“La Biología de Sistemas es una pérdida de tiempo”
Esta entrevista apareció originalmente en el número 11 (2012) de la revista CIC Network y la reproducimos en su integridad por su interés.
Sydney Brenner, considerado como uno de los padres de la biología molecular, recibió el premio Nobel de Medicina en el año 2002, reconocimiento que compartió con H. Robert Horvitz y John Sulston. Brenner es autor de contribuciones muy importantes en el ámbito del código genético y es responsable de la introducción de organismos como el nematodo C. elegans y el pez Fugu para el análisis genético y molecular del desarrollo y la diferenciación. En el año 1953 realizó un viaje a la Universidad de Cambridge para conocer a los eminentes científicos Jim Watson y Francis Crick y su revolucionario modelo de la estructura del DNA, viaje que sin duda alguna supuso un antes y un después en su carrera científica.
El Prof. Brenner fue invitado a finales del mes de noviembre por el Donostia International Physics Center (DIPC), para dar varias conferencias, cita en la que coincidió con el Prof. Ginés Morata, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica 2007, y uno de los grandes referentes científicos en la biología del desarrollo. Éste es el resultado del encuentro que mantuvieron los profesores Brenner y Morata para CIC Network.
Usted se graduó como doctor en Sudáfrica, pero ¿ha ejercido alguna vez como médico en su trayectoria profesional?
Creo que una vez me pidieron que abriese la ceremonia de graduación de los estudiantes de medicina de la Universidad de California, en San Diego. Ellos querían un título, así que les ofrecí el mío. Fui estudiante de medicina en 1950, pero no era muy bueno. Sin embargo, retorné a estudiar medicina porque me dijeron que no encontraría trabajo en ningún sitio a menos que tuviese un título en medicina. Pero nunca la he practicado
Pero después, en el inicio de su carrera científica, fue a Oxford para estudiar genética bacteriana. ¿Qué le impulsó a dejar Sudáfrica?
Estaba interesado en una asignatura que todavía no existía en 1952, y que luego pasó a llamarse biología molecular. Así que solicité ir a Cambridge y hacer bioquímica, pero ni siquiera contestaron a mi carta. Luego me dijeron que había un científico, un tal Hinshelwood, que era un excelente químico físico, y que había escrito un libro llamado: The Physical Chemistry of the Bacterial Cell (La química física de la célula bacteriana), posiblemente el primer libro sobre biología de sistemas jamás escrito. Me parecía que la química física y las bacterias albergaban la esencia de ello. Se convocó una beca de un año para salir de Sudáfrica otorgada por la Comisión Real para la Exposición de 1851, y me la concedieron. Así que me fui a Oxford para hacer un doctorado en Química Física.
Después comencé a trabajar con bacteriófagos. Hinshelwood creía que todo era resultado de la adaptación, no le gustaban las mutaciones, no creía en la genética. Pero le convencí de que los genes tenían que existir y que las mutaciones eran posibles explicándole la diferencia entre la castidad y la impotencia: ambas tienen el mismo efecto, pero los mecanismos son diferentes.
Así que pasó un par de años en Oxford, pero el momento decisivo de su carrera es su famosa visita a Cambridge en 1953.
En Oxford conocí a dos personas: a Jack Dunitz, un cristalógrafo que trabajaba con Dorothy Hodgkin y, a través de él, conocí a Leslie Orgel y empezamos a hablar sobre DNA. Jack había estado en Caltech, así que conocía a algunas personas allí. Tenía muchas ideas respecto al DNA, pero todas eran erróneas. Previamente estudié citogenética, cuando comencé a estudiar los cromosomas. Fuimos en coche hasta Cambridge donde conocí a Francis Crick y James Watson, unas semanas antes de la publicación del famoso artículo.
¿Estaban mostrando su modelo a todo el mundo por aquel entonces?
