El experimento crucial que nunca existió

Experientia docet La tesis de Duhem-Quine Artículo 3 de 6

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Otro aspecto de la tesis de Duhem-Quine, íntimamente relacionado con lo que veíamos en El tribunal de la experiencia, afecta a lo que se llama habitualmente experimento crucial o experimentus crucis.

La idea de la existencia de experimentos cruciales, esto es, de que dadas dos hipótesis propuestas es posible diseñar un experimento para el que cada hipótesis arroje un valor claramente diferente, con lo que la realización del experimento permite decidir cual de las dos hipótesis es correcta, tiene su origen último en Francis Bacon. Bacon planteaba en Novum Organum (1620) la existencia de situaciones en las que una hipótesis sería correcta pero no las hipótesis alternativas, a las que llamó instantia crucis. Para los casos en que la situación era provocada, es decir, se diseñaba un experimento, Robert Hooke creó el término experimentus crucis, que después Isaac Newton usaría[footnote]Newton I. (1671). A Letter of Mr. Isaac Newton, Professor of the Mathematicks in the University of Cambridge; Containing His New Theory about Light and Colors: Sent by the Author to the Publisher from Cambridge, Febr. 6. 1671/72; In Order to be Communicated to the R. Society, Philosophical Transactions of the Royal Society of London, 6 (69-80) 3075-3087. DOI: [/footnote] haciéndolo famoso (si bien Hooke diría que el experimento de Newton no era crucial, en absoluto).

Pero, ¿es posible que exista un experimento crucial? Recordemos, citando una vez más nuestra anotación Provisional y perfectible, que las pruebas confirmatorias pueden como mucho apoyar una hipótesis, pero nunca demostrar que es definitivamente correcta. Siendo estrictos, por tanto, un experimento (crucial o no) nunca puede decir que una hipótesis sea correcta, si acaso cuál no lo es. Es decir, que un experimento crucial, a lo sumo, permite descartar hipótesis (y tampoco, por las salvedades que veremos en la parte IV de esta serie).

Por consiguiente, si las pruebas, observaciones y experimentos son habitualmente pruebas, observaciones y experimentos de conjuntos de creencias, y si cuando nos encontramos con resultados disconfirmatorios siempre es posible rechazar una hipótesis auxiliar en vez de la teoría principal, parece evidente que debemos responder a nuestra pregunta de si es posible que exista un experimento crucial con un “la mayoría de las veces, no”.

Con todo, este escepticismo sobre la existencia de los experimentos cruciales puede entenderse de distintas formas, algunas mucho más radicales (fuertes) y controvertidas que otras. No debería haber dudas de que, en algunos casos, los resultados de los experimentos o de las observaciones pueden acomodarse a hipótesis en conflicto. Un caso espectacular, aunque este aspecto no se suele mencionar, es el de la observación por parte de Galileo de las fases de Venus, que para muchos parece confirmar a las claras que la hipótesis heliocéntrica es correcta, cuando es perfectamente compatible con una hipótesis geocéntrica no ptolemaica, tal y como explicamos en Galileo vs. Iglesia Católica redux (IV): Venus.

Si tomamos la forma débil del escepticismo de la tesis de Duhem-Quine acerca de los experimentos cruciales, podemos decir sólo que las hipótesis en conflicto a menudo pueden acomodar los resultados de un supuesto experimento crucial, y entonces la afirmación parece fácilmente aceptable, en general, por todos. En la historia de la ciencia se pueden encontrar muchos ejemplos que ilustran esta posición débil, el de las fases de Venus es sólo uno de ellos.

La forma fuerte de esta parte de la tesis de Duhem-Quine diría que cualquier resultado experimental, el que sea, puede encontrar acomodo en la hipótesis que sea, en cualquiera. Evidentemente esta es una afirmación mucho más controvertida y se hace muy complicado buscar ejemplos en la historia de la ciencia que la apoyen. A pesar de todo, Quine algunas veces habló así. No hay consenso en absoluto sobre esta forma fuerte.

Las ideas del cuerpo de creencias que vimos en la anotación anterior y esta de la inexistencia de los experimentos cruciales, nos dejan en bandeja la tercera parte fundamental de la tesis de Duhem-Quine, que tan incómodos hacen sentir a algunos científicos y a los buscadores de certezas absolutas en general. Hablamos de la subdeterminación de las teorías. Será nuestra parte IV.

Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance

2 comentarios

  • Avatar de Jesús

    “La paridad está muerta”

    Es lo primero que le espetó el futuro Premio Nobel (1988) Leon M. Lederman por teléfono a Tsung-Dao Lee a las 06:00 de la mañana del 8 de enero de 1957, tras la verificación de la no conservación de la paridad en las interacciones débiles en sus experimentos de doble desintegración con mesones pi y mu.

    La posible no conservación de la paridad en las interacciones débiles fue espoleada como posibilidad teórica de fácil verificación experimental por Lee and Yang a comienzos del otoño de 1956; tan sólo cuatro meses después los esfuerzos experimentales de tres equipos independientes: Wu et al, Garwin & Lederman & Weinrich y Friedman & Telegdi confirmaron conclusivamente dicha hipótesis y quedaron falsadas ipso facto todas las teorías de la interacción débil basadas en la conservación de la paridad que habían pretendido resolver hasta el momento el denominado “puzle thau-teta”.

    Tsung-Dao Lee y Chen Ning Yang recibieron el Premio Nobel de Física en 1957.

    A día de hoy, la no conservación de la paridad de las interacciones débiles forma parte del canon teórico fundamental de la física de partículas.

    Un bello ejemplo de experimento crucial, sacado de la ciencia real, que refuta conclusivamente la tesis especulativa de que la evidencia experimental no puede falsar instantáneamente ninguna hipótesis de interés.

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