Roald Hoffmann entrevistado por Pilar Goya

CIC Network

Roald Hoffmann
Es más difícil publicar un poema que un artículo científico”

Esta entrevista apareció originalmente en el número 12 (2012) de la revista CIC Network y la reproducimos en su integridad por su interés.

Roald Hoffmann (nacido como Roald Safran en 1937 en Zloczów, Polonia), Premio Nobel de Química (1981), lleva 50 años de actividad científica, y ha publicado trabajos en las principales revistas científicas. Científico singular, Hoffmann siempre se ha sentido atraído por la filosofía y la poesía, disciplinas que ha integrado en su actividad científica con sorprendente naturalidad. Desde 1949 reside en EE.UU. Pilar Goya le califica como un «hombre del Renacimiento”. Hoffmann visitó el País Vasco en junio pasado invitado por la Fundación Euskampus de la UPV/EHU, y mantuvo este interesante encuentro con Pilar Goya -investigadora del CSIC y amiga personal de Hoffmann- en el Donostia International Physics Center (DIPC).

Cuando uno se acerca a la figura de Roald Hoffmann, además de encontrarse con un premio Nobel de Química, ve una especie de hombre del Renacimiento…

Bueno, soy un científico que intenta ser humano, vivir esta otra vida tan complicada en la que cuento con mis seres queridos. Es importante que las personas entiendan que los científicos hacemos algo más que investigar, la vida es mucho más grande, creo que es obvio.

Lo que también es obvio es que usted es uno de los mejores representantes de lo que C. P. Snow denominó las dos culturas, lo que me lleva a preguntarle: ¿ciencia, arte, química, poesía?

Sí, esas son las disciplinas más importantes. Hay otras cosas en las que me gustaría ser mejor, como en las relaciones sociales, pero todos tenemos nuestros límites. Dejé atrás ese aspecto de mi vida… El modo en que me lo planteo es el siguiente: todos los seres humanos tenemos un lado espiritual que expresamos de muchas maneras distintas; una es a través de la religión; pero hay más, como el arte, ya sea en forma de música, interpretada o disfrutada, cuidando a nuestra madre enferma, a un niño autista, o en forma de compromiso con la política o la comunidad. ¡Hay tantas maneras! Pero algunas ayudan a hacer del ser humano un ser tan completo. No podemos ser perfectos, pero aún así aspiramos a ello. De todos modos, creo que sí debemos intentarlo. La ciencia… La ciencia es tan absorbente, casi adictiva, y te roba el tiempo, por lo que cuesta encontrar momentos que dedicar a estas otra cosas.

Como ya ha mencionado en otras ocasiones, la ciencia ofrece soluciones, mientras que el arte hace proposiciones. ¿Cómo cree que su lado más artístico ha podido ayudar a su yo químico?

Es interesante, porque en química hago cálculos aproximados (en un principio los denominamos cálculos extendidos de Hückel). E incluso cuando hago ahora cálculos mejores, sigue tratándose de aproximaciones. Así que, al final, las soluciones completas siempre me plantean algún tipo de duda. En ciencias me vi obligado, por el uso de estos cálculos aproximados, a entender por qué daban los resultados que daban y eso me ayudó a ser un mejor teórico.

Sí, yo trabajo con soluciones incompletas. Eso que mencionaba antes es una de las grandes diferencias entre arte y ciencia. También existen muchas similitudes, pero una de las principales diferencias es la solución, porque no se trata de encontrar la solución final al mal y al bien. Existen muchos tipos de soluciones diferentes.

Cuando estudiaba química de joven, comencé con la conservación de la simetría orbital y creo que esa es una teoría que tiene mucho de artístico. La idea de la simetría es algo que se conoce desde los tiempos de Pitágoras y que todos los grandes artistas y matemáticos han aplicado. Creo que su teoría, como teoría química, está estrechamente relacionada con esta idea de conservar la simetría.

Creo que la simetría es interesante, pero no sé si coincido con su opinión. Creo que los grandes artistas han utilizado la simetría como una base, una fuente de estabilidad, algo que se repite, un tono… Pero después es la asimetría la que genera la tensión y el interés. En mi opinión, la simetría ha sido utilizada como principio organizativo de muchos hechos químicos dispares.