Tenían un modelo en la oficina, ese modelo con las famosas imágenes de la doble hélice de DNA. Fui a dar un paseo con Jim Watson, conectamos, nos entendimos. Demerec estaba a cargo de Cold Spring Harbor. Vino a visitarme al departamento de química física y tenía una beca para mí; así que fui a Cold Spring Harbor en 1954 y después, atravesé América con Jim hasta Caltech, Berkeley, etc. Cuando fui a América, había empezado a trabajar en el código genético porque, en el momento que vi el modelo y empecé a leer los artículos de Gamow en el 53, tenía claro que tenía que haber un código. Así que el objetivo era descifrar dicho código. Empecé a trabajar en ello y a recabar las escasas secuencias de aminoácidos existentes, la mayoría de ellas de la insulina. Pero eran pequeños trozos o péptidos.
Y de la tabla de péptidos que había recopilado, obtuve la prueba de que no podía haber tripletes solapados, se necesitaban más tripletes de los que existían en el código. Eso lo esclareció todo. Hubo una actividad muy intensa para intentar probar qué código funciona y cuál no.
Colaboró con Francis Crick durante muchos años, fue una extraordinaria colaboración que dio forma a la biología molecular, de hecho, ustedes inventaron el término. ¿Por qué fue una colaboración tan especial?
Discutimos muchísimo. Continuamente planteábamos problemas y los intentábamos solucionar. Un intercambio de ideas, especialmente aquellas que podían estar vinculadas a los experimentos.
Él no hizo ningún experimento por su cuenta, ¿verdad?
Los hizo más tarde, pero no era un experimentalista, sino un teórico. También tenía el don de hacerte pensar con claridad. Sus preguntas eran muy profundas, tuvimos debates muy interesantes.
Pero parece ser que a muchos genetistas les gusta hablar mucho, da la impresión de que hacen poco y que exprimen lo poquito que hacen.
Parecía que en Cambridge nadie hacía nada, solamente hablar. Sin embargo, se trabajaba mucho. Es el poder deductivo de la genética. Una de las grandes cosas de la genética por aquel entonces, fue el descubrimiento que hizo Seymour Benzer. Fue fantástico, porque de las colonias en una placa de Petri podías deducir la secuencia de DNA. Hacíamos secuenciación de DNA mediante genética. Luego se estableció el código y la mayoría de los trabajos conjuntos se basaban en los mutantes de acridina. Francis empezó con un objetivo completamente diferente y se interesó en los supresores. Pero quedó claro, y está bastante claro ahora, que el concepto de mutaciones por desplazamiento del marco de lectura no existía, y que por ello lo teníamos que construir desde cero.
Ése fue un artículo excelente. Aparecían Francis y usted en él.
Sí, ese es el artículo, el código del triplete. Tiene un título grandioso: La naturaleza general del código genético.
Este es el fundamento de la biología molecular, probablemente la rama de la biología con más éxito. Más tarde, hacia 1963, abandonó los bacteriófagos y las bacterias, y se pasó a los nematodos. Muchos se mostraban escépticos ante esto. Corrió un gran riesgo al abordar los nematodos… ¿por qué lo hizo? y ¿por qué un gusano?
Siempre he estado interesado en la genética real – no la de los bacteriófagos – y en el desarrollo. Una vez que supimos que todo estaba programado en el DNA, empezamos a pensar en el tipo de genes que teníamos las personas, cómo es el organismo… De hecho, Francis y yo estábamos interesados en el sistema nervioso. Yo estaba muy interesado en esto. Él empezó a hacer cosas relacionadas con la visión. En los 70 Francis mostraba interés por el cerebro, pero yo prefería trabajar en cómo construir un modelo para hacer el cerebro, porque había llegado a la conclusión de que la única manera de explicar el sistema nervioso era tener un diagrama de conexiones y computar su comportamiento.
Necesitaba un organismo que se multiplicase rápidamente porque estábamos acostumbrados a hacer experimentos rápidos. También era importante que tuviese un número de células finitas y que se pudiese mantener en un laboratorio.
