Este texto de Francisco A. González Redondo apareció originalmente en el número 6 de la revista CIC Network (2009) y lo reproducimos en su integridad por su interés.
Blas Cabrera constituye la personalidad más destacada de la Física española y la manifestación paradigmática de la convergencia con Europa de nuestra ciencia en el primer tercio del siglo XX. Consagrado como la figura de referencia en España en los años veinte, y reconocido internacionalmente por la comunidad científica en los años treinta, la Guerra Civil prácticamente supondrá el final de su obra. Autoexiliado en octubre de 1936 y depurado sucesivamente por la República y por la España Nacional durante la Guerra Civil, Blas Cabrera ejemplifica también una parte significativa de lo que ha venido en considerarse nuestra memoria histórica.
Al comenzar el siglo xx la ciencia española tenía dos figuras de referencia con prestigio y reconocimiento internacional: Santiago Ramón y Cajal (Premio Nobel en 1906) y Leonardo Torres Quevedo (el «más prodigioso inventor de su tiempo» según lo caracterizaba Maurice D’Ocagne en las páginas de Le Figaro en 1930). A uno y otro les sucederá en importancia, relevancia y presencia nacional e internacional Blas Cabrera. Y es que la trayectoria vital y científica de D. Blas llena prácticamente el período de la Historia de España que va del «desastre» de 1898 hasta 1945, protagonizando algunos de los episodios más significativos de nuestra «Edad de Plata».
Período de formación científica
Nacido el 20 de mayo de 1878 en Arrecife (Lanzarote), en septiembre de 1894 el joven Blas se trasladaba a Madrid para estudiar Ciencias Físicomatemáticas, contrariando los deseos de su padre (notario en Tenerife) que quería que estudiase Derecho. Terminada la licenciatura en 1899 y obtenido el grado en 1900, sus estudios de doctorado coinciden con la eclosión del movimiento regeneracionista que vio el nacimiento del Ministerio de Instrucción Pública y la correspondiente reforma universitaria emprendida por el Ministro García Alix. El 14 de octubre de 1901 presentaba su Tesis Doctoral y, unas semanas después, era nombrado profesor auxiliar interino de Física Matemática, cátedra que ocuparía también interinamente tras el fallecimiento en 1904 de su titular, Francisco de Paula Rojas. En esos años, el joven físico realiza investigaciones experimentales, reflexiona sobre los descubrimientos de sus colegas europeos y va orientando sus preferencias científicas hacia el Magnetismo.
Pero Blas Cabrera es fruto del interés de los «sembradores» de nuestras ciencias, que dieron nacimiento y acogida a los que hemos denominado «generaciones tuteladas» de científicos españoles: jóvenes prometedores en las diferentes disciplinas en los que, cuando aún no han podido demostrar apenas nada, los «sembradores» van a depositar las esperanzas en la renovación de la ciencia española. En noviembre de 1902, el Decano de la Facultad de Ciencias proponía al Rector que Cabrera ocupase interinamente una de las cátedras aún sin convocar, fruto de la reforma de los planes de estudio de García Alix. En enero de 1903, ya se le había encomendado formar parte de la comisión que debía designar la primera Junta Directiva de la Sociedad Española de Física y Química. Finalmente, el 30 de enero de 1904 se convocaba la nueva cátedra de Electricidad y Magnetismo, que Cabrera obtendría el 18 de febrero de 1905.
Si sus maestros le concedían la cátedra con apenas 26 años, en 1909, con poco más de 30 las autoridades socio-científicas de la época lo aupaban a la mayor gloria que podía alcanzar en nuestro país un físico: era elegido Académico de Número de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En ese mismo año, Leonardo Torres Quevedo le cedía parte de sus dependencias del Laboratorio de Mecánica Aplicada (que acaba de instalar en el Palacio de la Industria y las Artes) para que se iniciara en la investigación experimental. Al año siguiente, en 1910, la Junta para Ampliación de Estudios (JAE), de la que era Vicepresidente Torres Quevedo, creaba en el seno del Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, para que Cabrera lo dirigiera, el Laboratorio de Investigaciones Físicas.
