Ojos chinos en el cielo

Fronteras

Lanzamiento del yaogan-21
Lanzamiento del Yaogan-21 a bordo de un cohete Larga Marcha 4B

En la madrugada del pasado 8 de septiembre, a las 03:22 UTC, un cohete chino Larga Marcha 4B despegó por sorpresa del Cosmódromo de Taiyuan-Wuzhai.i Esto de los lanzamientos por sorpresa no es algo totalmente extraordinario, ni de ningún modo ilegal, pero sí llama un tanto la atención. Más que nada porque, supuestamente, la carga del cohete es por completo civil: el satélite Yaogan-21 de observación terrestre, dedicado, como suelen estarlo, a la agrimensura, el estudio de tierras y mares, la monitorización de los cultivos, la experimentación científica y la alerta frente a desastres naturales o artificiales. Dicho así, no se diferenciaría mucho de otros como los Landsat americanos, los SPOT franceses o el Resurs-DK ruso.

Lo que pasa es que esto de la observación terrestre resulta un tanto peliagudo, porque claro, un satélite capaz de hacer todas esas cosas… pues es, básicamente un satélite espía civil. O de doble uso. Sin embargo, ocurre que tanto yanquis como russkis o gabachos no se cortan nada de construir satélites espía específicamente militares y reconocer que los tienen, aunque ellos prefieran llamarlos de reconocimiento estratégico. Incluso los israelíes, con sus Ofeq, no pretenden otra cosa, y mira que les gusta jugar a eso de la ambigüedad deliberada. Sin embargo, los medios de la República Popular China insisten en que estos Yaogan, que empezaron a lanzar en 2006, son tan civiles como un cuaderno escolar.

Occidente dice que ni de coña. Que las características de numerosos Yaogan se corresponden más bien con satélites militares de reconocimiento estratégico y son de hecho los sucesores de la serie FSW, utilizados entre 1975 y 2006. Y bien, lo cierto es que no les faltan argumentos.

Los Yaogan –de Yaogan Weixi, o sea satélite de sensorización remota–, con una masa total entre 1.040 y 2.700 kg, vienen en varios sabores. Por ejemplo, los Yaogan-1, -3, -6, -10, -13 y -18 son a todas luces satélites de observación por radar de apertura sintética, pues sus emisiones se reciben claramente. Se encuentran en órbitas retrógradas con una inclinación de 97–98º, o sea casi polares y de hecho sol-sincrónicas, básicamente circulares, a entre 502 y 666 kilómetros de altitud.ii Parecen ser de dos modelos distintos y el más reciente, el Yaogan-18, despegó el 29 de octubre de 2013.

Este tipo de satélites radar permite levantar unos mapas estupendos de la superficie terrestre y casi todo lo que hay en ella, llueva, truene o haga calor. Dependiendo de sus frecuencias y características, además de escudriñar tierras, mares y hielos, pueden observar el tiempo (meteorológico) e incluso –con algunos matices y limitaciones importantes– ver a través de los objetos o bajo tierra. Serían análogos a los Lacrosse estadounidenses, los Kondor rusos, los SAR-Lupe alemanes (en cooperación con Francia y lanzados desde Rusia) o el Ofeq-10 israelí, entre otros cuantos que hay por ahí. ¿Su problema? Que cantan mogollón, al emitir en modo activo, y son sensibles a las interferencias y otras putaditas electrónicas.

(Ah, por cierto: si quieres ocultarles algo, ponle encima unos bidones, una piscina o cualquier otro depósito parecido lleno de agua del mar, con una capa cuanto más gruesa mejor. Las ondas de radar penetran fatal el agua salada. Por eso los submarinos sumergidos usan sonar en vez de radar. El sonar se basa en las ondas sonoras, que a diferencia de las radioeléctricas, circulan muy bien por el agua. Pero los satélites no pueden tirar de sonar, porque orbitan el espacio exterior, donde apenas queda aire y por tanto el sonido no puede llegar. Eso sí, cualquier cosa cubierta conspicuamente con un depósito de agua salada evidencia que ahí hay algo que se quiere esconder. Pero si esta cobertura queda natural, por ejemplo en plan balneario, salutífera piscina de agua marina o cosa así, pues entonces lo más normal es que pase desapercibida.)