¿Y unas pocas neuronas?
Sí, porque queríamos conseguir el diagrama de conexiones. Hay un artículo muy famoso del genetista Goldschmidt que cuenta que cuando era joven trabajó en la anatomía del Ascaris, el cual tiene unas pocas neuronas, un número de células fijo; todos los libros en aquel momento hablaban sobre un número de células fijo, pero luego tenías que comprobarlo realmente. Porque la gente lo solía llamar «número fijo de células», pero no había evidencia alguna. Después hubo una persona que trabajó con nematodos; eran organismos bastante populares para poder ser observados a través de un microscopio ya que son transparentes. Y había otro individuo llamado Dougherty que estaba muy interesado en cultivarlos. Cultivaba un nematodo denominado Caenorhabditis briggsae. Me sentí muy atraído por este tema;había, además, otro científico francés llamadoNigon que había encontrado nematodos hermafroditasy eventualmente algún macho. Estefue el comienzo. Yo había aislado 61 estirpes de nematodos del suelo y los había cultivado con vistas a escoger el óptimo. Y obtuvimos secciones de todos ellos.
Pero hablando de este trabajo, hubo una gran inversión en personal aunque pasaron algunos años hasta que publicaron los primeros artículos en Genetics, en 1974. Me pregunto si piensa que sea posible hoy en día.
Bueno, por aquel entonces lo era. Hoy en día no sería factible porque a todos se nos juzga por nuestra labor individual inmediata. De hecho, Fred Sanger, que estaba en nuestro mismo laboratorio, no publicó durante varios años ni un solo artículo desde el último por el cual le concedieron el primer Premio Nobel. Durante ocho años no publicó nada. Yo mismo trabajé sin impedimentos y creo que eso hay que permitirlo porque, de lo contrario, no consigues nada nuevo. De hecho, mucha gente no estaba de acuerdo, pero a pesar de eso, intentábamos involucrar a otras personas como Peter Lawrence, les animábamos a trabajar en problemas de desarrollo. A nosotros lo que nos interesaba era estudiar la genética del sistema nervioso, es decir, obtener mutantes del sistema nervioso para poder tratarlos como habíamos hecho con los mutantes de bacterias. Y de hecho, muchos de los métodos son similares a los trabajos con fagos. Solíamos decir que los fagos se comen las bacterias desde el interior de éstas, y los nematodos, desde el exterior.
Recuerdo leer con gran interés el artículo en la revista Developmental Biology en el 77, en el que Bob Horvitz y John Sulston describían el linaje completo del nematodo. Creo que, por vez primera, se les asignó un nombre a todas las células del organismo. Considero que fue un artículo profético que derivó en desarrollos importantes como el uso de experimentación con microláser para matar células individuales, la migración de células específicas durante la diferenciación y, eventualmente, estudios sobre apoptosis. Me llamó mucho la atención. Si mal no recuerdo, lo habitual era que, durante la diferenciación del cordón nervioso ventral tras la división celular, una de las células posteriores moriría. Esa era la regla. Así que había un programa de desarrollo para la muerte celular. ¿Fue esa la razón por la que usted y Bob investigasen sobre la apoptosis, lo que eventualmente les llevó al Nobel?
Creo que lo que pasó fue que nos dimos cuenta de que la muerte celular era parte del programa de desarrollo, porque puedes ver realmente la muerte de las células. De hecho, de pura casualidad, obtuvimos un mutante que no era capaz de digerir el DNA, que carecía de la nucleasa. Así que lo que podíamos ver eran pequeños puntos negros a modo de lápidas de las células muertas, éramos capaces de ver qué células eran las que morían en el animal. Y después, también supimos que entre los machos y las hembras morían células diferentes. Esto se convirtió en algo muy importante. Y de hecho, esa fue la primera demostración de que existía un control genético. Así que Bob decidió buscar mutantes en los que no muriesen células. Comenzó a identificar los mecanismos y después, cuando ahondamos en la bioquímica, llegamos a las mismas conclusiones que los que estaban trabajando con organismos superiores.