También creo que lo interesante de esa interacción de la simetría orbital era la unión de dos partes de la química: la orgánica, especialmente la estereoquímica, y la teoría orbital molecular. Ya se dio un pequeño precedente de unión de ambas disciplinas anteriormente, con las reglas de Hückel. Pero, por algún motivo, en nuestro trabajo se unieron de una manera muy armónica. Era maravillosa la forma en que explicaba muchas cosas pero creo que para poder entender la belleza en ello, primero hay que conocer la estereoquímica cis y trans, ambos isómeros geométricos y configuracionales, y cómo estos orbitales pueden guiar este tipo de movimiento detallado. Tal vez fuese también la primera vez que se demostró cómo la teoría puede arrojar algo de luz sobre la transformación química, las reacciones químicas, y no solo sobre la estabilidad de las reglas de Hückel. ¡Cómo disfrute de aquellos años!

Sí, pero eso ocurrió hace mucho tiempo.

Sí, hace mucho. Sobreviví. Quiero decir que hice otras cosas después…

Pero creo que fue uno de los mejores intentos de explicar algo de una manera bonita. A veces las teorías científicas no lo son. Esta, sin embargo, está rodeada de un aura de belleza, o eso me parece a mí. Pero también de razonamiento, porque todo fluye con mucha naturalidad si se consigue explicar con esta teoría.

Sí, creo que porque es una teoría muy química.

Sí. Como ya sabrá, la traducción de la misma la realizó el profesor de química orgánica de la Universidad Complutense de Madrid, Rafael Pérez Álvarez-Ossorio. Pertenecemos a la promoción de 1973 y entonces ya era común entre nosotros, algo que llegó muy pronto a España, ya sabe que en aquella época las cosas no estaban muy avanzadas.

Fue un trabajo rápido y extraordinario, porque afortunadamente llegamos a una explicación teórica que servía para hacer predicciones en la comunidad de químicos orgánicos físicos que ya estaban preparados para comprobar dichas predicciones. Así que en un año conseguimos terminar el ensayo. A veces se hace una predicción, se espera 20 años y no pasa nada.

Da la sensación de que al ganar un premio Nobel, la vida cambia drásticamente. Parece que uno se convierte en una persona diferente, la agenda se llena de actos públicos… De algún modo, es como si se perdiese este tipo de relax o tranquilidad que los científicos necesitan para hacer su trabajo, ¿no es así? ¿En qué medida le afectó a usted? Era jovencísimo cuando se lo concedieron.

Sí, es mejor ganar el resto de premios existentes y hacerte con el Nobel siendo mayor, porque ya no hay que preocuparse de qué hacer después, pero a mí me tocó así. Te afecta en la medida en que tú dejes que te afecte, abre la veda para dejarte a ti mismo en ridículo. Si se te acerca un periodista y te pregunta sobre la relación entre la inteligencia y el sexo y respondes como Jim Watson (Watson escandalizó en 2007 a la comunidad científica internacional con unas declaraciones en las que aludía a un hipotético determinismo racial sobre la inteligencia, que fueron tildadas de racistas), puedes ponerte en evidencia.

Te brinda la oportunidad de avanzar en distintas direcciones al margen de la ciencia, como la administración. De hecho, si se hace eso, ya no merece la pena seguir publicando artículos, porque se está en un mundo totalmente distinto. Puede ocurrir tras la ansiada publicación, pero no durante el proceso… Yo decidí quedarme en el mundo de la investigación y cambié de especialidad, o puede que ya hubiese empezado a desviarme hacia la química organometálica inorgánica… Creo que ya estaba encaminado…

Todo el tema de las estructuras sólidas llegó de otro modo. Decidí seguir activo en química de una manera normal. La vida cambia para bien y para mal, se puede viajar continuamente. Yo he viajado mucho, pero siempre limitando los viajes, porque me gusta conocer los lugares que visito. Y como ya sabe gracias a nuestra amistad, he dedicado tiempo a explorar los rincones de España.

Sí, ha venido con frecuencia.

No es gran cosa, pero es lo que puedo hacer. También me he mantenido activo como investigador. Aquí estoy, a mis 74 años, investigando aún. En febrero de este año publiqué 4 artículos relacionados con el funcionamiento de un sistema a alta presión en el que pensaba que nunca iba a trabajar: hidrógeno a presión. Pensaba que ya se había dicho todo sobre el hidrógeno. Pero ahora de repente se ha vuelto interesante de nuevo, y tras publicar los 4 artículos, parece que enlazar publicaciones es un error, porque es problemático para los editores y los revisores.

