamento de cálculos astronómicos donde encontramos toda una serie de diales que indican desde el período de Saros, hasta la ubicación de los cometas Encke y Halley, pasando por la posición de los radiantes de las principales lluvias de meteoros.
Un buen número de estos relojes históricos están incluidos en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, no en vano son maravillas de la ingeniería mecánica y una muestra indiscutible del ingenio humano.
Este post ha sido realizado por Paco Bellido (@ElBesoenlaLuna) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
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[…] Fastuosos. Los artículos de Paco Bellido son capaces de aunar la literatura de viajes con la historia de la ciencia, la astronomía y la tecnología asociada. Lo mejor del asunto es que las fotos son originales y que él ha visitado cada una de las piezas de las que habla. Lo que decíamos al principio, los artículos de Bellido son fastuosos. Verbigracia, Relojes astronómicos […]