Así que creo que es justo decir que la biología molecular de la apoptosis comenzó con el trabajo en nematodos.
Sí, y hay que destacar también que había gente por aquel entonces trabajando en la cromatina en el laboratorio. Existía una enzima que la cortaba en nuevas partículas, eso también era parte de la muerte celular. Así que éramos conscientes de ello y por supuesto la gente que trabajaba en el desarrollo de anfibios lo había demostrado. Un investigador llamado Tabulées, que trabajaba con Francis, cuando estuvo en el laboratorio de Strangeways, había demostrado que en el Xenopus la mayoría de las neuronas mueren. Se fabricaban muchas y después morían como si hubiera un programa.
Pero no había evidencia clara sobre el programa de desarrollo para apoptosis.
No, se sabía solo que las neuronas se creaban y se creía que las que no alcanzaban su objetivo, morían. Y la gente empezó a afirmar que la muerte celular era parte del programa de desarrollo. Pero no se había digitalizado. Lo que sí se supo a partir de C. elegans fue que todas las decisiones de desarrollo partieron de un nivel celular unitario. Y no a nivel tisular, por el que todo el mundo se preocupaba. Una sola célula toma la decisión de sobrevivir y diferenciar.
Ahora que lo menciona, creo que hay una clara diferencia con la Drosophila, ya que las decisiones de desarrollo se basan en un grupo de células, mientras que con los nematodos, en células individuales. Esa es la principal diferencia, ¿verdad?
Era la manera con la que caractericé la diferencia entre información posicional, que era lo que se hacía con los gradientes por aquel entonces, y los resultados con C. elegans. Lo solía llamar el plan americano y el plan europeo. En América, lo más importante es quiénes son tus vecinos; así que si quieres vivir con dentistas, vas a vivir a un barrio lleno de dentistas. Pero en Europa los vecinos no importan. Lo que importa es tu linaje: ¿quiénes son tus antepasados? Los grupos de células llegan a un consenso basado en este principio.
Es como el asunto de la diferenciación de las quetas que se hace por linaje. Sin embargo, en el ojo las decisiones sobre la formación de las ommatidias se toman en función de las células vecinas y no por linaje. Así que lo que creemos es que el nematodo representa un mecanismo molecular fundamental por el que se llegará a un consenso y con el que después teorizaremos con aquellos que tienen más células. Así que usted podría pensar en el gran debate sobre las quetas. ¿Recuerda sus cuatro células? Y también los omatidios en el ojo, donde las decisiones se tomaban por los vecinos y no por el linaje.
Sí, hubo una gran polémica. Se pensó que las ommatidias eran clones pero mediante experimentos muy ingeniosos se demostró que no era así. El proyecto del gusano finalmente fue un gran éxito. ¿Cuántas personas están trabajando en el tema actualmente?
Me han dicho que alrededor de 4.000, unas 10 por laboratorio, lo que supondría unos 400 laboratorios. Muchos se formaron recientemente en Japón. De hecho, en un año se crearon más laboratorios trabajando con C.elegans que restaurantes McDonald’s. Les ganamos.
¿Se ha dado cuenta de que el ratio entre células del nematodo (unas 1.000) y los cerca de 4.000 científicos trabajando en el nematodo supone cuatro científicos en activo por célula? Es un ratio increíble.
Sí, pero creo que lo realmente positivo ha sido la forma de trabajar de la comunidad del nematodo: compartiendo datos, compartiendo todo. Esto no ocurre en otros campos donde la gente se guarda información. Aunque no era una regla escrita, para ser parte del club, había que comportarse adecuadamente. No había reglas, pero se esperaba que no hicieras cosas como mantener resultados en secreto o no compartir mutantes. La información era propiedad comunal.
La secuenciación del genoma comienza en los años 70. ¿Tuvo esa tecnología un gran impacto?