De todos modos, creo que fueron buenos artículos y se publicaron justo 50 años (menos 2 meses) después de mi primer artículo en esa revista. Así que ha sido una bonita experiencia. 50 años de actividad científica no se lo recomiendo a nadie, pero yo me alegro de haberlo hecho así. Sigo investigando y tengo que bajar el ritmo, pero esa sigue siendo una incógnita: cómo bajar el ritmo. Sabemos lo que hay que hacer, yo lo he visto, pero luego no soy capaz de controlarme. ¿Por qué no continuar haciendo lo que nos gusta hacer? Pero siempre llega un momento en el que hay que replantearse las cosas para evitar un infarto…

Curioso lo del hidrógeno, y yo que pensaba que últimamente estaba más interesado en el oxígeno… Es broma, lo digo por su obra de teatro.

Me interesan tantas cosas… Siento un gran interés por las obras de teatro. Pero aún así sigo vinculado a la ciencia, no me veo capaz de abandonar, y todos me dicen que por qué abandonar cuando lo sigo disfrutando… Así que ahora me siento mal por no haber leído la literatura científica durante dos semanas, pero ¿por qué? En parte porque llevo 50 años haciéndolo, pero también porque sé que en uno de esos artículos seguro que encuentro una molécula interesante. Es como descubrir una nueva flor de la que no puedes apartar la mirada. Es como mi pequeño jardín de flores químicas, que requieren a la vez que estimulan mi atención científica. Son estos detalles tan específicos. No digo que no envidie a esas personas que se entretienen con flores u otros pasatiempos, pero para mí la ciencia sigue siendo divertida.

Pero también hay muchas personas que abandonan completamente la investigación a favor de la comunicación científica, mientras que usted se esmera por dedicarse a ambas, lo que supone un mayor esfuerzo. Hace poco leí sobre James Hopwood Jeans, un famoso astrónomo inglés que dejó la ciencia para dedicarse a la divulgación. Él era astrónomo y matemático y abandonó ambas disciplinas. Usted, sin embargo, trabaja duro para compaginarlas.

Lo intento.

Bastante más duro que el resto de premios Nobel en química.

Pero tal vez fuese mejor divulgador si dejase la investigación de lado.

¿Usted cree?

Yo me concentro en las cosas que sé hacer bien… No soy tan bueno divulgando ciencia pero sé hacerlo de una manera especial: he creado mi propio método, que combina la poesía, la filosofía y la ciencia. Todas ellas son importantes. Creo que lo que mejor se me da es escribir textos sobre ciencia y química. Tal vez algunos de ellos no sean comprensibles para personas ajenas a la química, para el público en general. Pero la cosa cambia cuando redacto textos a medio camino; permítame poner un ejemplo, porque además creo que es algo cercano a usted también. Cada 6 meses escribo algo para American Scientist (justo ayer terminé un artículo aquí en Donostia…). Bien, pues el anterior artículo se tituló Long live the intermediate (Larga vida al intermedio). Yo me planteé la siguiente pregunta: ¿por qué estamos tan obsesionados con los catalizadores? Si todos los catalizadores llevan asociado un compuesto intermedio… El catalizador es absorbido en la reacción y recreado después, mientras que el intermedio es creado y después absorbido. Pero ambos están emparejados, puede haber más de un catalizador, y en los procesos cíclicos la vida útil del catalizador no es necesariamente más longeva que la del intermedio.

¿Así que por qué nos interesan tanto? La respuesta es muy simple: dinero y magia. Si encuentras un nuevo catalizador, puedes patentarlo. Sin embargo, los compuestos intermedios no se pueden patentar.

Este tipo de reflexión no es accesible para el público general.

Tal vez no para el público general, pero sí para los especialistas. Aunque tal vez piense así porque he trabajado en diferentes áreas de la química y, tal y como se refleja en mi trabajo, soy sensible a lo que los expertos experimentales sienten y creo que puedo plasmarlo con un poco más de visión.

Por otro lado, también organiza reuniones en un café en Nueva York

¡Eso no tiene nada que ver!

Pero también las disfruta, ¿no es así?

