El caso de Thomas Midgley, Jr.

Ciencia infusa

El caso de Thomas Midgley, Jr.

Murió el 2 de noviembre de 1944 en Wothington, Ohio, y lo hizo como un inventor que era, de vocación y de familia. En 1940, a los 51 años, Midgley contrajo la poliomielitis y sus secuelas le dejaron las piernas inválidas. Inventor como era, ideó y fabricó un complicado sistema de cuerdas y poleas para poder izarse en la cama y trasladarse a una silla de ruedas sin ayuda. Desgraciadamente, en 1944, a los 55 años, y estando solo, se enredó con las cuerdas del artefacto y se le encontró ahorcado sobre su cama. Si fue accidente o suicidio, todavía se debate entre sus biógrafos.

Había nacido en Beaver Falls, Pennsylvania, el 18 de mayo de 1889. Era hijo de un inventor y sobrino de otro y se integra en esa tradición de inventores típica de Estados Unidos cuyo máximo representante fue Thomas Alva Edison. Estudió ingeniería en la Universidad de Cornell y acabó el doctorado en Ingeniería Mecánica en 1911.

Entró en 1916 a trabajar, bajo la dirección de Charles Kettering, en los Laboratorios de Investigación de Dayton, en Ohio, centro subsidiario de la General Motor. Dirigió un proyecto destinado a mejorar la combustión de gasolina para la naciente industria del automóvil. Hasta esa época, los motores de gasolina, al iniciar la combustión, emitían un “petardeo” característico y molesto que, además, impedía el rendimiento óptimo del motor por falta de la compresión adecuada. Midgley, después de ensayar 33000 compuestos durante seis años, según unos, y sólo 144 según otros (otro asunto referente a Midgley que sigue en debate), descubrió varios productos que, añadidos a la gasolina, disminuían el “petardeo”. Además, la eficacia de los compuestos mejoraba según la posición que ocupaba en la tabla periódica el átomo más pesado de cada uno de ellos. Así, ensayo tras ensayo, probó el tetraetil plomo el 9 de diciembre de 1921, compuesto que resultó ser el más eficaz y barato. Es más, cuentan que después de este ensayo exitoso, todos los que trabajaban en el laboratorio lo celebraron con un baile colectivo alrededor de mesas y aparatos. Desde entonces, se añadiría el tetraetil plomo a la gasolina como aditivo.

El primer galón de gasolina con plomo se vendió el 2 de febrero de 1923 a un afortunado motorista en Dayton, Ohio, sede del laboratorio de la General Motors en el que trabajaba Midgley. Kettering, su jefe, fue uno de los que llamó al tetraetil plomo un “regalo de Dios”. Pronto se hizo popular esta gasolina que no petardeaba y mejoraba el funcionamiento de los motores, gastando menos y consiguiendo más velocidad. Aquel mismo año, 1923, los tres primeros coches de la famosa carrera de Indianápolis utilizaban gasolina con plomo.

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Por si acaso, la General Motors ayudó a que la gasolina no provocara rechazos eliminando el término plomo en todos sus escritos y anuncios y se la conoció como etil gasolina. El mismo Midgley, a causa de la feroz defensa que hizo de su invento, tuvo que tomarse unas vacaciones prolongadas, en 1923, cuando llevaba cerca de un año trabajando con plomo, como el mismo escribió.

En esos años se sucedieron las muertes inexplicables de obreros en las plantas de la General Motors que fabricaban la “etil” gasolina, muertes que sabemos se debían a envenenamiento por plomo. Por ejemplo, entre el 26 y el 30 de octubre de 1924 murieron 5 trabajadores y otros 35 sufrieron parálisis, temblores y alucinaciones en los laboratorios de la Standard Oil de Elizabeth, Nueva Jersey, que investigaban la gasolina con plomo. De los 49 trabajadores de la planta, el 80% murieron o enfermaron.

Para demostrar que “su” gasolina con plomo no era la causa de estas muertes, Midgley dio una rueda de prensa en Atlanta en 1930 en la que, aparte de echar la culpa de sus males a los propios obreros por trabajar descuidadamente, se regó las manos con su etil gasolina o absorbió su aroma durante un minuto. Fue después de esta exhibición cuando Midgley necesito de nuevo unas largas vacaciones en Miami.

