Existen pocos tesoros más buscados que un billete de lotería ganador. Sin embargo, en el último sorteo de Navidad, la administración Ormaetxea de Bilbao (tan popular como podría serlo “Doña Manolita” en Madrid) tuvo que devolver dos series completas de billetes agraciados con el tercer y quinto premio. El motivo: al tratarse de “números feos”, nadie había querido comprarlos.
Preguntado sobre el asunto, Sergio Etxebarria, gerente de la Lotería bilbaína se explaya: «Nadie lo ha querido, no se han atrevido con él. Como tenía dos ceros por delante la gente lo descarta. Los más maniáticos creen incluso que si les ofreces uno tan bajo les quieres engañar». Los adefesios, en este caso, eran el 00750 (tercer premio), 06293 (quinto). Por su culpa, este año, Bilbao ha sacrificado 360.000 € a su ideal colectivo de belleza numérica. «Y esto que nos ha pasado a nosotros habrá pasado en muchas administraciones de España porque los números bajos cuesta mucho venderlos». Pero el comienzo en 0 no es el único criterio que parecen guiar este caprichoso sentido estético: “La gente busca aquellos que cree bonitos. Se piden mucho impares, en 5 o 7, el 69… números que se asocian a buena suerte».
No se trata, sin embargo, de una simple superstición. Las personas somos torpes reconociendo el azar y aún lo somos más a la hora de generarlo1. En general, sospechamos de números o combinaciones en las que leemos demasiadas casualidades, demasiada “intención”, como dos ceros seguidos a la izquierda, y curiosamente, buscando el azar, lo ordenamos inadvertidamente. En un estudio de 20122, se pedía a 20 sujetos que generasen secuencias aleatorias de 300 números. Los resultados no sólo no eran aleatorios desde un punto de vista matemático: una vez analizados, resultaban casi 3 veces más predecibles y diferenciables según el sujeto que los había generado.
Los azares imperfectos afectan a otros sorteos, no solo a la lotería de Navidad. En La Primitiva, los jugadores deben hacer ocho apuestas en las que eligen 6 números entre el 1 y el 49. La gente tiende a elegir números no consecutivos porque sospecha de las secuencias. Como afirma Antonio S. Chinchón, el autor de este interesante estudio basado en datos de Loterías del Estado (y de un blog maravilloso), “pensamos que tenemos más posibilidades de volvernos ricos eligiendo 4-12-23-25-31-43 en lugar de 3-17-18-19-32-33, por ejemplo”. El autor (y yo misma), se incluye dentro de esta percepción, si bien las secuencias que contienen números consecutivos son prácticamente igual de probables (P=0.4952) que las que los contienen. A fin de cuentas, es lo que caracteriza a los sesgos: no basta con conocerlos para poder evitarlos. En este caso, además, donde las ganancias se reparten entre los ganadores, una estrategia que quisiera maximizar el valor de las apuestas debería combatirlos activamente.
Puede pensarse que los números están impregnados de un simbolismo y unas asociaciones culturales difíciles de esquivar. Pero nuestra búsqueda de azar resulta imperfecta también cuando nos alejamos de ellos. Para explicarlo os propongo, antes de seguir leyendo, que contestéis a esta sencilla encuesta:
¿Crees que en una encuesta la posición de las respuestas importa?
— Almudena M. Castro (@puratura) January 14, 2020
…
¿Ya?
Si el experimento funciona (aunque con el azar, nunca se sabe…), lo más probable es que hayas elegido la tercera o la segunda respuesta. Es más, cuantos más participantes haya, la distribución de los resultados debería ir pareciéndose cada vez más a los de esta curiosa carrera, un twit que suma más de 68 mil respuestas:
It’s a turtle race
just tap a turtle and retweet pls— ᴊᴜʟs⁷ (@deservebts) June 19, 2019
No es un caso aislado, resultados muy parecidos reaparecen cada vez que alguien saca a las tortugas a correr. El motivo es que, ante una secuencia de elementos (objetos u opciones, colocados en fila), tendemos a evitar los de los extremos, quizás porque leemos demasiada “intención” en ellos, como en un número de lotería “demasiado bajo”. Es lo que se conoce como “center stage effect” o “centrality preference”3 y afecta no solo a las tortugas olímpicas, sino también a los productos que cogemos de la balda del supermercado, a las respuestas que damos en un test multiopción e incluso al baño en el que nos metemos cuando tenemos una urgencia en un lugar público. Quizás algo a tener en cuenta la próxima vez antes de descartar un número de lotería “feo” —al menos para saber que todos lo son; improbables en la misma medida— o plantear una encuesta a través de Twitter —los curiosos sin una respuesta clara tenderán a sesgar los resultados.
Referencias:
1N. Ginsburg, P. Karpiuk (1994). Random Generation: Analysis of the Responses. Perceptual and Motor Skills, 1994
2Marc-André Schulz, Barbara Schmalbach, Peter Brugger, Karsten Witt. Analysing Humanly Generated Random Number Sequences: A Pattern-Based Approach. Plos One, 2012.
3 Paul Rodway Astrid Schepman & Jordana Lambert (2011). Preferring the One in the Middle: Further Evidence for the Centre‐stage Effect. Applied cognitive Psychology,.
Sobre la autora: Almudena M. Castro es pianista, licenciada en bellas artes, graduada en física y divulgadora científica
El efecto escenario: por qué la gente elige la opción de en medio — Cuaderno de Cultura Científica
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