Sí, deje que explique eso con más detalle. Llevo 11 años organizando estas reuniones en un café de Cornelia Street, Greenwich Village, en Nueva York, al más puro estilo de los años 60: nos juntamos unas 60-70 personas en una sala que casi parece una caverna con un escenario de 2×2 m, el típico para grupitos de jazz… Y la casualidad quiso que la tradición se conservase y así nació este evento, llamado Entertaining Science. Mezclamos la ciencia y el entretenimiento. Es como una función de cabaret sin ensayos… El contexto no es la gente, sino, a menudo, hacer que las cosas conecten. Y yo soy el que se encarga de reunirlos a todos. Después dejo que ese público cree los vínculos y las conexiones entre las cosas. He aquí un ejemplo: una vez nos visitó Oliver Sacks. El tema eran los metales pesados. Oliver Sacks había escrito Uncle Tungsten (Tío Tungsteno), parte de su biografía. Empezamos a hablar de eso y leímos un pequeño pasaje. Después contamos con Daniel Brush, un artista solitario especializado en esculturas de oro y acero. El oro era el metal pesado. El tercer invitado fue un músico que tocaba una guitarra de acero. Me encantan esas conexiones…

Y a la gente también.

Desde luego, las personas disfrutan mucho.

¿Suelen repetir o cada vez va público distinto?

Aproximadamente una tercera parte del público vuelve. Llevamos ya 10 años haciendo esto una vez al mes. Todo el mundo es bienvenido. Si alguien está de paso en Nueva York y quiere acudir, puede escribirme y yo me encargo de incluirle en la lista de distribución. Pero solo se organiza una vez al mes. No podría repetirlo todos los días, así ya es suficiente.

Retomando el asunto de la diversificación de tareas, ¿qué es más difícil, conseguir publicar en Angewandte o un poema?

Publicar un poema es más difícil. Y no es porque sea mayor y la poesía no se me dé tan bien… Simplemente es más difícil. Hay mucha gente que escribe poemas y no hay muchas revistas. Me alegra mucho el hecho de que mis poemas hayan sido traducidos al castellano. Hay una edición bilingüe muy interesante editada por García Olmedo. Diez de los de Catalista han sido traducidos a catalán y gallego, a euskera aún no.

Me gusta el título y el contenido del libro The Metamict State (El estado metamíctico).

Aquella fue mi primera colección de poemas tempranos.

Comenzó hace muchos años…

Comencé con 40 años, justo antes de ganar el Nobel.

Algunas de las citas y poemas son fantásticos.

La poesía significa mucho para mí. Ahora mismo llevo 4 años sin escribir ningún poema. Me he centrado más en una obra de teatro y en la ciencia, todo ha salido muy bien hasta ahora. Así que ahora estoy buscando el equilibrio entre estas dos pasiones, porque el día tiene un número limitado de horas y no hay tiempo para todo, pero sigo estimando mucho la poesía.

Le está yendo muy bien. Y, volviendo a la química, el año pasado se celebró el Año Internacional de la Química, por iniciativa de IUPAC, para mostrar a la gente la parte positiva de esta ciencia y eliminar las malas impresiones. ¿Cree que lo logramos? ¿Cómo ve la percepción por parte del público general?

Creo que la percepción es la misma. Claramente hemos contribuido en algo. Hemos animado a los científicos y creo que hemos ayudado a llamar la atención de la población joven. La percepción del público sigue siendo una mezcla de sentimientos encontrados y tenemos que aprender a vivir con ello. La química es percibida como algo tanto beneficioso como dañino. Esas dos perspectivas rodean a la química e influyen en ella de maneras distintas: una es inevitable, incluso me atrevería a decir que inherente al ser humano. Por ejemplo, la morfina: cualquiera que haya sido sometido a una operación la conoce. Pero la morfina también es una droga adictiva y su derivado es la heroína, una droga mortal. Las galaxias y las partículas elementales son muy bonitas a nivel intelectual, pero no tienen la capacidad de sanar ni tampoco de perjudicar. La química sí. Y es justamente eso lo que, para mí, hace de la química una ciencia tan humana. Los seres humanos, al igual que la química, no son malos ni buenos, estamos mezclados, existe un equilibrio y eso es muy importante. Naturalmente sabemos dónde tenemos que buscar el equilibrio, sabemos que tenemos que ser buenos, que las moléculas no deben ser adictivas, pese a que nos beneficiemos de sus cualidades analgésicas.