En la década de los setenta se vendían 370000 toneladas de gasolina con plomo por año en todo el mundo. Su fabricación ocupaba siempre, desde la década de los cincuenta, un lugar entre las primeras industrias de Estados Unidos. En los ochenta y noventa eran ya 720.000.000.000 litros de gasolina con plomo los que se producían y vendían. Cada litro llevaba 0.52 gramos de plomo, o sea, que eran casi 375000 toneladas de plomo las que se liberaban a la atmósfera cada año. Más del 80% de este plomo se liberaba en Estados Unidos con su gasolina barata y sus numerosos coches más grandes y menos eficientes que en el resto del mundo.

Ya en la década de los sesenta comenzaron los estudios sobre la toxicidad del plomo y su acumulación en el ambiente y en las personas y, en los ochenta, se certificó el peligro que representaba en la gasolina y se inició el proceso de sustitución por aditivos para evitar el “petardeo” que, por ahora, se consideran inocuos. En 1990, con su sustitución, las ventas de gasolina con plomo en Estados Unidos habían caído a los niveles de 1930, y suponían menos del 25% del total mundial.

En 1930, Thomas Midgley, también por encargo de la General Motors, desarrolló el freón-12 (diclorodifluorometano) como agente no tóxico y no inflamable perfecto para utilizar en los refrigeradores domésticos, en el aire acondicionado de grandes edificios y, lo que más interesaba a la General Motors, en la climatización de los automóviles. Hasta entonces, los productos empleados, además de ser muchos de ellos tóxicos, tendían a explotar, llevándose por delante el refrigerador y, a veces, la cocina entera.

El caso de Thomas Midgley, Jr. 3También en esta investigación Midgley tomó como guía la tabla periódica y llegó a los clorofluorocarbonos, conocidos como CFCs, no tóxicos y muy inertes lo que, por cierto, ha llevado a su acumulación en la atmósfera puesto que no se degradan y desaparecen. El primer anuncio público de la invención de los CFCs se hizo en el 79º Congreso de la American Chemical Society celebrado en Atlanta en 1929. Aunque el grupo de Midgley ya trabajaba con los CFCs desde 1928 por lo menos, solo el año siguiente al Congreso, en 1930, se publicó un artículo sobre el descubrimiento en una revista científica y se formalizó la patente. De nuevo Midgley arriesgó su salud para demostrar que los conocidos CFCs, cuya marca comercial era Freón-12, eran inocuos y, en una demostración ante la American Chemical Society, inhaló el gas y sopló hasta apagar una vela y así demostró que el gas era inerte y no inflamable.

Y también fue a partir de 1980 cuando se empezó a sospechar de los clorofluorocarbonos (CFCs), es decir, del freón 12 y compuestos similares, como causantes de la disminución de la capa de ozono con los efectos conocidos en cuanto a la radiación ultravioleta que llega a la superficie del planeta.

Otro de los inventos importantes de Midgley deriva de sus trabajos con los CFCs y todavía nos acompaña. Son los derivados naturales y artificiales del caucho y su vulcanización. De sus investigaciones en el laboratorio a comercializar un buen neumático para automóviles había que dar pocos pasos. Y entre los derivados artificiales que investigó está el poliestireno, con propiedades expansivas y múltiples usos en la actualidad. En 1991, la DuPont Corporation, fabricante de CFCs, declaró que el 32% de estos productos se dedicaba a la refrigeración pero que el 28% era la base para la fabricación de plásticos.

Con sus inventos para el transporte (gasolina con plomo) , para la alimentación (CFCs para la refrigeración) y plásticos con múltiples usos, Midgley cambió nuestra vida y, como consecuencia a largo plazo de sus inventos, provocó la contaminación con plomo y plásticos y el agujero de la capa de ozono, que quizá han puesto en peligro la vida que conocemos en nuestro planeta.

De él escribió el historiador John McNeill que “ha tenido más impacto sobre la atmósfera que ningún otro organismo en la historia de la Tierra”. Ingeniosa pero, me parece, una precisa conclusión para los inventos de Thomas Midgley, Jr.

Referencias:

Bellows, A. 2007. The ethyl-poisoned Earth.

Bonini, H.F. & P.A. Porto. 2012. O desenvolvimento de novas substancias na primeira mitade do seculo XX: o caso de Thamas Midgley, Jr. Circumscribere 12: 16-30.

Giunta, C.J. 2006. Thomas Midgley, Jr., and the invention of chlorofluorocarbon refrigerants: It ain’t necessarity. Bulletin of the History of Chemistry 31: 66-74.

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McNeill, J.R. 2003. Algo nuevo bajo el Sol. Historia medioambiental del mundo en el siglo XX. Alianza Ed. Madrid. 503 pp.

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Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

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