Luego tenemos los de reconocimiento óptico de toda la vida; o sea, los de sacar fotos (y videos) en luz visible, infrarroja o ultravioleta. En el caso chino, serían los Yaogan-2, -4, -5, -7, -8, -11, -12, -14, -15, -19 y probablemente -21.iii Estos satélites se dividen claramente en varios modelos, operando en dos órbitas casi circulares e igualmente sol-sincrónicas, pero a altitudes distintas: aunque la mayoría se encuentran a unos 500 kilómetros, hay tres que observan la Tierra desde los 1.200. Esto se parece bastante a ciertos planteamientos de sofisticadas constelaciones que permiten simultanear una visión general del área de interés con observaciones detalladas de los puntos más jugosos. Se corresponderían a los Crystal americanos, el Persona o el Resurs rusos, los HéliosPléiades europeos, el Ofeq-9 o los EROS israelís y similares. En realidad, todo el que puede pagarlo tiene por lo menos uno de estos. Incluso los turcos. Este Yaogan-21 que acaban de lanzar los chinos sería el más moderno de todos ahora mismo.

Finalmente tenemos un tercer grupo más curioso y más difícil de justificar como civil. En vez de satélites únicos, se trata de tripletes de un tipo particular que suele utilizarse para el espionaje de transmisiones electrónicas, análogos a los NOSS estadounidenses o los futuros CERES franceses. Son tres para triangular mejor el origen de las emisiones, y en el caso chino estaríamos hablando de los Yaogan-9A/B/C, -10A/B/C, -17A/B/C y -20A/B/C,iv con los más recientes lanzados este último 9 de agosto. A diferencia de los anteriores, se encuentran en órbitas progradas de 63,4º, a unos 1.100 kilómetros de la Tierra. Van de lujo, por ejemplo, para detectar las emisiones de buques en el mar. Pero, a decir verdad, pueden usarse para monitorizar cualquier clase de radiocomunicación (radio, antenas de telefonía, enlaces de microondas, etc.) o radiolocalización (como los radares.)

No son los únicos. Por ejemplo, tenemos la media docena de Shijian-11 clasificados como satélites experimentales, sin más explicaciones. Algunos especulan que podría ser una red avanzada de alerta temprana contra ataques con misiles en la línea de los DSP americanos o los Oko rusos; el último subió al espacio el pasado 31 de marzo. También están los Shijian-15 y -16, que nadie sabe lo que son, o al menos nadie que esté dispuesto a publicarlo; hay quien dice que investigan la basura espacial, lo que resultaría igualmente útil para echar un vistazo a otros objetos que no son basura. Y algunas cosas netamente civiles como el Ziyuan-3.

Además de todos estos equipos de observación, desde principios de siglo la República Popular China se ha montado unas cuantas redes espaciales más. Hay varias series de satélites de telecomunicaciones pesados para uso tanto civil como militar, en la tierra y en el cosmos. El sistema de navegación COMPASS, análogo al GPS americano o el GLONASS ruso, va mucho más adelantado que el Galileo europeo. Por supuesto, tenemos el programa tripulado, con su propia estación espacial independiente y las naves Shenzhou, la única alternativa a las Soyuz que existe hoy por hoy para llevar gente al espacio. Han mandado naves a la Luna y, ya que estaban, al asteroide Tutatis y el punto 2 de Lagrange del sistema Tierra-Sol. Disponen de siete ciudades espaciales (núcleos científico-tecnológicos dedicados al tema), tres cosmódromos y están construyendo el cuarto. Según parece, los centros de control principales son la base 26 de Xi’an y el BACC de Pekín, apoyados por seis buques Yuanwang. Más lo que puedan tener guardado por ahí, como todo el mundo.

En lo que podría ser una variante de ese poder suave que les gusta tanto, durante esta última década y poco la República Popular China ha venido dotándose de un complejo espacial que va estando en condiciones de hacer sombra a las superpotencias cósmicas tradicionales. A todas luces están ya por encima de sus potenciales oponentes regionales, como Japón o India. Es difícil compararlo con el programa europeo, porque son muy distintos. Pero las superpotencias cósmicas de siempre, o sea Estados Unidos y Rusia, comienzan a sentir el aliento chino en el cogote. Lo cual, a mi modo de ver, es bueno. Es magnífico. Si esta humanidad nuestra necesita carreras para superarse a sí misma, sea. Yo aún aspiro a ver cosas que de niño ni siquiera pude soñar, como mi bisabuela jamás pudo soñar de jovencita que algún día vería un cielo lleno de aviones. Y mi bisabuela no fue la muchacha más inculta ni menos curiosa del lugar.

i Barbosa, R. C.: Long March 4B lofts Yaogan-21 in surprise launch. En nasaspaceflight.com, 8 de septiembre de 2014.

Sobre el autor: Antonio Cantó (@lapizarradeyuri) es polímata y autor de La pizarra de Yuri

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