Es decir, sabemos en qué dirección avanzar, pero a veces es difícil hacerlo. A mí particularmente me gusta este pequeño desequilibrio. Pero claramente genera preocupación, y eso no hay que obviarlo. Nos preocupa el calentamiento global, la emisión de CO2 a la atmósfera, pero hace 20 años apenas se hablaba de ello. Así que acabaremos encontrando una vía química de secuestrar el CO2.

O sea, que la química por un lado provoca el problema pero por otro proporciona la solución, ¿verdad?

Al menos parte de ella. En este caso, tal vez haya causado problemas. Nos hemos dedicado a quemar cosas y con ello la humanidad ha provocado un problema. Y respecto al CO2, como tenemos unas necesidades energéticas tan grandes se ha convertido en una fuente de energía, ya sea en forma de central eléctrica o en nuestro coche, y estamos emitiendo 10 veces más dióxido de carbono que el que utilizamos para los productos químicos. Lo que quiero decir es que aunque encontremos el modo de eliminar todo el exceso de CO2 de las centrales eléctricas, seguimos sin saber qué hacer con ese CO2 recuperado. Lo único que podemos hacer es devolverlo a la tierra de donde salió.

Un apunte muy interesante sobre España: he visto una enorme cantidad de aerogeneradores, bastantes más que en otros países europeos, así que parece se está invirtiendo en energías renovables.

Es cierto.

¡Eso es bueno!

Pero el problema no solo reside en generar demasiado CO2, que al fin y al cabo es inevitable, porque está ligado al avance tecnológico, el problema también radica en los grandes accidentes: Bhopal, talidomida. Creo que eso es incluso peor desde la perspectiva pública: pensar que no se evitó algo que era evitable, de lo que culpan a los químicos.

En general, si tuviésemos en cuenta la magnitud de los cambios que generamos… Pensemos en el proceso de Haber Bosch, nosotros portamos átomos de nitrógeno en nuestro cuerpo, dentro de la fábrica de Haber Bosch. Ese es el extremo hasta el que hemos transformado el ciclo del nitrógeno. La gente no se preocupa por este tipo de accidentes en los procesos de Haber Bosch. Creo que no lo hemos hecho tan mal si tenemos en cuenta las increíbles transformaciones. Pero es muy difícil convencer a la gente de que se han conseguido logros de manera segura, porque esos pocos desastres se quedan grabados en la memoria. Aunque luego llega un tsunami y todos lo consideran un desastre natural, así que nadie culpa a nadie.

Retomando la morfina que mencionaba antes, hay un escritor español, Muñoz Molina, del que probablemente haya oído hablar, que dijo que «no hay mejor que sentarse en la camilla del dentista para superar toda esta nostalgia de paraísos pretecnológicos perdidos», en relación a la importancia del Año Internacional de la Química. Así que creo que es un buen ejemplo: morfina, analgésicos… Son pura química, aquello que la química nos ha aportado.

Pero no olvidemos que siempre queremos más. Y la química puede darnos eso que buscamos.

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¿Cómo ve el futuro de la química?

Creo que está ahí y que no está limitado, sino que hay un núcleo duro del que nacerá una manera nueva y mejor de determinar la estructura de las moléculas. Creo que el futuro de la reactividad química nos permitirá aprender más sobre moléculas y, claro está, sus reacciones. Obviamente es primordial encontrar el control de los procesos enzimáticos o sintéticos. Creo que la mejora tan poco romántica de los procesos de la química verde, en los que se pasa de disolventes orgánicos a agua, desempeñará un papel importante.

Estoy convencido de que habrá un premio Nobel en química ‘verde’ antes de que la Universidad de Madrid nombre un catedrático en la materia. La química verde es difícil de definir.

Sí, la química sostenible o verde es un concepto complejo porque ¿qué es la otra química entonces? ¿Negra? Creo que se cometió un error al poner el nombre de ‘química verde’.

No sé si el nombre lo pusimos nosotros o simplemente lo acogimos.

Sí, pero el problema es que, entonces, ¿qué es el resto de la química? Si no es verde, es mala.

Entonces será mala, sí.

¿Y cuáles son los problemas que los químicos hemos de resolver aún? ¿Qué queda todavía por hacer en química?