Sí, creo que fue toda una revolución. Yo, por ejemplo, al principio trabajaba con el fago lambda. Y teníamos un montón de genes que sabíamos que eran componentes del fago, pero nunca pudimos averiguar qué genes eran. Desarrollamos métodos consiguiendo mutantes reprimibles o mutantes sensibles a la temperatura para contar los genes que había. Y lo que me resultaba fascinante era que, cuando Fred Sanger secuenció el fago lambda aprendimos muchas cosas, como por ejemplo, la secuencia de las fibras de la cola y de otras proteínas. Para mí estaba claro que lo que se haría en vez de secuenciar proteínas, sería secuenciar el DNA. Lo ilustraré con un ejemplo más adelante. Y a partir del DNA puedes leer la proteína. No solo eso, puedes extraer DNA y fabricar grandes cantidades de proteínas en bacterias. Así que también revolucionó la biología estructural. Se había conseguido simplificar la tecnología. Por ejemplo, supuso 10 años de trabajo el secuenciar la cadena pesada de miosina de conejo, un gen grande con 2.000 aminoácidos. Y John Karn secuenció cuatro miosinas del nematodo en un mes él solo. Y los datos que obtuvo fueron absolutamente fascinantes. Así que estaba claro que esa era la manera de hacer todas las cosas.
La revolución todavía continúa hoy en día.
Desde luego. Por eso empujé tanto en esa dirección. Un ejemplo clásico es el caso del nematodo, donde pudimos extraer todas las proteínas del músculo. Así que teníamos la base, y a partir de ahí, buscar mutantes musculares. Así que eso se convirtió en el punto de partida. De hecho, el gen de la miosina de nematodo fue el primer gen clonado. Se clonó porque sabíamos que teníamos una deleción en el gen y sabíamos que una proteína también tenía que tener una deleción. Pudimos relacionar un gen más corto con una proteína más corta y así supimos que habíamos encontrado el gen correcto. Lo hicimos en muy poco tiempo; ¡es una receta de libro para clonar un gen!
Volvamos a la secuenciación de DNA, lo que me lleva al Fugu. A finales de los 80 decidió abandonar los nematodos para dedicarse al pez globo japonés Fugu. ¿Por qué un pez?
Se lo diré. Pensé en Fugu, porque pensaba que la mayor parte del DNA humano es inútil y necesitábamos un organismo experimental en que no hubiera tanto DNA inútil. Había una gran paradoja. Sabíamos que los genomas eran muy grandes y dado el tamaño medio de las proteínas que codifican, el tamaño medio de un gen sería unas 1000 bases, 1kb, así que si divides la cantidad de DNA en el genoma humano por 1000, los humanos deberían tener más de tres millones de genes, y sabíamos que el número de genes es muchísimo menor. Hubo mucha discusión sobre esto, para explicar este DNA extra. Francis elaboró una teoría para la regulación génica, a partir del de los datos puramente accidentales de Drosophila.
Se refiere al número de bandas y genes en los cromosomas politénicos. ¡Todo estaba mal!
Sí, lo del número de bandas fue accidental, estaba todo mal. Pero por aquel entonces se decía: una banda, un gen. Así que se afirmó que si una banda se corresponde con un gen, entonces la regulación debería estar entre las bandas. Pero eso estaba mal. Francis escribió un artículo en Nature sobre esto que estaba equivocado, un completo error.
Nosotros decidimos buscar un genoma de un vertebrado para atacar este problema. Había leído sobre ello en los años 60, varios artículos en el American Naturalist de alguien que estableció una medida del contenido de DNA de muchas especies de peces distintas. Y encontró varios que contenían alrededor de una octava parte del genoma humano. Así que pensé que no podían tener diez veces menos genes, porque ambos son vertebrados. Tenía que ser un genoma compacto con mucho menos DNA inútil. Lo que significaba que no teníamos que secuenciar ‘información basura’. Así es como empelé con el Fugu, que no era un organismo modelo porque es imposible mantenerlo en el laboratorio, pero sí tiene un genoma modelo.