En 1912, Blas Cabrera, que ocupaba las más altas instancias de la Física española de la época, asumía la necesidad de aprender en Europa la Electricidad y el Magnetismo que no se sabía en España, y solicitaba una pensión a la JAE, como un recién titulado más, para viajar a Zürich (acompañado por Enrique Moles) a estudiar con Pierre Weiss en el campo que se constituirá en su programa de investigación para toda una vida: el Magnetismo de la materia.
Figura de referencia de la Ciencia Española
A su vuelta de Zürich a finales de 1912, Cabrera comenzaría una etapa de dedicación a la Magnetoquímica con un amplio conjunto de colaboradores que se constituirían en un auténtico grupo de investigación «a la europea»: Enrique Moles, Julio Guzmán, Manuel Marquina, Emilio Jimeno y Santiago Piña. En este marco, y siendo la figura científica de referencia del momento, en 1916 era elegido Presidente de la Sociedad Española de Física y Química y la JAE le proponía como «embajador cultural» en Argentina para ocupar la Cátedra de Cultura Española instituida en Buenos Aires por mediación de la Institución Cultural Española. Cabrera viajaría finalmente en 1920, finalizada la I Guerra Mundial, en unos momentos en los que, concluida la primera etapa de dedicación a trabajos experimentales, se centraba en la reflexión teórica y la divulgación científica en torno a la estructura de la materia y la teoría de la relatividad.
Así, trascendía los estrechos límites que le imponían las paredes del Laboratorio y se presentaba ante la Sociedad dictando cursos y conferencias públicas en la Residencia de Estudiantes, en el Ateneo de Madrid, etc., y publicando numerosos artículos y libros de divulgación. Esta presencia «social» del físico Blas Cabrera culminaría con su actuación como anfitrión de Albert Einstein en la visita que hizo éste a Madrid en 1923, en su gira triunfal tras la confirmación experimental de las predicciones teóricas del físico alemán.
A partir de 1924, alcanzado el más alto reconocimiento científico en España, retomaba la investigación experimental en el Laboratorio, dedicado ahora al «Paramagnetismo de la materia» con dos nuevos colaboradores: Arturo Duperier y Julio Palacios. La comprobación experimental del Paramagnetismo clásico de Langevin y la determinación de los momentos magnéticos y la influencia de la temperatura en el comportamiento magnético de las disoluciones se publicaban en las más importantes revistas científicas internacionales del momento. Cabrera completaba la ecuación de Curie-Weiss del Paramagnetismo que pasaría a conocerse como de Curie-Weiss-Cabrera y, en ocasiones, como de Cabrera-Duperier:
(X+K) (T+ Δ)=C
En este marco, el International Education Board de la Fundación Rockefeller, decidida a colaborar en el progreso científico de España en los años veinte, cambiaba el campo de intervención que tenía pensado inicialmente, la Sanidad, por las ciencias físico-químicas, cuando constataron los logros alcanzados por los grupos de investigación dirigidos en el Laboratorio de Investigaciones Físicas por Blas Cabrera, Enrique Moles, Ángel del Campo o Julio Palacios, aprobando en 1925 una importantísima dotación económica para la construcción del Instituto Nacional de Física y Química.
Ese mismo año, nuestro pensador más importante, José Ortega y Gasset, integraba también a Blas Cabrera en la Revista de Occidente, para que, con su rigor científico y claridad expositiva, transmitiera las grandes revoluciones de la Física y la Cosmología del siglo xx, contribuyendo a que la cultura científica estuviera «a la altura de los tiempos» en nuestro país. En 1926 viaja nuevamente a América (ahora junto a Fernando de los Ríos) delegado por la Junta de Relaciones Culturales creada durante la Dictadura de Primo de Rivera en el Ministerio de Estado. Posteriormente sería elegido para formar parte de la Asamblea Nacional y tendría queparticipar en los procesos de reforma educativa durante el Ministerio de Eduardo Callejo que tantos conflictos estudiantiles desatarían y tanto influirían en la caída del Dictador.