En mi opinión, un problema muy interesante es definir y construir una propiedad emergente. Suena abstracto. Tenemos magnetismo, que es una propiedad de la materia y no reside en una molécula individual, ya sea a altas o bajas revoluciones, sino que es una propiedad colectiva de la materia relevante por su conexión con la electricidad. La construcción de imanes potentes también ha sido algo relevante de otra manera. Ojalá podamos aprender más sobre cómo pasar de las propiedades individuales de una molécula a las propiedades colectivas de un conjunto de moléculas que no son apreciables a nivel individual. Creo que otro ejemplo interesante son las propiedades de los polímeros, porque de alguna manera son distintas a las propiedades de las moléculas individuales. En mi opinión, debemos encontrar la manera de determinar la estructura de las moléculas no cristalizables.

Es un problema de corte bastante simple. Ya hemos determinado la estructura de las moléculas solubles y la resonancia magnética nuclear nos brinda algunas opciones, pero la microscopía electrónica no es suficiente. El resto de mis deseos tienen que ver con la química. Veo problemas para los que me gustaría que hubiera una solución.

En mi propia especialidad, la química teórica, estamos llegando al punto en el que podemos realizar los cálculos de cualquier propiedad de la complejidad sustancial de una molécula si podemos predecir el momento dipolar. Pero aún no entendemos por qué, solo tenemos un cálculo, un número. Espero que lleguemos a comprender. Tal vez por eso he seguido dedicándome a esto. Aunque estoy contento con la situación actual porque podemos comprender cosas a partir de imágenes orbitales simples que los ordenadores procesan mucho mejor.

¿Cree que con la crisis, los recortes de presupuestos y toda la problemática actual hay un futuro para la química, que la sociedad es consciente de la importancia de seguir invirtiendo en ciencia en general y en química en particular? Parece que las biociencias han ganado terreno.

Bueno, en primer lugar nos enfrentamos a políticas de gobierno poco progresistas. Durante la crisis de los 90, Japón aumentó sus inversiones en ciencia porque entendieron que la ciencia es la tecnología del futuro. Y fue una decisión acertada, porque ahora a Japón no le va mal, a excepción del último desastre nuclear que les ha afectado económicamente debido a la repentina pérdida de una fuente de energía tan grande. Creo que recortar en ciencia es un error, sobre todo en España, que ha destacado a nivel europeo y global durante los últimos 35 años.

Anteriormente, la represión y la imposibilidad de interactuar con el resto del mundo de manera productiva mantuvo a la ciencia española al margen, pero ya se ha descubierto su potencial. Y a nivel científico, España ha funcionado muy bien. Entiendo la presión a la que están sometidos los gobiernos por la situación económica y las restricciones impuestas, pero sigo pensando que recortar el presupuesto para la ciencia es un error.

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Ahora una nota sobre la lengua inglesa. Hace tiempo leí en su biografía que cuando se mudó a los Estados Unidos empezó a aprender inglés, que por aquel entonces era su sexta lengua. Eso es algo extraordinario, pero con el tiempo se ha convertido en su primera lengua. ¿Es usted como Conrad, un polaco que prefiere escribir en inglés?

Sí, como Isak Dinesen, que comenzó escribiendo en danés y terminó haciéndolo en inglés. Y que conste que no estoy haciendo publicidad a favor del inglés.

No, está claro que se le considera el mejor idioma para comunicarse por el mundo.

Sí, sí que lo es. Pero salgo fuera, como este verano, que estamos en Suecia, y al cabo de un tiempo empiezo a pensar en sueco y dejo de poder escribir en inglés. Creo que la condición de refugiado me ayudó a adaptarme, a cambiar de un idioma a otro, como si lo hubiese aprendido desde niño. He notado lo mismo con el francés. El francés lo aprendí más tarde, en el instituto y la universidad. Cada vez que pasaba un mes en Francia, al final empezaba a pensar en francés. Era maravilloso, pero inhibía mi inglés y no podía escribir mis poemas. Así que a veces mezclo los idiomas.

Para usted el inglés es un buen idioma para escribir poesía.