¿Y cuántos cromosomas tiene el Fugu?
Tiene 24, como casi todos los peces del grupo. El Fugu, el Medaka y todos los peces de su género son parecidos, tienen 24 cromosomas. Y de hecho, están todos estrechamente relacionados. Hay un cromosoma que es idéntico en ambos, que tiene el mismo número de genes. No conseguimos ayuda para secuenciar el Fugu, así que lo financiamos nosotros. Al final lo conseguimos, y fue una historia muy divertida que empezó en 1988. Conseguí mi primer pez en Japón y volví con los enormes testículos de un Fugu congelados en una nevera en el avión. Aún seguimos utilizando el mismo DNA. Esto es muy interesante porque hicimos la secuencia a partir de un solo organismo con lo que evitamos los polimorfismos, lo que facilita enormemente el ensamblaje de los fragmentos. Por esto no tuvimos problema con la secuencia. En C. elegans o Drosophila esto no es problema porque puedes utilizar individuos homocigóticos, pero cuando quisieron secuenciar el pez cebra usaron secuencias de individuos diferentes y fue un completo desastre.
¿Cuánto les llevó terminarlo?
Bueno, todavía sigue en marcha, porque hay partes que todavía no se han hecho. Una vez que lo iniciamos lo tuvimos que abandonar porque era imposible conseguir recursos. Finalmente me las arreglé para conseguir dinero suficiente para contratar a Craig Venter para que nos ayudase. Lo hizo todo en unos siete días, puso todos sus recursos para impulsar todo el proceso. También utilizamos la maquinaria publicitaria de su empresa para anunciarlo. Estuvo bien. Le llamaban el único genoma de propiedad privada, porque todo lo demás era propiedad de los gobiernos.
Ha mencionado el DNA inútil. Pero a menudo hace una distinción entre inútil y basura.
Sí, resulta que en todos los idiomas hay diferencias entre lo inútil y la basura. Ambas cosas son desperdicios, pero lo simplemente inútil se puede guardar, mientras que la basura no, porque puede ser perjudicial. En japonés lo inútil se llama garatuka y se usa para todo aquello que se mete en habitaciones vacías, ropa o zapatos viejos, y basura es gomi.
Así que el genoma humano contiene mucho DNA inservible.
Si, se ha acumulado mucho porque el DNA inútil lo puedes conservar, no es dañino.
Supongo que eliminar todo el DNA inservible requiere una gran cantidad de energía.
Eso es. Requiere muchísima.
Así que no hay que preocuparse por ello.
No hay que preocuparse, no hace daño.
Una prueba de que la biología no tiene un diseño definido es que las cosas pasan porque pasan. Con el uso masivo de las nuevas tecnologías (genómica, proteómica, microchips, etc.) hay una nueva manera de hacer cosas en biología, la biología de sistemas. Todo el mundo parece interesarse por la biología de sistemas, y sé que usted es muy crítico con ella…
Hay un problema importante con la biología de sistemas y otro problema trivial. Así que veamos cuál es el problema importante. Es el problema del análisis inverso. Suponga que tenemos un sistema en el que podemos observar el comportamiento. Y ahora podemos preguntarnos qué aprendemos del comportamiento; por lo tanto, podemos predecir cómo funciona. Y la pregunta es: ¿es la única solución? A esto se le llama pregunta inversa; están la pregunta directa y la inversa. Así que ahora se puede probar en numerosos casos que no se puede responder a la pregunta inversa. La cristalografía suministra un buen ejemplo. Durante años, se pensaba que bastaba con los datos de difracción entre las diversas medidas de la amplitud para elaborar la estructura, pero se vio que se necesita conocer la fase que no puedes deducir de tus medidas. Así que es imposible resolver la estructura hasta que se pueda realizar otra medición o hasta que puedas construir una hipótesis basada en una evidencia externa.