Reconocimiento internacional de un físico español
1928 es el año de la consagración internacional de Blas Cabrera. El primer momento singular fue su nombramiento como Académico Correspondiente en l’Academie des Sciences de París, tras una sesión en la que obtuvo 42 votos a favor, frente a los 2 de Niels Bohr, 2 de C. Gutton y 1 de H. Buisson. Y el segundo, todavía más importante, lo constituyó su elección, por iniciativa de Marie Curie y Albert Einstein, para formar parte del Comité Científico de las Conferencias Solvay, al haberse decidido que la siguiente reunión (a celebrar en 1930) se dedicaría al Magnetismo y considerarse en el ambiente científico europeo que Cabrera era la figura mundial más relevante en ese ámbito, por delante, incluso, de Pierre Weiss. En esos momentos, la presencia en el Comité de Cabrera podía prácticamente equipararse a la recepción del Premio Nobel.
En España, el 28 de febrero de 1930 tomaba posesión D. Blas como Rector de la Universidad Central de Madrid y se integraba en la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria en los terrenos de La Moncloa donados por el Rey Alfonso xiii, iniciativa que continuaría desarrollándose durante la República coordinada por Juan Negrín. Y, unos meses después, era elegido representante español en el Comité Internacional de Pesas y Medidas, con sede en París, en sustitución de Torres Quevedo, quien, veinte años después de su primer encuentro, se iba retirando de la primera fila de la escena científica, dejando paso a Cabrera como figura de referencia. Proclamada la II República, Cabrera era designado Vicepresidente de la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de Estado, puesto que le convertía en el organizador de todos los intercambios científicos y culturales con el extranjero. Sucediendo nuevamente a Torres Quevedo, a finales de 1931 el Gobierno le nombraba representante en el Comité de Consejeros Científicos de la Organización Internacional de Cooperación Intelectual con sede en Ginebra, y le confirmaba en el cargo de Director del Instituto Nacional de Física y Química, inaugurado oficialmente el 6 de febrero de 1932, una vez que el Gobierno republicano asumió los compromisos económicos adquiridos por el Estado español con la Fundación Rockefeller en tiempos de Primo de Rivera.
En 1934, sucediendo en el puesto a Ramón Menéndez Pidal, recibía el nombramiento de Rector de la Universidad Internacional de Verano en Santander (el foro científico europeo estival de referencia) y, al renunciar (de nuevo) al cargo Torres Quevedo, era elegido Presidente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. A finales del año también era elegido para ocupar el sillón vacante en la Academia Española de la Lengua tras el fallecimiento de Cajal, del que tomó posesión, en un acto presidido por Niceto Alcalá Zamora, Presidente de la República, ya en enero de 1936.
En suma, a las puertas del 18 de julio, el relevo generacional al frente de la ciencia española se había completado: Blas Cabrera asumía el prestigio y el reconocimiento social y científico, dentro y fuera de España, tanto de Santiago Ramón y Cajal como de Leonardo Torres Quevedo.
El drama de la Guerra Civil, de la depuración y el exilio
La Guerra Civil sorprendió a Cabrera en la Universidad Internacional de Verano en Santander, donde el colectivo de profesores y alumnos (españoles y extranjeros), continuaron desarrollando sus actividades científicas hasta que el 29 de agosto se celebró el acto de clausura. Mientras se preparaba la partida, comenzaron las detenciones por parte de los milicianos del Frente Popular que defendían las provincias del norte: cinco alumnos que se habían significado con los alzados eran encarcelados. Todas las gestiones del Rector fueron inútiles y, ante el temor de nuevas detenciones, el día 4 de septiembre se decidía la salida de la expedición hacia Francia. Con la llegada a Madrid el 13 de septiembre terminaba el periplo que les llevó en barco de San Sebastián a San Juan de Luz durante la noche del 5, y de allí en tren pasando por Toulouse y Port Bou hasta Barcelona, donde llegaron el día 11, para terminar el viaje en la capital tras pasar por Valencia.