Para mí sí lo es. Funciona bien. Las traducciones a español, por casualidad, también han funcionado bien, en mi opinión. La traducción siempre genera problemas. En la poesía española moderna las rimas perdieron relevancia durante una época. Ocurrió lo mismo con la poesía en inglés hace 80 años. Los idiomas en los que la rima sigue siendo un recurso poético dominante, como el ruso y, en menor medida, el alemán, la conversión de versos rimados a verso libre puede dar malos resultados. Pero bueno, las traducciones a español funcionan correctamente. Más recientemente se ha completado la traducción a español de mi segunda obra de teatro, Should’ve, titulada Debió ser en español, por una editorial universitaria venezolana. He tenido la suerte de captar la atención de Fondo de Cultura Económica, una editorial mexicana líder, con mis obras de corte más intelectual y han procedido a la traducción de 3 libros de no ficción y una obra de teatro. Me alegro muchísimo por ello.

Sí, como ha mencionado antes, una cosa es traducir un artículo científico y otra, traducir un poema.

Traducir poesía es muy difícil.

Es difícil y, además, siempre hay que sacrificar algo. Así que normalmente piensa en inglés a no ser que haya pasado una temporada larga en el extranjero. Digamos que sueña en inglés…

Creo que sueño en inglés, pero no estoy seguro. Lo único que me queda del polaco es cuando añado una columna con números y digo eso de «me llevo una», porque lo aprendí de niño en el colegio en polaco.

No sé si querrá hablar de asuntos más personales, pero supongo que las dificultades que pasó durante su infancia le debieron dejar cicatrices. Me consta que su madre fue una persona muy importante en su vida, le acompañó hasta el final. Tras haber sobrevivido a tanto sufrimiento durante el Holocausto y el exilio, hace mucho hincapié en la ética y la ciencia. ¿Cree en el arte después de Auschwitz, como se suele decir?

Bueno, mi última obra de teatro, de hace tan solo dos años, trata sobre mi madre y yo; no se mencionan nuestros nombres, pero va sobre nosotros. Algunas escenas están ambientadas en la sociedad americana moderna, con algunos flashbacks a 1943. Casi todas las escenas relativas a 1943 son poemas. Por algún motivo salieron así… Algunos son poemas antiguos y otros nuevos. Pero creo que quedan bien juntos. Así que queda demostrado que se puede escribir poesía sobre aquella época. En esa obra me pareció la única vía de expresión.

¿Que si me ha afectado desde alguna otra perspectiva o a mi concepción ética? ¡Por supuesto! Son cosas que no pueden volver a repetirse. En mi caso personal, en mi cabeza hay dos corrientes de pensamiento opuestas. Una es el recuerdo de la guerra: siempre tiendo a evitar las confrontaciones. Sigo creyendo en las promesas y las busco fervientemente, lo que creo que, en cierto modo, es un punto débil de mi carácter. Me siento como ese niño que piensa que «tal vez se haya cometido un error, porque si no ¿por qué quieren matarnos?». Pero, por otro lado, y como resultado de la experiencia bélica vivida, sé que debo trazar una línea de división, y no presentar un comportamiento tan infantil. Hay cosas que no se pueden aceptar.

Yo estoy dividido entre estas dos opiniones, entre el compromiso y el rechazo. Tal vez parezca que estoy divagando, pero es que no hay manera de escapar del recuerdo de la guerra y de las consideraciones éticas. He aquí dos ejemplos: uno fue cuando quisimos levantar un monumento en mi pueblo natal en memoria de las víctimas de la guerra. Aquello me llevó a volver allí por primera vez en 60 años. Pero también a negociar con las autoridades ucranianas actuales, que resultaron ser una mezcla de ultracionalistas y apparatchiks comunistas que lograron permanecer en el pueblo con sus trabajos. Una mezcla curiosa de gente a la que no le preocuparon las consecuencias que tendría para la imagen de Ucrania no erigir un monumento conmemorativo y que lo único que buscaba era sacar beneficios de todo aquello con sobornos. Por otro lado, la Iglesia, la Iglesia local perteneciente a la vertiente ortodoxa griega, se mostró bastante más receptiva al exterior y al final conseguimos hacernos oír a través de ella. Curiosamente, no por motivos históricos. Pero bueno, las consideraciones éticas resurgieron a la hora de pensar en volver allí, en recordar y en perdonar. Trato todas esas consideraciones en la obra.

