Neuronas para las emociones

Editoralia

Charles Darwin fue probablemente uno de los primeros científicos que estudiaron las emociones, tanto en los seres humanos como en otras especies animales. Lo hizo observando las expresiones que mostramos al exterior, y publicó los resultados de sus observaciones en La expresión de las emociones en el ser humano y en los animales, en 1871.

Ha pasado siglo y medio desde entonces y, aunque con esfuerzo, ahora sabemos bastante más de las emociones. Son materia de estudio de varias disciplinas, y en especial de la psicología y las neurociencias. Y son el tema de Neuronas para la emoción (Shackleton Books, 2023), de Xurxo Mariño.

emociones

El libro está estructurado en tres partes. En la primera, tras la «Introducción», se presentan las emociones básicas, se explica en qué consisten y se ofrecen sus características más importantes. La caracterización que se ofrece de las emociones incluye lo que se sabe hoy acerca de los circuitos neuronales y áreas del encéfalo que las procesan.

Las emociones cumplen funciones esenciales y son resultado de millones de años de evolución. En gran medida son innatas, automáticas y a menudo inconscientes. Facilitan la toma de decisiones y nos ayudan a comunicarnos con los demás, porque mediante sus expresiones transmitimos estados mentales.

Hasta hace relativamente poco tiempo yo era de los que pensaba que emoción y sentimiento venían a ser casi sinónimos. Por esa razón cuando experimentaba la sensación de alegría, pensaba que ese era mi estado emocional, que mi sentimiento de alegría tenía su origen, precisamente, en esa emoción. Y, por lo tanto, que había una correspondencia clara, bien definida, entre ambas cosas, por no decir que eran lo mismo. Pero las cosas no son tan sencillas.

Las emociones no son experiencias subjetivas y conscientes

Las emociones consisten en comportamientos, cambios fisiológicos o actividades neuronales. No son las experiencias subjetivas, conscientes, que popularmente se conocen como emociones. Uno puede pensar que, aunque no sean la misma cosa, la distinción entre esas experiencias subjetivas –los sentimientos– y las emociones –la actividad neuronal y sus correlatos fisiológicos y de comportamiento– es ociosa y, por lo tanto, que tal distinción carece de importancia.

Sin embargo, es una distinción importante. Lo cierto es que no hay forma de asegurar que lo que se mide experimentalmente –la actividad neuronal, los cambios fisiológicos, etc.– corresponde a, o está directamente relacionado con, las experiencias subjetivas, los sentimientos. Menos aún se puede asegurar que esas experiencias subjetivas o sentimientos sean causados por esas actividades neuronales o cambios fisiológicos.

Los mamíferos y los seres humanos compartimos emociones, pero no podemos afirmar que compartamos sentimientos. Ni siquiera podemos saber si los animales no humanos experimentan sentimientos; desconocemos si tienen una experiencia consciente de sus estados emocionales.

Desconocía gran parte de lo que he comentado en las líneas precedentes, pero he disfrutado recordando nociones de neurociencia tan importantes como que no es posible deslindar la esfera de lo emocional de la de lo racional, porque ambas están profundamente imbricadas e inciden en nuestro comportamiento de forma conjunta. O que los estados emocionales tienen una influencia decisiva en la toma de decisiones que consideramos racionales .

En Neuronas para la emoción también he aprendido que el encéfalo pone en marcha paquetes de acción para ellas; y que la emoción aparece antes que el sentimiento mediante el que la experimentamos de forma consciente y la categorizamos. Y que una vez se experimenta de forma consciente un sentimiento, se producen pensamientos acordes a él.

Xurxo aborda asuntos tan interesantes como el del carácter innato –o no– de ciertos miedos, como el que muchos experimentan hacia las serpientes o, como en mi caso, hacia los roedores. Y resulta que no, no nacemos con esos miedos instalados, pero estamos predispuestos genéticamente a experimentarlos. No los traemos de serie, sino que hace falta alguna “mala experiencia” para que se desencadenen.

También trata de la forma en que las emociones se ven condicionadas por las experiencias y la forma en que aquellas influyen en los recuerdos. La emoción condiciona la intensidad y el detalle con que se recuerdan los episodios que guardamos en la memoria.

Emociones muy básicas

En la segunda parte, Xurxo Mariño se ocupa de forma pormenorizada de un conjunto de emociones básicas o, incluso, muy básicas. Esa distinción puede parecer ociosa pero quizás no lo sea tanto. Porque resulta, por ejemplo, que una emoción –probablemente la más básica de todas– no ha sido categorizada como tal hasta hace relativamente poco tiempo.

Se trata de la de “búsqueda y anticipación”. En palabras de Xurxo, “es una especie de sistema afectivo que está detrás de los demás y que crea la necesidad de involucrarse activamente en el mundo, esa motivación que pone en marcha el resto de emociones y que promueve la curiosidad y el aprendizaje”. Es posible que la razón por la que esta emoción solo se haya identificado como tal muy recientemente sea el hecho de tener ese carácter tan global.

El libro se ocupa también del deseo sexual, una emoción que, más que básica, algunos consideran primordial y equivalente, en cierto modo, al hambre o la sed, debido a su enorme importancia biológica.

Otras emociones básicas incluidas en el recorrido del autor son la tristeza, el miedo, la alegría y la ira. Y he de advertir que el texto depara alguna sorpresa que otra en ese repaso.

La tercera parte incluye dos asuntos especiales, el primero es el de las emociones en la adolescencia, un aspecto fascinante de nuestra biología. Es la época de la vida en la que pasamos a integrarnos en el grupo social. En ese proceso de integración los y las adolescentes construyen su propia identidad; y lo hacen, precisamente, en el marco de las relaciones que se establecen dentro del grupo. Es una fase especial de la vida, el control de los impulsos es imperfecto, por lo que se asumen más riesgos, y no se valoran de forma correcta las consecuencias de los actos. Y concluye el libro con un capítulo dedicado a estudiar la relación que existe entre la música y las emociones.

Me gusta cómo escribe Xurxo Mariño. Lo hace con claridad, sin sacrificar el rigor científico de lo que cuenta. Tiene un estilo identificable; creo que nada más empezar a leer uno de sus textos identificaría su autoría. Neuronas para la emoción está, además, salpicado de anécdotas, vivencias personales, episodios de la investigación en neurociencia que contribuyen a elaborar un texto muy ameno. Xurxo disfruta jugando con las palabras; por eso abunda en hallazgos lingüísticos y metáforas originales.

Eso sí, me quedo con ganas de saber de otras emociones; las que subyacen a los sentimientos de envidia, de vergüenza, de culpa o de celos tienen que ser apasionantes… Pero es un texto relativamente breve, algo que supongo deliberado, por lo que entiendo que se ha optado por abarcar menos para apretar algo más. Es una opción, por supuesto.

Vaya desde aquí mi enhorabuena y agradecimiento al autor, mi felicitación a la editorial, por el fichaje, y mi recomendación de este libro a todas las personas mínimamente interesadas en los vericuetos de la mente humana.

Ficha:

Título: Neuronas para la emoción. Cómo la neurociencia comienza a descifrar los circuitos de tus emociones.

Autor: Xurxo Mariño

Editorial: Shackleton Books (2023), 206 pp.

En Editoralia personas lectoras, autoras o editoras presentan libros que por su atractivo, novedad o impacto (personal o general) pueden ser de interés o utilidad para los lectores del Cuaderno de Cultura Científica.

Una versión de este texto de Juan Ignacio Pérez Iglesias apareció anteriormente en Lecturas y Conjeturas (Substack).

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