Pero la situación en Madrid era muy complicada, especialmente para unos intelectuales burgueses que eran vistos con muchas suspicacias por los milicianos: la Asociación de Catedráticos del Frente Popular intentaba la incautación de la JAE; partidas de profesores daban «paseos» a sus colegas de derechas; sacas, «checas» y fusilamientos protagonizaban las noches madrileñas… Ante ese panorama, Blas Cabrera decidía autoexiliarse en octubre de 1936, utilizando como excusa una reunión en París del Bureau International de Poids et Mesures, alojándose en el Colegio de España (dependiente de la Junta de Relaciones Culturales que seguía dirigiendo Cabrera) y siendo nombrado Secretario del Bureau.
Cabrera quiso mantener durante toda la contienda una imposible equidistancia, «totalmente alejado de nuestras luchas civiles, primero porque es el principio director de mi vida, y segundo, porque temía crear dificultades a personas muy allegadas de mi familia que intervenían en las dos Españas». Y, como era previsible, los dos bandos le pasarían factura. El gobierno republicano comenzó la depuración de Cabrera en la primavera de 1937, retirándole el sueldo de catedrático y expulsándolo del Colegio de España. Unos meses más tarde, el 2 de diciembre de 1937 se firmaba la Orden por la que, «faltando a sus deberes más elementales y desoyendo el llamamiento del Gobierno» se expulsaba de sus cátedras, por «abandono de destino», al conjunto de la Tercera España: Blas Cabrera, José Ortega y Gasset, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Javier Zubiri, Luis de Zulueta, etc.
Análogamente, avizorándose el final de la incivil contienda, el bando nacional resolvía el 4 de febrero de 1939 «separar definitivamente del servicio y dar de baja en sus respectivos escalafones» a Blas Cabrera, Juan Negrín, José Giral, Fernando de los Ríos o Julián Besteiro, por su «pública y notoria desafección al nuevo régimen», por «sus actuaciones en las zonas que sufren la dominación marxista» y por su «pertinaz política antiespañola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento Nacional». El físico canario, equiparado en su «conducta perniciosa para el país» con las personalidades más significadas de la República, sufría su segunda depuración.
A pesar de solicitar la revisión del expediente en abril de 1939, de mostrarse «dispuesto a prestar el juramento exigido» para reincorporarse a la Real Academia de Ciencias y a la Real Academia Española en enero de 1940, y de manifestar en septiembre de 1941 al «Gobierno a quien acato consecuente con mis principios» su «vivo deseo de continuar mi obra en España», el franquismo no admitiría la vuelta de un anciano Cabrera enfermo de párkinson.
Pero en noviembre de ese año la República del exilio sí lo acogería en su seno en México. Allí se dedicaría a la enseñanza y divulgación de la Física en la UNAM y desde la revista Ciencia, hasta su fallecimiento el 1 de agosto de 1945. Que la memoria de nuestro físico más internacional sirva para que los españoles no repitamos los errores que contempla nuestra historia.
Francisco A. González Redondo. Dr. en Matemáticas (UPM) y Dr. en Filosofía (UCM), desde 1989 pertenece al Departamento de Álgebra de la Facultad de Educación de la UCM, donde es Profesor Titular de Historia de la Matemática. Director de publicaciones de Amigos de la Cultura Científica y Académico-Tesorero de la Academia de Ciencias e Ingenierías de Lanzarote, desde 2001 es el Secretario Académico de la Facultad de Educación de la UCM. Es autor-editor de 20 libros y más de 100 artículos de Historia de la Matemática, en particular, y de la Ciencia en general. Ha coordinado más de 20 Congresos, Simposios y Seminarios en el ámbito de la Historia de la Ciencia y ha sido comisario de numerosas Exposiciones de Historia de la Ciencia y de la Técnica en España.
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por CIC Network
A Rivero
Hola. Con los Cabrera a estas alturas, habiendo sido ya inclusio ministro de Ciencia un miembro de su saga, me parece que si se quiere mencionar el exilio hay que intentar historiar con mas detalle sus relaciones con la politica y no dejarlo en un «drama del exilio». O eso o limitarse a las contribuciones cientificas. Pero tal como lo narrais, dejais al lector con informacion sesgada.