La célula es una estructura muy compleja de la cual hay muchas cosas que no conocemos, hay muchas mediciones que no van a arrojar mucha luz. Además no son suficientemente precisas. Déjeme que le ilustre con un buen ejemplo: hay un hombre en una habitación tocando el tambor, y la gente está fuera con micrófonos grabándolo mientras lo escuchan y le graban. La pregunta es: ¿puedes deducir las propiedades del tambor con esas observaciones? No. Y no puedes porque hay una interferencia, no puedes medirlo de manera precisa. Por otro lado, sí puedo medir las propiedades del tambor, puedo valorar el resultado. Entonces puedo calcular cómo va a sonar, cómo son las ondas acústicas que produce. Así que en biología somos muy buenos solucionando problemas directos pero no así con los inversos.
Así que puedes seguir perdiendo el tiempo todo lo que quieras. Y eso es algo a lo que no han hecho frente. Así que no sirve de nada llevar a cabo miles de mediciones si todas son inútiles. No te dicen nada. Es mejor trabajar directamente sobre la maquinaria. Todo lo que dicen es: «tienes que establecer el todo, el todo es más grande que la suma de las partes». Sí, es verdad, el todo es más grande que la suma de las partes si se consideran aisladas. Pero el todo no es más grande que la suma de las partes y sus interacciones. Así que debes conocer las interacciones para calcular el comportamiento.
Y después cabe preguntarse si ésa es la forma que tenemos de desarrollar teorías en biología o si la biología de sistemas es toda una pérdida de dinero y tiempo. En mi opinión, la biología de sistemas es una filosofía completamente incorrecta. Todo el mundo quiere medirlo todo. No sacarás nada de ello. Necesitas en primer lugar tener una teoría de la estructura y de cómo está organizada. Lo que la biología molecular y la genética pueden aportarnos es una teoría de la información en términos biológicos. En otras palabras, lo destacable es que la información se representa mediante secuencias químicas. Eso nos aporta una forma de abordar el problema.
La gente pensaba que el genoma humano tendría un gran impacto económico, por ejemplo en el sector sanitario, con muchas patentes y spin-offs. Pero no ha sido así.
No, no lo es. En términos prácticos no ha emergido casi nada. Muy poca cosa, la verdad, pero han sido muy especiales, en concreto, a nivel molecular. Sabemos mucho acerca del metabolismo del colesterol, y sabemos mucho sobre cómo interferir con él y cada día sabemos más. Y básicamente, la idea de que se pueden identificar más receptores o proteínas no se ha hecho realidad porque no sabemos qué hacen. Estas cosas funcionan si tienes una hipótesis terapéutica para cada caso, que era lo que no teníamos. Pensaban que empaquetar un montón de genes sería suficiente para avanzar, pero no es así.
Supongo que somos humanos y que al final lo que nos importa es la biología humana. Con todas estas nuevas tecnologías ¿cómo ve a la biología humana al comienzo de la nueva era? Ha recomendado observar a los humanos como material experimental, por así decirlo.
Nunca lo llamé material experimental. Creo que todos son organismos modelo.
La mutación, por ejemplo. Cuando se utiliza material humano como fuente de nuevas mutaciones, el médico podrá identificarlas en el propio paciente.
Hay un montón de ideas con las que no estoy de acuerdo. Lo llaman medicina predictiva. Para mí es la astrología del genoma. Puedes observar tu genoma y cuando vayan a predecir el problema es probabilístico y predictivo el que tengas la posibilidad de que…
Las grandes compañías lo hacen hoy en día.
Por supuesto, la gente puede predecir tu futuro. ¿Están legitimadas las compañías aseguradoras para probarlo? Creo que hay una regla muy sencilla. La previsión de las compañías aseguradoras es una apuesta formal. Se basan en información pasada, pueden utilizar la presente, pero no se debería darles acceso a tu futuro. Así que dicen: «observar tu genoma es como mirar tu presión sanguínea». No lo es. Porque si tu presión sanguínea es alta, también te dice algo sobre el futuro, pero es malo. Pero si actualmente eres perfectamente normal, eso es todo, deberías seguir adelante y pasar.