Cambiando de tema… Peter Debye, personaje heroico en el mundo de la química, fue acusado de ser un colaborador nazi. La prueba parece ser que permaneció en la Alemania nazi como residente holandés hasta 1940, después de que los alemanes invadieran su país. En 1938 debió firmar como presidente de la Sociedad de Física una orden de expulsión de varios miembros germano-judíos. Hoy en día debatimos

en nuestra universidad, donde también se le considera un personaje heroico, si se debería mantener una cátedra a su nombre. Es una nimiedad local que nos arrastraría 50 o 60 años hacia el pasado.

Otra cosa que no tiene nada que ver con la guerra. He aquí la controversia en la que Corey reclama haber revelado a Woodward la esencia de la simetría orbital. Pero hay que vivir con ello, porque Woodward ya no está entre nosotros y yo quiero seguir tratando el tema. A veces no entiendo por qué tengo que enfrentarme a todos estos asuntos éticos. Y solo he puesto tres ejemplos, dos relacionados con la guerra y otro con Corey y Woodward. Pero luego te das cuenta de que debes estar agradecido, la ética no está pensada para tratar problemas simples. Estos ejemplos son situaciones éticas.

De diferente calado, pero sí lo son.

Es interesante que dos de ellas estén relacionadas con la ciencia, pero la del pueblo de Ucrania no. Al final uno intenta enfrentarse a ellos de la mejor manera posible desde un punto de vista humano. Tuvimos un debate sobre Debye en el departamento; y en el otro caso, al final decidimos sobornar a los ucranianos para que erigieran el monumento, porque había que construirlo. Tendré que vivir con ello y tal vez no deba echar la vista atrás y simplemente estar agradecido de haber tenido la oportunidad de lanzar esta propuesta.

Creo que fue por aquella época cuando volvió a Zloczow, hoy Ucrania, de donde sacó una historia muy bonita sobre la tabla periódica.

Sí, contaré la historia. Volvimos al pueblo donde nací y donde nos escondimos los últimos 15 meses. Tengo fotos del colegio, que mostraré en la celebración de mi 75 cumpleaños. El edificio sigue allí, ha sido reconstruido. Allí estaba también el ático donde nos escondimos. Cuando empezó a hacer demasiado frío para permanecer en el ático, bajamos a escondernos a un almacén sin ventanas durante otros 8 meses hasta que el Ejército Rojo nos liberó. Por increíble que parezca, aquel almacén ya no existe, pero en su lugar ahora se encuentra la clase de química. Con su tabla de Mendeleiev colgada de la pared. Fue algo increíble. Se cerró un ciclo y se inició otro: los niños de esa clase no sabían que yo estuve allí. Quizá su profesor se lo cuente…

Pero que precisamente haya una tabla periódica colgada, eso es algo muy simbólico…

Sí, es nuestro icono, e incluso tiene la W simple.

Por cierto, ¿qué tal está Oliver Sacks?

¡Está bien! Sigue enamorado del tungsteno.

No me sorprende. Me encanta cada vez que releo sus memorias de “una infancia química” Y eso que no es químico…

No, no lo es. Por cierto, ahora mismo no estamos muy lejos del lugar del descubrimiento del tungsteno. No estamos muy lejos de los hermanos Elhuyar.

¿Querrá decir wolframio, no ?

Perdone, si, sí, wolframio.

Bueno, creo que ya no le voy a entretener más. ¿Hay algo que quiera añadir para finalizar la entrevista? ¿Algún mensaje que quiera lanzar? ¿Se siente optimista sobre el futuro, sobre su futuro?

Soy optimista de cara al futuro y a la ciencia en España. Ha sido un auténtico placer trabajar con los 4 estudiantes de postdoctorado de esta zona que he acogido. He conocido a tantos amigos durante todos estos años… Creo que las coincidencias son largas y me sigo sintiendo muy atraído por la historia. Claro que lo que más me atraen son los periodos… los periodos de concordia… El largo periodo del Al Andalus, que tal vez mire desde una perspectiva romántica, pero la coexistencia de culturas es para mi algo maravilloso.

Es una pena que no sea así hoy en día.

Quizá no sea así hoy, pero tal vez podamos construir otra coexistencia. Imagínese un poema escrito en árabe en el que los últimos versos están escritos en demótico. Es una forma de mezclar culturas.

Es siempre un placer estar aquí.

A usted le encanta venir y a nosotros recibirle. Espero verle de nuevo pronto en Madrid. Estará deseoso de celebrar su 75 aniversario…

Sí, lo celebraremos por todo lo alto.

Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por CIC Network

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