Los libros de texto sintetizan el conocimiento de las ciencias naturales y matemáticas y lo organizan jerárquicamente para que sirva en la enseñanza de esas mismas ciencias. Por eso mismo son elementos metacientíficos, sociológicos y hasta políticos.
Antes de 1700 los profesores solían leer directamente de Aristóteles o Euclides o de cualquier otro autor escolástico; los estudiantes solían escribir palabra por palabra lo que oían. Es cierto que la aparición de la imprenta a mediados del siglo XV permitió una distribución más amplia de obras estandarizadas que incorporaban nuevas teorías como De humani corporis fabrica libri septem (1543)de Andreas Vesalius o De revolutionibus orbium coelestium (1543) de Nicolaus Copernicus; pero ninguna de ellas adopta la naturaleza sintéticamente omnicomprensiva y jerárquica del libro de texto propiamente dicho hasta después de 1700.
Para la transición entre los siglos XVII y XVIII comienzan a aparecer obras didácticas que sintetizan y reorganizan la literatura reciente para uso de estudiantes, profesionales, burócratas y el público general. Y es que los primeros libros de texto también fueron los primeros libros de divulgación científica.
Antoine-Laurent Lavoisier, por ejemplo, no solo diseñó su Traité élémentaire de chimie (1789) para los nuevos estudiantes, también incluyó sus nuevos descubrimientos para redefinir el contenido y la forma de practicar la química para los químicos en ejercicio y los funcionarios del estado.
Al comienzo los libros de texto no incluían problemas u otros ejercicios, introducidos en el siglo XIX cuando la industria del libro de texto se expandió sobremanera. Esta expansión estuvo muy vinculada con la diferenciación de las disciplinas científicas. La aparición de libros de texto comienza a marcar la madurez intelectual de un campo del conocimiento que se convierte en una disciplina con definiciones más o menos consensuadas de conceptos clave, la representación estandarizada y convencional de elementos fundamentales y métodos de investigación admitidos (observacionales, matemáticos u observacionales).
Varios libros de texto del siglo XIX han alcanzado el estatus de clásicos de la literatura científica, al haber sido empleados por generaciones de estudiantes. Puede que el ejemplo más espectacular de esta época sea Leitfaden der praktischen Physik (1870) en el que Friedrich Kohlrausch recogía sus notas de prácticas de física. Disfrutó de varias reediciones, hasta que en 1901, corregido y ampliado, se convirtió en Lehrbuch der praktischen Physik. En esta época se le consideraba el estándar en métodos de laboratorio y física experimental y lo continuó siendo hasta los años cincuenta. Hoy día, conocido como Praktische Physik, sigue estando en la bibliografía recomendada para los estudiantes de física e ingeniería alemanes.
Los libros de texto como encarnación del paradigma
En 1935 Ludwik Fleck clasificó a los libros de texto, que eran una herramienta para enseñar, entre la ciencia de las revistas especializadas (journal) y los manuales (vademécum) de ciencia, ambos para expertos, y la divulgación científica para el publico educado general.
Desde el punto de vista de Fleck, los libros de texto son repositorios de los rituales mentales, iniciáticos, por los que un neófito puede entrar en la comunidad de científicos practicantes. Los libros de texto presentan, según Fleck, los resultados de investigación como hechos científicos inamovibles a la vez que intentan mantener el contacto con el conocimiento común externo a la propia ciencia.
Thomas Kuhn en su influyente The Structure of Scientific Revolutions (1962) considera a los libros de texto como representaciones de los paradigmas que gobiernan la ciencia normal de la comunidad científica.
Según Kuhn los libros de texto hacen transparentes las reglas que rigen el trabajo científico mediante los problemas y las aplicaciones asociadas con teorías concretas; de estas aplicaciones los estudiantes aprenden el oficio, usando ejemplos paradigmáticos para guiar su pensamiento y sus protocolos de investigación.
Dado que los paradigmas funcionan en tanto en cuanto exista un consenso acerca de los objetos, técnicas y resultados de investigación, los libros de texto representan en el planteamiento de Kuhn una forma de adoctrinamiento sin vínculos con la cultura.
Desde Kuhn, los antropólogos de la ciencia como Sharon Traveek han reabierto la conexión entre libros de texto y cultura, demostrando cómo los libros de texto dan forma a los comportamientos profesionales en las ciencias, incluidos aquellos que establecen barreras de género, y crean la historia canónica de la disciplina tal y como la desean sus líderes.
Son varios los académicos que han estudiado como los libros de texto se emplean para difundir ideologías. Dos ejemplos muy claros de este uso son, por una parte, las descripciones del medio ambiente como algo usable ad infinitum para los intereses humanos en los libros de biología durante la industrialización y, por otra, los cálculos del coste del mantenimiento de los discapacitados físicos y mentales en los libros de texto de la Alemania nazi.
Los aparentemente asépticos y objetivos libros de texto son un indicio de como la enseñanza de la ciencia ha podido dar, y seguiría dando, forma a las actitudes acerca del hombre, la naturaleza y su gobierno.
Este post ha sido realizado por César Tomé López (@EDocet) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
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