Creo que no se le debería prestar atención. Es más, creo que la probabilidad es una idea estúpida para los humanos. Déjeme que le explique por qué. Y es parte de cómo piensan las personas. Esto lo aprendí de un colega mío que iba a someterse a una operación de cirugía. Suponga que va a ver al médico y le dice: «si sigue mi tratamiento tendré un 60 % de éxito». El paciente inmediatamente dice: «Doctor, ¿pertenezco al 60 % o al 40 %?». Para él, no tiene sentido ser una probabilidad. No existe tal cosa. Así que, la medicina es individual, tienes que adaptarla al individuo.
No se puede basar en estadísticas generales y trabajar con ellas. Lo mismo sucede con las personas teniendo en cuenta que si observas todos los accidentes automovilísticos fatales, la gran mayoría ocurren a pocos kilómetros de tu casa. No suceden en la autopista. Es una causa trivial. Todo el mundo cree que hay conductores que nunca causan accidentes. Que alguien ajeno los causa. Así que la probabilidad no cuenta aquí tampoco. No puedes trabajar con probabilidades. No tiene sentido.
Ha estado aquí un par de días y ayer nos dio un seminario fantástico rodeado de físicos. Probablemente no está acostumbrado a ello, a tener tanta concurrencia de físicos. ¿Cómo se siente al respecto?
Creo que es un público excelente porque, hace años, cuando estábamos en LMB, todavía en el Cavendish, solía ir a Londres a dar discursos sobre la nueva biología molecular. La gente me solía preguntar: «¿A dónde va? ¿Qué va a hacer en Londres?» Yo solía responder: «voy a dar un sermón a los fieles para enseñarles algo nuevo». Y creo que es bueno. Toda la ciencia se beneficia de la inmigración desde otras ciencias. Una buena razón es que la gente que proviene de otros ámbitos de la ciencia tiene la suficiente ignorancia como para probar nuevas cosas.
Y sucede lo mismo con los jóvenes científicos, porque son ignorantes. Las personas como yo, sabemos demasiado. No soy bueno ya en biología, así que pruebo con la física o con otro campo diferente. Así que tendría que dar discursos sobre la física de la evolución, por ejemplo, algo de lo que no piensas que se podría hablar.
Realmente cree en la ignorancia…
Como mecanismo de hacer nuevas preguntas con el enfoque del recién llegado. Porque la única cosa interesante en la ciencia es nuestra habilidad para solucionar problemas. Una vez vino un político del gobierno de Thatcher al laboratorio y dijo que estábamos gastando mucho dinero, que no servíamos para nada y que qué hacíamos ahí. Así que le dije: «¿ha resuelto algún problema en su vida?» Me contestó: «¿a qué se refiere?» Le dije: «observe un problema existente para el cual nadie haya encontrado una solución, piénselo, eso es lo que hacemos aquí. Resolvemos problemas». Y he insistido en que ésa es la esencia de la ciencia. Es la mejor manera que sabemos de resolver problemas. No importa si es pura o aplicada. Es el desafío de reconocer un problema e intentar resolverlo. Mucha gente habla de la curiosidad como motor de la ciencia. Pienso que es muy peligroso hablar así porque cualquier político lo denominará como curiosidad inútil en el sentido de que tienes curiosidad, pero no estás realmente interesado.
Hemos estado aquí durante un par de días. Hemos disfrutado de la hospitalidad de DIPC. Considero que es un buen lugar.
Es un sitio perfecto. Creo que es bueno tener unos cuantos físicos porque no necesitan mucho dinero. Necesitan su cerebro. Quizá un ordenador. O quizá lápiz y papel.
Habla sobre los teóricos.
Sí, los otros son investigadores corporativos, eso son palabras mayores.
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por CIC Network