La vitamina D es una molécula especial en muchos sentidos. En primer lugar, se trata, en realidad, de una prohormona (una molécula precursora de una hormona) que ejerce efectos muy variados sobre diferentes tejidos. Su papel más destacado es la mineralización de los huesos, pero también está involucrada en el funcionamiento del sistema inmunitario, la función endocrina del páncreas, el desarrollo cerebral… Por si esto fuera poco, la vitamina D tiene la peculiaridad de que su forma activa se sintetiza en la piel tras la exposición directa a los rayos ultravioleta del sol. Así, en circunstancias normales, la principal fuente de esta molécula no son los alimentos, sino la radiación solar (un 80-90 % del total).
Es precisamente esta particular forma de obtener la vitamina D la que ocasiona que el déficit de esta molécula sea, en apariencia, algo relativamente frecuente. Este déficit no solo aparece en países con limitada radiación solar, como los nórdicos, sino también en naciones en las que no esperaríamos que se diese por contar con abundantes días soleados y una radiación solar importante. Este es el caso de España.
Aunque existe muchísima controversia al respecto, si se considera que existe deficiencia de vitamina D cuando los niveles en suero sanguíneo de 25-hidroxivitamina D son menores a 20 ng/ml, entonces, según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), el 40 % de la población española y más de un 80 % de las personas mayores de 65 años tendría déficit de esta molécula.
Ante esta alarmante magnitud de déficit vitamínico en nuestra sociedad, cualquier profano en la materia esperaría que los médicos solicitasen, de rutina, análisis de sangre entre sus pacientes para detectar si, efectivamente, alguno de ellos sufre este déficit y así recetar suplementos de vitamina D. Sería lo lógico, ¿no? Pues no. De hecho, no se recomienda realizar cribados universales en las consultas médicas para detectar los niveles de vitamina D en la población general, salvo que existan factores de peso para ello en casos de riesgo (osteoporosis, ancianos de edad avanzada…).
Aun en el caso de que se detectase deficiencia leve de vitamina D, las diferentes guías clínicas y sociedades médicas no aconsejan dar suplementos de esta molécula por sistema. En su lugar, y si es posible, se aconseja al paciente aumentar la exposición al sol y consumir más alimentos ricos en esta vitamina (pescado azul, huevos, hígado…).
Entonces, si el déficit de vitamina D es tan frecuente en nuestro país y en otros muchos, ¿por qué no se hacen screenings ni se pautan suplementos? La razón es sencilla: porque los ensayos clínicos muestran, una y otra vez, que el consumo de complementos o suplementos dietéticos con vitamina D no aporta ningún beneficio para la salud a la población sana sin déficits y, en muchas ocasiones, ni siquiera a las personas con déficits.
La ausencia total de beneficio de la suplementación de vitamina D
Un ensayo clínico reciente en este sentido, que llama la atención por la ausencia total de beneficio de la suplementación de vitamina D, se realizó en Mongolia sobre 8.851 niños con déficit de esta molécula (menos de 20 ng/ml en suero). Los investigadores querían averiguar si el consumo de suplementos de vitamina D3 (14.000 unidades internacionales cada semana, durante 3 años) en este colectivo tendría algún efecto positivo sobre la salud, en comparación con el grupo placebo. No encontraron ninguna diferencia entre ambos grupos, salvo por el hecho de que el grupo de niños que recibió vitamina D a lo largo de los años ya no tenía déficits. No hubo ningún efecto sobre la altura, la masa corporal o el desarrollo en la pubertad. Nada. Y esto no solo ocurría entre los niños con un déficit normal previo (menos de 20 ng/ml de vitamina D en suero), sino también incluso en aquellos con un déficit grave (menos de 10 ng/ml) al comienzo del estudio.
Resultados decepcionantes como los anteriores se dan constantemente en ensayos clínicos. La suplementación de vitamina D tampoco ofrece beneficio para disminuir el riesgo de tuberculosis en niños con déficits, no mejora la mineralización de los huesos en la población general, no previene fracturas ni caídas, y no reduce el riesgo de muerte por todas las causas, de cáncer o de enfermedades cardiovasculares.
Además de la ausencia generalizada de beneficios por el consumo de suplementos de vitamina D, algunos estudios han observado incluso riesgos para la salud. Un estudio observacional de casi 31.000 participantes detectó que el consumo de dosis mayores de 10 microgramos al día en personas sin déficits se asociaba con un incremento de mortalidad por todas las causas y por cáncer en particular. Por otro lado, un exceso de este nutriente puede provocar daños en los riñones y en otros órganos y tejidos.
¿A qué se debe esta paradoja en torno a la vitamina D? Hay dos explicaciones principales. La primera, que realmente los umbrales actuales para definir cuando existe un déficit por esta molécula no son correctos (son demasiado altos) y eso nos lleva a diagnosticar deficiencias que, en realidad, no existen porque no provocan daños sobre la salud. Por eso, añadir más vitamina D no aporta beneficio. De hecho, existe desde hace un tiempo mucha discusión científica sobre por debajo de qué nivel se puede considerar una deficiencia de vitamina D.
Otra posible explicación sobre por qué no se ven efectos saludables por el consumo de suplementos de vitamina D, incluso en personas con claros déficits, es que existe algún problema en el organismo que impide la transformación de esta molécula a su forma activa (el calcitriol), que es la que realiza las diversas funciones, o existe otro factor que no conocemos y que limita sus efectos aún en la forma activa.
Sea la razón que sea, lo que el conjunto de la evidencia científica nos sugiere es que no hay razón para consumir complementos de vitamina D, salvo casos muy definidos. Si lo que se quiere es tener unos buenos niveles, exponerse al sol de forma moderada, hacer ejercicio físico y comer alimentos ricos en este nutriente son una opción más recomendable, por ofrecer numerosos beneficios para la salud, además de más asequible.
Para saber más:
A tomar el sol
El enigma de los suplementos nutricionales
Sobre la autora: Esther Samper (Shora) es médica, doctora en Ingeniería Tisular Cardiovascular y divulgadora científica
Javier
Pues vaya. A mí me recetaron suplementos de vitamina D hace no mucho, todavía no he acabado el tratamiento.
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